viernes, 27 de febrero de 2009

Frases y árboles

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"El bosque es un organismo único y fuente de gran bondad. No exige nada para su sustento y extiende su protección sobre todos los seres dándoles sombra, incluso al leñador que con su hacha lo destruye”.
BUDA, (Inscripción en la puerta de entrada de la Reserva Natural de Kandy, Sry Lanka)

“Lo que he aprendido con los años es que debemos ser pacientes, constantes y comprometidos. Cuando plantamos árboles, algunos me dicen: ‘No quiero plantear este árbol porque no va a crecer lo bastante rápido’. Tengo que recordarles constantemente que los árboles que están cortando hoy no fueron plantados por ellos sino por quienes les precedieron. Por ello, tienen que plantar los árboles que beneficiarán a las comunidades en el futuro.”Wangari Maathai, Fundadora Movimiento Cinturón Verde, Nobel de la Paz 2004


"Hubo árboles antes de que hubiera libros, y quizás cuando acaben los libros continúen los árboles. Y acaso llegue la humanidad a un grado de cultura tal que no necesite ya de libros, pero siempre necesitará de árboles, y entonces abonará los árboles con libros"
Miguel de Unamuno (1864-1936)
A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea, y sabemos que así será.
Johann Wolfgang Goethe (1749-1832)

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jueves, 26 de febrero de 2009

GUERAU DE LIOST (1878-1933)
La noguera de la Plana de Sastre


Dotze quarteres de collita dóna
i no perd l'equilibri son brancatge.
La soca, dura com un tors salvatge,
no té senyal de tralla ni de fona.

Congria, la seva ombra, un rodona
d'ufals migrat i de migrat plantatge.
A ocells de tota mena dóna estatge,
que li trenaven musical corona.

Ses arrels s'entaforen pels terrossos,
i, paren una xarxa a les palpentes,
i qui sap les vessanes que pasturen!

I les branques, eixugues de llurs cossos,
en la soca estrebant, s'allarguen lentes,
i fins a flor de terra no s'aturen.
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miércoles, 25 de febrero de 2009

HART CRANE - Royal palm

HART CRANE (EE.UU. 1899-1932)
Royal palm 

Green rustlings, more-than-regal charities
Drift coolly from that tower of whispered light.
Amid the noontide’s blazed aspertities
I watched the sun’s most gracious anchorite

Climb up as by communings, year on year
Uneaten of the earth or aught earth holds,
And the gray trunk, that’s elephantine, rear
Its frondings sighing in ethereal folds.

Forever fruitless, and beyond that yield
Of sweat the jungle presses with hot love
And tendril till our deathward breath is sealed
It grazes the horizons, launched above

Mortality-ascending emerald-bright,
A fountain at salute, a crown in view
Unshackled, casual of its azured height,
As though it soared suchwise through heaven too.

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martes, 24 de febrero de 2009

LUCIEN BECKER - Présence du soleil

LUCIEN BECKER (Francia, 1911-1984)
Présence du soleil 

...Avant d'entrer dans les bois,
La pluie frappe aux feuilles
Qui sont pour elle le seuil
D'une solitude sans poids.
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Elle a parcouru tout l'espace
Pour venir sans hâte couler
Dans d'obscurs sentiers
Où rien ne doit marquer son passage.
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Il suffit pourtant d'un rayon de soleil
Pour qu'éclate sa présence,
Pour qu'un instant la forêt pense
Aux vitres dont elle l'émerveille.
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Un couchant doit surgir
De cet incendie d'eau
Où la terre s'éclaire de ce qu'elle a de plus beau
Parce qu'elle aime les forêts à en mourir.
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viernes, 20 de febrero de 2009

RUBÉN DARÍO - Los olivos

RUBÉN DARÍO (Nicaragua, 1867-1916)
Los olivos

A Juan Sureda

Los olivos que tu Pilar pintó, son ciertos.
Son paganos, cristalinos y modernos olivos,
que guardan los secretos deseos de los muertos
con gestos, voluntades y ademanes de vivos.

