29 mayo 2018

Pino de Candelaria, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. Técn. Forestal
El Pino de Candelaria, en  PELLAGOFIO nº 14

Los estudiosos de los bosques no nos cansamos de repetir las virtudes y las capacidades de resistencia, e incluso de sufrimiento, innatas al árbol más abundante del archipiélago: el pino canario. En el pinar de Candelaria, sobre la fachada sureste de la Corona Forestal de Tenerife, habita un simpar ejemplar de esta mágica especie. En concreto, nuestro protagonista se localiza en las coordenadas 28º 23´13.5´´ de latitud norte y 16º 25´ 46´´ de longitud oeste. Se trata de un pino más de los miles que conforman el monte público de Fayal, Valle y Chafa, pero, a su vez, este pino ha sido objeto de estudio por su peculiaridad.
     A primera vista nos asalta una pregunta: ¿pero qué le ha pasado a este árbol? Fue el guarda forestal de la zona, José Pérez Castro, quien advirtió a José Climent (gran especialista en la materia) sobre la presencia de este espécimen de sorprendente aspecto, y no fue hasta 1993 cuando Climent, junto al profesor Luis Gil, realizaron el estudio dendrométrico para intentar responder a la pregunta.
     Todo comenzó en el invierno de 1874. Nuestro árbol emergió en el monte y creció con normalidad hasta la edad de 65 años. Fue en 1939, coincidiendo con el final de la Guerra Civil Española, cuando un “arboricida necesitado” se aproximó hasta su base y comenzó a talarlo. Por la incisión ancha de los cortes se intuye el uso de un machete para realizar la tarea. El árbol presentaba entonces un diámetro de 56 cm. Y aunque el leñador se esmeró en su trabajo, llegando a sesgar anularmente todo el árbol, por alguna desconocida razón cejó en su empeño y no terminó de apearlo, quedando éste con una gran herida abierta, abandonado a su suerte.
     Con los años este formidable ejemplar siguió creciendo, pero esta vez a “dos velocidades”. De la herida hacia abajo el árbol presenta a fecha actual, prácticamente la misma dimensión que en 1939, pero de la herida hacia arriba ha aumentado su diámetro hasta casi los 80 cm. Fisiológicamente el anillado es un trauma muy severo, que causa la muerte, aunque algunas especies son capaces de sobreponerse utilizando sustancias de reserva hasta reconectar los tejidos.
     En nuestro ejemplar no se aprecia ninguna reconexión externa de tejidos, hecho ante el que surge la duda: ¿cómo se abastecen de savia elaborada para que las raíces sigan dándole vida al árbol?
     Para explicarlo existen dos hipótesis. Por un lado, las raíces y la parte baja del árbol se aprovisionarían mínimamente a través de una pequeña porción de madera viva que queda bajo la herida, hoy ennegrecida por los incendios y en continua destilación resinífera. Por otro lado, este fenómeno podría explicarse por “anastomosis”, es decir, que el pie sobrevive gracias a la existencia de injertos subterráneos con las raíces de los pinos más próximos.
     En cualquier caso el estado actual de nuestro protagonista tampoco parece pronosticarle un futuro muy prometedor. La guía principal ya se ha secado y muchas ramas se encuentran rotas y puntisecas. Por ventura, el hecho de encontrarse cerca del barranco, azocado de los vientos, ha favorecido su desafiante crecimiento. Como quiera que fuere, yo particularmente me inclino –quizás más con el corazón–, por la hipótesis de la anastomosis apoyada en el hecho de que es la solidaridad de sus hermanos cercanos la que no ha impedido caer a tan admirable gladiador.
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NOTA: Este árbol no tiene, hasta la fecha, un nombre propio. En referencias anteriores se le ha mencionado como el Pino de Candelaria.
¿Qué le pudo suceder a este pino?
En el pinar de Candelaria, sobre la fachada sureste de la Corona Forestal de Tenerife, un pino con una extraña morfología en su base ha sido objeto de estudio.
     Según estudios dendrocronológicos, El pino emergió en el monte hacia 1874 y creció con normaliad hasta la edad de 65 años y 56 cm de diámetro. Sin embargo, en 1939 estuvo a punto de caer bajo el hacha.
     El leñador llego a anillar todo el perímetro pero no terminó de apearlo, quedando abandonado a su suerte con una gran herida abierta. El anillado puede causar la muerte del ejemplar, pero algunas especies utilizan sustancias de reserva hasta reconectar los tejidos.
En la actualidad, el pino presenta el mismo grosor que en 1939 de la herida hacia abajo el árbol, pero de la herida hacia arriba ha aumentado su diámetro hasta casi los 80 cm.
No se aprecia ninguna reconexión externa de tejidos, hecho ante el que surge la duda: ¿cómo se abastecen de savia elaborada para que las raíces sigan dándole vida al árbol?
     Existen dos hipótesis:
     Por un lado, se aprovisionaría a través de una pequeña porción de madera viva que queda bajo la herida. Por otro lado, podría explicarse por “anastomosis”, es decir, gracias a la existencia de injertos subterráneos con raíces de pinos próximos.
     Lo que está claro es que los árboles no tienen mas remedio que adaptarse a las circunstancias en las que se encuentran y cuentan con múltiples recursos fisiológicos para sobreponerse.
     ¿Conoces algún otro caso similar?

