01 abril 2018

CHEMA CHECA
El boj, la planta amiga: características, usos y toponimia
Bujedal cercano a Valdemeca
     Al pensar en el boj, lo primero que se me viene a la cabeza, como he citado en el título, es que es una planta amiga. Cualquiera que haya caminado mucho campo a través por nuestros montes, tanto en pendiente como en llano, se habrá encontrado en muchas ocasiones con que la maraña entre la que tiene que avanzar es casi impenetrable. Multitud de arbustos, muchos con temibles espinas, otros pegajosos y otros muy leñosos, dificultan el paso. Seguir adelante se vuelve entonces complicado y hay que hacerlo muy lentamente, no sin sufrir enganches y pinchazos, siempre mirando detenidamente las plantas que tenemos muy pocos centímetros por delante. Normalmente el agobio acaba en cuanto vemos al amigo boj. Sus flexibles ramas y sus pequeñas y frescas hojas convierten el martirio anterior en una agradable caricia natural, ante todo porque ya podemos caminar con libertad total sabiendo que, al menos por unos pasos, nosotros y nuestras ropas tendremos un aliado.
     En situaciones más dramáticas, subiendo o bajando laderas con inclinaciones importantes, en las que a cada paso hay que buscar un punto de apoyo, no podemos sujetarnos en cualquier planta buscando un agarre al suelo. Casi cualquier arbusto de los que tengamos a tiro nos traicionará, quedándonos con hojas y ramas en la mano y asegurándonos la caída o algo peor. La excepción nos la ofrece el amigo boj. Si nos ofrece un tallo para asirnos, podemos estar seguros de que nos aguantará durante el tiempo que precisemos. Por estos motivos, pensando en el boj siempre pienso en la amistad.
     Como puede deducirse de los comentarios anteriores, el boj es una planta muy abundante en la zona PuraSierra. Diría que extremada y afortunadamente abundante. Dentro del área, y dependiendo del sitio, la encontramos denominada como boj, buj, buje, boje o bujo. Todos ellos son nombres muy parecidos y todos derivan de su nombre científico, Buxus sempervirens. El atributo sempervirens quiere decir siempre verde.
     En realidad el boj no es siempre verde, ni muchísimo menos. Lo es, eso sí, y es a lo que se refiere el apelativo, en cuanto a vivo. Verde, o perennifolio, hablando de plantas, quiere decir que éstas nunca se ven desprovistas por completo de sus hojas. Algunas van muriendo pero las más jóvenes siguen creciendo y cada primavera brotan otras nuevas.
Hojas verdes de boj
Hojas verdes de boj
    La imagen de la cabecera del artículo ilustra una de las muchas tonalidades que puede tomar el boj a lo largo del año. Dependiendo de si está en solana o en umbría, en ladera o en llano, de la estación del año, de la humedad y de otros factores que atañen al tipo de suelo, las hojas varían entre multitud de gamas verdes, amarillas, rojas y marrones. La fotografía está tomada a principios de un mes de marzo en una ladera cercana a Valdemeca.
    Todo el tono ocre que se observa en dicha imagen corresponde a plantas de boj. El bosque así formado tiene nombre tales como bojedalbujedal, bujada u otros similares. Aunque es una planta que comúnmente forma parte del sotobosque (área del bosque más cercana al suelo), en ocasiones presenta este tipo de formaciones en las que predomina. Tal es su abundancia en nuestra zona que no es raro verla así, sobre todo en laderas en las que la actividad humana ha hecho que el pino o el quejigo desaparezcan.
     Son muy numerosas las ocasiones en las que el boj se asocia con otras plantas, formando densas barreras vegetales. Así por ejemplo, es fácil encontrarlo junto al enebro, planta a la que en PuraSierra nos referimos en el artículo El enebro: clases, usos y toponimia.  Mucho más que ginebra.... También lo hace a veces con la sabina rastrera, de la cual hablamos en La sabina: clases, usos y toponimia. Sabina monumental de Royuela.
Sotobosque de boj y enebro
Sotobosque de boj y enebro
Sotobosque de boj
Sotobosque de boj
     El boj puede vivir hasta casi mil años y crecer hasta los diez metros de altura. No es nada normal en zonas muy humanizadas, pero pueden encontrarse ejemplares así. En la zona PuraSierra hay algunos parecidos. Entre los más grandes que pueden verse con facilidad hay algunos en un sitio tan humanizado como el Nacimiento Del Río Cuervo, algo más arriba de las cascadas y prácticamente pegados al sendero señalizado.
Tronco de boj de más de diez centímetros de diámetro
     Es una planta europea que se encuentra sobre todo en zonas montañosas calizas, aunque también se adapta a otras. Crece entre el nivel del mar y los dos mil metros de altura. Lo hace muy lentamente y, a diferencia de muchísimas especies que pueden vivir en sus mismas condiciones, es capaz de regenerarse tras un incendio. Nuevamente vemos que el apelativo sempervirens está más que justificado en su caso.
