05 octubre 2014

ANA MANZANO PERAL (Cantabria)
No es sencillo ser árbol
en www.iconosmedievales.blogspot.com

(Fragmento)

En realidad, ser árbol es agotador. Me refiero a ser árbol por parte de padre y de madre, anclado día y
noche a una tierra que se comporta caprichosa con los minerales y los nutrientes y también pendiente de un cielo inalcanzable, a la espera de lluvias que refresquen nuestras hojas.
Ser árbol significa estar siempre de pie y con los brazos abiertos, suspendidos, en tensión, aunque haya mañanas en las que no desees abrazar ni el musgo de tu corteza. Es clavar los pies al suelo, hundirlos muy hondo y nunca echar a andar. Ser árbol, como los de mi especie, es empezar a desnudarse en septiembre y soportar, sin morir, que el frío te congele hasta la savia, mientras el viento te azota su ira invernal.
     A veces somos testigos del amor si en nuestra sombra los amantes se roban un beso. Y otras veces, desecados por el tatuaje de un corazón en nuestra corteza, ese amor nos condena a morir sin remedio, aunque el amor ya no exista.
Ser árbol es también poner la mirada en el cielo, extender los dedos, las ramas, hacia las nubes, escuchar a los pájaros susurrar los secretos de sus vuelos y anhelar el azul, consciente del anclaje eterno.
     Los del mar. Tienen algo de tenebrosos esos troncos rotos que la mar deposita en las orillas. Traen en sus posturas forzadas e imposibles trazas de haber presenciado el horror de las corrientes en los abismos. Han perdido la candidez arbórea de nosotros, sus congéneres de los bosques, y su crujido aún duele días después de haber muerto de marea y sal. La vida va y viene, como las olas, como el mar.

      O los del fuego. Ennegrecidos, tiznados, torturados, asfixiados, retorcidos y en el peor de los casos acabados por delincuentes arbóreos. A éstos, ni agua. A los que los salvan, el homenaje del oxígeno limpio y el frescor de la sombra. (...)
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29 septiembre 2014

LUIS EDUARDO CARO MONTEJO (Colombia, 1955)
Grande ceiba

En la plazuela solitaria,
están las viejas casas coloniales
fantasmales espacios sostenidas en alegres paredes de antaño,
paredes carcomidas por el tiempo,
y habitadas por el polvo del olvido,
manto de recuerdos fenecidos,
y sostenidos en el hilo de tiempos perdidos,
y en el centro de la plazuela
la gran ceiba.

Hermosa Ceiba,
Bailarina estática, vestida de túnica verde tal la diosas griegas,
testigo silencioso por trescientos años mirando con los ojos de las hojas,
el desarraigo de las gentes y el pronto olvido de otra aldea de mi tierra natal.

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26 septiembre 2014

PATRIMONIO SECRETO
El tejo en la cuenca del Sil

La Asociación A Morteira publicó el año pasado el libro “Patrimonio Secreto, Cultura y Biodiversidad del Tejo en la Cuenca del Sil”. Se trata de un libro que intenta recuperar la cultura del Tejo en la Cuenca del Sil, cuyo significado cultural y ecológico ha sido olvidado.
Es una obra colectiva en la que han participado veinte autores en torno a tres grandes temas: biodiversidad, cultura y la conservación. El libro es introducido por el gran maestro de los tejos, Ignacio Abella, y ha sido ilustrado por las fotografías de Isidro Canóniga.
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23 septiembre 2014

NICANOR PARRA (Chile, 1914-2018)
Defensa del árbol

Por qué te entregas a esa piedra
Niño de ojos almendrados
Con el impuro pensamiento
De derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
No se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
Ya melancólico naranjo
Debe ser siempre por el hombre
Bien distinguido y respetado:
Niño perverso que lo hiera
Hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
Cómo es posible que un muchacho
Tenga este gesto tan indigno
Siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
No sabe el cuervo que ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario:
Creo que no hay en todo Chile
Niño tan malintencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
La gran persona que es el árbol!
El da la fruta deleitosa
Más que la leche, más que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en el verano
Y, lo que es más que todo junto,
Crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
Que no hay amigo como el árbol,
Adonde quiera que te vuelvas
Siempre lo encuentras a tu lado,
Vayas pisando tierra firme
O móvil mar alborotado,
Estés meciéndote en la cuna
O bien un día agonizando,
Más fiel que el vidrio del espejo
Y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces
Mira que Dios te está mirando,
Ruega al Señor que te perdone
De tan gravísimo pecado
Y nunca más la piedra ingrata
Salga silbando de tu mano.

De Poemas y antipoemas (Santiago, Nascimento, 1954)
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