 

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27 mayo 2018

PLANTAS PARA PROTEJER A LAS ABEJAS
De Ecoportal.net

abejas

     Por desgracia, las abejas se encuentran se encuentran en grave peligro de extinción. Mientras cumplen con el plan otorgado por la naturaleza, la maravillosa polinización, estas polinizadoras se exponen a agroquímicos que conducen al  Síndrome de Colapso de Colmenas (CCD), una de tantas consecuencias achacadas a Monsanto y el cultivo de transgénicos.
     Científicos de la Universidad de Sussex en Reino Unido utilizaron un jardín experimental para evaluar las plantas polinizadoras y contar el número de insectos que las visitan. Y dicen que los resultados demostraron que las plantas favoritas de los polinizadores son tan bonitas, baratas y fáciles de cultivar que aquellas que le gustan menos a los insectos.

¿Cómo podemos colaborar nosotros?

     Afortunadamente, estamos a tiempo de apoyar a las abejas para que continúen con su trabajo, produciendo miel y esparciendo el polen; son alas de vida que nutren, reproducen y embellecen la naturaleza misma. Para alejarlas de los químicos, los pesticidas y los azúcares de baja calidad — léase dulces, refrescos y demás alimentos procesados—, podemos ofrecerles más flores para trabajar y nutrirse. ¡A sembrar en el jardín!

  • Flores nativas. Acude a un invernadero cercano, o pregúntale a tu jardinero, para comprar alguna flor de la región. Como es una planta endémica, realmente será de bajo mantenimiento.
  • Plantas tradicionales. Elige flores como petunias, amapolas, margaritas, claveles, rosas, caléndula, girasoles.
  • Hierbas. ¡Las abejas aman las hierbas! Elige menta, lavanda, romero, albahaca, tomillo, claro, también las puedes utilizar.
  • Vegetales. Si tienes un espacio más grande, no dudes en cultivar pepino, cebolla, cebollín, calabazas, brócoli y coliflor.
  • Frutas. Ahora, si piensas en árboles frutales, puede ser un manzano o un cerezo; un arbusto de moras es excelente opción.
     Consejos para cultivar un jardín acogedor para insectos pueden ser encontrados en una variedad de fuentes, pero los investigadores aseguran que estos se basan “en general, en la opinión y la experiencia”.
     Si no tienes espacio en tu casa o vives en un apartamento muy pequeño, puedes buscar algún espacio comunitario —a lo mejor a tu casero no le desagrada la idea—; en un estudio de Yoga o en alguna escuela, en el trabajo. Ofrezcamos más plantas florales a las abejas.

