08 agosto 2024

¿Pueden los árboles paliar la crisis climática? 

El cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas.
      La reforestación es posible tanto en la ciudad como en el campo. En cualquier lugar se puede crear una zona arbolada, incluso entre el asfalto y el cemento. Stefan Scharfe, un científico forestal que ha creado 14 "minibosques" en Alemania y Polonia, sabe cómo hacerlo. Su explicación del concepto de minibosque, creado por el arquitecto japonés Akira Miyawaki para predios urbanos, es entusiasta: "Con el minibosque, traemos la selva a la ciudad". Stefan Scharfe pone una cubierta vegetal, arbustos y árboles nativos junto al estacionamiento de un hospital en Herford. "Lo importante es el tratamiento del suelo. Imitamos el suelo de un bosque de décadas de antigüedad". Así es como se crea una robusta base vital. La arboleda silvestre ofrece sombra y un hábitat para pájaros e insectos además de reducir la temperatura del aire y del suelo en verano.
      En Brasil, Miriam Prochnow y Wigold Schaffer han dedicado sus vidas a preservar la selva tropical atlántica. Miriam Prochnow explica que "estamos atravesando una crisis humana sin precedentes y no podemos darnos el lujo de rendirnos”. En la década de 1970, los dos comenzaron a cultivar árboles de selva en su terraza. Con 25 empleados, actualmente administran una especie de vivero de árboles sin fines de lucro donde cultivan 200 especies, sobre todo variedades tradicionales. Los rescatistas forestales han plantado nueve millones de árboles hasta ahora para compensar la tala.
      Investigadores e investigadoras de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Eberswalde, Alemania, recurren al conocimiento empírico de los pueblos indígenas para comprender mejor el ecosistema forestal enfermo. Por eso invitaron a los kogi, una comunidad colombiana reconocida mundialmente por su visión de la naturaleza. Científicos como Carsten Mann se inspiran en sus opiniones sobre los daños causados por plagas o sequías. "Para mí, el mensaje principal de los kogi es que no tiene sentido luchar contra las leyes de la naturaleza y que perderemos si no lo aceptamos”. Los investigadores e investigadoras ahora quieren proteger mejor los bosques utilizando el conocimiento de los kogi.

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05 agosto 2024

La Perona, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
La perona

En 1947, al terminar la 2ª guerra Mundial, en calidad de primera dama de Argentina, María Eva Duarte de Perón (Evita Perón), visita España. Era una visita eminentemente política, de interés por ambas partes, pero cuyas circunstancias (en 2013 se estrenó una película, “Carta a Eva”, que trata sobre este hecho) son ajenas a esta página.
     Este viaje le permitió a Evita visitar Madrid y, viajar a Galicia, Andalucía y Cataluña. El día 19 de junio, en los Jardines de la Alameda de Santiago de Compostela, en un círculo de la rosaleda y mirando hacia el campus universitario, fue invitada a plantar un árbol.

Foto de la plantación: Herederos de Ramón S. Estalote

      Las autoridades de la época quisieron dar al acto el mayor de los renombres, y para ello se trajo tierra de la Casa de la Matanza (Padrón), donde vivió un tiempo y murió la insigne poetisa gallega Rosalía de Castro. Posiblemente tal plantación no fue del agrado de todos, puesto que el árbol fue arrancado en varias ocasiones y replantado de nuevo, según se dice sin sufrir mayores daños en el proceso, hasta que finalmente los ataques cesaron y el árbol consiguió enraizar y crecer, recibiendo desde el primer momento el sobrenombre de “La Perona”. 
     A día de hoy, sin el equipo adecuado no es fácil medir el árbol, así que tomaremos las dos últimas referencias conocidas de este joven setentón. Una publicación de 2003 le otorgaba una altura de 18,5 metros (aunque no dice la fecha de la medición). Otra publicación de 2008, ya le otorgaba 22 metros. Respecto al perímetro normal del tronco, las referencias según los años son estas: 1,20 (2003) y 1,57 (2008).
    Según parece, La Perona goza de buena salud, continúa creciendo y desde el año 2007 forma parte del catálogo de “Árbores Senlleiras” de Galicia. Intencionadamente, he dejado para el final citar la especie botánica de la que hablamos. Se trata de un abeto del Cáucaso (Abies nordmanniana). Nadie ha conseguido saber porqué se plantó una especie tan ajena tanto a España como a Argentina. Es posible que, como decía el sabio Quino, a través de su personaje de Mafalda, “lo urgente no dejó tiempo a lo importante”.


