12 agosto 2023

CHARLES FOSTER, en "The Guardian", abril 2023
"El poder de los árboles", de Peter Wohlleben

Un haya en Glenariff Forest Park, Antrim, Irlanda del Norte. Fotografía de Dawid Kalisinski

Elon Musk ha ofrecido un premio de 100 millones de dólares a la mejor propuesta de captura y secuestro de carbono. Puedo ahorrarle mucho tiempo a su comité. El dinero debería ir a Peter Wohlleben, el guardabosques alemán cuyo libro "La vida oculta de los árboles" fue el éxito de taquilla más improbable y alentador de 2015. La idea de Wohlleben es esta: dejar los bosques en paz. Deja de jugar con ellos, pensando que podemos lidiar con el cambio climático mejor que la naturaleza. Si tocamos el violín, nuestras Romas arderán.      
     En "The Hidden Life" argumentó que los árboles son sociales y sensoriales. El poder de los árboles muestra que pueden ser nuestros salvadores. Pero es terriblemente difícil dejarse salvar. Pensamos que podemos ser los autores de nuestra salvación. Somos hacedores por constitución. Por supuesto, hay cosas que podríamos y deberíamos estar haciendo, pero en términos de práctica forestal, a menudo lo que se factura como parte de la solución es parte del problema. 
     Cualquiera que haya plantado un árbol en su jardín sabe que tiene un efecto profundo: hace que su jardín sea más fresco en verano y más cálido en invierno. Los bosques hacen eso a gran escala. Un bosque caducifolio en verano suele ser tan fresco como un lago. Berlín es 15ºC más cálido que los antiguos bosques cercanos. Los monocultivos de coníferas tan queridos por los silvicultores comerciales no son tan buenos refrigeradores: son hasta 8°C más cálidos que sus compañeros de hoja caduca. 
     Los bosques se enfrían al transpirar. Si no hay agua, no hay refrigeración. La sequía puede matar árboles rápidamente, pero los árboles tienen muchas formas sofisticadas de lidiar con ella, y Wohlleben las expone. Como especie, hemos sobrevivido a muchos cambios climáticos cambiando nuestro comportamiento, y así es como sobreviven los árboles también. 
     Fundamentalmente, los árboles aprenden de sus traumas pasados y producen descendencia programada con esas lecciones. Los árboles que han escapado por poco a la sequía son más prudentes en el futuro: retrasan su crecimiento y racionan su bebida. Tienen dos métodos principales para influir en sus hijos: el primero es la buena crianza. Los árboles madre regulan el crecimiento de sus hijos al cambiar la velocidad a la que los alimentan por goteo con una solución de azúcar a través de las redes de raíces, y los niños que crecen bajo la lluvia y la ligera sombra de la madre no beben mucho ni comen en exceso. El segundo es la herencia epigenética, que permite transmitir rápidamente rasgos de comportamiento útiles a las generaciones futuras.
     Los bosques caducifolios, en particular, eliminan los gases de efecto invernadero de manera efectiva y secuestran carbono mientras viven. La tasa de captura de carbono aumenta hasta que tienen alrededor de 450 años. Córtelos, quémelos y liberará dióxido de carbono no solo de la madera, sino también del suelo del bosque, ya que el suelo, que antes se enfriaba a la sombra, se calienta y, por lo tanto, acelera el metabolismo de los
microorganismos, que consumen el humus restante.
     El camino de los bosques no es el camino del mercado, y si vemos los bosques como almacenes estamos condenados. Los silvicultores deben ser más que accionistas, apiladores, expedidores y reponedores. Necesitamos un ethos radicalmente nuevo. Los árboles de hoja caduca no están “listos para la cosecha” a los 200 años, aún son adolescentes. La plantación de árboles no es necesariamente buena: los costes colaterales pueden ser exorbitantes.  
     Debemos cuestionar expresiones reconfortantes como “energía renovable”, y conocer el costo real de nuestro papel higiénico. Si no aprendemos a dejar los árboles en paz, los árboles estarán solos de todos modos, pero sin nosotros. Wohlleben nos muestra de manera brillante y amena cuán urgente y difícil es no hacer nada.

