15 enero 2015

RABINDRANATH TAGORE (Calcuta,
1861-1941)

La vida y la mente

I

Frente a mi ventana la senda rojiza serpentea hasta perderse en las aldeas lejanas allá en el horizonte. La carreta de bueyes, cargada de mercancías, pasa chirriando por este camino; las muchachas santal, con haces de paja a la cabeza, van al mercado de la aldea y regresan al anochecer haciendo resonar
el aire con sus risas. Pero hoy mi mente no está atenta a ese camino principal por el que pasa el tráfico de la humanidad.
      Esa parte de la vida que se inquieta, acosada por las preocupaciones y afanada en actividades humanas, se encuentra hoy dormida, pues mi cuerpo está enfermo y mi mente no se interesa por nada.
      El mar de las tormentas es sólo el de la superficie; en las profundidades, allí donde se encuentra la matriz de la tierra, las olas no pueden llevar su mensaje. Sólo cuando se extinguen las olas, capta el océano su unidad indivisa: la unidad de lo visible y lo invisible, de las capas superiores y las capas más profundas.
      Del mismo modo, en cuanto abandoné mi vida activa, encontré mi lugar en esa vida mía más rotunda donde se lleva a cabo el juego de todas las fuerzas cósmicas. Mientras iba presuroso por el camino, no tenía tiempo de dirigir una mirada al baniano, que se alzaba silencioso a mi vera. Al dejar el camino y acercarme hoy a mi ventana, pude comenzar nuestro diálogo. Al contemplarme en silencio durante horas, parece como si de pronto el baniano se inquietara y quisiese decirme: «¿No puedes acaso entenderlo todo?»
Yo le consuelo diciéndole: «Sí, lo entiendo No te inquietes así.» Durante un rato, el baniano se tranquiliza. Luego, de pronto, vuelve a agitarse, y nuevamente tiembla, susurra y se estremece de un extremo a otro. Le tranquilizo otra vez:« ¡Sí, sí! No te preocupes. Soy tu compañero de juegos. En este patio de recreo de la Madre Tierra, durante incontables eternidades, yo también he bebido hasta la saciedad la luz del sol, y he compartido contigo la leche de su pecho.»
      Entonces, de pronto, oigo que la brisa le acaricia y que él balbucea: «¡Sí, sí! Sí.»
      El mensaje que danza en mi sangre y que vibra en la luz del cielo llega hasta mí a través de la música de las hojas temblorosas. Esa sinfonía es la música del coniunto del Universo. La nota dominante de esa sinfonía es: Soy, existo, todos existimos.» ¡Es un mensaje de alegría! Cada partícula del Universo se estremece con ese júbilo...¡el gozo del puro existir!
Hoy he intercambiado con el baniano ese mensaje de alegría. «¿estás ahí?», me pregunta el baniano.
      Y yo le contesto: «Sí, aquí estoy, amigo mío»


II

Cuando empezó mi amistad con el baniano era primavera, acababan de brotarle las hojas, y los rayos del sol, como chicos traviesos, podían asomarse a través de los resquicios de su follaje y jugar al escondite con las sombras de la tierra. Luego, llegaron las lluvias de julio y se precipitaron sobre la tierra. Las hojas del baniano tomaron también un matiz sombrío, como las nubes del monzón,y a través del tupido follaje los rayos del sol no encontraban la forma de entrar. En primavera, el árbol estaba desnudo como una muchacha pobre; hoy está colmado como una mujer de familia adinerada: es la imagen auténtica de la perfecta satisfacción.
      Esta mañana, el baniano me preguntó: «¿Por qué te quejas dentro de esa jaula de ladrillos y argamasa? ¿Porqué no sales al aire libre y extiendes tus ramas, como yo?
«El hombre tiene que armonizar su mundo interior y su mundo exterior», le contesté.
      El árbol, se estremeció y dijo: «No consigo entenderte.»
      «Yo tengo dos mundos, el interior y el exterior.»
      «¡Un mundo interior! ¿Dónde está ese mundo interior?»
      «Dentro de mi propia barrera.» .
      «¿Qué haces allí?»
      «Creo.»
      «¡Crear dentro de tu barrera! La verdad, no entiendo lo que quieres decir» .
      Del mismo modo que un río se forma dentro de las barreras de sus orillas, la creación sólo puede tener lugar dentro de las limitaciones de lo finito: La materia original, encerrada en un recinto; se convierte aquí en una piedra preciosa, ahí en un baniano.»
      «¿Qué clase de cosa es esa barrera que te rodea?»
      «Es mi mente. Todo lo que queda atrapado en ella se convierte en creación.»
      «¡Qué pequeña debe resultar tu creación al lado de nuestros soles y de nuestras lunas!»
      «No puede medirse con soles y lunas, pues eso pertenece al mundo exterior.»
      «¿Con qué escala la medís entonces?»
      «Con la felicidad ... pero, sobre todo, con la pena.»
      «Esta brisa que sopla del este me habla con un susurro, y todo mi ser le responde. Pero de lo que me han dicho ... no puedo entender ni una palabra
      «¿Cómo puedo aclarártelo? Tan pronto como tu viento del este se enreda en las cuerdas de la vina, se convierte en otra creación. No sé en qué vasto cielo del recuerdo encuentra su lugar esa nueva creación. Siento como si hubiera otro cielo, un cielo donde reina el dolor.»
      «¿Y su tiempo?»
      «Su tiempo no es el tiempo que se mide por acontecimientos, sino por el sufrimiento. Por eso es un tiempo inconmensurable.»
      «¡Tú sí que eres una extraña criatura, que habita en dos cielos y calcula dos tiempos! No llego a entenderte. »
      «¿Necesitas entender?»
      «¿Entiendes tú realmente el lenguaje de mi mundo, de eso que tú llamas mundo exterior?»
      «Cuando tu lenguaje es transformado por mi mundo interior, si quieres llamarlo comprensión, entonces es comprensión; si quieres llamarlo canción, entonces es canción; si imaginación, entonces es imaginación.»


