03 mayo 2018

YURI MILLARES
Del carbón clandestino, a la marca registrada
Foto 1 de Yuri Millares
     En los años 40 del siglo XX “se hacían doscientas carboneras clandestinamente y no había fuego en el monte”, aseguraba el carbonero de Gran Canaria Leonardo Jiménez, que había nacido en 1934 y aunque en aquella época él aún no hacía carbón, sabía que estaban allí. Los guardas no daban con ellas, explica, porque “de noche no se ve el humo”, y de día les tapaban las puertas sin llegar a ahogarlas y “el humo ya no es humo, es como si fuera vapor, al salir se desaparece”.
     Este periodista lo acompañó varios días un invierno de mediados de los años 90, mientras hacía carbón en medio del pinar en el llano de Garañón (Foto 1). Por primera vez entraron varios carboneros al pinar público a aprovechar, con todas las bendiciones legales, los árboles tumbados de las primeras talas selectivas que el Cabildo de Gran Canaria realizó para sanear el bosque. Y Nardo, como ha sido conocido toda su vida, presumía entonces de saber algunas cosas del campo mejor que los ingenieros, “por experiencia”, explicaba: “Usted viene a los pinares en el verano y verá que se pone verde-negro, porque el pino tiene resina, como el almendrero, y en el invierno se le cuaja y deja el pino de crecer. Lo puede decir en el periódico que el señor Nardo dice que el pino cuando más prospera es en el verano”.
     El carbón vegetal de la cumbre de Gran Canaria (mayoritariamente de almendro y escobón) cuenta en la actualidad con su propia marca registrada.

Bosques quemados, pinos que sucumben
     Aunque el pino canario tiene ganada su fama de especie pirófita (resistente al fuego), lo cierto es que en los grandes incendios que han sufrido las islas durante los últimos años se han visto muy afectados. Incluso se han perdido para siempre muchos de los grandes y majestuosos pinos centenarios en islas como El Hierro [ver entrevista a Lucas de Saá] o Gran Canaria.
“El pino canario está acostumbrado a incendios naturales, en invierno después de la caída de algún rayo”, explica uno de los técnicos forestales consultados. “Eran unos fuegos muy someros, muy tranquilos, porque iban de la parte alta de la ladera donde caía el rayo hacia abajo. Los dañinos son los incendios de verano que, por el calor, suelen ser de abajo hacia arriba”. El ecosistema del pinar no suele ponerse en peligro, pero sí ve alterada su estructura con la pérdida de los árboles de más edad.
      ¿Por qué?
Foto2 de UPI Educación Ambiental
     “Es paradójico, pero cuando un incendio avanza hacia arriba por la ladera de un pinar, no quema directamente la parte de tronco a la que se enfrenta, sino que lo rodea y es como si se le aplicase un soplete por el otro lado”, porque hay combustible acumulado al pie (piñas, ramas, pinocha, ver foto 2) y se generan heridas que con el siguiente incendio se acentúan. “Si a eso añadimos que el pino canario genera mucha resina y que muchos pinos centenarios fueron utilizados en el pasado para sacarles resina y tillas de tea para alumbrarse, el incendio vuelve otra vez a prender donde falta corteza y está la resina, generando brasa en el centro del tronco que va consumiendo la base hasta que llega a un nivel de susceptibilidad que o bien cae en pleno incendio o en el próximo vendaval”