Lo hemos leído aquí
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08 agosto 2023

La resina, la memoria del bosque

EUGENIO MONESMA (Huesca, 1952)
La resina. Extracción tradicional de la corteza del tronco del pino

Las verticales paredes calizas del Cañón del Río Lobos, modeladas por los fenómenos erosivos, con cerca de 200 metros de altura, han sido testigo mudo de una intensa actividad forestal que hoy ha pasado al recuerdo: la resinación. En el año 2002, antes de iniciar las tareas de resinación Simón, David y Ángel construyeron un chozo tradicional de los que usaban los resineros para guarecerse durante la campaña de trabajo. Y después nos mostraron todo el proceso de la resinación. 
 
 
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05 agosto 2023

El Hura, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Hura crepitans
(...) Cuando hace algo así como medio siglo llegaron a mi casa estos seis tomos de enciclopedia –luego la ampliaron con alguno más fue para mí como una ventana al mundo. Una de las cosas que recordé siempre de aquellos libros era la referencia a un árbol (el hura) cuyos frutos explotan. Así que cuando Jason Westlake, mostró estas fotos decidí que era hora de volver a mi recuerdo. 
 
 
     El hura (Hura crepitans) también llamado catahua, ochoó, jabillo, jabilla, ceiba amarilla, solimán o salvadera, y al que los anglosajones llaman “caja de arena” (Sandbox), no deja de ser un árbol interesante, a fin de cuentas el tronco está cubierto de espinas, su fruto es venenoso si se ingiere en fresco, aunque puede consumirse tostado en pequeñas cantidades, y su savia es un látex tóxico (es una euforbiácea) que afecta a los peces adormeciéndolos, utilizándose para atraparlos. Produce quemaduras en la piel e incluso cegarte si por alguna causa llega a tus ojos. Los indios caribes usaban las flechas envenenadas con el látex. 
     Para acabar de definirlo, vuelvo a mi recuerdo de la niñez: su fruta explota y lanza las semillas a una velocidad máxima de 240 Km/h llegando a distancias de entre 50 y 90 metros. Si estás en lo alto del árbol y resulta que estás en el camino de la fruta, te matará, pero no porque tenga nada contra ti, esto es solo su táctica de dispersión de semillas. Sin embargo, hay aves y monos que se alimentan de sus frutos y semillas, especialmente tiernos. La madera, pese a la apariencia del árbol, sólo se utiliza para trabajos menores de construcción. Este enorme ejemplar, al que le ha calculado más de 1000 años, crece en Costa Rica.
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02 agosto 2023

PATRICIO AGUILAR (Costa Rica, 1966)
El árbol en tu ventana


Veo a través de tu ventana,
el árbol iluminado la esperanza.
Déjalo así;
así deja el fogón encendido;
por la noche,
como un faro de esperanza y calor humano;
la abuela,
para aquél que baja de la montaña.
Un poco de café, un vaso, un jarro,
un guacal ¿una taza?
una tortilla y si hay suerte, frijól.
Veo a través de tu ventana
el árbol iluminado.... la humanidad.
En esta selva, montaña, jungla;
una luz a lo lejos es un hogar,
no una simple casa con cuatro paredes, un techo.
Es el hogar donde vive alguien;
anciana, mujer, hermitaño, un hermano,
un fantasma; pero al final uno igual que yo.
Veo a través de la ventana
el árbol iluminado, tú.
Un recuerdo, una sonrisa, una enseñanza
y todo lo demás; Zeus, Marte, una flor.
Pero al final tú.
Veo a través de la ventana ... el árbol iluminado.
Déjalo así:
así sabré que eres tú y que tú soy yo.

