29 diciembre 2017

EL ÁRBOL DE LA PALABRA
de "Kioko" grabación oral

En el centro de los poblados de África y en otros muchos lugares del mundo, hay un árbol que suele ser majestuoso, enorme, con buena sombra... es el árbol de la palabra.

     Cuentan que los niños y las niñas de un pueblo, cada día, para ir a la escuela, atravesaban la plaza del árbol. Le preguntaron a la maestra por el origen del nombre del árbol y les contestó que cuando ella nació el árbol ya estaba allí, que debían averigurar el origen del nombre preguntando a sus padres y madres, a sus abuelos y abuelas o a aquellas personas mayores que pudieran conocer la procedencia de un nombre tan extraño y tan hermoso para un árbol, el "árbol de la palabra". Los niños se entusiasmaron con la idea, ya sabéis que a todos los niños les encanta investigar. 
    Imaginaos cuál sería su pesar cuando comprobaron que ni los padres, ni las madres, ni los abuelos, ni las abuelas,... nadie pudo ayudarlos porque todos recordaban que el árbol siempre estuvo allí, que cuando todos ellos nacieron, el árbol ya estaba allí. 
     Los niños se sentaron bajo aquel árbol junto a un anciano en busca de alguna información que les aclarase el misterioso nombre. No la encontraron, pero sí vieron que a su alrededor se habían ido sentando otras personas contándose mil cosas, mil historias, mil cuentos...  La persona que necesitaba que alguien le escuchara, acudía al árbol porque sabía que siempre encontraría a algún vecino o vecina con quien hablar.
    Al día siguiente llegaron con la solución a la escuela, habían descubierto el origen del nombre. A la sombra de aquel árbol las gentes iban a hablar, a ser escuchados y a compartir todo aquello que les preocupaba, era el árbol del diálogo, de la palabra.
    Cuando visitaban a los parientes en otros lugares también vieron que en el centro de sus aldeas un árbol invitaba a sentarse y compartir la charla. Los pueblos tenían un lugar donde dialogar.
    Cuando visitéis una aldea en África acercaros y sentáos bajo ese árbol central, como los viejos. Allí oiréis cómo se evocan historias, fábulas y leyendas. Se acoge a viajeros que traen noticias y algunos os pedirán que relatéis las vuestras...
---Fin---

27 diciembre 2017

MARIO C Paisajista, en "Metido en Jardines"
Fruticultura: Influencia del frío Invernal


     No se nos escapa a nadie, queramos negarlo o no, el cambio en las condiciones climáticas en nuestros días. A todos nos afecta de múltiples formas, también a nuestros frutales. Ya sé que no descubro nada si digo que uno de los condicionantes de las distintas especies es el clima. (...)
     -El límite norte de cultivo frutal se condicionan por la resistencia al frío de las especies frutales y también por el número de días libres de heladas que permitan un desarrollo y maduración correctos de los frutos.
     -El límite sur está determinado para algunas especies por sus exigencias de frío invernal para la salida del reposo y por la sequía.
     -Entre ambos límites existen zonas marginales que actúan como límite sur de especies de zona templada y como límite norte  para especies que requieren climas más cálidos.

     Clasificación de las especies frutales en función de sus características y exigencias ecológicas (según Hodgson):

       A) Especies de zona templada fría: Son especies muy exigente sen reposo invernal (necesitan mayor cantidad de horas frío durante el invierno). Son especies muy resistentes al frío durante el reposo invernal, -12º C o-15º C o inferiores. Son sensibles a calores estivales por encima de los 30º C. Ejemplo: Manzano, Peral, Ciruelo Europeo, Cerezo...

B) Especies de zona templado-cálida: son especies con exigencias de reposo invernal menos importante que  las anteriores. Más sensibles a fríos invernales. Más resistentes a calores estivales. Ejemplo: Melocotonero, Albaricoquero europeo, ciruelo japonés.

-Existe un grupo de transición formado por la vid, el olivo y el almendro.

