10 junio 2018

LEYENDA DEL CASTAÑO DE LA ARMADA INVENCIBLE
Carncastle, Irlanda del Norte 
Información de: La Armada Invencible 

El Árbol de la Armada Invencible
The “Armada tree”, el castaño en el cementerio de la iglesia de St. Patrick’s

 

     El 28 de octubre de 1588 La Girona, galeaza de la Gran Armada, naufragó en Lacada Point (Irlanda del Norte) provocando la muerte de al menos 1.100 marinos, soldados y nobles.
     Debió de pertenecer a este naufragio el pobre desdichado cuyo cadáver fue a dar a la playa de Ballygaly y que sería enterrado en el cementerio de la pequeña iglesia de St. Patrick’s.
     Las castañas que llevaría en su bolsillo (muy posiblemente como remedio al escorbuto que amenazaba a las tripulaciones marítimas del siglo XVI) hicieron el resto y hoy un precioso castaño crece solitario entre las tumbas del cementerio.
     Este árbol, proclamado como uno de los 6 árboles antiguos más significativos del Norte de Irlanda en 2017 por el North Ireland Woodland Trust, puede ser visitado hoy en día. El lugar donde podéis visitarlo ha sido introducido en nuestro mapa interactivo del legado de la Armada Invencible en Irlanda.
     Los estudios realizados al árbol datan su nacimiento en el siglo XVI lo que refuerza la credibilidad de la tradición local aunque, como todo este tipo de historias, puede no ser más que eso…leyenda.

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Árbol caído:  fotografía de Mal McCann, en The Irish News, el 9/9/2020
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08 junio 2018

¿CÓMO FUNCIONAN LOS CHOPOS CABECEROS? 
de http://altoalfambra.blogspot.com

     En la vida de un árbol se produce un proceso de ocupación del espacio aéreo para conseguir la iluminación necesaria para la fotosíntesis que consta de tres fases.
     La fase de juventud comienza con un crecimiento de fuerte predominio apical que se atenúa para comenzar el desarrollo de las primeras ramas laterales. La relación entre la masa de las hojas y la de las estructuras vivas de soporte (albura) es alta por lo que los anillos de crecimiento anuales son anchos.
     En la fase de madurez termina el crecimiento de la yema apical, se produce el desarrollo de las guías laterales hasta alcanzar su máxima expresión y concluye con la pérdida de dominancia de las ramas laterales. En este momento la copa tiene su máxima proyección. Es una etapa prolongada en la que la estructura se mantiene estable. La producción neta, que se mantiene en equilibrio, va disminuyendo debido a que la masa de materia de soporte viva se incrementa mucho más deprisa (el volumen crece según un exponente cúbico) que la masa foliar (la superficie crece según un exponente cuadrado). Para compensar se produce la transformación de la albura en duramen (madera no funcional), el cual inicia su descomposición a cargo de los hongos y otros organismos saproxílicos pudiendo formarse un hueco en el tronco.
     En la fase de senescencia o vejez: se inicia el atrincheramiento que es un proceso en el que el árbol reorganiza la disposición de su follaje llevándolo hacia posiciones más bajas y abandonando las zonas terminales de las ramas y de las raíces al ser ya incapaz de mantenerlas. Se produce una pérdida de estructuras que se inicia con la pérdida de las ramas apicales, continúa con el descenso de la copa a la parte intermedia del ramaje y concluye con la presencia de las últimas partes verdes en la zona del tronco próxima al suelo. En paralelo, progresa extensamente la podredumbre del duramen (madera muerta y más oscura de la parte interna del tronco) y las dimensiones del hueco por la actividad de los organismos descomponedores.
Etapas de la vida de un árbol (según Helen Read,). Las etapas A-B-C corresponden a la formación, las C-D a la completa y tardía madurez y las D-E-F-G a la vejez. El término senescencia se reserva para las fases F-G.
     
     Los árboles trasmochos, como los chopos cabeceros, siguen un ciclo definido por la retirada periódica de la totalidad de sus ramas mediante el desmochado o escamonda y por el mantenimiento de esta práctica en el tiempo.
     Un árbol trasmocho, al formarse, pierde la yema apical en sus primeros años produciéndose un conjunto de brotes nuevos a partir de yemas que originan un conjunto de ramillas dotadas de una elevada capacidad para colonizar el espacio.
     Entre estas ramillas no existe ninguna relación de dominancia funcionando cada una de ellas, a los efectos, como un joven árbol. La copa de un trasmocho es, realmente, un bosque de árboles. Entre las ramas se establece una competencia intensa por la luz y por los recursos que se absorben desde el suelo.
 

