Se han juntado a la tierra, porque es carne de tierra
su carne; y tienen brazos y tienen vientre y boca
que lucha por decir el enigma que encierra
su ademán vegetal o su querer de roca.

En los Getsemaníes que en la Isla de Oro
fingen, en torturada pasividad eterna,
se ve una muchedumbre que haya escuchado un coro
o que acaba de hallar l’agua de una cisterna.

Ni Gustavo Doré miró estas maravillas;
ni se puede pintar como Aurora Dupín
con comodidad, con prosa y con rencillas,
lo que bien comprendía el divino Chopin…

Los olivos que están aquí, son los olivos
que desde las pristinas estaciones están
y que vieron danzar los Faunos y los chivos
que seguían el movimiento que dio Pan.

Los olivos están aquí, los ejercicios
vieron de los que daban la muerte con las piedras,
y miraron pasar los cortejos fenicios
como nupcias romanas coronadas de hiedras.

Mas sobre toda aquesta usual arqueología,
vosotros, cuyo tronco y cuyas ramas son
hechos de la sonora y divina armonía
que puso en vuestro torno Publio Ovidio Nasón.

No hay religión o las hay todas por vosotros.
Las Américas rojas y las Asias distantes
llevan sus dioses en los tropeles de potros
o las rituales caminatas de elefantes.

Que buscando lo angosto de la eterna Esperanza,
nos ofrece el naciente de una inmediata aurora,
con lo que todo quiere y lo que nada alcanza,
que es la fe y la esperanza y lo que nada implora.

(Valldemosa, Mallorca, octubre 1913)
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jueves, 19 de febrero de 2009

DIONISIO RIDRUEJO - A un pino

DIONISIO RIDRUEJO (Soria, 1912-1975)
A un pino

Pino esbelto y tranquilo,
soledad de la tarde,
tan concreto en la libre
desolación del aire,
tan alto cuando todo
se confunde y abate
y huye el sol a tu copa
tibio y agonizante.
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Cómo me fortalece
la paz de tu combate,
ascensión sin fatiga,
raíz honda y constante.
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Tu majestad envuelve
el cielo sin celaje
y en tu recio sosiego
la tierra se complace.
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Mis ojos educados
en tu sediento mástil
ascienden y divisan
la soledad más ágil,
mientras sueña el silencio
sin astros y sin aves
como el solo decoro
de tu verde ramaje.
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Pino esbelto y tranquilo,
tu soledad te guarde,
y consagre la mía
desunida y errante,
segada de su tierra,
extraña de su aire,
cuando aún es oro virgen
la cumbre de la tarde
y tú clamas e invocas
el tiempo de mi carne
y otro vuelo sin tiempo
que se sueña y se hace.
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miércoles, 18 de febrero de 2009

Mª PILAR LÓPEZ - Requien...

Mª PILAR LÓPEZ (Murcia)
Requien por un pino que tenía apellido


¿Cuántos años tenías?
¿O contabas por siglos tu singladura al cielo?
¿A qué altura pensabas dirigirte?
¡Qué risa te daríamos al vernos tan chiquitos,
tan a ras de la tierra!
¡Cuánto te habrás reído
de nuestras pretensiones de gigante!
Podías observarnos cuando apenas salíamos
de nuestros cuchitriles
y nos verías dar vueltas y más vueltas.
No podrías distinguirnos en aquel hormiguero.
¿Verdad que era distinto en tus años primeros?
Nada te costaría aprender de memoria
los nombres importantes.

