18 febrero 2009

Mª PILAR LÓPEZ - Requien...

Mª PILAR LÓPEZ (Murcia)
Requien por un pino que tenía apellido


¿Cuántos años tenías?
¿O contabas por siglos tu singladura al cielo?
¿A qué altura pensabas dirigirte?
¡Qué risa te daríamos al vernos tan chiquitos,
tan a ras de la tierra!
¡Cuánto te habrás reído
de nuestras pretensiones de gigante!
Podías observarnos cuando apenas salíamos
de nuestros cuchitriles
y nos verías dar vueltas y más vueltas.
No podrías distinguirnos en aquel hormiguero.
¿Verdad que era distinto en tus años primeros?
Nada te costaría aprender de memoria
los nombres importantes.

Dirías: "¡Cómo mueren esos seres!"
Apenas tienen tiempo de respirar;
al contrario de mí, que soy eterno
y desconozco la muerte.
Ya ves, Pino Gómez, hasta tú, tan seguro,
tan arraigado, fuiste segado por la muerte.
Rugiste de dolor al partirse tu tronco.
No querías morir.
Y nosotros no pudimos evitar tu caída.
¡Teníamos los brazos tan pequeños!
Te habríamos librado de la furia del hacha,
pero no de ese golpe.
Te estaba destinada una tormenta
para que no te avergonzaras de tu muerte.
Tal vez el mismo rayo
cumpliría con pena su misión.
Fuiste siempre tan firme,
bonito y arrogante, Pino Gómez...


(Mil gracias a mis amigos de Cieza, Juanjo y Fina)

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17 febrero 2009

EL RODODENDRO Y EL PEQUEÑO ALISO
Nepal

Arriba, muy arriba, las montañas se encuentran con el cielo. La vida surge de una capa de tierra muy fina y depende de muy poco aire. El único árbol capaz de florecer orgulloso en un entorno así es el rododendro. Pero cuentan que, en una ocasión, el rododendro deseó intensamente tener compañía. Envuelto en los vientos del invierno, se dirigió hacia abajo, mucho más abajo, al lugar en el que el pequeño aliso luchaba por aferrarse a la ladera.
—Buen aliso —le dijo —, soy tu señor. Quiero honrar tu humildad. Nos unire­mos. Yo te ayudaré a escalar la montaña. Basta que digas que serás mío, y te condu­ciré hasta mis alturas.
El aliso miró a su alrededor. No vio más que un arbusto sin flores y con las hojas rizadas por el frío.
Orgulloso, estiró sus ramas y se giró hacia el arbusto:
—Mi savia contiene sangre real. ¡Tú no eres suficientemente bueno para mí! —espetó.
Pero cuando llegó el calor del verano, el rododendro, que estaba en las altas cumbres, floreció y se llenó de color carnesí, púrpura y blanco. Impresionado por la belleza de las flores, el pequeño aliso se enamoró del arbusto. El árbol hizo todo lo posible por llamar su atención, su corteza y sus hojas relucían, pero sus esfuerzos eran en vano. El rododendro seguía ofendido y no miraba siquiera al árbol.
AI final, el aliso, con el corazón destrozado, arrancó sus raíces y rodó montaña abajo. En su caída, sus ramas arrastraron rocas que provocaron avalanchas.
Así, en nuestros días, cuando se produce una gran avalancha, los nepalíes cul­pan al pequeño aliso. Y si te fijas, observarás que los alisos siempre están entre rocas, mientras que, en lo más alto, un rododendro mira en otra dirección.

---Fin---

12 febrero 2009

LUIS CERNUDA - Los espinos

LUIS CERNUDA (Sevilla, 1902-1963)
Los espinos
 
Verdor nuevo los espinos
Tienen ya por la colina,
Toda de púrpura y nieve
En el aire estremecida.

Cuántos dichos florecidos
Les has visto; aunque a la cita
Ellos serán siempre fieles,
Tú no los verás un día.

Antes que la sombra caiga,
Aprende cómo es la dicha
Ante los espinos blancos
Y rojos en flor. Ve. Mira
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11 febrero 2009

GUILLAUME APOLLINAIRE - Les sapins

GUILLAUME APOLLINAIRE (1880-1918)
Les sapins 
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Les sapins en bonnets pointus
De longues robes revêtues
Comme des astrologues
Saluent leurs frères abattus
Les bateaux qui sur le Rhin voguent
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Dans les sept arts endoctrinés
Par les vieux sapins leurs aînés
Qui sont de grands poètes
Ils se savent prédestinés
A briller plus que des planètes
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A briller doucement changés
En étoiles et enneigés
Aux Noëls bienheureuses
Fêtes des sapins ensongés
Aux longues branches langoureuses
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Les sapins beaux musiciens
Chantent des noëls anciens
Aux vents des soirs d'automne
Ou bien graves magiciens
Incantent le ciel quand il tonne
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Des rangées de blancs chérubins
Remplacent l'hiver les sapins
Et balancent leurs ailes
L'été ce sont de grands rabbins
Ou bien de vieilles demoiselles
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Sapins médecins divagants
Ils vont offrant leurs bons onguents
Quand la montagne accouche
De temps en temps sous l'ouragan
Un vieux sapin geint et se couche.
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10 febrero 2009

ALFONSO X, el Sabio (1221-1284)

Que no pongan fuego para quemar los montes,
e más que otra cosa las encinas.
E al que lo fallareis faciendo,
que lo echen dentro.
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