domingo, 29 de agosto de 2010

GUERAU DE LIOST (Olot, 1878-1933)
La fageda

Oh la gran fageda,
la dels troncs de seda
com vestit d'albat,
la de branques fines
i d'esmaragdines
fulles! agrisat,
un esquei s'enarca:
com feixuga barca
solea ton fullam,
ta catifa augusta
qui es tenyeix, adusta,
de colors d'aram.

L'esquirol s'aplana,
d'una branca blana
rosegant tranquil.
Una aranya amb pena
feinadora trena
son monòton fil.
Pàl·lida fageda
de fulgors de seda,
de fullatge verd,
dins el teu domini
l'aura d'extermini
temorega es perd.

Pál·lida fageda,
una mica freda
de beatitud,
dins ta fosca obaga
un camí divaga
d'èxtasi perdut.
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miércoles, 25 de agosto de 2010

UNA FUENTE SILENCIOSA
F. Moreno

Una fuente silenciosa
arcos de piedra amarilla
el alto ciprés reposa
sobre el cielo de Castilla.

8-9-1959
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sábado, 21 de agosto de 2010

RABINDRANATH TAGORE (India, 1861-1941) 
The banyan tree

O you shaggy-headed banyan tree standing on the bank of the pond,
have you forgotten the little chile, like the birds that have
nested in your branches and left you?
Do you not remember how he sat at the window and wondered at
the tangle of your roots and plunged underground?
The women would come to fill their jars in the pond, and your
huge black shadow would wriggle on the water like sleep struggling
to wake up.
Sunlight danced on the ripples like restless tiny shuttles
weaving golden tapestry.
Two ducks swam by the weedy margin above their shadows, and
the child would sit still and think.
He longed to be the wind and blow through your resting
branches, to be your shadow and lengthen with the day on the water,
to be a bird and perch on your topmost twig, and to float like
those ducks among the weeds and shadows.
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martes, 17 de agosto de 2010

Cuento del norte de Europa - LOS ROBLES ENCANTADOS

EL BOSQUE DE LOS ROBLES ENCANTADOS
Cuento del Norte de Europa

El pueblo de la abuela estaba enclavado en mitad del bosque. Desde la cumbre del monte más alto se veían los robles mezclados con los pinos y, en otoño e invierno, se distinguían unos de otros por los colores verde y marrón. Era un espectáculo, sobre todo cuando, entre tantos árboles, aparecía el blanco de la nieve. La abuela aseguraba que sus conocimientos de las hierbas le venían del poder mágico del robledal, donde había pasado buena parte de su infancia.

“Veréis, cuando yo era muy pequeña, apenas cuatro años, me perdí una tarde en el bosque. Se hacía de noche, pero yo no sentía miedo, ya que buena parte de mis cortos años los había pasado entre esos robles, o mejor, subida a ellos, en busca del muérdago, que mi madre, vuestra bisabuela, me hacía cortar como yo lo corto ahora, con pequeñas piedras, para hacer las pociones de sanalotodo. Yo siempre había oído contar que el robledal estaba encantado y en él vivían unos magos cuidadores de los robles, y de ellos adquirían la fuerza y la sabiduría. Soñaba con conocerles y pensé que había llegado ese momento cuando me encontré perdida. Así que me subí al más alto de todos y esperé. Me quedé dormida con la cabeza apoyada en un nido de pájaros que picoteaban suavemente mi cabeza para ayudarme a perder el miedo. Un resplandor me despertó. Mamá pájara redobló sus esfuerzos a fin de que yo siguiera durmiendo; lo que sucedía en el robledal no debía presenciarlo un ser humano, aunque fuera pequeño como yo. Supuse que iba a ver lo que había soñado tantas veces. La luna se había encendido iluminando todo el paraje. Una gran hoguera estaba encendida en el suelo y alrededor de ella danzaban unos extraños personajes, todos distintos entre sí. Unos eran muy altos y otros tan pequeños como yo. Unos muy viejos y otros jóvenes. Algunos llevaban puestos unos gorros de pico y otros gorros, unos vestían túnicas y otros se cubrían con cortezas de los árboles.
Muy cerca de la hoguera hervía una gran marmita de la que ascendía, hasta las copas de los robles, un olor muy parecido a la de las hierbas de mi abuela. Nadie bebía, pero todos se acercaban de vez en cuando para aspirar el vapor. Danzaban al son de unos instrumentos de sólo tres cuerdas, tocados por unos pequeños duendes sentados en las ramas. De vez en cuando, uno de aquellos personajes hacía parar la música y recitaba, en una lengua muy extraña, larguísimas poesías que los otros escuchaban con gran respeto. Cuando la hoguera se fue apagando, de entre todos aquellos personajes salió el más magnífico que nunca podáis imaginar, se trataba del Gran Mago. Le acercaron un asiento hecho con ramas secas, bastante alto, y delante de él, en semicírculo, fueron sentándose todos.
Los que tocaban callaron dispuestos a escuchar. Y, aunque yo era muy pequeña, mientras les escuchaba, fui sabiendo que los que allí estaban reunidos eran, ni más ni menos, que los que hacían las leyes, pero no los políticos, ni mucho menos, sino esas otras leyes no escritas. Ellos decidían lo que los humanos nos íbamos mereciendo en cada momento. Nos premiaban y nos castigaban. Por aquel entonces no existían tantos depredadores como ahora, por eso sólo mandaban una buena tormenta aquí, unos cuantos desbordamientos de ríos por allí...
En esa asamblea, que supe se celebraba todos los años en el solsticio de verano, se daba permiso a los volcanes para que vomitaran un poco de lava sobrante; se permitía a las nubes determinadas descargas, sólo las suficientes para no atentar contra sus vecinas; si los humanos se habían atrevido a pescar en exceso en los ríos, se autorizaba a los cangrejos a vivir en los ríos subterráneos a fin de proporcionar escarmientos; se presentaban quejas contra colectivos humanos que habían quemado bosques por negligencia, y, entonces, enviaban a ese colectivo una mala cosecha, o hacían que las ovejas se quedaran estériles durante un año entero.
Cuando comenzó a amanecer, todo desapareció como por encanto. Nada quedó que me permitiera justificar ante mis padres que lo que había visto era cierto y no un sueño. Mi madre me aconsejó que nunca contara eso que había visto, aunque yo todavía pienso que ella no me creyó".