Buscadores de tesoros tras los pinos centenarios
Foto 3 de Alejandro Melián
     Varios son los autores que han salido en busca de los tesoros vegetales del archipiélago canario y han recogido en libros las imágenes y relatos de los árboles más singulares de estas islas (por ejemplo Memorias Vivas de la Tierra. Árboles y arboledas singulares de Canarias de César-Javier Palacios y Domingo Trujillo, o Gigantes en las Hespérides. Árboles monumentales y singulares de las Islas Canarias, de Javier Estévez).
     En Gran Canaria, y a raíz del gran incendio de 2007, se han venido realizando sucesivas campañas para inventariar sus pinos singulares, emprendidas por el Voluntariado Ambiental de la Obra Social de La Caja. Sólo en los tres años siguientes a dicho incendio ya han sucumbido un centenar de ellos, entre los que destacan el de Las Toscas de Pajaritos (Pajonales), el del Naranjero (Tauro), el Rayo (Ñameritas), el del Trancado (Pajonales), el de la Lajita (Manzanilla) o el más conocido de Pilancones. Los datos más actuales de este censo de pinos singulares vivos (centenarios en muchos casos) sitúa el número de ejemplares en Gran Canaria en 435.
     El censo pone el acento más en la singularidad que en su edad, por las dificultades técnicas para calcularla (habría que sacar muestras con barrena, lo que tampoco asegura la fiabilidad de la medida). Para destacar la singularidad de estos pinos, pues, añaden a su longevidad otros aspectos como su altura, grosor del tronco, forma de la copa (que en el caso de los pinos ancianos es excepcional) y también su valor histórico o etnográfico: por ejemplo, el Pino de Las Toscas de Pajarito era llamado así por concentrar en sus ramas gran cantidad de aves que anunciaban la proximidad de lluvias (foto 3).

Repoblaciones manifiestamente mejorables
Foto 4 de Jaime O'Shanahan
     Canarias ha recuperado en el último medio siglo parte de su territorio para bosques que hoy tiñen de verde su paisaje, con todas las ventajas ambientales que conlleva [foto 4, el entorno del roque Nublo totalmente pelado al iniciar el Cabildo las repoblaciones en 1953]. Pero también ha sido una labor en la que se han cometido errores que continuamente se están evaluando por los técnicos, para evitar repetirlos. El más famoso de ellos, repoblar en Canarias con pinos no canarios, que resisten peor los incendios (en el gran incendio de 2007, las superficies afectadas fueron similares en Gran Canaria y Tenerife, pero en esta última isla hubo mayor pérdida de masa forestal porque se vieron afectados pinares repoblados con especies foráneas).
     Como dato curioso, se puede observar en primavera que si hay mucha humedad ambiental en la zona norte de Gran Canaria, los pinares de repoblación se ponen marrones, tristones. La razón es que la semilla se sacaba de árboles del sur de la isla, que se comportan de modo diferente por su adaptación a aquel microclima, y en el norte les afectan más los hongos que se desarrollan con la humedad ambiental.
     El informe Seguimiento y evaluación de acciones forestales 1999-2009, realiza un diagnóstico de los errores cometidos más recientemente en los trabajos de reforestación en esta misma isla, recomendando, por ejemplo, “erradicar el cañaveral al menos tres años para posteriormente proceder a una repoblación”, o “continuar con las tareas de control –con clara tendencia a la erradicación– de las poblaciones de cápridos cimarrones en monte; por otro lado no tiene ningún sentido la autorización de pastoreo sobre zonas repobladas sin previa protección de la planta”.

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01 mayo 2018

Pino Muralla de Gáldar, del cronista de Canarias

 JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. Técn. Foresta
El Pino Muralla, uno de los grandes de Gáldar

Resulta aventurado el cálculo de la edad del árbol, aunque como edad mínima seguramente nos quedaremos cortos con 350 años.| FOTO JUAN GUZMÁN
     Junto a la encrucijada donde confluyen los municipios de Moya, Santa María de Guía y Artenara, se sitúa el suelo más joven de Gran Canaria. El fenómeno eruptivo de hace sólo 2.700 años (muy poco tiempo en términos geológicos) dio lugar a una caldera y a una importante acumulación de picones negros, piroclastos que sepultaron una amplia superficie del pinar que existía en la zona. La caldera, conocida como de los Pinos de Gáldar, recibió directamente el fitopónimo forestal ante la presencia muy cercana de varios descendientes ancestrales de Pinus canariensis.
     El grupo de los Pinos de Gáldar se encontraba conformado por apenas una veintena de pinos centenarios. Antaño y antes de que se reforestara la zona, estos árboles eran visibles desde lejos, dominando sobre las faldas de la caldera volcánica del mismo nombre. Actualmente puede aplicarse el dicho de que “los árboles no dejan ver el bosque”, o, más en concreto, “no dejan ver a los supervivientes del viejo bosque”.