      La proximidad de las ramas impide la suficiente insolación de las hojas situadas en la parte inferior del árbol lo que reduce los ingresos energéticos. Conforme las ramas alcanzan su longitud máxima se incrementa la desproporción entre la masa fotosintetizadora y la masa de materia viva  no productiva.
     Tras la fase juvenil no comienza una fase de madurez sino que directamente cada gran rama entra en la fase de senescencia ya que la mayor parte de las ramillas laterales no dispone de espacio para su crecimiento. En paralelo, los recursos energéticos que llegan a las raíces se aminoran produciéndose tanto una reducción en la capacidad de crecer y de ocupar nuevos espacios bajo tierra como una pérdida de las estructuras vivas existentes, especialmente de raíces exploradoras y absorbentes.
      Este es el momento en el que tradicionalmente se realizaba el siguiente desmoche que reiniciara el ciclo. Si esto llega a ocurrir se crea un nuevo espacio susceptible de ser ocupado, lo que devuelve al árbol a su fase juvenil y a una situación con producciones netas elevadas. 

     Además, el desmochado periódico permite al árbol compartimentar mejor las heridas, reducir la pérdida de albura y minimizar la afección radicular.
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06 junio 2018

CÉSAR-JAVIER PALACIOS (Valladolid, 1964)
Pinos del Pirineo esconden información sobre los volcanes de Lanzarote

Volcanes del Parque Nacional de Timanfaya, en Lanzarote.
     En septiembre de 1730 se inició una larga erupción en el volcán canario de Timanfaya que modificó completamente la morfología de la isla de Lanzarote. Cientos de toneladas de cenizas fueron lanzadas a la atmósfera y empujadas por los vientos a lugares remotos. Lo mismo ocurrió en 1815 con el Tambora, en Indonesia, que oscureció Europa y eliminó ese año el verano.
      Los cambios atmosféricos que provocaron hace siglos estas espectaculares erupciones volcánicas también dejaron huella en los bosques centenarios de la alta montaña de la Península Ibérica. Así lo constata un artículo publicado en la revista Science of the Total Environment en el que participa la profesora Emilia Gutiérrez, de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona.
     El rastro químico de los gases que liberaron a la atmósfera estas erupciones volcánicas se puede identificar hoy en día en los bosques más antiguos de coníferas de los Pirineos, explica la Universidad de Barcelona a través de una nota de prensa.
     En concreto, erupciones como las del volcán Timanfaya, en Lanzarote -una de las más poderosas en todo el país por haber durado seis años ininterrumpidos y por el volumen de materiales expulsados-, y el Tambora -uno de los episodios volcánicos más gigantescos de los que hay registros-, desprendieron cantidades enormes de hierro que modificaron la composición química de los anillos anuales de crecimiento de los árboles pirenaicos.
     Según este artículo, el estudio del registro de los anillos de crecimiento de los árboles (dendrocronología) podría ayudar a conocer la frecuencia y la intensidad de los fenómenos volcánicos en la era moderna.

Investigación dendrocronológica en un pino centenario del Pirineo.
La respuesta está en los anillos de los árboles
     El nuevo estudio, dirigido por la experta Andrea Hevia, investigadora del Centro Tecnológico Forestal y de la Madera (CETEMAS), en Asturias, ha analizado los cambios temporales de la composición química en los anillos anuales de crecimiento de los árboles centenarios de los Pirineos, en especial los de los bosques subalpinos de pino negro (Pinus uncinata) de los parques nacionales de Ordesa y Monte Perdido, y de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. En la investigación también participan Julio Camarero (Instituto Pirenaico de Ecología, IPE-CSIC, Zaragoza), Raúl Sánchez Salguero (Universidad Pablo de Olavide, Sevilla) y Allan Buras (Universidad Técnica de Munich, Alemania), entre otros expertos.
     Por primera vez, esta investigación ha permitido analizar los efectos del cambio climático sobre los ciclos de nutrientes en los bosques, y ha confirmado que los bosques pirenaicos pueden registrar la huella química de episodios a escala global (por ejemplo, las erupciones volcánicas en lugares remotos) y los efectos de las emisiones de gases a la atmósfera desde la Revolución Industrial.
     Tal como explica la profesora Emilia Gutiérrez, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB, “la información registrada por estos árboles que crecen a altitudes superiores a los 2.000 metros es representativa de los cambios globales, ya que su crecimiento no está influenciado por los efectos de las actividades humanas locales (talas, industria)”.
    Los expertos han aplicado una nueva metodología no destructiva que analiza los cambios atmosféricos en los últimos setecientos años -con resolución anual e incluso estacional- a partir del análisis de los anillos de crecimiento de los árboles. Entre otros resultados, el estudio revela un incremento del contenido en elementos como el fósforo, el azufre y el cloro a partir del 1850, cuando se inicia la Revolución Industrial en Europa. También se han analizado datos de elementos químicos esenciales en el desarrollo de la madera, como el calcio. “La fijación de estos elementos en los anillos de crecimiento de la madera se ha visto además favorecida por el aumento de las temperaturas a escala global”, remarca la investigadora Andrea Hevia.

