5/31/2022

IGOR BARRETO (Venezuela, 1952)
El Àrbol de Mango  

Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
San Juan De la Cruz

El árbol de mango
es inmortal
y no necesita de lo humano.
Forma umbríos claros
en lo denso del monte
y ahí perdura.
La palma
podrá sostener al mundo,
pero el mango
ha aceptado
la oscura llamada del bien.
Porque no quería tener
algo en nada
se ha ido:
más allá de las dunas azules,
entre madroños y píritus
de negra espina.
Allí
donde dos ríos se unen
como semblantes de soledad.

* Del libro: Tierranegra, Premio Concurso de Literatura Mención Poesía 1993, en Homenaje a Efraín Hurtado.
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5/28/2022

Acacia melanoxylon en la lista negra, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
La Acacia Negra

La acacia negra (Acacia melanoxylon), es una planta exótica procedente de Australia y actualmente muy extendida en áreas costeras de Galicia, que pronto pasará a formar parte del Catálogo Español de Especies Invasoras, donde ya figura otra planta de la misma familia: la mimosa (Acacia dealbata) que está generando importantes problemas en las provincias de Ourense y Pontevedra. Según algunas fuentes, la acacia negra (a pesar del nombre su color es verde grisáceo) entrará en el listado, junto a la termita subterránea oriental y un tipo de alga asiática, que está causando problemas en el Estrecho de Gibraltar y zonas aledañas. 
     La tramitación ya ha superado el período de información pública del borrador de la orden que sumará estas especies al listado, por constituir una “amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats y los ecosistemas, la agronomía o para los recursos económicos asociados al uso del patrimonio natural”. La acacia negra tiene un notable impacto en Galicia, en donde su crecimiento está descontrolado en amplias superficies y donde aparece en zonas de suaves pendientes en altitudes inferiores a los 500 metros (lejos de las zonas de frío intenso en el invierno), y en zonas de importante valor natural, como el Parque Nacional de las Islas Atlánticas, pero es casi desconocida fuera de esta comunidad. 
     Se cree que la especie llegó a Europa alrededor de 1800, como planta ornamental y de producción forestal. En España fue introducida a finales del siglo XIX, siendo la primera cita de su naturalización en 1948. En algunos casos se sembró para fijar dunas y junto al eucalipto, para mejorar el rendimiento maderero de este árbol a través de la nitrificación del suelo. También hay constancia de su uso como cortafuegos, por retener la humedad y no arder con facilidad. Sin embargo los incendios incrementan su propagación, favorecida por la degradación de la cubierta vegetal y la expansión de las semillas. Pero sin duda, su principal método de expansión es por renuevos de raíz, que emite de forma exponencial cuando se corta el tallo principal, que puede llegar a 15 metros de altura. Las hojas liberan compuestos fenólicos que impiden la germinación y crecimiento de otras especies. En la actualidad, su crecimiento está descontrolado en amplias superficies de Galicia. Las fotos que acompañan este texto son todas hechas por mí, y en mi propiedad, donde la acacia continuará por el momento, a pesar de su inclusión en la lista.
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5/25/2022

ÉLISABETH CHOUVIN
Culto a los árboles, Etiopía 

Jardin d'Église en Ethiopie centrale
Journal d'agriculture traditionnelle et de botanique appliquée Année 1999 41-2 pp. 101-123
Tomado de Krapo arboricole

La pintura representa una escena de adoración de los espíritus de los árboles llamada adbar y practicada, aquí, por cristianos ortodoxos. Una mujer unge con mantequilla un árbol, mientras que un hombre derrama en su pie la sangre de una cabra sacrificada para la ocasión. Una repisa con café se coloca al pie del árbol, revelando la dimensión social y doméstica de este culto a los espíritus de protección, ya que el café está en el centro de muchas reuniones. Alrededor, preparan un banquete y lo degustan: carne, cerveza, café, pasteles de trigo, frijoles cocidos (nefro) están en el menú.