C)    Especies subtropicales: no necesitan acumular frío invernal. Son muy sensibles a las heladas de invierno (no soportan temperaturas de  menos de  -4 o-5º C.) Necesitan calor durante el periodo de actividad vegetativa. Tres grupos:
a.       Moderadamente exigentes en calor: Albaricoquero Norteafricano, higuera, pistacho, caqui.
b.      Exigentes en calor: agrios, níspero, aguacate y chirimoya
c.       Muy exigentes en calor: palmera datilera

(del grupo A al C son las especies de frutales de zona templada)

D)    Especies tropicales: no necesitan reposo invernal. No soportan las heladas. Platanera, mango, papaya, guayaba…

     Desde luego no podemos considerar una linea recta paralela al ecuador como límite exacto para el cultivo de una especie, encontrando desviaciones según la ubicación (altitud, proximidad a masas de agua, microclimas...), mejora genética en nuevas variedades... 
     Se consideran temperaturas de invierno no sólo a las que se producen durante el invierno, sino las que se producen durante todo el periodo de reposo, que en nuestras condiciones climáticas pueden durar desde mediados de noviembre hasta principios de marzo.
     Durante el periodo de reposo invernal los árboles no desarrollan crecimiento vegetativo ni florecen, y su fisiología se encuentra adaptada a un intervalo de temperaturas relativas bajas que oscila entre -5ºC y 20º C. En este intervalo de temperaturas, los árboles frutales de zona templada no suelen sufrir ningún tipo de daño en el periodo de reposo. Sin embargo, durante el invierno, con frecuencia se alcanzan temperaturas bastante inferiores a -5º C o bien se alcanzan valores superiores a 15º C. En ambos casos si pueden producir daños o sufrir problemas.
     Ya trataré en otra entrada los daños por heladas.
     Las especies de zona templada son muy exigentes en reposo invernal. Necesitan acumular frío durante el invierno con el fin de completar la maduración y diferenciación de sus yemas. Cuando se cultivan en una zona donde los inviernos son demasiado cálidos o donde el invierno es demasiado suave, las especies frutales no cubren las exigencias de frío, resintiéndose al periodo vegetativo siguiente.

 Algunos de los síntomas pueden ser:
-Retraso en la apertura de las yemas:
Es el problema menos grave . Podría resultar, incluso un aspecto positivo, siempre que no sea un retraso excesivo, ya que podría salvar de algunas peligrosas heladas primaverales.
El problema es que este retraso en la apertura de las yemas es totalmente incontrolado. Pudiendo ser perjuciales para la cosecha.Generando floraciones muy tardías para lograr cosecha o retrasando su maduración de las fechas habituales,  Puede desfasar también en la apertura de yemas de flor /madera. Floraciones demasiado largas por desfase de las yemas de flor. En algunos casos el efecto no es igual en distintas variedades pudiendo anularse los efectos de variedades polinizadoras.
-Brotaciones irregulares y dispersas: 
Las yemas tienen distintas exigencias en frío dependiendo de que yemas se trate (madera o flor) y dependiendo de la posición que ocupen en el árbol. 
Las yemas de flor tienen menos exigencias y abren antes. 
Las yemas apicales tienen menos exigencias que las laterales y abren antes. Las yemas de brotes débiles tienen menos exigencias y abren antes.
Cuando aparecen inviernos demasiado cálidos hay unas yemas que si cubren el cupo de frío y se abren y otras no. De esta forma se producen brotaciones irregulares y dispersas. Se suelen dar en frutales de pepita.
-Desprendimiento y caída de las yemas de flor
Sin duda el problema más grave. Es el efecto más perjudicial. Es particularmente frecuente en el melocotonero y albaricoquero (en general en frutales de hueso). Se pueden llegar a caer el hasta el 90  o 100% de yemas de flor en situaciones de inviernos demasiado cálidos, con la consiguiente perdida de cosecha total de la cosecha. También se da en ciruelo japonés y europeo.
    
     Recordemos en este punto que la caída de yemas de flor puede deberse a otros factores como heladas fuertes en el momento de su apertura, sequías fuertes en otoño e invierno, temperaturas demasiado elevadas en invierno...
 