-¿Fue verdad, abuela?-preguntó Leonor.
-Sí, cariño, yo lo vi.
-¿Y si me llevas una noche podré yo verlo también?.
-Pues creo que ya no existen. La estupidez humana ha llegado a sobrepasar el poder de la magia. Ya no encontrarían suficientes castigos para todo el mal que estamos haciendo a la naturaleza.
-¿Y todas esas inundaciones que hay ahora, y tifones, las mandan los magos?
-Creo que se trata del último esfuerzo de algún mago escondido en algún lugar, intentando lanzar los últimos avisos.
---Fin---

domingo, 15 de agosto de 2010

FEDERICO GARCÍA LORCA (Fuente Vaqueros, 1898-936)
Cortaron tres árboles

A Ernesto Halffter

Eran tres.
(Vino el día con sus hachas.)
Eran dos.
(Alas rastreras cíe plata.)
Era uno.
Era ninguno.
(Se quedó desnuda el agua.)


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JORGE GUILLÉN (Valladolid, 1893-1984)
Árbol del estío


Todo el árbol
Irguiendo está su ansia de la raíz al canto.


Se remontan
Hacia la confidencia del susurro las hojas.


Por el viento
Del estío adorable se encumbran los deseos.


Pende encima
De la copa el azul que en el viento fascina.


Ved: el árbol
Se tiende a la fruición de su azul inmediato.

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viernes, 13 de agosto de 2010

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (Moguer, 1881-1958)
Entretiempo

Los árboles deslumbrantes
del otoño, por la tarde,
en esos parajes limpios
del campo, cuando se han ido
todos, y no queda más
que uno con la soledad!

¡Las cosas que ellos nos dicen!
¡Los inmensos imposibles
que nos transparentan! —¡Oro
eterno nos quema los ojos!—
¡No acaba la hoja con sol
ante nuestro corazón!


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miércoles, 11 de agosto de 2010

PEDRO SALINAS (Madrid, 1891-1951)
El árbol menos

En el filo de! hacha
me llevaron
un pedazo del mundo.
Ciprés:
largas sombras azules
en un muro encalado,
veo.
El ruiseñor cimero,
cantarín del antojo.
oigo.
Por su masa secreta,
índice vertical
del paisaje seguro,
sé.
En el filo del hacha
me lo llevaron todo.
Cierro los ojos
ante paredes blancas,
se me empapa el silencio
de ruiseñor huido,
tiemblo, inmóvil,
en campiña sin clave.


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lunes, 9 de agosto de 2010

JORGE GUILLÉN (Valladolid, 1893-1983)
Abril de fresno

Una a una las hojas, recortándose nuevas,
Descubren a lo largo del abril de sus ramas
Delicia en creación. ¡Oh fresno, tú me elevas
Hacia la suma realidad, tú la proclamas!

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jueves, 5 de agosto de 2010

MIGUEL DE UNAMUNO (Bilbao, 1864-1936)

De este árbol a la sombra
descansó un día;
de esto hace ya más de trescientos años,
y aún el recuerdo en su follaje vibra.
Y ese sagrado ruiseñor que el nido
guarda en las ramas, guarda la doctrina
que de labios oyó del santo andante
un ruiseñor como él. Cuando declina
el mismo sol de entonces
y va alargando al pie de la colina
del árbol secular la fresca sombra,
gorjea la avecilla
las palabras que el hombre e lengua humana
dijo a lengua del cielo traducidas.
El árbol las entiende y su follaje
oyéndolas palpita.


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lunes, 2 de agosto de 2010

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (Moguer, 1881-1958)
Árboles altos

¡Abiertas copas de oro deslumbrado
sobre la redondez de los verdores
bajos, que os arrobáis en los colores
májicos del poniente enarbolado;
en vuestro agudo éstasis dorado,
derramáis vuestra alma en claras flores,
y desaparecéis en resplandores,
ensueños del jardín abandonado!

¡Cómo mi corazón os tiene, ramas
últimas, que sois ecos, y sois gritos
de un hastío inmortal de incertidumbres!

¡Él, cual vosotras, se deshace en llamas,
y abre a los horizontes infinitos
un florecer espiritual de lumbres!

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