Culto a los espíritus protectores del árbol (adbar)

El jardín de la Iglesia en Etiopía Central - Los árboles-tumba

     Mientras algunos miembros de la comunidad han optado por la tumba de piedra, otros han elegido perpetuar la costumbre de recolectar una planta joven de olivo o enebro en un bosque cercano para plantarla en la tumba. Las piedras que forman la elíptica de las tumbas protegen a las plantas jóvenes. Esta práctica está en el origen de los grandes enebros y olivos que se observan actualmente. Se llaman mababer zaf, "árbol de la tumba" o hawelt, "estatua" o "estela funeraria". La mayoría son memoria de los notables de la parroquia que murieron durante las guerras entre el emperador Tewodros y Hayla Mālāqot, hijo del rey Sahlā Sellasé. Otros más antiguos se remontan a la época en que la iglesia se encontraba en la ladera.
      Estos árboles altos protegen el edificio de fuertes vientos. Investidos del espíritu de San Miguel y de Dios, también representan una protección simbólica contra los espíritus malignos. Su disposición no es el resultado de la casualidad. Los sacerdotes eligen la ubicación de las tumbas y dictan mediante esta acción el desarrollo del ased. Se decidió que los siguientes enterramientos se instalaran en la parte sur del territorio, desprovista de  árboles.
      Después del funeral, en varias ocasiones y durante siete años, la familia viene a orar ante la tumba e implorar la salvación del difunto. Los sacerdotes que dirigen las oraciones y los amigos son invitados a reunirse en uno de los pequeños refugios de madera construidos para este propósito. Es una ocasión para comer y beber juntos y para que la familia recuerde la ubicación de la tumba.
      Durante estos primeros años, los parientes del difunto se ocupan de limpiar el espacio que se les ha asignado, pero rápidamente esta actividad la ejerce otra persona. Es el "guardián del exterior", yàweçç zàbànna, también conocido como däbtära. Éste se encarga del mantenimiento de la vegetación del segundo recinto del ased. La tierra removida durante los entierros proporciona una buena tierra, que se echará al pie de varias plantas jóvenes. Recoger las ramas que se rompen y cortar los árboles muertos también es parte de las responsabilidades de este dâbtàra. La madera recogida se utiliza en el monasterio que se encuentra cerca, y también sirve para el alumbrado y para las fumigaciones.
     De ordinario, los fieles no tienen derecho a tales privilegios. Después de un ritual de exorcismo, aquellos que practicaron cultos a espíritus malignos simplemente pueden llegar a colgar de las ramas de los árboles-tumbas sus viejos objetos favoritos. La intervención directa en la vegetación del ased requiere, por otro lado, una cierta elevación espiritual. Es en un estado de pureza alcanzado por el ayuno y la oración, al final de una peregrinación, por ejemplo, que los fieles pueden recoger ciertas plantas. Los musgos o líquenes que crecen en viejos olivos y enebros, llamados "vestiduras de árbol", yäzaf lebs, son muy buscados para las fumigaciones realizadas como parte de los rituales de curación o purificación.
     Son ciertos miembros del clero los que tienen el esencial derecho de la recolección de las muestras tomadas en el segundo recinto del ased. Son sacerdotes, monjes y sobre todo däbtära. Además de las funciones que desempeñan en la iglesia, muchos de ellos son terapeutas y, para algunos, la actividad médica es la única fuente de ingresos. Asistidos por  miembros de su orden (el guardián de la iglesia y el del jardín), hacen del ased su reserva de plantas mágico-medicinales.
     Los sacerdotes y los däbtära buscan las plantas de sus preparaciones mágico-medicinales en los montículos de tierra que cubren las sepulturas. Las plantas útiles para su actividad deben provenir de lugares que el profano no conoce. El feligrés, por su parte, cree en la prohibición de consumir lo que ha crecido sobre los cuerpos descompuestos. Las plantas de däbtära están así bien protegidas.

      Desde la perspectiva del terapeuta, cada uno de los árboles, arbustos y plantas herbáceas en esta segundo recinto tiene un interés específico que justifica su conservación, y también la selección de especies que proporcionan los productos deseados. Las plantas que crecen en las tumbas fueron sembradas, plantadas o mantenidas cuando provenían de la flora espontánea. Teniendo en cuenta los árboles-tumba, estos también pueden ser objeto de muchos usos. Así los frutos de Podocarpus gracilior se extrae un aceite medicinal que nos ha sido señalado como la panacea para los males relacionados con los oídos (problemas auditivos, diversos dolores). El olivo es el árbol de la unción: de su madera se extrae un aceite sagrado que sólo unos pocos monjes especializados tienen el secreto de su elaboración. Alguna vez se usó para la consagración de reyes y emperadores y todavía se usa en la ordenación de religiosos. Se emplea también para la iluminación de las iglesias en oficios nocturnos. Finalmente la madera se utiliza para la fumigación en rituales de purificación o como una ofrenda dirigida a los espíritus.

