21 abril 2018

El árbol de Hipócrates - Isla de Kos

EL ÁRBOL DE HIPÓCRATES

Isla de Cos en el mar Egeo
Isla de Kos en el mar Egeo
     Este plátano de sombra está situado en la isla griega de Kos. Según la tradición es descendiente directo del árbol bajo el cual Hipócrates (considerado el padre de la medicina) enseñaba a sus alumnos el arte de la medicina hace 2.400 años. Siglos después de aquello, se dice que el apóstol Pablo de Tarso también reunía a sus discípulos a su sombra. El árbol que podemos encontrar hoy en Kos es un gran plátano oriental -Platanus orientalis-, con un diámetro de copa de unos 12 metros, su tronco está vacío y se le calcula una edad de 500 años. Se dice que es el plátano de sombra más grande de Europa.

Las hojas de plátano han cubierto y han conservado lejanos sueños, hitos de la cultura occidental, como el plátano más conocido de la historia. Un árbol en cuya sombra, el padre de la medicina moderna, Hipócrates (460-377 a.C.), enseñaba a sus discípulos. Este investigador fue quien dio base científica a la medicina, la separó de las prácticas religiosas, y dio importancia a la observación y al diagnóstico. Bajo este árbol, redactó el juramento ético. Un juramento al que debían someterse todos los que quisieran ejercer la medicina y es la base del código deontológico de la medicina actual.

Miguel Herrero Uceda. El alma de los árboles
    
Asclepio
     El Árbol de Hipócrates se encuentra en Platía Platanou (Plaza del Plátano), frente al Castillo de los Caballeros y al lado de la Mezquita de Gazi Hassan (construida en 1776) en el centro de la ciudad de Kos, capital de la isla homónima. Esta pequeña ciudad es también sede del Instituto Internacional Hipocrático y el Museo Hipocrático, dedicado a él. Cerca del Instituto se encuentran las ruinas del Asclepeion, un edificio consagrado al dios de la medicina Asclepio.
     Estimar la edad del árbol actual es difícil porque tiene su interior hueco. Alrededor del plátano, en tiempos, había unas columnas que ayudaban a soportar el peso de sus gruesas ramas, pero los terremotos acabaron con esta sujeción, que en la actualidad lo suple una estructura metálica. Por su historia, este árbol es venerado y es motivo de peregrinación, en especial, de  los amantes de la ciencia médica.


     Un descendiente del árbol de Hipócrates fue entregado y plantado el invierno de 2017 en los terrenos del Royal United Hospitals Bath NHS Foundation Trust por el médico retirado Peter Bennett, que trabajó en la RUH de 1976 a 2004 y que vive en la ciudad. Bennett dijo: "Pensé que sería interesante intentar hacer crecer un descendiente del árbol de Hipócrates. Me dieron unas semillas del platanero -un descendiente del actual árbol de Kos- en el jardín del Royal College of Physicians en Regents Park y logré hacerlo crecer hasta este tamaño. Espero que sea un elemento atractivo, un motivo de conversación en el hospital durante los próximos años y, tal vez, producir más semillas y más árboles de Hipócrates". 
El joven plátano tiene un largo camino por recorrer hasta alcanzar los años de su antepasado de Kos.
 
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19 abril 2018

SANDRA MEEK (USA)
Protea lepidocarpodendron (Black-Bearded Protea)


Each outsized bloom’s a cup on the cusp
of inflorescence, flowers

held at bay: half fist, half swan’s
folded wing, each a downy clutch

of quills dampered by cream bracts
tipped a burgundy-black tattooing

fading as my father’s did from
recognition—18, shore-leave drunk, goading

shipmates, still he chose the smallest in the book
of offerings, what best to shrink

away from: his bicep mucked a flowering
he couldn’t name. To define

that day’s place is to again dissolve
in fog so thick its milky smoke

stains, breathing in; even my hands
clouded with descent that robbed

all direction but the bite of jagged cliffs
knived over sea, trail a question

I failed to answer to until late
afternoon’s clearing threaded me back

to a now abandoned lot, everything
missing where I’d

stupidly stashed it: car lock
you cracked, tires you slashed I

drove to the rims, that metallic rattle on gravel
the tin can-clatter ghost tailing me

of the day I cast off my own name
just to slip free of my father’s.