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30 julio 2023

JOSÉ CARLOS CAPEL
La mayor colección de higueras del mundo 
En Son Mut Nou, Mallorca, propiedad de un farmacéutico, cuenta con 2.834 árboles de 1.486 variedades distintas de 64 países.

Montserrat Pons, en su plantación de higueras en Mallorca
Aunque tenía noticia de la pasión que el farmacéutico mallorquín Monserrat Pons siente por las higueras, nadie me había explicado nunca el verdadero alcance de su locura. “Tengo plantadas 2.834 higueras de 1.486 variedades distintas provenientes de 64 países de todo el mundo. Llevo años recuperando especies antiguas en riesgo de erosión genética y descubriendo otras desconocidas”, comentó tras el saludo. Acababa de llegar al campo de experimentación de Son Mut Nou en la marina de Llucmajor, en Mallorca, finca propiedad de este investigador, y mi sorpresa inicial se convirtió en perplejidad al poco tiempo.
     La víspera, durante un almuerzo en el restaurante del cocinero Andreu Genestra, había disfrutado de una codorniz a la melaza de higos asados con ravioli y mostaza de los mismos frutos, donde el almíbar de los higos, antes que el propio ave, aglutinaba la esencia del plato. Un compendio de fragancias y texturas. ¿Qué aportan los higos de Monserrat a la cocina?, pregunté.
     El mallorquín se explayó en la respuesta: Para cualquier cocinero o pastelero es un auténtico paraíso. En temporada elaboramos varias recetas. Entre ellas el queso fresco instantáneo que preparamos a la vista mezclando leche tibia de vaca al romero con la savia de las higueras, que entusiasma a nuestros clientes. Se cuaja en 45 segundos. No menos aplausos que los que recibe una sobrasada vegana con pulpa de higos secos que trituramos con pimentón y especias. A cada variedad le damos aplicaciones distintas. Elegimos entre higos de pulpa, de jugo, para asar, para freír y algunos para congelar. El almíbar que acompaña a la codorniz de nuestro menú lo obtenemos por decantación natural, lentamente, a partir de un higo asado. La mostaza de higos y la mermelada con sal con la que rellenamos el ravioli de rábano que figuran en el plato también resultan deliciosas. Los higos que recolectamos en Son Mut Nou presentan matices ácidos o dulces bien distintos. Hay algunos, incluso, que carecen de sabor, pero poseen una textura de seda y sus pieles las utilizamos como si fueran tomates. Lo que fue un alimento de supervivencia en Mallorca lo transformamos en bocados de alta cocina. Aun así, la cosa llega más lejos. Monserrat prepara un símil de café que obtiene desecando y moliendo higos añejos que incluso llamó la atención de Carme Ruscalleda. 
Plantación de higueras, en Son Mut Nou, Mallorca
     El entusiasmo del cocinero hizo que me acercara a visitar este centro al aire libre, un tesoro apenas conocido. Con la afabilidad que le caracteriza, Pons me acompañó en una visita guiada, un itinerario de los que sigue con gentes de medio mundo, científicos, botánicos, periodistas, curiosos de la naturaleza, aparte de cocineros, deseosos de conocer las características agronómicas y posibilidades gastronómicas sus higueras. El recorrido, apasionante, salpicado de datos científicos, tiene mucho de historia y de anecdotario insólito en torno a este árbol bíblico. “Soy farmacéutico de profesión, pero mi verdadera afición es la botánica. Las higueras atesoran cultura, son parte de la identidad de los pueblos de donde proceden, no solo en el Mediterráneo. Lo que más me satisface es recuperar variedades. No te olvides de que todas las higueras son ficus. Da lo mismo que hablemos del Ficus sycomorus, del Ficus palmata, del auriculata, o de otros. En todos los casos, árboles con un endemismo y características únicas”.