Chouvin Élisabeth. Jardin d’Église en Ethiopie centrale. Journal d’agriculture traditionnelle et de botanique appliquée, 41ᵉ année, bulletin n°2,1999. pp. 110-112.
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5/22/2022

Etiopía y sus escasos bosques

ALEJANDRA BORUNDA y fotografías de KIERAN DODDS
Los bosques de las iglesias protegen los frágiles paisajes de Etiopía

Sacerdotes, científicos y comunidades locales colaboran para salvar el cinco por ciento de los bosques que quedan en el norte de Etiopía
La iglesia Debre Mihret Arbiatu Ensesa, que se parece a un molinillo de colores desde arriba, está rodeado de árboles. Pero los campos secos y cálidos están a pocos pasos de distancia.

De niño, Alemayehu Wassie Eshete iba a la iglesia todos los domingos. Caminaba por carreteras de tierra seca entre campos de trigo en su provincia natal del norte de Etiopía. Al final del viaje le esperaba un premio: la entrada a otro mundo, literalmente.
     Las iglesias de la Iglesia Unitaria Ortodoxa Etíope —el grupo religioso dominante en Etiopía, con casi 50 millones de fieles— casi siempre se encontraban en bosques vitales y sombríos. Los bosques, según la creencia religiosa, eran como ropa que rodeaba la iglesia que albergaban en su núcleo, tan integrantes del espacio religioso como el mismo edificio eclesiástico. Wassie salía del cálido sol y entraba en un mundo hermoso y fresco, lleno de cantos de pájaros y plantas aromáticas, un pequeño punto caliente de biodiversidad y espiritualidad.
      «Desde una perspectiva ecológica, es como pasar del infierno al cielo», afirma. «Vas de los campos secos y cálidos al precioso bosque. Cualquiera puede verlo como algo solo hermoso, pero el bosque significa más. También es un lugar espiritual donde la naturaleza es perfecta y puedes rezarle a Dios». 

Un sacerdote vestido con túnicas ceremoniales frente a un mural de vivos colores en la iglesia de Robit Bahita, cerca de Bahir Dar.
     Pero cuando Wassie empezó a estudiar biología y ciencia en la escuela, se dio cuenta de que los bosques que amaba eran pocos y distantes. En la escuela, aprendió lo importante que eran los bosques para la salud ecológica de las diversas partes del mundo y se preguntó: ¿dónde están nuestros bosques, los del norte de Etiopía? ¿Por qué quedan tan pocos?.
     En el último siglo casi todos los bosques autóctonos de la provincia de Gondar del Sur han desaparecido. Los han talado para dejar espacio a campos de trigo y pastos, empresas agrícolas que sustentan el rápido crecimiento demográfico de la región. Con todo, aún quedan muchos de los bosques de las iglesias de Etiopía, protegidos por sus guardianes religiosos y las comunidades que los rodean. Estos son fragmentos diminutos de un pasado perdido y el núcleo de la esperanza de la conservación y la restauración futura.
Los campos cerca de la iglesia de Gebita Giyorgis invaden la franja de bosque eclesiástico.

El corazón de la Comunidad

     Las iglesias y los bosques que las envuelven han servido de núcleos para comunidades locales, partes integrantes de la vida religiosa y secular, desde el siglo IV d.C. Los bosques aportan una especie de «cobertura de respeto» para las iglesias y las riquezas que albergan. Se estima que algunos de ellos tienen 1.500 años de antigüedad: son islas diminutas y antiguas de hábitat histórico en un paisaje cambiado.
      A principios del siglo XX, se estima que un 40 por ciento de Etiopía estaba cubierto de árboles. Pero a lo largo del siglo pasado, con el aumento demográfico, la demanda de alimentos se disparó. Las hectáreas de bosque se vieron reemplazadas por campos agrícolas. Poco a poco, con el paso de décadas, la cantidad total de tierra cubierta de árboles disminuyó. Ahora se sitúa en torno al 4% del país. En Gondar del Sur, los fragmentos de bosque están separados en casi 1.500 franjas diminutas.
      Las franjas forestales restantes —lugares fundamentales para la biodiversidad— están amenazadas. Especies invasoras como el eucalipto, que son valiosas porque crecen rápido y sirven como leña, están entrando en algunas de ellas. El ganado, que vaga en los bosques sombríos y frescos, pisotea plantas jóvenes y daña árboles antiguos.

Defensores del bosque

     Al principio, Wassie centró su investigación en comprender qué vivía en los bosques y cómo podrían convertirse en lugares fundamentales para preservar lo que quedaba del hábitat forestal etíope restante. Como parte de sus estudios de doctorado, contó las diferentes especies de flora y fauna. También contó las semillas presentes en el suelo, lo que le revelaría qué bosques podían recuperarse y generar árboles nuevos en el futuro. Primero, midió si estaba germinando algún árbol nuevo y rastreó cómo el ganado estaba dañando el delicado sotobosque.