In its first painting, only the bloom’s
complete, that single specimen

Bauer, at eighteenth century’s end, detailed
down to the beaked

outer bracts, leaves and stem left a faintly
penciled gray. Unfinished

as what I’ve failed
to picture beyond descending mist

steeled in a bivalve of silver light, my purse’s
compact mirror: your face,

your appraising eye I
can’t catch as you sort camera

from lip balm, passport from lunch sack
you’ve eaten my peanut butter

sandwich from even before you test the flashlight’s
narrow beam, twisting its blue fashioned best

to betray blood’s spattered trail to the night-
vision red pitched to illumine

charts that constellate what’s missing
from Cape Town’s drained sky, what sundown disappears

with the flats you came up from—tin houses bogged
beyond the bright city grid that bleeds

even your unelectrified sky blank
as my pocket notebook you stack with the packet

of tissues, nail file, hairbrush: play,
I imagine, for your youngest.

Truth? Even my photographs fog as much as flower
what I sought that day, what Linnaeus christened

to preserve his own good name, hedging
uncertainty, species he knew solely through his period’s

penchant for florilegia, not by the dissection
of his own touch. Elusive he clouded

allusive: Protea for Proteus, for that mythic
shape-shifting, not

for knowledge, future that men kept holding
him down to. To be no one

in a country that doesn’t care to know you
is one version of home. Out of range

but for one quartered second’s
connection, a single text lit the cell

I held exploratory, morphed
aggressive, stomach liver bone brain


Dad—message I must only have read
as fragments, as crouched against

the road’s view, you must have been deep
in your own best work just then: crowbar,

knife in hand. That undocumented
night, as I braided my hair back in tangle

for the photographs that would restore me
to name and place, as I watched

from my hotel window two friendly battleships
nose into False Bay, the harbor sundowning

to a shimmer of refracted light that would spill
the dusk streets with crew-cut boys razored

toward the end days of youth, did you
picture me? Did you see

them, Protea lepidocarpodendron, that rare stand
only lost I finally found—bush

after bush, every flower head’s pearly grail
inked to what survives the poverty

of night’s slow burn: near exhausted coals
rinsed in morning to rescue what still

might warm, the crumbling black bits
at the heart. Was it you who patted them

into cakes, soft fists mapped to the tracks
in your palms a day’s winter sun

would harden? So tenuous the hold
of some Proteas, to dig the foundation

for a single house could erase them forever
from this earth. But the face you stole

was paper, not bone, and whatever limit
stamped my book, my father’s urging stay

left me to witness what I’d crossed
a world for, what I barely saw

though all I did for weeks was look:
that spectacle, spring. In one gold-

shrouded view, desiccation
and bloom; desert dunes morphed

to meadows, Namaqualand daisies’ fringed wheels
and succulents I could distinguish

only by scale: some larger than my outstretched hand,
some less than the tip of my thumb, as if

what had shifted was only the matter
of perspective, as white sand deepened

to red fields at dusk—shattered stone starred
by innumerable black eyes lashed electric

white, neon blue, magenta bright as the King
Protea, your nation’s flower

rayed across every rand in that roll surely
you pocketed first.

Truth? I made it back
for goodbye, and what I can’t let go

is what I can’t know:
how what’s held

so long as seed can suddenly
riot into bloom; how what’s stared directly down

still eludes. And that second charge to the Cape Town
McDonald’s, the last to blink through

before my card cancelled: who you went back for
to feed, your confederates, or

your children. But truth’s what we tell
when no one’s listening, and lacking

more than the most rudimentary vocabulary
for anatomy, or grace, hunger’s all

I’m holding you to: brain, heart, bone.