Ocaso difícil de evaluar
     El botánico Águedo Marrero apuntaba en Rincones del Atlántico (2006) que en 1962 se contabilizaron diecinueve ejemplares, pero que en la actualidad este número se ha reducido prácticamente a la mitad, cayendo abatidos o secando en pie hasta ocho y presentando un estado preocupante de salud hasta seis de ellos. Las causas de este ocaso son difíciles de evaluar. En todo caso, los cambios producidos por la mayor presencia de arbolado, pese a la mezcla genética, no debiera considerarse como una influencia negativa.
     De entre los antiguos integrantes que aún se sujetan a este reciente suelo, sin desmerecer la monumentalidad del resto, a mí me cautiva, especialmente, el que se localiza sobre la coordenada 28º 25’ 32” N y 15º 37’ 07” W. La singularidad de este árbol radica en su porte de candelabro y en su sección alargada y elíptica, lo que le concede un aspecto de árbol muralla. El Pino Muralla consta de tres pernadas dispuestas en serie, una central que hace mucho tiempo se secó y dos laterales que la van engullendo poco a poco, como si fuera una cremallera.
     El perímetro del trío es de casi ocho metros, con una longitud de pared de tres metros, mientras que la altura de la bóveda se aproxima a los veinte metros. Además de esta extraña morfología, son varias las ramas gruesas y secas, sobre todo en la zona central, que sin cumplir función fisiológica parecen verdaderas gárgolas que repuntan en esta catedral forestal.

Ni ‘castrado’ ni ‘acuevado’
     Cabe indicar que la pernada seca central presenta cortes rectos, lo que permite adivinar que fueron cortados por la mano del hombre, quizás “enganchandas” por los leñadores de la época pudiendo ser este el motivo principal de debilidad. También la pernada que mira al oeste presenta un importante proporción de seca, probablemente por verse afectada por hongos o enfermedades provenientes del fuste inicial. Como aspecto positivo se puede indicar que el árbol no se encuentra “castrado” o “acuevado”, es decir, que no presenta huecos en su base, concediéndole una mayor estabilidad biomecánica a la vez que se reduce la posibilidad de que prenda la tea interna en un incendio.
     El Pino Muralla posee unas largas ramas bajas, testigos de que durante mucho tiempo no tuvo vecinos cercanos. Muy cerca de este sorprendente ejemplar discurre una vía pecuaria que va de norte a cumbre, camino real para el ganado que cuenta con un murete de piedra. Probablemente antes de la repoblación la zona debió contar con extensos y ricos pastizales estacionales.

Edad mínima
     Resulta demasiado aventurado el cálculo de la edad del árbol, aunque probablemente la gran pernada central es muy anterior a las dos laterales. Como edad mínima seguramente nos quedaremos cortos con 350 años.
     Una característica fisionómica que responde a la especial orientación de este ejemplar frente a los alisios húmedos, es que su cara norte, tanto en la corteza de la pared como en toda su extensión en altura, se encuentra acolchada por una completa colección de musgos y líquenes que a menudo funcionan como esponjas de captación horizontal del recurso básico. No en vano, en la parte alta, junto al mirador, existe un olmo (Ulmus minor) al que hace años el Icona construyó una pequeña balsa para acumular los excesos procedentes de la precipitación horizontal.
     Lamentablemente, los Pinos de Gáldar han sido escenario de, al menos, dos tragedias de asesinato, una en 1916 y otra en 2015. La primera advertida por carroñeras como el cuervo y el guirre –hoy prácticamente desaparecidos– y la segunda por el hallazgo de unos senderistas. La causa del primero de estos crímenes, el de un farmacéutico, parece que respondió a la avaricia, mientras que el segundo, el de un ventero, lo hizo el desamor. Basta ya de tanta muerte y tristeza en un entorno de tanta belleza, preservemos estas singulares y majestuosas creaciones para que los únicos sentimientos que reinen sean la alegría y la paz interior.