El santuario de la iglesia de Ural Kidane está decorado con pinturas narrativas ornamentadas muy elaboradas ante las que reza un sacerdote.

La multitud observa cómo devuelven una réplica del Arca de la Alianza a su santuario dentro de la iglesia al final del festival de Timket, iglesia en la que se celebra la Epifanía
     En algún momento, Wassie decidió que quería dedicar su energía a proteger los bosques, no solo a estudiarlos y ver cómo mermaban. Quería ayudar a las comunidades que amaban y respetaban los bosques a salvaguardarlos, restaurarlos y quizá, incluso, ampliarlos. Se había ganado la confianza de los sacerdotes y las comunidades que cuidaban de los bosques que estudiaba y se dio cuenta de que podía colaborar con ellos para conservar los espacios salvajes.

Dos mujeres caminan por el bosque de la iglesia de Betre Mariam cerca de Zege
    
Un sacerdote de la iglesia de Robit Bahita sostiene una cruz en el bosque.

     En una conferencia académica en México, Wassie conoció a Meg Lowman, una bióloga estadounidense, y captó su interés con su presentación acerca de los bosques de las iglesias. Lowman invitó a Wassie a visitar su laboratorio para hablar más del proyecto. Cuando llegó utilizó Google Earth para imprimir imágenes de los bosques de las iglesias desde arriba. Se les ocurrió que podrían colaborar para estudiar y conservar los bosques, Lowman tenía contactos en la comunidad científica estadounidense para respaldar la investigación y Wassie contaba con un amplio conocimiento de los bosques y había establecido relaciones con los sacerdotes que cuidaban de ellos. Wassie llevó a Lowman a Etiopía, donde organizaron un taller para más de 150 sacerdotes, muchos de los cuales caminaron durante días para asistir. Los científicos proyectaron las fotografías de Google Earth en una sábana y mostraron a los sacerdotes cómo habían mermado los bosques con el paso del tiempo.

Un joven novicio se apoya en un árbol que crece en el bosque que rodea la iglesia de Robit Bahita.

Un sacerdote de la iglesia de Robit Bahita, cerca de Bahir Dar, posa para un retrato.
     «Les apasionó desde el principio porque se consideraban guardianes de todas las criaturas de Dios», afirma Lowman. «Yo, como científica de conservación, creo que tenemos la responsabilidad de salvar la biodiversidad. Tenemos el mismo objetivo»

Construir una solución

      Los científicos decidieron con los sacerdotes que lo más eficaz y directo que podían hacer para preservar los bosques era construir muros bajos que demarcaran los bosques y evitasen la entrada de los animales.
     El año siguiente Wassie y Lowman habían recaudado el dinero suficiente para dar comienzo a la construcción. Descubrieron que esta sencilla solución resultó ser increíblemente eficaz. Cada vez más sacerdotes empezaron a pedir ayuda para construir sus propios muros.
     Ahora, unos pocos años después, el dúo científico ha ayudado a más de 20 comunidades a erigir muros alrededor de sus bosques y tienen una lista mucho más larga de lugares donde querrían construir más. En los lugares donde han construido muros, los bosques prosperan tanto que los sacerdotes han decidido ampliarlos para que los bosques puedan expandirse aún más. En los bosques de las iglesias intactos, la calidad del agua es mejor que en los campos circundantes, los plantones de árboles sobreviven mejor, y los polinizadores —importantes tanto para las especies de los bosques como para la agricultura que los rodea— abundan. 
Muchas iglesias han erigido muros que impiden que el ganado entre en los bosques. En esta foto, ha caído un gran árbol y ha dañado uno de esos muros. Una mujer que se dirige a la iglesia entra por el agujero creado por el árbol caído.
 
     «Nos dijeron que la mayor parte de los bosques habían quedado destruidos y parecía que no quedaba esperanza», afirma Wassie. Pero hay miles de bosques de iglesias repartidos por el paisaje y cada uno representa, para él, un alfiler de esperanza de la restauración futura. A continuación Wassie quiere averiguar cómo conectar algunas de esas motas de bosque para reconstruir una vasta red por toda la provincia, tarde lo que tarde. «Tenemos todas las piezas», afirma. «Tengo esperanza gracias a haber trabajado con los sacerdotes. Aunque las iglesias están presionadas, trabajan para proteger lo que tenemos. Podemos recuperar aún más».
 

Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic en 2019
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