 ¿Que son las horas frío?
     Antes de introducir una nueva especie frutal en un área de cultivo hay que conocer dos factores:         

A) Duración de reposo invernal de la zona:
Para medir la duración del reposo invernal se utiliza un método que consiste en contar el número de horas-frío que se producen en la zona.
En la practica suelen emplearse comúnmente el método de Weimbereger  y el de Mota  (más de 700h frío nos fiamos de estos, si fuesen menos  700h frío conviene emplear otros como el método de Crossa-Raynoud)

Horas-frío
     Se considera horas-frío, a efectos de reposo, a aquellas horas que se producen durante el periodo de reposo del árbol en las que la temperatura es inferior a una temperatura umbral que usualmente se fija en 7º C. 
     La determinación o computo de horas-frío debe realizarse desde el inicio del reposo (Estado fenológico de caída de la hoja) y se termina con el final del estado de reposo (desborre ). 
Estos estados fenológicos varían dependiendo de la especie y de la zona de tal manera que, a nivel práctico, el inicio del computo de horas-frío se va a hace el 1 de noviembre en zonas frías y el 15 de noviembre en zonas cálidas. Como fecha final del cómputo de horas-frío se establece el 1 de marzo en zonas continentales, el 15 de febrero en zonas templadas y el 1 de febrero en zonas templado-cálidas.
      A veces el cómputo de horas-frío puede interrumpirse antes de la fecha indicada si al final del periodo de reposo aparecen días con temperaturas medias superiores a 12º C.
Hay gran cantidad de metodos de determinación de las horas frío de un lugar, más o menos exactos, mas o menos complejos, mejor o peor para determinados climas... En otros métodos no se contean/calculan horas frio, como digo hay gran diversidad,
 Nos fijaremos en dos ,de estimación indirecta, que son muy utilizados a nivel práctico.

 Método de Weimberger (1956):
     Se determina el número de horas-frío anuales en función de la media de las temperaturas medias de diciembre y enero.

t           13,2     12,3    11,4    10,6    9,8    9     8,3       7,6        6,9         6,3
 H-F    450      550     650    750    850   950   1050    1150     1250      1350

 t: media de temperaturas medias de diciembre y enero 
 H-F: horas frío anuales.

     Este es el método más sencillo y el más inexacto. Solo es válido en climas templado-fríos o en climas fríos continentales, ya que sus resultados son bastante erróneos en zonas mediterráneas o templado-cálidas.
  
 Método de Mota: 
Calcula el número de horas-frío mensuales mediante la siguiente fórmula:
Y= 485,1 –( 28,5 * X)                                                                                               
Y: nº de horas-frío mensuales, 
X: temperatura media mensual
Se aplica para todos los meses de reposo y luego se hace el cómputo global. Es adecuado para la zona centro.
Es más complicado y exacto que el anterior y conviene aplicarlo en climas templado-fríos. Es malo para climas templado-cálidos.

     Si por estos métodos el resultado es más de 700 h-f. nos fiamos de su validez. Si por el contrario el resultado es menor de 700 h-f. convendría utilizar otros para afinar más.

B)    Exigencias de reposo de la variedad frutal: (necesidades de árboles frutales en frío invernal)
-Las necesidades en reposo invernal de los árboles frutales varían dependiendo de su composición genética, del estado fisiológico y nutricional y de las condiciones climáticas locales Las especies frutales de pueden clasificar en función de  sus exigencias en frío invernal en tres grupos:
1-      Especies con altas exigencias de reposo invernal:  
      Son aquellas que necesitan más de 700h-frío Ejemplo: Manzano, peral, ciruelo europeo, cerezo, albaricoquero europeo (principales variedades españolas  bulida, moniqui, paviot), vid, castaño, avellano, frambueso y grosellero
2-      Especies con exigencias medias de reposo invernal: 
       Requieren entre 400-700 h-frío. Algunas variedades de peral, melocotonero en general, ciruelo japonés, olivo y albaricoquero europeo.
3-      Especies con bajas exigencias en reposo invernal: 
      Requieren menos de 400 horas-frío. 
      Variedades seleccionadas de melocotonero y ciruelo híbrido, albaricoquero norteafricano, membrillero, higuera, almendro, caqui.
     Dentro de estas especies pueden existir variedades con gran capacidad de adaptación a zonas con intervalos bastante amplios de horas-frío. Pudiendo vegetar sin problemas.
     Salvo en el caso de variedades muy exigentes, siempre que en una zona frutícola existan más de 500 hora-frío, los problemas que puedan producirse son de poca importancia. Solo por debajo de esta cifra hay que afinar a la perfección las variedades cultivar. (...)
    