Foto de JOSÉ LUIS MONTAÑÉS, un pino canario aferrado a la pared de la Caldera de Gáldar
Foto: JOSÉ MANUEL QUESADA MOLINA
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Nº 13 de Gran Canaria

29 abril 2018

LA SABINA DE CHIRIVEL, PINO DE LOS CHAVESES y mas...  - Almería

     En el norte de la provincia de Almería, en el Parque Natural Sierra María-Los Vélez, el extremo oriental de la Cordillera Bética y a 1.600 metros de altura, encontramos esta solitaria sabina albar (Juniperus thurifera). Digo solitaria como estructura arbórea, pero le acompañan muy cerca un par de sabinas muy pequeñas, ejemplares de sabina albar rastrera, majuelos, piornos y tomillos.
     Tiene una estructura redondeada, quizás adaptándose al terreno expuesto a los vientos. La edad seguro que es muy dilatada a juzgar por las condiciones climáticas y el grosor de su tronco, 3 metros. Un complejo sistema radicular se encuentra sin cobertura. Es un fiel testigo de la vegetación que hubo en este entorno estepario. Quizás... ¿el gran secreto de la supervivencia de esta sabina es la fuente que tiene a escasos metros pendiente arriba?.

     Desde Chirivel me indicaron cómo llegar al Cortijo de Los Chaveses, que no tiene pérdida porque todo está muy despejado, demasiado. De todas formas... tomáis la ruta que sale del centro del pueblo en dirección a la Sierra María-Los Vélez, al norte. No dejamos ese camino en buen estado hasta llegar a un gran cartel que nos indica que hemos llegado al Parque Natural. Allí nos desviamos a la derecha hasta llegar a un cortijo, el de los Chaveses, indicado en una placa. Aquí dejamos el coche y aprovechamos para ver los dos elegantes pinos que se ven hacia el este. El famoso Pino tumbado -Pinus halepensis- a la derecha y otro esbelto, aunque algo maltrecho, a la izda. El perímetro troncal tiene 3,50 m.
     La ruta de wikiloc refleja que se hizo a pie alrededor de la sierra, pero es ideal para la bici.
  



     La ruta que se indica en wikiloc correponde a la vuelta de la sierra. Si sólo se desea ver la sabina no es necesario dar toda la vuelta. Podemos dejar el coche en el cortijo El Mojonar y caminar la mitad (8 km ida y vuelta) de lo que es la vuelta completa -19km-.

     Y muy cerca de Chirivel podemos ver la magnífica "Encina de Aspilla". El dueño me contó que había comprado la finca, dedicándola al almedro, para preservar la encina porque le había gustado.
     Para llegar allí ir a la gasolinera, llegar a la rotonda y tomar la A-399. A pocos metros a la derecha, por el barranco, sale un camino que hay que tomar. A dos km tomar el segundo camino a la izda. y en la primera bifurcación encontraremos nuestro objetivo.
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27 abril 2018

EL BOSQUE SUMERGIDO DEL LAGO TRAFUL
Neuquén, Patagonia Argentina
De "Viajeros del Misterio"
       En el Lago Traful, hundido a 30 metros de profundidad, hay un bosque sumergido… en un agua de sin igual trasnparecia. Este lago de la Patagonia recrea un paisaje de fantasía capaz de deslumbrar a quienes se animen a bucear entre gigantescos cipreses "casi" intactos, volando en un paisaje de película.