Para los polinizadores

     En los estudios realizados, se encontraron con que la borraja, la lavanda, la mejorana y las variedades abiertas de dalias eran muy buenas para los insectos. Los coloridos alhelíes perennes también resultaron muy atractivos para los polinizadores. Sin embargo, el popular geranio no es del gusto de los estos insectos.
  • Las mejoranas fueron las más “todo terreno”, según los investigadores, las que atrajeron abejas, abejorros, sírfidos y mariposas.
  • Mientras las borrajas fueron las mejores para las abejas, las dalias abiertas y lavandas fueron las más atractivas para los abejorros.
  • El equipo puso una serie de variedades de lavanda para la prueba y se encontró que los híbridos altamente mejorados, incluyendo algunos con nuevos colores como el blanco o el rosado resultaron incluso más atractivos para los insectos.
     Nigel Raine, de la Universidad Royal
Holloway de Londres, comentó que con la disminución de las poblaciones de abejas en todo el mundo “todos podemos darle una mano a las abejas plantando las flores correctas y así darles el néctar y el polen que necesitan. Los jardineros y urbanistas deben pensar cuidadosamente la mezcla de flores que plantan, para asegurar que abejas y otros insectos polinizadores importantes cuentan con una amplia gama de alimento disponible. También es importante para satisfacer las necesidades de las especies más raras y proporcionar alimentos en los momentos en que podría haber un menor número de botones de flores silvestres”.

 https://www.veoverde.com/
 http://www.bbc.com/

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25 mayo 2018

DIEGO WEISSEL, en Aire Libre
La serie de Fibonacci oculta en las ramas del árbol

     Son muchos los encantos y misterios de la naturaleza. Hoy vamos a hablar de una secuencia matemática infinita que aparece en el trazado de muchos árboles, plantas y seres vivos. ¿Has notado el equilibrio geométrico en la organización de los pétalos de la flor, en las piñas de pino, en escamas de las piña, en los girasoles, las margaritas, en el arreglo de las hojas del repollo, la cebolla, en las suculentas, en las ramas de las coníferas?
     Esta proporción matemática, además de agradable a la vista, maximiza el espacio para el crecimiento de muchas especies y, en el caso de las plantas, aumenta la cantidad de luz que cae sobre cada hoja. Esta secuencia fue descubierta por el italiano Leonardo Fibonacci en el siglo 12.
     ¿Cómo calculamos la sucesión de Fibonacci?
     Iniciamos con 0 y 1 y siempre sumamos los dos números anteriores: 0 e 1, (0+1)=1, (1+1)=2, (1+2)=3, (2+3)=5, (3+5)=8, (5+8)=13, (8+13)=21, (13+21)=34, y así sucesivamente.
     Cuando representamos estos números en forma geométrica, tenemos como resultado un espiral que aparece en varias formas naturales vivas.

Referencia: “El secreto de la secuencia de Fibonacci en los árboles” artículo del sitio web del Museo de Historia Natural de los Estados Unidos
Fuente: Árvore, ser tecnológico: https://goo.gl/wSxQmZ

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23 mayo 2018

EL LENGUAJE DE LOS CIPRESES
de trocha.org.es
 

Cipreses guían el camino hacia un núcleo rural habitado
Estos esbeltos árboles, popularizados en nuestro país por encontrarse comúnmente en los cementerios o camposantos, también se pueden ver al borde de antiguos caminos que, en su tiempo, fueron rutas de cierta importancia e, incluso, abundan en muchos parques y jardines, tanto públicos como particulares.
     Lógicamente, al buen observador no se le escapa la pregunta de rigor: ¿por qué están ahí los cipreses? Para entender mejor el papel de este árbol tendremos que empezar por obtener un cierto conocimiento del mismo.
     Desde la perspectiva científica, el Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado dice: la palabra ciprés  (del provenzal cyprés) m. Bot. (gén. Cupresus) fam.: cupresáceas, clase: coníferas; árbol siempre verde, con copa de forma cónica, y madera rojiza, olorosa, que pasa por incorruptible; tiene flores amarillentas, hojas pequeñas, en filas imbricadas, y fruto de glábula de unos 3 cm. de diámetro. Hay varias especies.
     Según el Diccionario de los Símbolos, de Jean Chevalier Alain Gheerbrant(1), el ciprés fue un árbol sagrado entre numerosos pueblos; gracias a su longevidad y a su verdor persistentes, se llama el árbol de la vida (ciprés tuya). En Europa es un símbolo de duelo. Quizás se trata de todos modos de una mala interpretación, aunque sea de origen muy antiguo, del simbolismo universal y primitivo de las coníferas que, por su resina incorruptible y su follaje persistente, evocan la inmortalidad y la resurrección.
     El teólogo Orígenes ve en el ciprés un símbolo de las virtudes espirituales, pues el ciprés desprende muy buen olor, el de la santidad.
     En el Diccionario de los Símbolos y Mitos de J.A. Pérez-Rioja (2), se dice de él: En su calidad de árbol perenne, siempre verde, perfumado, de madera incorruptible como la del cedro, ha tomado una significación funeraria. Ya desde los tiempos paganos, se asocia con la idea de la muerte. Por ello se encuentra generalmente en los cementerios. En heráldica, simboliza elevados y nobles sentimientos, como la idea de la incorruptibilidad.