Dirías: "¡Cómo mueren esos seres!"
Apenas tienen tiempo de respirar;
al contrario de mí, que soy eterno
y desconozco la muerte.
Ya ves, Pino Gómez, hasta tú, tan seguro,
tan arraigado, fuiste segado por la muerte.
Rugiste de dolor al partirse tu tronco.
No querías morir.
Y nosotros no pudimos evitar tu caída.
¡Teníamos los brazos tan pequeños!
Te habríamos librado de la furia del hacha,
pero no de ese golpe.
Te estaba destinada una tormenta
para que no te avergonzaras de tu muerte.
Tal vez el mismo rayo
cumpliría con pena su misión.
Fuiste siempre tan firme,
bonito y arrogante, Pino Gómez...


(Mil gracias a mis amigos de Cieza, Juanjo y Fina)

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martes, 17 de febrero de 2009

EL RODODENDRO Y EL PEQUEÑO ALISO
Nepal

Arriba, muy arriba, las montañas se encuentran con el cielo. La vida surge de una capa de tierra muy fina y depende de muy poco aire. El único árbol capaz de florecer orgulloso en un entorno así es el rododendro. Pero cuentan que, en una ocasión, el rododendro deseó intensamente tener compañía. Envuelto en los vientos del invierno, se dirigió hacia abajo, mucho más abajo, al lugar en el que el pequeño aliso luchaba por aferrarse a la ladera.
—Buen aliso —le dijo —, soy tu señor. Quiero honrar tu humildad. Nos unire­mos. Yo te ayudaré a escalar la montaña. Basta que digas que serás mío, y te condu­ciré hasta mis alturas.
El aliso miró a su alrededor. No vio más que un arbusto sin flores y con las hojas rizadas por el frío.
Orgulloso, estiró sus ramas y se giró hacia el arbusto:
—Mi savia contiene sangre real. ¡Tú no eres suficientemente bueno para mí! —espetó.
Pero cuando llegó el calor del verano, el rododendro, que estaba en las altas cumbres, floreció y se llenó de color carnesí, púrpura y blanco. Impresionado por la belleza de las flores, el pequeño aliso se enamoró del arbusto. El árbol hizo todo lo posible por llamar su atención, su corteza y sus hojas relucían, pero sus esfuerzos eran en vano. El rododendro seguía ofendido y no miraba siquiera al árbol.
AI final, el aliso, con el corazón destrozado, arrancó sus raíces y rodó montaña abajo. En su caída, sus ramas arrastraron rocas que provocaron avalanchas.
Así, en nuestros días, cuando se produce una gran avalancha, los nepalíes cul­pan al pequeño aliso. Y si te fijas, observarás que los alisos siempre están entre rocas, mientras que, en lo más alto, un rododendro mira en otra dirección.

---Fin---

jueves, 12 de febrero de 2009

LUIS CERNUDA - Los espinos

LUIS CERNUDA (Sevilla, 1902-1963)
Los espinos
 
Verdor nuevo los espinos
Tienen ya por la colina,
Toda de púrpura y nieve
En el aire estremecida.

Cuántos dichos florecidos
Les has visto; aunque a la cita
Ellos serán siempre fieles,
Tú no los verás un día.

Antes que la sombra caiga,
Aprende cómo es la dicha
Ante los espinos blancos
Y rojos en flor. Ve. Mira
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miércoles, 11 de febrero de 2009

GUILLAUME APOLLINAIRE - Les sapins

GUILLAUME APOLLINAIRE (1880-1918)
Les sapins 
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Les sapins en bonnets pointus
De longues robes revêtues
Comme des astrologues
Saluent leurs frères abattus
Les bateaux qui sur le Rhin voguent
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Dans les sept arts endoctrinés
Par les vieux sapins leurs aînés
Qui sont de grands poètes
Ils se savent prédestinés
A briller plus que des planètes
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A briller doucement changés
En étoiles et enneigés
Aux Noëls bienheureuses
Fêtes des sapins ensongés
Aux longues branches langoureuses
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Les sapins beaux musiciens
Chantent des noëls anciens
Aux vents des soirs d'automne
Ou bien graves magiciens
Incantent le ciel quand il tonne
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Des rangées de blancs chérubins
Remplacent l'hiver les sapins
Et balancent leurs ailes
L'été ce sont de grands rabbins
Ou bien de vieilles demoiselles
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Sapins médecins divagants
Ils vont offrant leurs bons onguents
Quand la montagne accouche
De temps en temps sous l'ouragan
Un vieux sapin geint et se couche.
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martes, 10 de febrero de 2009