Fotos de la red                                                        -----

17 abril 2018

GRECIA: una docena de árboles de más de 1.000 años de antigüedad, de "forestal maredero"

     Los investigadores que estudian una sección remota de las montañas del Pindo en el norte de Grecia han descubierto un grupo de árboles antiguos intactos de más de 1.000 años. La docena árboles milenarios, todos pinos de Bosnia (Pinus heldreichii), incluye un individuo cuya edad se ha establecido en 1.075 años.
     "Es notable que este gran organismo, complejo e impresionante, haya sobrevivido tanto tiempo en un ambiente tan inhóspito, en una tierra que ha sido habitada durante más de 3.000 años", dijo el líder de la expedición Paul J. Krusic.
     Los árboles viejos son útiles en el estudio de los datos antiguos de anillos de árboles para ayudar en el  control de cambios del clima.
    "En la tesis que llegó a mis manos, había fotografías de estos árboles increíblemente retorcidos" , dijo Krusic. "Se veían muchos como los árboles que había visto a lo largo de Great Basin en los EE.UU., que son muy viejos. Vivían en un ambiente casi similar, rocoso y semiárido, por lo que tenían todas las características que cabría esperar para que fueran árboles muy viejos".
     Teniendo en cuenta los avatares que ha sufrido esta región -imperios bizantino y otomano- y lo habitada que ha estado esta región, Krusic añade: "Este bosque ha permanecido básicamente intacto durante más de mil años, a pesar de que muchos hechos podrían haber llevado a su desaparición.
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15 abril 2018

SARV-E ABARKUH, ¿el ciprés de 4000 años?
     Este ciprés (Cupressus sempervirens) -en Persa: سرو ابرکوه Sarv -e Abarkuh-, se alza en la región de Yazd, en Irán desde hace, se dice, 4.000 años, es decir empezó a crecer cuando los habitantes del Asia central estaban en proceso de inventar las ruedas con radios.
     El venerable ejemplar, también llamado el Sarv zoroastriano, fue reconocido Monumento Nacional por el gobierno, tiene una altura de 25 metros y una circunferencia de copa de 18 metros. Es una importante atracción turística. Este árbol es nombrado como tal por primera vez por el historiador y geógrafo persa Hamdallah Ghazvini, durante el siglo XIV, siglo en que parece que ya era una atracción turística y religiosa.
     Existen varias leyendas sobre el árbol. Una sostiene que Sarv-e Abarkuh fue plantado por Jafet, hijo del profeta bíblico Noé. Otra leyenda incluye a Vishtaspa, que plantó un ciprés en memoria de Zoroastro al que llamó el ciprés de Kashmar, que duró dos milenios hasta que los árabes invadieron Persia en el siglo VII y acabaron con él. Sin embargo, otro ciprés plantado por él mismo Zoroastro en Abarkuh sobrevivió hasta nuestro días.​ En otros mitos, se ha descrito que el árbol tiene un alma que lo mantiene en pie a lo largo de los siglos.

Fotos de la red - Mapa
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13 abril 2018

CHEMA CHECA
Los escasos, recónditos y venerables tilos. Usos, toponimia y visión fotográfica

