JUAN GUZMAN OJEDA, Ing.Téc. Forestal
El Drago de Luis Verde, predictor de la humedad de los inviernos Si preguntáramos a los jóvenes locales y a algún que otro adulto por el árbol que luce en su enseña el municipio de Valsequillo, raro sería que señalaran al Drago (Dracaena draco), y todavía más extraño si supieran que así fue declarado, en 1993, en honor y referencia directa al conocido como Drago de Luis Verde, un árbol que ya había sido propuesto en 1972 para formar parte de la heráldica local. En aquella fecha competía con las armas del Arcángel San Miguel –aquellas que mataran al Perro Maldito– y con el Cuartel del Colmenar, donde naciera el padre del ilustre Benito Pérez Galdós.
Antes de llegar al casco urbano de este pueblo se encuentran los extensos llanos del Conde, parte de los cuales fueron cedidos a mediados del s. XV a favor de Luis Verde Coronado, quizás un navegante portugués. Aunque los actuales propietarios no guarden relación de parentesco, el nombre ha perdurado hasta nuestros días para señalar tanto al actual barrio como a la antigua finca. Entrar en ella equivale a hacer un giro hacia el pasado. El drago emana solemnidad, a la vez que se erige en epicentro de un entorno rural particular, conformado por antiguas casas solariegas y restos de era, lagar y bodega. Llama la atención el trocito de era que se deja ver en el camino; el resto se encuentra sepultado bajo las latadas de columnas de hormigón. A juzgar por el arco que describe este segmento, se intuye una inmensa era que debió reunir a muchos usuarios. Podemos imaginar al drago como testigo mudo y de excepción, presidiendo aquellas fatigosas trillas estivales.
Larguirucho
El Drago de Luis Verde, con una ligera inclinación general hacia el
sureste, se ubica (27º 59´ 37¨ N y 15º 29´ 06¨ W) sobre un parterre
alzado, cuyos muros ya han cedido en varios puntos, en parte por su
antigüedad y, muy probablemente, por la presión ejercida por el sistema
radicular. En su biometría arroja un perímetro de base de 4,40 m,
mientras que su diámetro normal (medido a 1,30 m) resulta ser de 3,30 m.
Este tronco principal se erige durante unos cuatro metros, para después
dividirse en cinco potentes ramas, gruesas, largas y columnares, que
confieren al drago una ramificación muy verticalizada. Luego, este
larguirucho se subdivide y multiplica hasta en 15 períodos florales,
alcanzando una altura cercana a los 12 m.
En su cara sur se nota cómo dos de sus ramas fueron arrancadas tras un
temporal, ocurrido a mediados del siglo pasado; en su cara norte también
aparece una rama partida por este motivo. En la base de varias ramas
aparecen grupitos de raíces fúlcreas, cuya meta es llegar un día hasta
el suelo o fundirse con el mismo tronco. La cara norte del drago, la más
expuesta a los rigores climáticos, presenta varias heridas y
cicatrices. Su edad, siguiendo la regla de los períodos florales, lo
sitúa cercano al cuarto de siglo
Para conocer más de cerca la historia del Drago de Luis Verde hemos
tenido la suerte de contar con el testimonio de José Jiménez, quien,
además de criarse en esta finca al haber sido su familia la medianera,
llegó a dirigir la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de Gran
Canaria. Nos cuenta, con amabilidad y añoranza, cómo de pequeño trepaba
con sus hermanos hasta la encrucijada donde se ramifica, y cómo jugaban a
ver quién era el primero en alcanzar las puntas del drago con una caña.
Ortodoncia con “sangre de drago”
El otro es el curioso uso que los lugareños hacían con la savia del
drago. Tras practicar incisiones en la corteza, provocando el sangrado
de su rojiza savia, esperaban hasta lograr la consistencia adecuada para
introducir esta pasta en la boca y, moldeándola hábilmente, llegar a
sustituir las piezas dentales ausentes.
Nuestro informante coincide con Marcos, el actual medianero de la
finca, en percibir que el drago presenta hoy un aspecto menos
esplendoroso que años atrás. Pero aunque su estado de salud no es
preocupante, sí es cierto que a la actual depresión que presenta debe
contribuir tanto el atrapamiento del sistema radicular, como el abandono
del entorno tradicional. No puede uno dejar de pensar que tanto este
gigante como sus alrededores merecen una restauración especial, una
restauración que dé vida y dignifique el verdadero valor que este
conjunto histórico posee.
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