     Dejando de lado la suavidad de la caricia de sus hojas citada inicialmente, el boj es una planta muy dura en una gran cantidad de aspectos. Como se ha dicho más arriba, su raíz se agarra duramente a la tierra. Sobrevive a condiciones climáticas durísimas, de las que buen ejemplo son las que hay en nuestros montes. Su madera es de las más duras y compactas conocidas y no flota en el agua. Es todo un símbolo de dureza y supervivencia.
    Acerca de sus semillas, flores y frutos, así como sobre otros aspectos de esta increíble planta, en el recomendable Blog Educación y Entorno puede encontrarse un excelente artículo titulado Aquellos abatidos búhos.... Veamos aquí unas fotografías en las que se observan detalles del crecimiento de sus flores, incluso en plantas con hojas de tonalidades distintas:
Brote de flores de boj (vista 1)
Brote de flores de boj (vista 1)
Brote de flores de boj (vista 2)
Brote de flores de boj (vista 2)
Brote de flores de boj (vista 3)
Brote de flores de boj (vista 3)
     Es muy habitual que el tallo del boj esté cubierto de liquen, lo cual oculta su color original entre blanco y amarillo. Éste llega incluso a invadir las propias hojas. En las siguientes dos fotografías puede observarse este hecho:
Liquen invadiendo una planta de boj (vista 1)
Liquen invadiendo una planta de boj (vista 1)
Liquen invadiendo una planta de boj (vista 2)
Liquen invadiendo una planta de boj (vista 2)
     La madera del boj es apreciadísima por su dureza y grano fino. Tradicionalmente se ha utilizado para realizar cucharones y otros utensilios de cocina, peines, vasos, badajos de cencerros, castañuelas, cachas para cuchillos o navajas, paletas, bastones e, incluso, anzuelos. Muchas de las más históricas partidas de ajedrez han sido jugadas con figuras talladas en madera de boj.
Utensilios de cocina confeccionados con madera de boj
Utensilios de cocina confeccionados con madera de boj
     Otra propiedad de su madera es su extraordinario poder calorífico. Por ello era, cuando estaba disponible, muy utilizada para hacer carbón para utilizar en las antiguas herrerías que antiguamente estaban distribuidas por nuestras Sierras.
     En el terreno medicinal, aunque ha sido usado como purgante, laxante y antiséptico, el boj es bastante tóxico. Prueba de ello es que los animales, salvo algunas especies de aves, no comen ni hojas ni frutos.
    Desde la antigüedad el boj se ha considerado como símbolo de inmortalidad. Como hemos visto, no faltan argumentos para ello. En diferentes culturas se colocaba, para recordar a los difuntos, sobre sus tumbas. Aún hoy se utiliza en muchos de nuestros pueblos en fiestas religiosas como la del Corpus Christi. El Domingo de Ramos sustituye a palmas y olivos como promesa de resurrección. En municipios como Alustante celebran, ese mismo día, la Bendición de los Bujes.
     El boj también es apreciado como planta ornamental. En jardinería se utiliza para realizar setos, aprovechando para los mismos que es una planta muy compacta, siempre cubierta de multitud de hojas y, con las condiciones adecuadas, siempre verde. No falta en ninguno de los grandes jardines del mundo.
Setos hechos con plantas de boj
Setos hechos con plantas de boj
     Vamos a indicar los topónimos que en la zona PuraSierra derivan de cualquiera de los sinónimos de las palabras con las que se bautizó a nuestra planta, posiblemente aquí más conocida por buje que por cualquier otro de los mismos. Son un total de 32, cifra significativa que denota su abundancia en la zona, susceptibles como siempre de ser ampliados con otros que aún no figuren en nuestra base de datos geo-referenciada. Se presentan en la siguiente tabla, acompañados cada uno de su municipio de pertenencia y, de ser de interés, con algún comentario adicional:
Topónimo
Municipio / Comentario
Arroyo De La Barbarija (Arroyo Bujarejo)
Cuenca y Uña
Longitud: 8,57 kms.
Afluente del Río Júcar
Arroyo De La Hoya Del Buje
Huélamo
Longitud: 4,43 kms.
Afluente del Río Júcar
Bojecillo (El Bujecillo)
Beteta
Bojedal De La Herradura
Checa
Bujarejo
Vega Del Codorno
Bujedal
El Pozuelo
Bujedilla
Peralejos De Las Truchas
Cerrillo Del Boj
Carrascosa De La Sierra
Cerro Bojuelo (Cerro Del Bajuelo)
Cañizares
Cerro Bujada
Peralejos De Las Truchas
El Bujecillo
Cuenca
El Bujecillo
Poyatos
El Bujedal
Frías De Albarracín
El Bujedal
Valdemeca
El Bujedal
Checa
El Bujedal (El Bojedal)
Huélamo
Fuente De La Bujeda
Vega Del Codorno
Fuente De Los Bujes
Zafrilla
Fuente Del Bujarejo
Vega Del Codorno
Fuente Del Buje
Huélamo
Hoya Del Boj
El Pozuelo
Hoya Del Buje
Huélamo
Hoya Del Bujedal
Cuenca
Hoz De La Bujosa
Cuenca y Uña
Huelga Del Bujedal
Villalba De La Sierra
La Bujeda
Cañizares
La Solana Bujeda
Cañizares
Pasada De La Bujosa
Cuenca
Rambla De La Bujosa (Arroyo De La Bujosa)
Cuenca y Uña
Longitud: 6,67 kms.
Afluente del Río Júcar
Rambla De Las Bujedillas
Cuenca
Longitud: 0,50 kms.
Afluente del Río Escabas
Solana Del Bujedal Del Molinillo (Solana Del Bujedal)
El Pozuelo
Umbría Bujadal
Zafrilla