Información
mariocpaisajismo@gmail.com
mariopaisajista.blogspot.com.es
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25 diciembre 2017

CLAUDE LE MAUT
La taille des arbres et des arbustes
El tamaño de los árboles y arbustos (Le Maut, 2012).
Claude Le Maut nos presenta una obra excepcional, aprobada y con prefacio por Francis Hallé.

"Esta no es en absoluto una "obra más" porque se basa en un dato nuevo: cada árbol tiene un programa de crecimiento y desarrollo, con base genética, que varía de una especie a otra y define el modelo arquitectónico de cada una de las especies.
      La originalidad de este libro es que el autor conoce la arquitectura de los árboles, sabe identificar sus modelos arquitectónicos [...] y utiliza ese conocimiento en la elección de sus prácticas de tamaño."
"Este es un libro al que le deseo un brillante recorrido. "
- Francis Hallé, "El tamaño de los árboles y arbustos", Claude Le Maut, 2012, prefacio, pág. 5.
     

     Claude Le Maut analizaba uno por uno de los modelos arquitectónicos con impresionantes ilustraciones sacadas de Francis Hallé (La arquitectura de las plantas, 2004) y nos ofrece posibles intervenciones en concordancia con los modelos, con muchos esquemas que especifican su diferente naturaleza y las intervenciones preconizadas.
     Un verdadero placer para los entusiastas y los seguidores de los modelos arquitectónicos. 

     Una obra ineludible para los interesados en la arquitectura de los árboles.

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«Celui-ci n'est pas du tout un “ ouvrage de plus “ car il s'appuie sur une donnée nouvelle : chaque arbre possède un programme de croissance et de développement, à fondement génétique, qui varie d'une espèce à l'autre et définit le modèle architectural de chacune des espèces.
      L'originalité de cet ouvrage réside dans le fait que l'auteur connaît l'architecture des arbres, sait identifier leurs modèles architecturaux […] et utilise ce savoir dans le choix de ses pratiques de taille.»
      « Voilà un ouvrage auquel je souhaite une brillante carrière. »
      - Francis Hallé, « La taille des arbres et des arbustes », Claude Le mot 2012, Préface, p. 5.

Claude Le Maut décortique un par un les modèles architecturaux avec de superbes illustrations tirées de Francis Hallé (L’architecture des plantes, 2004) et nous propose des interventions possibles en concordance aux modèles, avec de nombreux schémas spécifiant leurs diverses natures et les interventions préconisées.
      Un véritable régal pour les passionnés et les adeptes des modèles architecturaux.
      Un ouvrage incontournable pour ceux qui s’intéressent à l’architecture des arbres.

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23 diciembre 2017

NEIL BROMHALL (Inglaterra)
Así nace un roble, ocho meses comprimidos en unos minutos

     Así nos lo cuenta el autor de este vídeo: "La bellota fue plantada en septiembre. Para poder apreciar el crecimiento de la raíz hubo que esperar hasta enero, mientras que los primeros brotes aparecieron en febrero. En marzo la planta alcanzó la superficie y comenzaron a formarse las hojas que, finalmente, se desplegaron completamente en abril. El proceso, que en la naturaleza se extendió durante ocho meses ha sido condensado en apenas tres minutos mediante un «time lapse». Esta técnica permite crear la ilusión de movimiento a partir de la reproducción consecutiva de imágenes fijas. En este caso, cada fotograma del vídeo corresponde a una fotografía tomada con una diferencia de dos horas con respecto a la anterior, lo que nos permite apreciar un hermoso proceso que, de otra manera, pasaría totalmente desapercibido a nuestros ojos".
Filmado con Nikon D300, lente 55mm Nikkor macro y flash.