ALFONSO X, el Sabio (1221-1284)

Que no pongan fuego para quemar los montes,
e más que otra cosa las encinas.
E al que lo fallareis faciendo,
que lo echen dentro.
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lunes, 9 de febrero de 2009

Cuento de Australia

.KOOBOO Y EL EUCALIPTO
Aborígenes de Australia


El eucalipto tiene una corteza grisácea con manchas marrones y unas hojas de color verde plateado que son como lenguas que no cesan de hablar cuando el viento las sacude. Crece junto a los lechos de los ríos y en las zonas despejadas de los montes de un antiguo país que queda mucho más al sur.
      En lo alto de un eucalipto, en sus ramas más elevadas, duerme Kooboo, el koa­la. Se despierta tarde, pasado el mediodía, sube un poco más, estira la mano para agarrar unas hojas, se las acerca a la boca y las mastica con parsimonia. Algunas veces desciende, da un paseo por el suelo cubierto de hojas y trepa a otro árbol hasta llegar a una altura en la que está a salvo.
      Pasa la mayor parte del tiempo sentado, masticando hojas de eucalipto, y nunca bebe nada. Entonces, ¿cómo sobrevive? Si de verdad quieres saberlo, escucha su his­toria.
      Kooboo era un niño que se quedó huérfano de pequeño y no había nadie que le cuidara. Sus familiares ni siquiera pensaban en alimentarlo, de modo que el pobre sólo podía comer hojas: las duras y aromáticas hojas de los eucaliptos. Pero la sed era peor que el hambre. Vivía en una zona árida, donde la gente preservaba el agua como un tesoro, en cubos de corteza, y sólo le dejaban beber un sorbo al día. Se pasaba el día mendigando agua. Pero, milagrosamente, consiguió sobrevivir.
      En las épocas de sequía, la gente salía a cazar y ocultaba los cubos de agua. Pero un día, cuando Kooboo vagaba por el pueblo lamentándose de sed y soledad, encontró los cubos de agua ocultos en el hueco de un eucalipto.
      —¡Qué suerte! —pensó. Y a continuación metió la cabeza en el cubo y bebió y bebió hasta que no pudo más—. ¡Qué maravilla! ¡Por fin he saciado mi sed!
      Entonces, ideó una estrategia que le permitiría guardar el agua para sí. Colgó los cubos en las ramas de un eucalipto joven. Luego, subió a lo alto del árbol, se sentó en una de las ramas y entonó una canción.
      Al árbol le gustó la magia de la canción de Kooboo, así que creció y creció para alejarle del suelo, a él y a los cubos, y no paró hasta conseguir ser el árbol más alto de todo el bosque. El joven sonrió y pensó: «Ahora no volveré a pasar sed nunca más».
      Aquella noche, los habitantes del poblado volvieron de cazar cansados y sedien­tos. Al no encontrar sus cubos de agua, se pusieron furiosos. Mientras buscaban el rastro del ladrón en la arena, una mujer alzó la vista y divisó a Kooboo en las ramas superiores de un enorme eucalipto, rodeado de cubos de agua.
      —Si no bajas inmediatamente esos cubos ¡te vas a meter en un aprieto! —amenazaron los hombres. Pero Kooboo se sentía a salvo en su refugio y no hizo caso.
      —Vosotros nunca me dejáis beber agua —gritó desafiante—. Ahora no podréis alcanzar vuestra propia agua.
      Al principio, nadie osaba escalar un árbol tan alto. Pero cuando los niños empe­zaron a llorar de sed, los más ancianos convencieron a los más jóvenes para que lo intentaran. Desde lo alto, Kooboo vio que dos jóvenes iniciaban el ascenso. Cuando habían llegado a la mitad del tronco, Kooboo partió una rama vieja y se la tiró a la cabeza. Los jóvenes se soltaron y cayeron al suelo.
      El muchacho repitió la hazaña varias veces, hasta que dos jóvenes curanderos idearon un plan más inteligente. Subieron girando alrededor del tronco. Así, cuan­do Kooboo les tiraba una rama, ésta no caía sobre ellos porque ya se encontraban en otro punto del tronco. Cuando se acercaron a Kooboo, éste empezó a gritar pre­so del miedo y a rogar que se apiadasen de él. Pero los curanderos no se compade­cieron del muchacho. Lo sacaron de su cómodo asiento en las ramas y lo tiraron al suelo.
      Sin embargo, en ese instante, el árbol le concedió a Kooboo una protección mágica, de tal forma que, al tocar su cuerpo el suelo, se transformó en un pequeño koala y se subió a otro árbol en cuestión de segundos.
      Así que Kooboo, el pequeño niño huérfano transformado en koala, vive desde ese día en un eucalipto.
Duerme durante todo el día y por las noches se cambia de rama y come hojas del árbol. El árbol lo cuida, le brinda una protección mágica y le proporciona todo lo que necesita. Dispone de un hogar seguro, le gusta comer hojas de eucalipto y ya no ha vuelto a tener que bajar para beber. Tal vez todavía le quede algo de aquellos cubos ocultos en el hueco de un eucalipto. Sea como sea, su nombre, «koala», significa ¡«el que nunca bebe agua»!