     Un terremoto ocurrido en el año 1960 produjo el desmoronamiento de una ladera boscosa que terminó sumergida en el lecho del lago, permaneciendo los árboles en pie. Desde entonces el lugar es frecuentado por buceadores para conocer el extraño paisaje subacuático. Las tamaños y formas diversas de los troncos hacen un buceo diferente.
     Mientras el bosque permanece sepultado sobre el lecho del lago, algunas de las copas de los árboles asoman en su superficie, lo que nos indica que miden mas de 30 metros.
     Puede observarse la numerosa fauna acuática, aunque es poco diversa. Las especies nativas que podemos encontrar son: el puyen, la perca y el pejerrey patagónico; y entre las foráneas: el Salmo salar (salmón Atlántico), originario de los Estados Unidos y la trucha arco iris.
     Situada en la mítica Ruta 40 Traful es la localidad más próxima, cuya principal actividad económica es el turismo: pesca deportiva, trekking, montar a caballo y montañismo. Dado que Villa Traful está dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi, la pesca y el montañismo necesitan autorización.
 

 
   
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25 abril 2018

SAM VAN AKEN (EE.UU.)
... y sus árboles de 40 frutos

     El artista neoyorquino, Sam Van Aken, utiliza la técnica del injerto para crear sus árboles de 40 frutos de hueso. Los frutos van madurando secuencialmente de julio a octubre.




     La primera vez que Sam Van Aken vio ramas de árboles siendo injertadas y creciendo en otros árboles, lo comparó con Frankenstein. Sin embargo, cuando el proceso se convirtió en una fascinación a tiempo completo, el profesor de arte de la Universidad de Syracuse no buscó crear un monstruo sino una obra de arte.
     La plantación de los árboles en diversos lugares, asegura, puede aumentar la diversidad de frutas de la zona. Los 16 árboles de Van Aken se pueden encontrar en Arkansas, Kentucky, Maine, Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva York y Pensilvania.
     Utiliza la técnica del injerto para crear estos árboles, consistente en tomar yemas de un árbol compatible y hacer que otro árbol adopte esas yemas. Las ramas de los diferentes árboles frutales crecen en el portainjerto, que suele ser una variedad de árbol natural para el clima y el suelo de la zona.
     "Cada espacio es único", dijo Van Aken acerca de los diversos museos de arte, campus universitarios y terrenos privados donde se cultivan sus árboles. 
     El próximo árbol se plantará en el "Children's Discovery Museum de San Jose". Será la pieza central de la nueva expansión del jardín del museo. Autumn Young, director de marketing del museo, dijo que el árbol será parte del programa de educación ambiental de la organización.
      "Es una oportunidad maravillosa para que los niños interactúen con una pieza de arte que también produce fruta", dijo Young. "Es una oportunidad de enseñanza". El árbol de San José contará con variedades de frutas de hueso que son históricas en la zona, lo que permitirá que los visitantes conozcan la historia local.
     Para su proyecto, Van Aken utiliza más de 250 variedades de fruta de hueso. Cada árbol tiene una combinación diferente de reliquias. También se ha convertido en un proyecto de conservación ya que los mercados han reducido la diversidad de frutas de hueso disponibles. La plantación de los árboles en diversos lugares puede aumentar la diversidad de frutas de la zona, así como cumplir con otra parte importante de la visión de Van Aken: el arte.
     Años de diagramación y planificación le permiten esculpir los árboles para que florezcan continuamente durante más de un mes. Después de una primavera de brillantes flores de colores rosa, blanco y carmesí, las ramas producen su propia e inconfundible fruta.
      Van Aken, normalmente, los planta con 20 variedades de las que se están cultivando en la zona. Después, al cabo de unos años, regresa para podarlo e injertarle el resto de las variedades, hasta que llega a 40. 

     El primer árbol fue plantado en el 2011 ya está en producción desde 2014. Trabajar con árboles como un arte presenta un conjunto único de desafíos. Van Aken se crió en una granja de Pensilvania, pero dijo que con este proyecto desarrolló un mayor respeto por los productores y agricultores.
     Los artistas esculpen o crean sus piezasque finalmente quedan estáticas, pero este tipo de arte le obliga a aprender del árbol y a trabajar con él a medida que el árbol crece.  
 
      "Realmente no puedes controlar qué injerto va a crecer con más éxito que otros", dijo. "No existe un diseño o modelo establecido". 

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