Más información sobre Bromhall
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21 diciembre 2017

YURI MILLARES
Secretos del bosque canario y sus árboles
El cuadro 'Pinar quemado' de Lucas de Saá, acrílico y óleo sobre lienzo, creado para el proyecto Nisfade de identificación y protección de los pinos singulares de El Hierro.| FOTO: JAVIER PÉREZ MATO

     El archipiélago canario tiene, en este siglo XXI por el que ya nos adentramos, 130 mil hectáreas de bosque y aún dispone de capacidad en su suelo para albergar otras 90 mil hectáreas más. Y aunque el ritmo de las repoblaciones varía de año en año (en función de las posibilidades presupuestarias de las administraciones públicas en cada ciclo económico), técnicos forestales consultados por PELLAGOFIO estiman que “esas 90 mil hectáreas las podríamos conseguir en 70 años”, algo que, en cualquier caso, “deberíamos intentar acortar, haciendo un esfuerzo en los próximos 30 ó 40 años para repoblarlas con ayuda del proceso natural que está en marcha”. 
      La mayor parte de los bosques canarios son pinares (unas 70 mil ha.), siendo el monteverde (nuestra exuberante y relicta laurisilva) el que ocupa el segundo lugar en extensión (unas 25 mil ha.) y el bosque termófilo el tercero en este ranking, con los palmerales, que tienen sus mayores extensiones en Gran Canaria y La Gomera.
Pinar de Pilancones, en Gran Canaria.| FOTO: TATO GONÇALVES
     Estas cifras contrastan con la realidad de cien años atrás (por ejemplo, los bosques de Gran Canaria apenas tenían a principios del siglo XX una superficie de 6 mil hectáreas). Ya a finales del XIX el navegante, naturalista y explorador francés Dumont d’Urville (Viaje pintoresco alrededor del mundo) escribía entre alarmado y sorprendido:  
El mayor error de la administración española es no haber velado por la conservación de los bosques, que son para estas islas el gran alambique de la destilación pluvial. (…) Hoy en día la expansión de este suelo pelado es tan fuerte que la nubes no hacen más que pasar sobre las islas”.

     Lo cierto es que los gobiernos españoles empezaron a tomar sus primeras medidas por esa época, enviando a conservadores de montes en una labor muy poco eficaz que el antropólogo, también francés, René Verneau explicaba porque el campesino, que “se queja de la sequía”, sigue talando “los maravillosos bosques del país en las propias barbas de los guardas”.

Monumento a la bombona
     La primera mitad del siglo XX, con sus guerras mundiales y la propia guerra civil en España, no hizo sino agravar la situación de los bosques. Con el comercio portuario bajo mínimos, los escasos recursos forestales eran lo único de que disponía la población para tener leña y carbón con la que cocinar, o los puertos para suministrar a los barcos. “A la bombona había que hacerle un monumento, porque cuando vino el gas butano la gente dejó de hacer los cortes clandestinos”, solía decir Jaime O’Shanahan, figura clave en el inicio de las grandes repoblaciones forestales que dieron la vuelta a esta dramática situación a partir de 1951.
     Las leyes que, por esa época, se dictaron en España tuvieron su efecto sobre las reforestaciones emprendidas en Canarias, aunque no exentas de sus controversias. “La ley estatal decía que todas las superficies por encima de los 900 metros debían ser forestales. En Canarias, por encima de esa altura, había agricultura y pastoreo y supuso un cambio radical en el uso del territorio. Y por eso, de alguna forma, hoy todavía se mantiene esa aversión a los pinos”, señala uno de los técnicos forestales consultados. “Pero, objetivamente –añade–, las Canarias necesitaban bosque. Gran Canaria especialmente”. El progresivo abandono de algunas actividades tradicionales, “como el pastoreo intensivo o la siega de monte de forma superficial”, tuvo como resultado que a partir de los años 70 del siglo XX, el territorio entrase en un proceso que los técnicos forestales llaman “de cicatrización”: se produce una regeneración natural tanto de los antiguos pinares, como de los relictos de monteverde e, incluso, de los palmerales. “Ayudados por el viento y sobre todo por las aves (especialmente el mirlo), las semillas viajan fuera de la superficie ocupada por el bosque, incrementando de una forma considerable la superficie forestal”, que se extiende por territorios en los que se ha abandonado la agricultura o ya no se practica el pastoreo.