---Fin---

miércoles, 4 de febrero de 2009

Los templos de los árboles

ANGKOR - CAMBODIA
El árbol-templo... el templo-árbol


     Parece que las piedras quisieran levantarse con los árboles hacia el cielo, o que los árboles quisieran formar parte de las piedras para ser templos. Creo que es difícil un conjunto tan armonioso entre piedras y árboles.
     Desde que ví las primeras fotos de Angkor siempre había soñado con este lugar. Y digo soñar porque entre guerras, el sembrado de minas y la inseguridad en las carreteras fue un viaje mil veces aplazado. Al fin en 2005 una escala en Bangkok y un día por carretera hasta Siem Reap, la ciudad de alojamiento, me dieron la oportunidad de contemplar esta joya arquitectónica khmer.
     Los árboles entraron en los templos cuando hace cinco siglos el hombre los abandonó. Rápidamente la selva recuperó su lugar y la profusión de ceibas, banianos, higueras,...  en suma, una vegetación húmeda y exuberante, ocultó los templos, hasta que en 1860 el francés Henri Mouhot los descubrió para occidente. Este conjunto de templos ha sufrido muchas vicisitudes, y todavía hay quien aconseja no salirse de los caminos porque tampoco Angkor se ha librado de las minas que ha sembrado Camboya de inválidos. Yo hice caso del consejo y visité estos increíbles monumentos entre una multitud de gentes llegadas desde todos los rincones del globo y de las sonrisas de los niños que te ayudan a no perderte por este laberinto. Lo increíble se hace realidad y cada templo te ofrece un modelo de esta arquitectura ancestral y el capricho natural los árboles sembrados al azar.
     Al lado de esta visión bucólica del turista no podemos olvidar la historia que están corriendo otros conjuntos de templos: Banteay Chmar, Kbal Spean, Nokor Pheas, Banteay Srei,… que siguen siendo saqueados por la canalla del dinero. Comprar las piedras “exportadas” a Tailandia es tan fácil como visitar el mercado de River City en Bangkog.

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LÉON-GABRIEL GROS - Marroniers an fleurs

LÉON-GABRIEL GROS (France, 1905-1985)
Marronniers en fleurs


Marronniers quand fait pleuvoir le vent
Vos feux d'artifice muets
Il n'est pas, au pouvoir des oreilles humaines
D'entendre vos corolles s'effeuiller.