III

El árbol, levantando sus ramas, me dijo: «Espera un momento; Tu problema es que piensas demasiado y hablas demasiado.»
      Al oír esto, me dije: «¡Es totalmente cierto!» «Me he acercado a ti -le confesé para aprender a estar callado-. Pero, por la fuerza del hábito, hasta cuando estoy en silencio, no dejo de argumentar y de reflexionar, como el que habla incluso dormido.»
      Aparté el papel y la pluma y permanecí en silencio, mirando al árbol.
      Sus tiernas hojas, como los dedos de un músico experto, arrancaban melodías de la vina de luz que inundaba los cielos.
       De pronto, mi mente alzó la voz: «¿Dónde está el vínculo entre lo que tú estás viendo y lo que estoy pensando?» Le regañé con aspereza.
      «¡Otra vez con tus preguntas! ¿Quieres callarte ahora?»
      Me quedé en silencio, observando el baniano.
      Fueron pasando las horas.

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12 enero 2015

DANITH URANGO TUIRAN (Colombia)
El polvillo

-Canario vegetal-

Si el polvillo no florece
el verano no sonríe amarillo,
si el polvillo no florece
el estío está perdido.
Si el polvillo florece
otro sol alumbra
y una siempre luz
decora ciudades y montes.
Entonces canta un canario vegetal,
un canto silencioso
un grito de júbilo
y una oda elemental.

Quiero verte en los rincones,
fulgoros en las avenidas
adornando los palacios,
que en los patios seas bandera,
en los parques estandarte,
en los montes alegría.
Que en un eterno diciembre
y en un perenne enero y en un estático abril
sea polvillo, sólo polvillo
el alba y el amanecer.

Que en mi mano,
en cada falange, en cada palmo
un polvillo esté,
que mis ojos sean monte
para que en ellos el árbol
no deje de florecer.

Que mi corazón palpite,
que en su ramaje de invierno como pájaro yo esté,
que por mis venas corra su savia
y por sus nervaduras mi sangre
y con mi boca el árbol hable.

Quiero otra tierra
a lo largo de estos dos ríos
donde en un eterno abril
el himno de la sinuanía
como un cantor canario
el polvillo cante.
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09 enero 2015

GUILLLERMO NARVÁEZ FDEZ. (Badajoz)
Campos de encinas

Sobre la piel recia y parda, sin riegos,
brotan los mantos de verde esmeralda;
las viejas encinas bordan, clavadas,
el bosque extremeño, en calma y sosiego.
Flores menudas, alfombras vivientes,
que en manchas rosas, amarillas, blancas ...
lejos se esparcen; vaivenes les marcan
soplos de vientos, con besos calientes.

Fino plumaje, dorado, que esconde
coro de grillos con trinos de flauta;
ecos punzantes, cercanos, que engañan;
pasos sin rumbo, en ramajes de bronce.