Tilo en el Rincón de Rilaga (Cuenca)
     Cada tilo serrano es un regalo de la naturaleza en forma de árbol. Y es que todos ellos son auténticas reliquias, vestigios de un pasado en el que las condiciones climatológicas les eran mucho más propicias. Muchos los consideran seres sagrados. Para otros, entre los que me incluyo, son míticos. Su escasez, así como su clarísima tendencia a estar en sitios recónditos y de difícil acceso, nos hacen sentir una gran veneración hacia todo lo que representan.
     Desde el punto de vista de la ciencia, el tilo forma parte de la familia botánica de las malváceas (hasta hace poco estaba encuadrado en las tiliáceas, la cual ahora es un género) en la que se incluyen centenares de especies, de las que muchas son formas híbridas. Aquí nos vamos a referir al tilo que puede encontrarse en nuestras tierras creciendo de forma espontánea. Su nombre científico es Tilia platyphyllos. Otros tipos, aunque también en escaso número, pueden observarse en entornos muy humanizados, incluso cultivados con fines ornamentales.
     El majestuoso tilo precisa mucha humedad. Casi siempre crece en profundos barrancos en cuyo fondo suele haber corrientes de agua, normalmente de caudal mantenido de forma permanente, en la mayor parte de las ocasiones correspondientes a algunos de nuestros ríos más grandes. Lo más fácil es que lo haga en la parte superior, justo debajo de la cingle (sucesión longitudinal de rocas formadas en la sección más alta de un barranco, usualmente inaccesible a los humanos en cuanto a su subida o bajada) en la que suelen culminar hoces y barrancos. A veces, sin embargo, se desarrollan en la parte baja, cerca ya del cauce de agua. En el primero de los casos la pendiente de la ladera elegida es con asiduidad muy considerable (y, nuevamente, de acceso particularmente complicado para los humanos), siendo común el crecimiento en una glera (canchalguijarral, cantizal o cascajar, conjunto de piedras sueltas de tamaño pequeño muy propensas a su caída por resbalamiento).
Tilo serrano en otoño
Tilo serrano en otoño
Tilo serrano cubierto de musgo
Tilo serrano cubierto de musgo
Tilo "araña"
Tilo "araña"
Tilo serrano en primavera
Tilo serrano en primavera
     Nuestros tilos son árboles atormentados, con multitud de ramificaciones y troncos con muy diferentes formas. Suelen estar cubiertos de liquen y musgo y tan integrados en la roca que a veces es difícil distinguir el lugar en el que esta acaba y el árbol comienza. Emilio Guadalajara, profesor y experto conocedor de tantos temas serranos, escribió en el gran artículo Dossier. Itinerario botánico del Número 5 de la magnífica Revista Mansiegona una descripción tan perfecta de los mismos que no me resisto a trasladarla aquí:
     Para la persona de ciencia el tilo representa al último superviviente de épocas glaciares. Es normal hablar de tilos en el bosque caducifolio de Suecia o a lo más de la cornisa Cantábrica, pero el tilo en torno al paralelo 40 es algo así como encontrarse un pingüino en Almería. Pueden ser varias las explicaciones para esta rareza. Una tiene que ver con las abundantes precipitaciones, en torno a 1.000 litros/m2 y año. Otra podría ser la ubicación en umbría, propia de una hoz con paredes verticales y múltiples fondos de saco (hocinos). Pero tal vez la más sorprendente haya que buscarla en el tronco del árbol; son los abundantísimos líquenes y musgos quienes den la vida al tilo. Su capacidad de absorber humedad ambiental y fijarla en sus estructuras, añaden agua vital en las prolongadas sequías de verano. Los científicos hablarían de lluvia horizontal e incluiría además la fijación de gotitas de humedad en el transcurso de una débil neblina matinal.
