6/30/2022

OCTAVIO PAZ (México, 1918-1998)
Perpetua encarnada


Tiemblan los intrincados jardines
juntan los árboles las frentes
cuchichean
El día
arde aún en mis ojos
Hora a hora lo vi deslizarse
ancho y feliz como un río
sombra y luz enlazadas sus orillas
y un amarillo remolino
una sola intensidad monótona
el sol fijo en su centro
Gravitaciones
oscilaciones de materia impalpable
blancas demoliciones
congregaciones de la espuma nómada
grandes montañas de allá arriba
colgadas de la luz
gloria inmóvil que un parpadeo
vuelve añicos
Y aquí abajo
papayos mangos tamarindos laureles
araucarias excelsas chirimoyos
el baniano
más bosque que árbol
verde algarabía de millones de hojas
frutos negruzcos bolsas palpitantes
murciélagos dormidos colgando de las ramas
 
Todo era irreal en su demasía
Sobre la pared encalada
teatro escrito por el viento y la luz
las sombras de la enredadera
más verde que la palabra marzo
máscara de la tarde
abstraída en la caligrafía de sus pájaros
Entre las rejas trémulas de los reflejos
iba y venía
una lagartija transparente
Graciosa terrible diminuta
cambiaba de lugar y no de tiempo
subía y bajaba por un presente
sin antes ni después
Desde mi ahora
como aquel que se asoma a precipicios
yo la miraba
Mareo
pululación y vacío
la tarde la bestezuela mi conciencia
una vibración idéntica indiferente
Y vi en la cal una explosión morada
cuántos soles en un abrir y cerrar de ojos
Tanta blancura me hizo daño
 
Me refugié en los eucaliptos
pedí a su sombra
llueva o truene
ser siempre igual
silencio de raíces
y la conversación airosa de las hojas
Pedí templanza pedí perseverancia
Estoy atado al tiempo
prendido prendado
estoy enamorado de este mundo
ando a tientas en mí mismo extraviado
pido entereza pido desprendimiento
abrir los ojos
evidencias ilesas
entre las claridades que se anulan
No la abolición de las imágenes
la encarnación de los pronombres
el mundo que entre todos inventamos
pueblo de signos
y en su centro
la solitaria
Perpetua encarnada
una mitad mujer
peña manantial la otra
Palabra de todos con que hablamos a solas
pido que siempre me acompañes
razón del hombre
 
el animal de manos radiantes
el animal con ojos en las yemas
 
La noche se congrega y se ensancha
nudo de tiempos y racimo de espacios
veo oigo respiro
Pido ser obediente a este día y esta noche
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6/27/2022

Las catalpas de Chatham Manor, Virginia, EE.UU.

WALT WHITMAN (1819-1892)
Las catalpas testigos de la Guerra Civil Americana (1861-1865)

En diciembre de 1862, Walt Whitman, después de ver el nombre de su hermano en una lista de heridos en la batalla de Fredericksburg, Virginia, salió corriendo de su casa en Brooklyn para buscarlo en los hospitales cercanos al lugar de una de las batallas más mortíferas de la Guerra Civil Americana, enfrentándose a la espantosa realidad de la guerra.
     Walt Whitman llegó a
la mansión georgiana de Chatham Manor convertida en hospital improvisado de campaña. Esta mansión había sido construida en 1771 por trabajadores y artesanos esclavizados, bajo la dirección y financiación de William Fitzhugh. 
     Ayudando como enfermero vio allí cómo brazos y piernas amputados eran arrojados por una ventana a una pila creciente bajo dos catalpas y en el cercano jardín cómo se estaba formando una hilera de tumbas.

"At the foot of a tree, immediately in front, a heap of feet, legs, arms, and human fragments, cut, bloody, black and blue, swelled and sickening–in the garden near, a row of graves."

     Su hermano, que sólo había sufrido una leve herida en la cara, no estaba allí, pero Whitman se quedó el resto del mes curando las heridas de los soldados y leyendo y escribiendo cartas para ellos. Después fue a Washington y siguió atendiendo a los heridos. Escribió sus pensamientos en trozos de papel manchados de sangre. Sus impresiones, publicadas en un libro de versos en 1865, tomaron forma en su poema tierno, compasivo e inquebrantable, “The Wound-Dresser".
     Hoy esas decrépitas catalpas son los árboles más famosos y queridos de la región. Desde que NPS (National Parks Services) adquirió Chatham en 1975, se han realizado grandes esfuerzos para mantener los árboles en posición vertical. Aún así, uno de ellos se mantiene solo gracias a una enorme abrazadera de metal encajada debajo de una de sus ramas. El otro se sostiene solo.
     En circunstancias normales el NPS, probablemente, habría derribado los árboles hace años. Pero estas catalpas de Chatham no son árboles cotidianos. Y allí siguen adelante, en silencio, como lo han hecho durante tantos años.

Dos árboles Catalpa, jóvenes y fuertes, sobrevivieron cuando Chatham fue devastada por la guerra.

