domingo, 20 de noviembre de 2011

MIGUEL HERNÁNDEZ (Orihuela, 1910-1942)

Árbol desnudo


Ya el pecado, el verdor, se ha retirado
     a la hierba cencida.

Ya no te buscan deseosas manos,
     maliciosas avispas.

Ya no fluyen tus savias ni tu cuerpo
     ya puros a la fuerza:

por pura voluntad del puro viento
     de nieve, de pureza.

Dios, el tiempo y el frío: puras nadas,
     de mondez te han vestido.

Como la muerte, árbol ya en ramas,
     de luz y de vacío.

Lo que no cae ni palidece nunca;
     la desnudez del hueso,

sin mentiras, sin pámpanos ni frutas,
     ni favor ni deseo.

De verdad verdadero, con qué fuerza!
     ¡con qué fe! te detallas:

transcurre sobre ti la paz serena
     de lo que esconde: nada.

La majestad de lo callado, porque
     secreto es descubierto.

Corporal ya de alma, ya te pones
     espiritual de cuerpo.

A la sombra sin sombra de tus ramas,
     con afición de azules,

el cuerpo se me cae de mí, y adana,
     el alma se descubre.

Se me torna la sangre en las heridas
     licores cristalinos;

la sombra luz, virtud la anatomía
     y pájaros los nidos.

Los ardores verdales de la higuera,
     no alteran con sus iras

mi gama de la fuente: es ser serena,
     de la nieve: es ser fría.

¡Cuánta! diafanidad, ¡cuánto silencio
     con carácter de vidrio!

que nos mete a los dos, árbol, ejemplos
     de Dios por el oído.

No se menea nada ante nosotros,
     dos árboles descalzos:

¡oh la nada! pletórica de todo
     de nuestra quietud, árbol.

¿Cuándo no vendrá abril que desazone
     nuestras tranquilidades;

que no nos pueda hacer, ni con sus flores
    desnudos temporales?

¿Cuándo? entrará en octubre mi deseo;
     ¿cuándo?, como a los ríos,

me dejarás, ¡oh, cuándo!, sin meneos,
     cuajado, ¡oh, cuándo frío!

Aún mi afición por el estío abunda,
     aún lo mollar requiero.

Aún me duele tu viento, tu finura:
     aún me duele tu viento.

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