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02 agosto 2024

FERNÁN SILVA VALDÉS (Uruguay, 1887-1975)
El alma del ombú


Yo soy un árbol sin flores. 

Mis flores, al parecer,
son tan insignificantes
que casi no se me ven.

Y así, soy árbol sin galas,
mi madera no es madera ;
sirvo mucho para sombra,
mas no sirvo para leña.
Sin embargo, soy el árbol
más hermoso de estas tierras.

En mi copa redonda,
donde anidan las estrellas,
se refugiaron un día
unas cuantas canciones,
todas de la tierra nuestra,
arrojadas y corridas
por costumbres forasteras.

Y al ser un árbol sin galas,
sin galas y sin madera
-como lo dije al principio-
tengo las flores más bellas,
las de más vivos colores,
las que perfuman la selva,
estos cantos y estas danzas
que en mi savia ponen fiesta.

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30 julio 2024

Takahashi Hiroshi en Sizuoka, el cronista del Japón (073)

TAKAHASHI HIROKI
El Haya-serpiente (prefectura de Shizuoka)

Especie: Buna (Fagus crenata, familia de las Fagáceas, género Fagus).
Dirección: Jizōdō, Izu-shi, Shizuoka-ken 410-2515.
Perímetro del tronco: 3 m.                Altura: 15 m.                 Edad: 150 años.
Tamaño ★★ Vigor ★★★ Porte ★★★★★
Calidad del ramaje ★★ Majestuosidad ★★★★

     Al oír hablar de hayedos, lo primero que acude a la mente de muchos japoneses es la zona montañosa de Shirakami-Sanchi (norte de la isla de Honshū). El haya japonesa (buna) es una especie que gusta básicamente de climas fríos, pero incluso en zonas aledañas a la región central de Kantō podemos encontrar algunos de estos bosques. Más sorprendente aún resultará saber que también existen hayedos en la península de Izu (suroeste de Tokio), si bien su área se limita a las zonas altas de la cadena montañosa de Amagi.
     La península de Izu tiene fama de ser un lugar de clima templado, pero los montes de Amagi, donde llegan a registrarse algunas nevadas, ofrecen un ambiente muy a propósito para el crecimiento de estos árboles. Los hayedos, así como los grupos de himeshara (Stewartia monadelpha, familia Teáceas) pueden verse especialmente en las cercanías de Kawagodaira, que es precisamente el lugar donde encontraremos el haya que está considerada la mayor de la península de Izu. La llamada Haya-serpiente (Hebibuna) se alza junto a una ruta de montaña y es, por su peculiar forma, muy conocida entre los montañeros. Aproximadamente a un kilómetro caminando desde la cima del monte Banzaburō, el más alto de la zona, veremos un letrero indicativo del camino que debemos tomar para descubrir el árbol. Siguiendo la indicación, unos 100 metros más allá, veremos aparecer repentinamente ante nuestros ojos un árbol de insólita estampa. La imagen que tenemos del haya es la de un árbol perfectamente recto y no es fácil entender que un ejemplar de esa especie haya podido llegar a tener una forma así. Pero el misterio se disipa cuando observamos su figura desde la trasera del árbol.
     Se cree que, siendo todavía joven, este ejemplar perdió buena parte de su tronco por alguna causa desconocida, que bien pudo ser la caída de un rayo o el embate de un fuerte viento. La corteza fue la única parte que sobrevivió de alguna manera, adquiriendo el árbol forma de “n”. Lo más normal habría sido que el haya se hubiera secado, pero este ejemplar tuvo la suerte de su lado, pues con poco más que la corteza logró salir adelante y echó renuevos desde el extremo que había quedado próximo al suelo. La corteza que quedaba debía de estar rozando el suelo, pero los renuevos crecieron con fuerza buscando una vez más el cielo y así continuaron, beneficiándose, seguramente, de un periodo durante el que el árbol no sufrió grandes daños.
     Con el paso de los años, el árbol se desarrolló hasta ser capaz de sostener una vez más su propio peso. Si, como se cree, el árbol tiene unos 150 años de edad, aquel accidente debió de ocurrir hace unos 100. Y si pensamos en la gran suerte que tuvo al salvar el pellejo tras haber estado al borde de la muerte, este ejemplar es, desde luego, un prodigio viviente.
     Visité el lugar un día soleado de principios de invierno. El árbol, perdidas ya sus hojas, se alzaba allí, recibiendo placenteramente en toda su superficie los tibios rayos del sol. Imaginé su figura envuelta en la niebla, y pensé que tampoco estaría mal visitarlo en un momento así. Tales son los pensamientos que nos inspira esta rareza del mundo arbóreo.
Número 073

 

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