     Pero la mayor sorpresa está por llegar: en épocas adversas tales como las acontecidas en los últimos veranos, el tilo es capaz de perder la hoja en el mismo agosto, momento en que el fruto está completamente formado y seco. Su ciclo vital se restringe a poco más de dos meses y casi diez de parada biológica. No cabría esperar otra cosa de este superviviente antediluviano.
Corteza y musgo en un tronco de tilo
Corteza y musgo en un tronco de tilo
Tronco de tilo (compárese con el tamaño del bastón)
Tronco de tilo (compárese con el tamaño del bastón)
¿Dónde acaba el tilo y dónde empieza la roca?
¿Dónde acaba el tilo y dónde empieza la roca?
     Las hojas del tilo tienen una forma que recuerda a la de un corazón. Sus flores son deliciosamente olorosas y muy atractivas para las abejas, las cuales a partir de esa materia prima fabrican una apreciadísima miel, muy clara, dulcísima y bastante ácida. Forman ramilletes que cuelgan de una hojita llamada bráctea, la cual tiene un color verde más pálido que el de las hojas. Flores y brácteas forman la que desde tiempos inmemoriales es conocida como tila y consumida, una vez desecada, en forma de infusión.
Hoja de tilo
Hoja de tilo
Enramada de tilo
Enramada de tilo
      Desde siempre se ha usado la tila como remedio para problemas de origen nervioso (neurosis, estrés, ansiedad, taquicardia, etc.) y también para conciliar el sueño. No obstante, tiene propiedades analgésicas, es muy buena para combatir algunas enfermedades de tipo reumático, favorece la bajada de tensión sanguínea, se emplea contra la gastritis, mejora los procesos catarrales y, como astringente, es eficaz en el tratamiento de anomalías de la piel.
     La floración sucede a principios del verano. Normalmente a finales de junio y principios de julio es cuando hay que hacer la recolección. La tila comienza a perder sus propiedades en pocos días, motivo por el cual es mejor no retrasar su cosecha. En nuestros pueblos siempre ha sido apreciadísima, por lo que hasta hace algunas décadas se organizaban "expediciones" a los tilos más o menos cercanos a cada uno de ellos. En algunos casos, incluso, había jornales para ganar, dado que esta materia prima tenía interés comercial y en aquellos municipios más próximos a las zonas con más árboles productores aparecían compradores ávidos de convertirla en preparados para hacer infusiones.
Hojas, brácteas y frutos del tilo
Hojas, brácteas y frutos del tilo
Tilo en flor
Tilo en flor
Tila seca
Tila seca
     Nuestro árbol es tan escaso que en ningún caso podemos en nuestra zona hablar de que exista algún tilar (entendido como bosque de tilos). En el mejor de los casos podemos ver algún rodal con varios más o menos próximos. La zona más prolífica es la correspondiente al valle del Río Tajo, único lugar en el que puede verse una cierta abundancia, más o menos entre Collado Manchego y la finca de Belvalle. Aunque existen en las dos orillas, es en la izquierda, zona de umbría, más fría y húmeda (términos municipales de Cuenca y Beteta) en la que más abundan. En la otra (Checa y Peralejos De Las Truchas) son testimoniales. En el artículo El Río De La Hoz Seca: visión geográfica y fotográfica de su tramo final ya hice referencia a algunos de estos tilos.
Tilos en Las Juntas, a la orilla del Río Tajo (en la parte alta de la imagen)
Tilos en Las Juntas, a la orilla del Río Tajo (en la parte alta de la imagen)
Tilo en las Huelgas Del Tajo
Tilo en las Huelgas Del Tajo
Tilo en la Umbría Del Cerro Caja (sobre el Río Tajo)
Tilo en la Umbría Del Cerro Caja (sobre el Río Tajo)
Tilo en la Umbría Del Cerro Caja (sobre el Río Tajo)
Tilo en la Umbría Del Cerro Caja (sobre el Río Tajo)
     En prácticamente ningún lugar, en realidad, es un árbol dominador de los bosques. El Royaume du tilleul (Reino del tilo en francés) está en la Provenza francesa, concretamente en Buis-les-Baronnies. Constituye, con sus treinta mil ejemplares, una de las mejores representaciones que se pueden encontrar de un tilar.