     Utilizaremos ahora el visor de Google Earth para ver la ubicación exacta de todos los topónimos enumerados. Pulsando aquí se abrirá en ventana aparte.
Fichas de ajedrez hechas de madera de boj
Fichas de ajedrez hechas de madera de boj
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30 marzo 2018

Socotra

REVISTA ESPORES - La veu del botànic de Velencia - Las plantas mágicas de la Isla de Socotra, Yemen

     Socotra es un pequeño archipiélago yemení de cuatro islas situado en el Océano Índico. La isla más grande, contiene alrededor del 95% de la masa terrestre del archipiélago, y el resto son como pequeñas salpicaduras en el océano que albergan algunas de las especies más curiosas del planeta.
     Socotra es la isla más extraterrestre del mundo. Se encuentra unos 240 kilómetros al este del Cuerno de África y 380 kilómetros al sur de la Península Arábiga. La isla está muy alejada, como perdida en la nada, como si hubiese aparecido ahí de repente. Nada de lo que conocemos en nuestro planeta se parece a Socotra. Es un lugar único cuya magia radica en su singularidad de especies, tanto vegetales como animales.
   Curiosamente, es precisamente el hecho de que se encuentre tan aislada lo que ha producido un proceso de especiación único, por el que un tercio de la vida vegetal de la isla sólo existe allí. Al igual que sucede en islas Galápagos, Socotra tiene 825 plantas endémicas, y por eso son muchos los que piensan, en forma de confabulación, que si Darwin hubiera visitado esta isla su Teoría sobre la Evolución de las Especies se hubiera matizado de forma todavía más clara. Sin embargo, y a diferencia de las Galápagos, Socotra está significativamente más habitada, y lo ha estado durante unos 2.000 años. Más de 50.000 personas viven en la isla principal del archipiélago. La pesca, la ganadería y el cultivo de dátiles son las principales ocupaciones de la población indígena.