La erupción del Tambora desprendió enormes cantidades de hierro que modificaron la composición química de los anillos de crecimiento de los árboles pirenaicos.
Los árboles, centinelas del cambio global en el planeta
     Según el citado estudio, los árboles que crecen en lugares con suelos más alcalinos (por ejemplo, gran parte del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido) podrían tener una mayor capacidad de amortiguar los fenómenos de acidificación global, al contrario de lo que se ha observado en lugares con suelos más ácidos (por ejemplo, el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici).
“El aumento de las emisiones de sulfatos y nitratos en la atmósfera puede limitar la fijación en el suelo y la absorción por parte del árbol de elementos esenciales como el calcio, el magnesio o el manganeso, entre otros, todos ellos esenciales para el crecimiento y desarrollo de los bosques”, detalla Emilia Gutiérrez.
     El estudio de los efectos del cambio climático en esta región y de la variación histórica de elementos químicos en los árboles puede contribuir significativamente a conocer los efectos potenciales que podrían soportar muchos de los bosques de coníferas en el siglo XXI, apuntan los autores.

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     Referencia bibliográfica: Andrea Hevia, Raúl Sánchez-Salguero, +4 authors, Emilia Gutiérrez (2018). Towards a better understanding of longterm woodchemistry variations in oldgrowth forests: A case study on ancient Pinus uncinata trees from the Pyrenees. Science of The Total Environment 625:220-232. June 2018. DOI: 10.1016/j.scitotenv.2017.12.229.
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02 junio 2018

MIGUEL TORGA (Portugal, 1907-1995)
A um negrilho

Na terra onde nasci há um só poeta.
Os meus versos são folhas dos seus ramos.
Quando chego de longe e conversamos,
É ele que me revela o mundo visitado.
Desce a noite do céu, ergue-se a madrugada,
E a luz do sol aceso ou apagado
É nos seus olhos que se vê pousada.

Esse poeta és tu, mestre da inquietação
Serena!
Tu, imortal avena
Que harmonizas o vento e adormeces o imenso
Redil de estrelas ao luar maninho.
Tu, gigante a sonhar, bosque suspenso
Onde os pássaros e o tempo fazem ninho!

Negrilho (Ulmus minor), árvore muito vulgar antigamente em Trás-os-Montes, tem vindo a desaparecer progressivamente, dizimado pela "Grafiose do Ulmeiro", restando alguns troncos que, apesar de secos, ainda têm valor ecológico, servindo de suporte de ninhos de cegonhas.
Foi uma destas árvores que inspirou Miguel Torga, no seu poema “A um negrilho”, o velho negrilho que existia no Largo do Eiró, em S. Martinho de Anta onde nasceu.

Desse negrilho resta, apenas, o tronco morto e, junto dele, a poesia que o imortalizou e o busto do poeta e escritor transmontano.


Fotos de Manuela D.L.Ramos 2010
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31 mayo 2018

AGUSTÍN Y LEÓN ÁVILA ROMERO
La proliferación de la palma africana destruye el ambiente y la diversidad cultural

en "CONSUMIDORES ORGÁNICOS"
 