     Los tilos son árboles caducifolios de crecimiento lento. Cambian poco con el tiempo y pueden vivir muchos centenares de años. Conozco algunos desde hace muchos y siempre los veo igual. Eso sí, es asombrosa la diferencia que presentan entre la época en la que tienen hojas y la que no. De ser seres siempre atormentados y que parecen muertos pasan a tener una frondosidad y despedir una fragancia que confortan inmediatamente al que es capaz de llegar a ellos. La razón no puede estar mejor explicada en los párrafos escritos por Emilio Guadalajara. En todo caso, de alguna manera, el tilo casi nunca llega a morir. En muchas ocasiones de sus raíces aparentemente marchitas vuelven a brotar de forma natural nuevos y vigorosos troncos.
Brotes jóvenes de tilo
Brotes jóvenes de tilo
Restos de tilo
Restos de tilo
     Los tilos más conocidos en la zona PuraSierra son, sin duda, los de la Hoz De Beteta. Están muy cerca de la carretera que une Beteta con Puente Vadillos e integrados en el Monumento Natural de la Hoz de Beteta y Sumidero de Mata Asnos. Su didáctico Paseo Botánico es más que recomendable para quien visite ese maravilloso barranco que ha excavado el bello, profundo y misterioso Río Guadiela. El imprescindible blog Magia Serrana se ha referido a este paraje en varios reportajes, de los cuales en el enlazado es en el que se toca más de cerca el tema de los tilos.
Tilo a la orilla del Río Guadiela (Hoz De Beteta)
Tilo a la orilla del Río Guadiela (Hoz De Beteta)
Musgo sobre un tilo en el fondo de la Hoz De Beteta
Musgo sobre un tilo en el fondo de la Hoz De Beteta
Musgo en un tilo con fondo en los farallones de la Hoz De Beteta
Musgo en un tilo con fondo en los farallones de la Hoz De Beteta
Tilo cubierto de musgo en la Hoz De Beteta
Tilo cubierto de musgo en la Hoz De Beteta
     Otro grupo de tilos bastante conocidos, aunque de acceso más complicado, es el del Monte Garcielligeros. Están entre Uña y Villalba De La Sierra (aunque en el término municipal de Cuenca), en pleno cañón del Río Júcar. Puede parecer fácil llegar a ellos. Sin embargo, dado que crecen en un sitio que cumple a la perfección con el hábitat definido más arriba, teniendo en cuenta que la cingle, en este caso, mide más de siete kilómetros, y que es casi por completo inexpugnable, no están al alcance de cualquiera. En este enlace de Magia Serrana hay un gran artículo referido a este grupo de tilos. Veamos en la siguiente fotografía, tomada desde la propia cingle, algunos de ellos. La misma explica de forma gráfica cómo distinguirlos de los pinos de los que, comúnmente, están rodeados. Es muy simple: el verde de los tilos es más claro que el de los pinos.
Tilos del Monte Garcielligeros incrustados entre los pinos
Tilos del Monte Garcielligeros incrustados entre los pinos
     Para Toni Virtudes, autor de Magia Serrana, el tilo es también un árbol serrano emblemático. Ello conduce a que incluya en este artículo un tercer enlace a este blog. En el mismo puede verse un excelente trabajo sobre los tilos silvestres de la Serranía De Cuenca.
     Sin ánimo de exhaustividad, a continuación se presentan otros lugares de la zona PuraSierra en los que podemos encontrar tilos. Son los siguientes:
  • Garganta de Noguera de Albarracín, por encima del Río Garganta
  • Barranco De Los Avellanos (Griegos)
  • La Modorra (Checa)
  • El Masegosillo (Salvacañete), por encima del Río Cabriel
  • Rincón de Rilaga (en el término municipal de Cuenca), por encima del Arroyo Del Chispo
  • Majadal De La Cabra y Ceja De Los Gavilanes (Zafrilla), por encima del Arroyo Del Almagrero
  • Hoya De Peñarrubia y Hoya De Los Avellanos en la Sierra De Valdemeca (término municipal de Valdemeca)
Tilo en el Rincón de Rilaga (Cuenca)
Tilo en el Rincón de Rilaga (Cuenca)