     ¿Cuándo empezaste? “Comencé con las 246 variedades de las islas Baleares, un paraíso botánico. Luego seguí con las de diferentes comunidades de toda España. En Mallorca, como en gran parte del Mediterráneo, las higueras desempeñaron un papel estratégico en nuestra supervivencia. Han sido el pan del pobre y el postre del rico. Nuestros antepasados se alimentaban de caracoles, de espárragos silvestres, de caza y, sobre todo, de higos. Frutos que, igual que ahora, o se consumían directamente o nos servían para alimentar al ganado porcino, equino y ovino”. 
     ¿Qué es Son Mut Nou? “Un campo experimental dedicado al cultivo de las higueras. Una finca de tierras arcillosas, escasas en lluvias, de monte bajo, donde el árbol se adapta, sobrevive y produce frutos suculentos. No cuento con otra recompensa que mi satisfacción personal. Ni recibimos ayudas de Consellerías ni de Ministerios”. 
Surtido de higos, recién colectados por Montserrat Pons, en Mallorca
     Nada más iniciar el recorrido, entramos en un recinto rectangular acotado por una valla de piedras con 28 variedades de higueras donde al pie de cada una aparecía reseñado su nombre botánico, árboles que Monserrat ilustraba con historias y leyendas apasionantes. “Tan solo el 19% por ciento de las higueras no son comestibles y se destinan a incienso. Al resto lo rodean leyendas, anécdotas, endemismos y características únicas. Cultura con mayúsculas. Nos encontramos debajo de una higuera que tiene un millón de años. Es la famosa Ficus palmata, la misma con cuyas hojas, según la tradición, Adán y Eva se taparon sus vergüenzas. Un árbol originario de Eritrea que desde el Mediterráneo se extendió por el mundo con hibridaciones sucesivas que dieron lugar a todas las ficaceas. De hecho, la Ficus carica, la variedad más extendida, deriva de la palmata. Se llama Ficus carica porque procede de la región de Caria en la antigua Mesopotamia”. 
     Monserrat aceleraba el paso a medida que desde cada árbol visualizaba el siguiente. Aquí tienes una variedad que denominamos Sangre de Cristo, oriunda de Catamarca, en Argentina. Allí las higueras que se dan en el monte Calvario donde crucificaron a Jesucristo. Y estas otras, próximas al lugar donde fusilaron al Che Guevara. Hemos llegado a la más apreciada, el Ficus sycomorus. Cuenta la tradición que la Sagrada Familia, tras abandonar Judea camino de Egipto huyendo de las iras del rey Herodes, se cobijó bajo su sombra en un lugar llamado Matarella. Razón por la que es tenida por una higuera sagrada por los coptos cristianos de Egipto que se nombra en la Biblia en reiteradas ocasiones. No es la única con resonancias religiosas. Tras la crucifixión de Jesús, María madre se trasladó a Éfeso, en Turquía. Esta higuera se encontraba al lado de la casa donde vivió durante 32 años. Se llama Mary Mother, madre de Dios. Fíjate en la Ficus religiosa, la higuera de las pagodas que me trasportaron desde Nepal, asociada al nirvana y el budismo. Por supuesto, tenemos higueras relacionadas con personajes famosos, Miguel Hernández, García Lorca, Antonio Machado o Rosalía de Castro”. 
Café de higos, elaborado por Montserrat Pons, en Mallorca
     Nos faltaba la última estación del recorrido, una tienda donde comercializa toda suerte de derivados de sus higos, en almíbar, secos, convertidos en mostaza, en el llamado pan de higos, o en símil de café, aparte de vinagre y vino de higos. Y por supuesto higos frescos, recién recolectados, que vende al peso. 
     ¿Cómo organizan las visitas?, fue mi última pregunta. “Todo a través de nuestra web, nada más recibir la solicitud, nosotros respondemos con indicación del día y la hora disponibles. El coste son cinco euros por persona, incluida una degustación final a modo de cortesía. Y si alguien desea recolectar higos por su cuenta, le proporcionamos una cesta para que se desplace libremente por la finca. Los higos los cobramos a cinco euros el kilogramo”. 
Higos en almíbar, elaborados en la plantación de Pons en Mallorca
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