     En América Latina, cultivos como la soya, el eucalipto, la caña de azúcar, la palma africana y el hule, entre otros, y la ganaderización capitalista, se desarrollan partir de la devastación de grandes ecosistemas naturales como el Cerrado brasileño, la Amazonia entera y el Gran Chaco en Argentina, Paraguay y Bolivia. En México y Guatemala la pérdida de la Selva Lacandona y del Petén es alarmante.
     Ello se debe al impulso de grandes empresas agroalimentarias donde participa una clase capitalista transnacional, la gran beneficiaria del boom de los mercados de futuros agrícolas y del apoyo gubernamental para desplegar sus estrategias de alianzas y fusiones. Dentro de esta estrategia de dominio territorial que acapara tierras, apoyos fiscales y créditos, que subordina mercados y aumenta la rentabilidad de las empresas transnacionales, se inscribe el impulso a las plantaciones de palma africana.
     El cultivo de palma africana se extiende del sur de Veracruz en México hasta la zona ecuatorial de Colombia, Ecuador y Brasil, generando un entramado de espacios ocupados por esta oleaginosa.
     La expansión del cultivo de palma se debe fundamentalmente a una política de desarrollo rural que ha castigado, vía precios, la producción de cultivos básicos favoreciendo la producción agroindustrial. A ello se suma la dinámica de control territorial de recursos estratégicos que impulsa el paramilitarismo y la violencia para el despojar comunidades en países como Colombia, Guatemala y Honduras.
     Según datos de 2016 del Movimiento Mundial de los Bosques Tropicales (WRM por sus siglas en inglés), en México había entonces 60 mil hectáreas con cultivos de palma, en Guatemala 130 mil, en Honduras 165 mil, en Nicaragua 27 mil 700, en Costa Rica 66 mil 419, en Panamá 8 mil, en Colombia 500 mil y en Ecuador 280 mil hectáreas.
     En México, la producción de palma africana ocurre mediante un proceso de “asociación-cooptación” de la estructura corporativa campesina regional, lo que ha permitido un desarrollo ”consensado” con los campesinos locales, como en el Soconusco, Palenque y Marqués de Comillas en Chiapas.
     Para el caso de las nuevas plantaciones en Campeche, aparecen nuevos actores con mayor capital y con grandes extensiones de tierras que rompen la práctica del “desarrollo consensado” y que se acercan a experiencias cercanas al acaparamiento de tierras practicado sobre todo en África, Sudamérica y Asia.
     La palma africana en México se ha convertido en uno de los impulsos centrales de la deforestación de la Selva Lacandona y de las zonas tropicales del sureste mexicano, y es una actividad promotora del cambio climático. Ello porque el modelo de negocios que promueve, basado en una agricultura de contrato, impulsa a los campesinos a desmontar la floresta para sembrar palma, lo que mercantiliza la economía campesina y deteriora las prácticas culturales propias de los grupos campesinos e indígenas con la llegada de agentes externos.
     Es parte también del proceso de mundialización que ha generado la incorporación de grandes actores económicos a la producción agrícola; las empresas trasnacionales han visto el cultivo de la palma africana como un nicho de oportunidad para abastecer en primer término la industria alimentaria y de cosméticos, y en un segundo término convertir a biodiesel de la pasta obtenida.
     Resaltamos el crecimiento espectacular que está teniendo el cultivo de la palma africana en México, pasando de 49 mil hectáreas sembradas en 2010 a más de 90 mil actualmente, ampliándose la frontera agrícola a través de la destrucción de la cubierta forestal tropical y el despojo a campesinos e indígenas.
     Es un negocio creciente donde a la deforestación que se produce se le suma la alta utilización de agentes químicos y tóxicos y la superexplotación del trabajo a la que son sometidos los trabajadores en la cosecha del producto, utilizando en las regiones de frontera con Guatemala mano de obra sometida a condiciones de trabajo de peonaje en pleno siglo XXI.
     En torno al sitio geográfico que abarcará la Zona Económica Especial de Puerto Chiapas y la Zona Económica Especial de Coatzacoalcos se impulsan los cultivos de este producto agrícola y con ello la construcción de plantas agroindustriales para su posterior transformación. En Puerto Chiapas se tiene la base para construir una planta de producción de biodiesel con base en palma africana con asesoría y tecnología colombiana enmarcado en el Plan Mesoamérica.
      Las empresas transnacionales son los principales responsables de los problemas que causan las plantaciones de palma africana: el acaparamiento de los territorios y de los bienes comunes; la destrucción de áreas biodiversas y formas de vida asociadas; la contaminación por pesticidas de los ríos, arroyos y pozos; el agotamiento y la erosión del suelo; condiciones de trabajo degradantes; y un creciente proceso de financiarización de la naturaleza sobre las tierras y la producción. Hemos señalado tres grandes impactos que genera dicha actividad forestal: concentración del ingreso en pocas empresas y transferencias de subsidios gubernamentales a grandes agentes privados; gran utilización de fertilizantes y agroquímicos que contribuyen enormemente al cambio climático y eliminan de manera extraordinaria la biodiversidad que caracteriza, por ejemplo, al estado de Chiapas; el elemento de imposición colonial-cultural a la vida campesina e indígena, pues los productores son subordinados, simples trabajadores de la agroindustria capitalista.
     Al aceptar el cultivo, por ejemplo, el campesino dueño de las tierras asume una total dependencia con la agroindustria que en su actual fase de expansión del cultivo sólo cubre 50 % de la capacidad de sus fábricas, lo que la obliga a dotar de un precio “atractivo” para los productores. Cuando la actividad se consolide, el precio de compra disminuirá. Debido a los impactos ambientales (erosión, contaminación, costos del desraizamiento), y al control económico por parte de la agroindustria (vía deudas, tienda de raya, insumos y abarrotes), el campesino no podrá hacerse cargo del terreno, y se verá obligado a transferir el terreno a manos privadas, lo que consumará el despojo de miles de hectáreas con amplia disponibilidad de agua.
     Con este cultivo lo que se vive no es una oportunidad para que los campesinos e indígenas se vuelvan empresarios exitosos, sino un terrible proyecto del capital transnacional que valoriza los espacios agrarios, promueve los monocultivos y su paquete agrotóxico y en el futuro el despojo de tierras de campesinos e indígenas a través de la mercantilización de la economía campesina y el deterioro cultural.

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