Si le cristal exhale sous le doigt
Parfois un chant qui le fêle soudain
Les fleurs, étant de plus subtile essence
Laissent à qui les tue le soin de les pleurer.

Enseignez-moi les vertus du silence,
Et quand la foudre de la mort se sera tue
Calcinés comme vous mais contre un ciel de germes
Nous rirons à jamais des stériles tonnerres.
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martes, 3 de febrero de 2009

TEODOR LLORENTE (Valencia, 1836-1919).
La fulla

 
Imitació d'Arnault

Solta de l’arbre, on vas tu?
On vas, pobre fulla morta?
-Jo no ho sé; vaig on me porta
el vent que volant em du.

Des del dia que arrancà
la rama en què naixquí
jo vaig del bosc al jardí,
de les muntanyes al pla.

I no em queixe. Què he de fer?
Vaig on van totes les coses,
com les fulles de les roses,
com les fulles del llorer.
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lunes, 2 de febrero de 2009

MIGUEL DE UNAMUNO - En "Niebla"

MIGUEL DE UNAMUNO (Bilbao, 1864-1936)
En "Niebla"

… Así llegó al recatado jardincillo que había en la solitaria plaza del retirado barrio en que vivía. Era la plaza un remanso de quietud donde siempre jugaban algunos niños, pues no circulaban por allí tranvías ni apenas coches, e iban algunos ancianos a tomar el sol en las tardes dulces del otoño, cuando las hojas de la docena de castaños de Indias que allí vivían recluidos, después de haber temblado al cierzo, rodaban por el enlosado o cubrían los asientos de aquellos bancos de madera siempre pintados de verde, el color de la hoja fresca. Aquellos árboles domésticos, urbanos, en correcta formación, que recibían riegos a horas fijas, cuando no llovía, por una reguera y que extendían sus raíces bajo el enlosado de la plaza; aquellos árboles presos que esperaban salir y ponerse el sol sobre los tejados de las casas; aquellos árboles enjaulados, que tal vez añoraban la remota selva, atraíanle con un misterioso tiro. En sus copas cantaban algunos pájaros urbanos también, de esos que aprenden a huir de los niños y alguna vez a acercarse a los ancianos que les ofrecen unas migas de pan.
….
Cuando llegó aquel día a la tranquila plaza y se sentó en el banco, no sin antes haber despejado su asiento de las hojas secas que lo cubrían –pues era otoño-, jugaban por allí cerca unos chiquillos. Y uno de ellos, poniéndole a otro junto al tronco de uno de los castaños de Indias, bien arrimadito a él, le decía: “Tú estabas ahí preso, te tenían unos ladrones…” “Es que yo…”, empezó malhumorado el otro, y el primero replicó: “No, tú no eras tú…” Augusto no quiso oír más; levantóse y se fue a otro banco. Y se dijo:”Así jugamos también los mayores; ¡tú no eres tú! ¡yo no soy yo! Y estos pobres árboles, ¿son ellos? Se les cae la hoja antes, mucho antes que a sus hermanos del monte, y se quedan en esqueleto, y estos esqueletos proyectan su recortada sombra sobre los empedrados al resplandor de los reverberos de luz eléctrica. ¡Un árbol iluminado por la luz eléctrica! ¡qué extraña, qué fantástica apariencia la de su copa en primavera cuando el arco voltáico ese le da aquella apariencia metálica! ¡y aquí las brisas no los mecen…! ¡Pobres árboles que no pueden gozar de una de esas negras noches del campo, de esas noches sin luna, con su manto de estrellas palpitantes! Parece que al plantar a cada uno de estos árboles en este sitio les ha dicho el hombre: “¡tú no eres tú!” y para que no lo olviden le han dado esa iluminación nocturna por luz eléctrica… para que no se duerman… ¡pobres árboles trasnochadores! ¡No, no, conmigo no se juega como con vosotros!”...

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