     Se presume que estos árboles, originarios de las regiones del Egeo, llegaron a la Península Ibérica en los barcos romanos, (...)
     Los antiguos viajeros –casi siempre caminantes– la vista de estos árboles, junto o próximos a las casas solariegas, obtenían conocimiento sobre las posibilidades de encontrar allí refugio y amparo, (...)
     Si el camino era largo y debía durar varios días, los viajeros no tenían más remedio que alojarse en fondas, hostales, figones y otros establecimientos del mismo ramo. Pero si el viaje se tenía que realizar en todo o en parte por montaña y en ámbitos descampados, el caminante se veía abocado a pedir hospitalidad en alguna casa solariega que pudiera encontrar a lo largo de su ruta. (...)
Hospital de Benasque
Actual hospedería de un antiguo refugio para caminantes
construído hace ocho siglos por los monjes Hospitalarios
.

       Para señalar la disposición de alojamiento en esas casas de campo aisladas, se eligió un símbolo inequívoco, visible desde muy lejos para los viajeros: el esbelto ciprés, árbol de hoja perenne.
     Según los estudiosos, parece que los romanos fueron los primeros en utilizar los cipreses como elementos de señalización en su cultura, estableciendo, incluso, una especie de código: en una edificación aislada en la montaña, cerca de caminos, la presencia de un solo ciprés informaba al viajero de la posibilidad de obtener agua en ese punto; dos cipreses significaba que disponía de comida, y tres o más cipreses que era un centro de reunión con dormitorio.
Ciprés ornamental del monasterio de Silos
     Asimismo, tuvieron otras utilidades nuestros majestuosos cipreses. A las autoridades romanas se las distinguía con hileras paralelas de estos árboles, en la entrada de sus casas, para hacer saber que se trataba de una figura social importante. Todavía hoy pueden verse, por muchos lugares de la geografía española, fincas rústicas y palacetes luciendo esta señorial formación arbórea. También en las avenidas o vías principales de acceso a las ciudades se plantaban cipreses para dar así la bienvenida a las gentes, pero en especial a las tropas y generales victoriosos.
     Esta simbología romana contribuyó a que posteriormente, en la era cristiana que sucedió al imperio romano, se plantaran cipreses en cementerios para darnos la bienvenida a la vida eterna. Así, de esta manera, el paso de los siglos y el desconocimiento popular de la simbología original, han contribuido a que en la actualidad se considere que los cipreses son meros árboles funerarios y, en ocasiones, portadores de mal augurio.
     En consecuencia, si nos atenemos a lo que inicialmente significó el ciprés, tendremos que convenir que su elección como símbolo fue un acierto por sus propiedades: perfil inequívoco, hoja perenne, gran altura (hasta 35 m.), gran resistencia…, que le convierten en el árbol ideal para ser visto a grandes distancias.
     A partir de ahora, cuando salgamos de marcha montañera, ya sabremos qué nos están diciendo estos esbeltos y majestuosos árboles..

Francisco C.L.

21 mayo 2018

ESOPO, Grecia (S. VI? a. C.)
La Diosa y el árbol

Cierto día se les ocurrió a los dioses la idea de escoger cada uno un árbol para protegerlo y custodiarlo. 
Zeus escogió la encina, Afrodita el mirto, Heracles el álamo, y así sucesivamente los demás dioses. Atenea, la diosa de la sabiduría, se reservó el olivo.
-Yo elijo este árbol -dijo- porque produce gran cantidad de frutos útiles. 
-Tienes razón -replicole Zeus-, y veo que eres justamente celebrada por tu sabiduría. En efecto, si en las cosas que hacemos no hallamos algún beneficio, es una tontería hacerlas por vanagloria.

Procuremos que nuestras acciones sean siempre prudentes y útiles.

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