Frutales forestales, también
     
Las repoblaciones forestales refuerzan notablemente esa regeneración y ampliación de los bosques canarios que, aunque en los años 50, 60 y 70 eran mayoritariamente con pino (sobre todo Pinus canariensis, pero también insigne, halepensis y pinea), a partir de los años 80 se añaden a las repoblaciones otra serie de especies: palmeras, laurisilva e incluso frutales forestales, “que es importantísimo, porque son mucho más aceptados por la población rural”, reconocen los técnicos. Se refieren a castaños, nogales, álamos negros (olmos, como son más conocidos popularmente), higueras… “Toda esa lista de especies la Administración también los ha fomentado, sabiendo que es una forma de crear ecosistema porque la fauna los necesita”, añaden.
     Llegados a este punto del artículo, puede que al lector le asalte la pregunta: ¿para qué tanto pino en vez de frutales? Los técnicos forestales lo tienen claro: “No hay que plantearse qué nos genera el pinar, sino ¿qué pasaría si no estuviese ese pinar? Es uno de los mejores usos del territorio, porque si hay un incendio el pino canario rebrota otra vez; en zonas accesibles nos produce una madera de muy buena calidad (tenemos que ser pacientes y esperar 200 años hasta que nos produzca tea, pero es un factor importante); también produce leña y pinocha (para cama de ganado, para hacer estiércol)”.
Son unos beneficios que, hasta hace poco, habían estado muchas veces vetados, de ahí esa aversión de la población rural al no permitírsele pastorear, disponer de leña o ni siquiera recoger pinocha. Incluso se multaba por cortar pasto.

Las multas: “leyenda urbana”
      Eso es hoy algo impensable (“Hace 15 años que no se tramita una multa. Lo que queda son leyendas urbanas”, aseguran en el Cabildo de Gran Canaria), pues todos reconocen ya que esas son labores (junto a los tratamientos selvícolas para sanear el bosque, con talas selectivas) que benefician al propio bosque y evitan incendios: “El pastoreo controlado es un uso sostenible muy adecuado, porque mantiene el sotobosque a raya y allá donde crece el pino muchas veces no te crece otra cosa. Lo que no tiene sentido es plantar pinos donde podemos plantar laurisilva, castaños u olmos”, reconocen hoy los técnicos que cuidan nuestro patrimonio forestal.
     Y sean de pinos o de cualquier otra especie, los bosques son –más allá de un recurso paisajístico para disfrute de la población urbana, o de un sostenedor de actividades rurales tradicionales– una necesidad para el territorio y su clima. Entre las funciones fundamentales del bosque están la producción de agua, la protección de suelos y, especialmente, la fijación de CO2 tan necesaria ante el uso y abuso de combustibles fósiles como el petróleo y el carbón. “Tenemos que pertrecharnos contra el cambio climático, y la mejor defensa es tener mucha superficie arbolada porque mejora el microclima y podemos hacerle frente, de forma mucha más óptima, al desgraciado cambio climático que nos espera”, insisten.
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NOTA
*El contenido de esta página se basa en entrevistas con los técnicos forestales Carlos Velázquez, Alejandro Melián y Juan Guzmán, además de la consulta de diversa documentación a la que PELLAGOFIO ha tenido acceso y datos de investigaciones propias.

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