Tilo en el Rincón de Rilaga (Cuenca)
Tilo en el Rincón de Rilaga (Cuenca)
     En el artículo Una tacita de placer, publicado por la Asociación Cultural San Bartolomé de Checa en el Número 13 de la espléndida revista AguaspeñaAlfredo Luis Chavarría Samper relata una excursión al denominado tilo de La Modorra, impresionante paraje checano situado en la cuenca del Río De La Hoz Seca (recorrido por PuraSierra en el artículo El Río Del Puerto, de Bronchales a Lisboa). Él mismo me dio indicaciones sobre como alcanzarlo y, tras no pocos esfuerzos, pude llegar a abrazarlo. Es este, por varios motivos, un curioso ejemplar. Primero porque es el más alejado de cualquier lugar civilizado que un servidor conoce. Segundo porque está completamente aislado (esto es excepcional dado que los tilos se encuentran habitualmente en rodales). Por último, aparte de su magnífico porte, el árbol ha sufrido el "ataque" de dos de los pinos albares que estaban próximos a él, puesto que se han derrumbado sobre su tronco y ramas. Vayan este par de fotografías que atestiguan que ha resistido junto con mi agradecimiento a Alfredo:
Vista del Tilo de La Modorra (Checa) desde la cingle
Vista del Tilo de La Modorra (Checa) desde la cingle
Tilo de La Modorra (Checa)
Tilo de La Modorra (Checa)
     Posiblemente debido a su escasez, los tilos no han dejado una gran huella en la toponimia serrana. Los pocos sitios referenciados por alguna expresión que derive de la palabra tilo están circunscritos a dos de las áreas citadas anteriormente. En la Hoz De Beteta encontramos el topónimo Fuente De Los Tilos y, en sus alrededores, Presa De Los Tilos y Central Eléctrica De Los Tilos (ambas sobre el Río Guadiela), así como el Área Recreativa De La Fuente De Los Tilos. Próximo al Rincón De Rilaga podemos encontrar la Umbría De Los Tilos, último topónimo encontrado en la base de datos geo-referenciada de PuraSierra.
      Muy cerca de Puente Vadillos, en la propia Hoz De Beteta, al borde de la carretera, está la Casa De La Toba. Vale la pena parar a verla y disfrutar del hermoso tilo que la preside. Estas dos fotografías otoñales tratan de hacer honor a tanta belleza:
Tilo de la Casa De La Toba (Hoz De Beteta)
Tilo de la Casa De La Toba (Hoz De Beteta)
Tilo de la Casa De La Toba (Hoz De Beteta)
Tilo de la Casa De La Toba (Hoz De Beteta)
     Aunque propiamente no es un topónimo, el Hotel Los Tilos de Beteta, hoy tristemente cerrado, ha sido una referencia histórica en el sector de la restauración serrana. Muchos guardamos muy buenos recuerdos de estancias allí en diferentes ocasiones.
Antigua tarjeta del Hotel Los Tilos
     No se me ocurre mejor forma de concluir este artículo, para deleite de sus lectores, que plasmar lo que el gran Gerardo Diego expresó en este poema sobre un tilo y, en su maravillosa última estrofa, sobre la tila:
Tilo
Gerardo Diego (1944)
El tilo aquel de Santa Catalina
en su compás de Siena.
¿No escuchas la cantiga cristalina
que en su copa resuena?

Los ojos cierro en gozos de fragancia.
Tilos de mi niñez.
Cómo salváis el tiempo y la distancia
y estáis aquí otra vez.

Y ya en la pubertad, bajo el celeste
azul, sobre la cal,
el que filtró mensajes del nordeste
en la Rúalasal.

Vosotros, entre abejas monacales
de oro sonoro, tilos
que desde el huerto veis surtir cristales
de mi ciprés de Silos.

Porque tú amas los tilos y la calma
de su flor en tus nervios,
quiero aprender de ti a domar mi alma,
mis ímpetus soberbios.

Lección de serenada mansedumbre,
de paciencia encendida.
Flores de ti, mi lámpara y mi azumbre,
la razón de mi vida.

Como a la flor del tilo en primavera
contra el insomnio torvo,
beberte en infusión, niña, quisiera,
beberte sorbo a sorbo.

Enramada de tilo
Enramada de tilo
Frutos del tilo
Frutos del tilo
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