1/29/2015

SINGING RINGING TREE
El árbol que canta con el viento

En este blog lo que nos interesan son los árboles, sin embargo, a veces, tenemos concesiones un poco extrañas. En este caso es un árbol artificial...
El año 2003, la East Lancashire Environmental Arts Network puso en marcha un ambicioso proyecto llamado Panopticons que tenía como propósito fundamental la construcción de cuatro esculturas de estética vanguardista que simbolizaran el renacimiento de esta zona del noroeste de Inglaterra.
Tras cuatro años de arduo trabajo, en septiembre del 2007 se dieron por finalizadas las labores de construcción de estas obras, que quedaron asentadas en las localidades de Blackburn, Burnley, Pendle y Rossendale.
La más espectacular de todas ellas es sin lugar a dudas el Singing Ringing Tree, una enorme figura con forma de árbol creada por Mike Tonkin y Anna Liu a partir de tubos de acero galvanizados que emite un sonido misterioso cuando sopla el viento:


Las otras tres esculturas que forman el Panopticons son:
-The Atom, una figura con forma de huevo gigante erigida en bronce y diseñada por Peter Meacock y Katarina Novomestka

-Colourfields, una especie de pasarela a rayas creada por Sophie Smallhorn:
-Haslingden Halo, una estructura de 18 metros de diámetro sustentada sobre un trípode de 5 metros de altura que se ilumina por la noche con leds de bajo consumo, dando al conjunto un aspecto de platillo volante
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1/25/2015

GERMÁN PARDO GARCÍA (Colombia, 1902-1991)
Al volver de los bosques (fragmento)

He vuelto de los bosques y escucho en mi subsangre
moverse universos acabados de nacer entre verdes espumas.

¡Así sois, oh, magníficos pobladores de la tierra;
oh, consumadas estaturas
que defendéis la actividad del hombre
y la multiplicación de sus sueños!

Hacia vosotros voy seducido por mágicos influjos
y en vuestra soberanía dejo clavar mi carne
como porción de madera en el costado de un roble.
Así sois, oh, clementes.
Así voy hacia vosotros cuando el sol más violento asedia
la integridad de todas las figuras;
cuando del aire bajan electrones
a saturar la solidez del mundo;
cuando la luz de misteriosas venas
invade los eternos logaritmos;
cuando el cuerpo camina más seguro
de su gravitación sobre las cosas,
y cuando la distancia de la muerte
no labra todavía por nosotros
sus jardines de sal adonde llegan
servidumbre y formas apagadas...
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1/21/2015

JOSÉ SARAMAGO (Portugal, 1922-2010)
Fragmento del discurso en la entrega del Nöbel
 
Releía el discurso de José Saramago cuando recibió el premio Nobel de Literatura y brotaba también un árbol en la memoria de este escritor sabio y brillante... 

(...) Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: «José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera». Había otras dos higueras, pero aquella, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera. Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. 
      En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea. Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, el mismo que suavemente me acunaba. Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, introducía en el relato: «¿Y después?» Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo. Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir.
      Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los 14 años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa. Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo,
me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: «No hagas caso, en sueños no hay firmeza». Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras (...)

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1/18/2015

TOM ZETTERSTROM (USA, 1945)
Fotógrafo


As a photographer of trees and an activist in their protection Tom Zetterstrom has probably done more to promote their beauty and value than Joyce Kilmer
Eleanor Charles, The New York Times, November 12, 2000 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
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