Hoy, las mismas Catalpas, ahora nudosas y curtidas, siguen en pie.
Fotos e información de internet
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6/24/2022

Palmeras del pasado al presente

ARABA INSTITUTE
La palmera de Judea

En los últimos años el cine, la literatura, e incluso la ciencia, le ha dado vueltas a la posibilidad de resucitar especies extintas, como los mamuts o los dinosaurios, mediante la integración de su ADN en embriones de especies similares.
     La resurrección de la Palmera Datilera de Judea no tiene nada ver con esta técnica, pero el resultado es el mismo: una especie que se había extinguido vuelve a la vida gracias a la ciencia... y a la asombrosa capacidad de supervivencia de sus semillas.
     La Palmera Datilera de Judea era muy popular en Asia, hace 2.000 años. Aparece citada en la Biblia y el Corán, y hay escritos en donde se explica su uso como alimento, medicina, construcción, y confección de muebles, ropa y calzado.
     Los historiadores han resuelto grandes misterios de tiempos remotos, como el de los jeroglíficos egipcios o el de los orígenes de la Humanidad. Pero hay otros muchos para los que no hay respuestas. Vamos a echar un vistazo a algunos de los más desconcertantes.
     Era un árbol esencial en la economía de Judea cuando los romanos conquistaron la región, por eso se dedicaron a destruirlo, para acelerar la rendición de sus enemigos. Las continuas guerras en siglos sucesivos y el abandono de las plantaciones hicieron que la Palmera Datilera de Judea se diera por casi extinguida en el siglo XIV, y ya no hay referencias suyas al menos desde el siglo XIX.
     Los biólogos la daban por desaparecida pero en 1963, excavando en una fortaleza que resistió la invasión romana durante años, en Masada, el arqueólogo Yigael Yadin encontró una jarra con semillas que fueron datadas con una antigüedad de más de 2.000 años.
     Las semillas permanecieron en un cajón durante décadas, olvidadas, hasta que en 2005 la botánica Elaine Solowey decidió plantar una, a ver lo que pasaba. Y para su sorpresa, germinó una palmera de una especie que no existe en la actualidad, y que los científicos han confirmado que es la Palmera Datilera de Judea. El análisis también confirmó que era una palmera macho, por eso la bautizaron con el nombre de Matusalén, en honor al personaje de la Biblia que vivió 969 años.
     Para recuperar la especie se necesiban palmeras hembras, así que la botánica Sarah Sallon contactó con arqueólogos para ver si habían encontrado más semillas en otras excavaciones. Aparecieron 30 más en Qumran.
     En 2011 plantaron varias de ellas, y germinaron varias palmeras datileras de Judea, machos y hembras, que también recibieron nombres bíblicos: Jonás, Adán, Judith, Uriel, Booz y Hannah.
     En 2017, cuando los árboles ya producían flores, polinizaron a la palmera Hannah con el polen de Matusalén, y en 2018 germinaron los primeros frutos. Sus semillas ya se han plantado y ya se han obtenido nuevas palmeras. En este vídeo puedes ver la recolección de dátiles de algunas de ellas.
     Ahora el futuro de las Palmeras Datileras de Judea parece asegurado. Todo gracias a unas semillas de hace 2.000 años, que consiguieron germinar dos milenios después de abandonar el árbol. Un auténtico milagro de la Naturaleza, con un poco de ayuda de la ciencia. ¿Ocurrirá algún día lo mismo con los mamuts o los dinosaurios?

Otro artículo
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6/21/2022

El Eucaliptus gunnii, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Eucalyptus gunnii
Estas fotos corresponden a mi Eucalyptus gunnii, también llamado Eucalipto de Gunn, o eucalipto de la sidra. Árbol originario de Tasmania que puede sobrepasar los 35 metros de altura y tiene una extraordinaria tolerancia al frío (para ser un eucalipto, claro) ya que aguanta hasta −14 °C y excepcionalmente −20 °C, durante breves períodos de tiempo, por lo que está siendo plantado como árbol ornamental tanto en Inglaterra como en la Europa continental. ​ Es de rápido crecimiento, de hasta 1,5 m (raramente 2 m) por año en los estadios iniciales. El follaje cambia al madurar el árbol, de una hoja redondeada de color azul ceroso a un follaje más elongado y verde vivo en los árboles maduros, pero con la poda se puede mantener el follaje juvenil, lo cual se aprovecha para floristería donde las ramas jóvenes, de hoja redonda, son empleadas como verde. La poda puede ser empleada para mantener el árbol de tamaño pequeño si es que se requiere y los lugares muy sombreados pueden restringir su crecimiento. 
     La planta produce una savia similar al jarabe de arce, que en verano, pueden llegar hasta 15 litros al día en árboles grandes. Es de color dorado y tiene sabor a manzana, aunque más dulce, e incluso puede beberse directamente del árbol. Se está considerando el cultivo intensivo del árbol para este uso, porque además de este consumo en fresco, cuando se embotella y se tapa, el líquido fermenta y se parece a la sidra de manzana, de donde viene el nombre de eucalipto de sidra, aunque según otras versiones tiene sabor a “Cointreau”, dulce y con un toque de naranja. El uso no es nuevo, ya en Tasmania los aborígenes extraían la savia para fermentarla. El follaje, que no contiene eucaliptol como los eucaliptos madereros (globulus, nitens, etc.), al parecer es dulce y un alimento apreciado por el ganado.

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