21 marzo 2015

día de la poesía
día forestal mundial           21 de marzo



IGNACIO ABELLA (Álava)
Hoy he plantado un árbol

Hoy he plantado un árbol...
como quien construye un templo.
Vendrán los dioses a habitarlo
…si les place,
a anidar los pájaros,
y las Musas a posarse.
A su sombra crecerán tus nietos.
Sobrevivirá… si le dejan
a la catedral más vieja...
Y en vez de arduo trabajo y de dura piedra,
Se hará de agua, de luz y profunda tierra.
En vez de empeño, soberbia y doctrina,
Se hará de tiempo y de vida,
de agua y semilla.
Hoy he plantado un árbol
como quien construye un pueblo.

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11 marzo 2015

ÁNGEL MARÍA GARIBAY (México, 1892-1967)
El oyamel


Glauca en las cumbres tu ojival cabeza,
cual arpa al viento, sin cesar se mece;
mitos ocultos murmurar parece,
o que, piadosa, sin cansarse reza.

Del huracán se burla tu firmeza,
tu plumígera fronda se estremece,
y, ni al invierno, ni al ardor perece,
azul e inmóvil, muere como empieza.

Todo eres bello; por ti sube el alma
a otras alturas y en la paz reposa
que tu frondoso tremular destila.

Pero es más bella la profunda calma
de un ataúd, hecho de ti, en la fosa
que el dolor abre y el amor vigila.

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08 marzo 2015

PEDRO TRAPIELLO (León, 1952)
Míralo bien - Tejo

en Diario de León

     El pasmo vegetal de estos montes y de la Europa toda se llama tejo, el abuelísimo de todos los árboles. Hasta cuatro mil años llega a vivir esa catedral enramada si se lo permite el hacha o el fuego; de todo lo demás ya se defiende él a las mil maravillas: al sol le reta, del hielo se mofa, el tiempo ignora y no quiere ver demasiado cerca a sus hijos, así que le pone trampa a su semilla, que sólo puede germinar si ácidos gástricos le corroen el blindaje, es decir, que necesariamente ha de comérserla algún bicho o pájaro para perder la camisa en sus tripas y así cagarla bien lejos, que no siempre, pues también hace bosquete, tejedo, teixido, teijeira; si dejara que las semillas le nacieran justo al lado, los hijos le comerían por las patas, como les comen los ojos a los que crían cuervos. Sólo el tejo solitario aspira a cumplir milenios. Listo el tío. Y se tira al monte y a lo abrupto o le ponen de plantón a velar atrios y cementerios donde, por estar a sus anchas, también suele medrar arbolando el moño, pinando la figura o, a falta de laurel, perdiendo cuerpo en los ramoneos benditos del día de Ramos.
     Lo que más me fascina del tejo es que, al cumplir algunos siglos, amorcilla y retuerce los pliegues de su tronco hasta parecer una gavilla de boas. Qué dibujos. Qué árbol. Y qué madera veteada (cocida en cal, pasa por ébano).
     Debería estar muy penado que los talen, los quemen o los pisoteen porque el puto tendido tenía que pasar por allí. Los poquísimos que quedan son los últimos de estas filipinas perdidas. Ahora les urbanizan poniéndoles a desfilar como setos pirulones o les dan rincón en un chalet, como al mastín, que es gente tan de montaña como ese tejo original que sólo resiste encastillado en puertos, brañas o peñas calvas donde sólo el rayo pueda alcanzarle, pues de lo demás poco se fía (como para fiarse; todos los tejos que hubo a mano en las montañas leonesas se fueron talando desde hace siglos para quemarlos en fraguas y cocinas porque su brasa era antracita… o para agenciarse vigas, mangos, cruces o chavetas… pobre tejo).
     Y ahora que ya te presenté a mi amigo, mañana te presento aquí a otro que nos llevará a verlos de verdad.
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