Dragones, botellas y árboles con forma humana
     Una de las plantas más llamativas de Socotra es el árbol de sangre de dragón (Dracaena cinnabari), que tiene un aspecto extraño y cuya leyenda, como no puede ser de otra forma, está relacionada con la magia. Se trata de un árbol con forma de paraguas descrito por vez primera en 1882 por Isaac Bayley Balfour. (...) Los antiguos pensaban que su savia roja producida en el tronco del árbol era la sangre del dragón, buscada como medicina y medio de contraste, y en la actualidad utilizada como pintura y barniz. 
     Entre los tesoros vegetales de la Isla de Socotra encontramos el árbol del pepino Dendrosicyos socotranus, un monotípico género de las curcubitáceas, especie endémica de estas islas siendo esta variedad la única que crece en forma de árbol. Estos árboles, de cuerpo grueso y ramas pequeñas, que se asemejan en aspecto a una botella, son una reliquia en la isla, donde han crecido de forma inalterable desde hace cientos de años porque se adaptan perfectamente al clima árido y seco imperante en la zona. Las flores del árbol pepino son masculinas y femeninas al mismo tiempo y tienen un color cálido, entre el amarillo y el naranja. Sus pétalos largos y sus frutos ovales tienen primero un color verde que se transforma en rojo al madurar. Se reproducen únicamente a través de semillas y no cabe duda que estas especies son raras y diferentes y habrá que cuidarlas para que no desaparezcan.
     Otra de las plantas típicas de la isla es la Dorstenia gigas, una planta suculenta de familia de los baobabs que puede albergar en su interior cientos de litros de agua. Esta planta, conocida también como “la higuera de Socotra”, es una especie de la que quedan muy pocos ejemplares en el mundo. Es muy difícil que se reproduzca por esquejes, al igual que es complicado que sus semillas germinen dando paso a nuevos ejemplares adultos.
      El granado de Socotra (Punica protopunica) es otra de esas especies que alertan a biólogos y viajeros de hasta que punto la flora de la isla ha permanecido intacta desde hace miles de años. La Punica protopunica es una de las dos únicas especies del género Punica que hay en el mundo. A diferencia del granado común, este árbol endémico de Socotra da unos frutos rosas, cuyo sabor es menos dulce que la granada. Evidentemente, y al igual que la higuera de Socotra, este árbol es muy codiciado en la isla por sus frutos.
     Los antiguos habitantes de Socotra recurrían a la magia de los aloes para su uso medicinal y cosmético. El Aloe perryi (que recibe su nombre en honor de Wykeham Perry, recolector de plantas en Socotra a finales del siglo XIX) es una variedad de aloe que tiene como principal peculiaridad unos dientes de color marrón en sus hojas. Otra característica es que crece de forma individual, alcanzando un tamaño de 30 cm de largo. Cada ejemplar posee entre 12 y 30 hojas lanceoladas que forman densas rosetas. Las hojas son de color verde, teñido de rojizo de 35 centímetros de largo y 7,5 centímetros de ancho. La inflorescencia es por lo general de dos a tres ramas y alcanza una longitud de 50 a 60 centímetros.
     La Boswellia socotrana cierra el círculo de grandes especies endémicas de Socotra. En este caso, se trata de una rarísima variedad del género de las Boswelias, un reducido grupo de especies arbóreas muy populares por producir resinas aromáticas. Estas gomorresinas tienen diversos usos como son el farmacéutico (particularmente como anti inflamatorios), elaboración de sub-productos aromáticos y ya directamente como el popular incienso. De hecho, se documenta que el incienso bíblico fue probablemente un extracto de la resina de Boswellia sacra. El extracto de leche de la Boswellia socotrana es una de las actividades comerciales más importantes de la Isla de Socotra, pues los usos de esta savia blanca son variados en construcción de casas, barcos y utensilios para la pesca de la población local.
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28 marzo 2018

SUZANNE SIMARD (Canadá)
La comunicación de las plantas

     Esta investigadora dedicó décadas para estudiar el lenguaje de los árboles. Sus averigüaciones te sorprenderán. Empezó a tener curiosidad por los bosques cuando era pequeña y se recostaba en el suelo de Canadá para observar las copas de los árboles. Su percepción cambió el día en el que, en vez mirar las hojas, descubrió que bajo tierra había "otro mundo", uno que poseía infinitos caminos biológicos, lleno de raíces que parecían comunicarse, y que quizá —pensó— podían actuar como una familia.
     Simard estudió silvicultura, trabajó para compañías que se dedicaban a la explotación comercial y se sintió despreciable tomando parte de la tala y rociado de herbicida a los abedules para hacerles espacio a los pinos y abetos, mucho más rentables en el mercado. Por eso abandonó y decidió demostrar que los árboles hablan entre ellos, y que alterar la diversidad de los bosques tiene un impacto mayor del que se cree.
      Durante más de 30 años, la investigadora realizó experimentos para afinar cómo se conectaban los árboles de la misma familia. Entonces halló que no sólo se envían carbono, sino también -cuando lo necesitan- nitrógeno, fósforo, agua y defensas; y que los tallos de los hongos [micelio], al colonizar todas las raíces de los árboles, trabajan para permitir una red más compleja de lo que pensaba. "El micelio conecta a diferentes individuos en el bosque, no sólo de la misma especie sino entre especies diferentes, y funciona como el Internet", dice Simard.
     Igualmente descubrió algo que le maravilló: que los árboles madre, los más viejos, no cesaban de nutrir a los más jóvenes, y que tan solo uno viejo conectaba a cientos de los que tenían menos años.
     "Es como cuando nosotros queremos favorecer y nutrir a nuestros hijos, ellos hacen lo mismo", dice Simard. "Pero cuando los árboles madre se encuentran heridos o se mueren, lo asombroso es que no sólo les envían carbono, también defensas, mensajes de sabiduría que han acumulado durante todos sus años y ahora se los transmiten para hacer más fuertes a las nuevas generaciones".
     "Así que los árboles hablan -concluye-. Y las perturbaciones que se causan en los bosques degradan la vida salvaje del hábitat y genera más muerte de la que imaginamos al talar sólo lo que creemos, un mero árbol. No digo no talar, sino talar menos y con consciencia".
     Las investigaciones de Simard han provocado que el mundo, ahora, mire más abajo de sus pisadas para reflexionar sobre la vida del otro mundo que ella empezó a observar cuando se recostaba en el suelo de los bosques de Canadá.

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