MIGUEL HERNÁNDEZ (Orihuela, 1910-1942)
Árbol desnudo
Ya no te buscan deseosas manos,
Árbol desnudo
Ya el pecado, el verdor, se ha retirado
a la hierba cencida.
Ya no te buscan deseosas manos,
maliciosas avispas.
ya puros a la fuerza:
por pura voluntad del puro viento
de nieve, de pureza.
Dios, el tiempo y el frío: puras nadas,
de mondez te han vestido.
Como la muerte, árbol ya en ramas,
de luz y de vacío.
Lo que no cae ni palidece nunca;
la desnudez del hueso,
sin mentiras, sin pámpanos ni frutas,
ni favor ni deseo.
De verdad verdadero, 。con qué fuerza!
¡con qué fe! te detallas:
transcurre sobre ti la paz serena
de lo que esconde: nada.
La majestad de lo callado, porque
secreto es descubierto.
Corporal ya de alma, ya te pones
espiritual de cuerpo.
A la sombra sin sombra de tus ramas,
con afición de azules,
el cuerpo se me cae de mí, y adana,
el alma se descubre.
Se me torna la sangre en las heridas
licores cristalinos;
la sombra luz, virtud la anatomía
y pájaros los nidos.
Los ardores verdales de la higuera,
no alteran con sus iras
mi gama de la fuente: es ser serena,
de la nieve: es ser fría.
¡Cuánta! diafanidad, ¡cuánto silencio
con carácter de vidrio!
que nos mete a los dos, árbol, ejemplos
de Dios por el oído.
No se menea nada ante nosotros,
dos árboles descalzos:
¡oh la nada! pletórica de todo
de nuestra quietud, árbol.
¿Cuándo no vendrá abril que desazone
nuestras tranquilidades;
que no nos pueda hacer, ni con sus flores
desnudos temporales?
¿Cuándo? entrará en octubre mi deseo;
¿cuándo?, como a los ríos,
me dejarás, ¡oh, cuándo!, sin meneos,
cuajado, ¡oh, cuándo frío!
Aún mi afición por el estío abunda,
aún lo mollar requiero.
Aún me duele tu viento, tu finura:
aún me duele tu viento.
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