Campos de aroma a tomillo y romero,
bajo sus cielos con soles en llamas;
fríos, lloviznas, tormentas y escarchas;
noches de duendes, plegarias y rezos.
Venas de hierro en la encina extremeña;
brazos retuertos, que portando savia
de raíz en garras, por resecas ramas,
nutren copones de hojas verdinegras.

Graba recuerdos el campo extremeño
entre sus palios de encinas salteadas.
Llora un misterio, con dulce balada,
cuando, al ocaso, se muere el sol...  lejos.

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06 enero 2015

HISTORIA DE UN ERROR
De cómo el árbol (WPN-114) más viejo del mundo fue talado 

     El Pino de Bristlecone (Pinus longaeva) fue identificado por primera vez como un árbol extremadamente longevo, por el doctor Edmund Schulman, que realizó una serie de exploraciones por las Montañas Blancas (White Mountains) de California en 1954. Crecen a una altura superior a  2.000 metros en diversas áreas de caliza de la Gran Cuenca (Great Basin) que cubre el estado de Nevada y partes del de Utah y California.
     Alguno de estos árboles parecen estar muertos, con apenas una parte del tronco cubierta por corteza viva y hojas. Esta estrategia de crecimiento es una respuesta a los daños infligidos por el clima y los rayos, y les permite sobrevivir con recursos muy limitados. Se cree que los pinos bristlecone del Pico Wheeler, en Nevada, son más antiguos que los que se encontraron en California.
Barrena de extracción de muestra del árbol
     En 1964, un estudiante de geología llamado Donald R. Currey
(1934 – 2004) llegó al Pico Wheeler para estudiar la edad del hielo glaciar, lo cual hizo parcialmente recopilando datos de los anillos de los árboles. Empleando herramientas de perforación para retirar material del centro del árbol, identificó especímenes de más de 4.000 años de edad.
     La decisión de su tala y la forma siguen siendo objeto de controversia muchos años después y existen diferentes versiones sobre los hechos. Según alguna versión, cuando su herramienta de extracción de muestras se atascó en el interior de un enorme árbol, el denominado WPN-114, solicitó permiso al Servicio Forestal de los Estados Unidos -y lo obtuvo- para cortar el árbol y dejar al aire un tajo horizontal para su estudio. Cuando hubo contado los anillos del tronco, descubrió que el árbol (también conocido como Prometeo) tenía más de 4.844 años de edad. Más tarde, el dendrocronólogo Don Graybill, obtuvo muestras más cercanas del suelo, y demostró que tenía 4.862 años de edad, el ser vivo más antiguo jamás descubierto. 
      El árbol vivo más antiguo de los restantes es un pino de bristlecone llamado “Matusalén” que crece en las Montañas Blancas de California. Algunos científicos sostienen que su edad es de 4.789 años. Por supuesto no se ha dado a conocer su localización.

     Hasta 1970, se creía que los pinos bristlecone eran una sola especie. Más tarde D.K. Bailey demostró que existían diferencias en la estructura de las agujas y piñas entre los bristlecone de California, Nevada y Utah, y los de Arizona, Colorado y Nuevo México. Estas diferencias eran lo bastante acusadas como para permitir la división en dos especies: Pinus longaeva y P. aristata.     
     El pino bristlecone no solo es un especialista en sobrevivir en climas áridos, sino que se las arregla en suelos dolomíticos que son alcalinos y pobres en nutrientes. Con solo tres meses de verano al año, y menos de 25 cm. de agua de lluvia, la circunferencia del tronco de estos pinos apenas aumenta un cuarto de 
milímetro cada año. 
 
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03 enero 2015

JOAN MANUEL SERRAT (Barcelona, 1943)
A una encina verde

...Y de haber nacido en la tierra baja
pudo ser timón y volverse al mar.
Pudo ser rueda y ver mundo,
ser mango, cuna o altar.

Pudo ser ceniza y humo
o pudo, simplemente, no haber nacido
donde manda el roble, pero ahí nació
desafiando las reglas,
consentida por el sol.
Más cerca de las estrellas.

De abrazarse al suelo,
a pelear la tierra
con los aguaceros,
de rellenar grietas
con bojes, tomillos y enebros,
de andar huyéndole al hacha
que el amo blande ligero...,
nudos amargos duelen en tus maderas,
encina verde.

Que tus contornos te quieran,
que te respete la muerte.
Que es bueno que cuando el haya enrojece
y los caminos mudan de color,
entre esqueletos de robles,
salpiques con tu verdor
las palideces del bosque.


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