5/12/2020

Las encinas de la Torre Guinigi

LAS ENCINAS DE LA TORRE GUINIGI 
Lucca, Toscana, Italia

     La Torre Guinigi es una torre de 44,25 m de altura ubicada en la ciudad de Lucca. Su acceso se produce por la Via Sant'Andrea 45.
     Es una de las torres más importantes y uno de los monumentos más representativos de la ciudad de Lucca. Además es de las pocas torres -hubo unas 130- que se mantienen en pie. La característica principal, y por lo que es más conocida, es la presencia de un jardín con siete encinas en su parte superior. A su lado se encuentra el palacio del mismo nombre que perteneció a Michele, Francesco y Nicolao Guinigi.
     Hacia el siglo XIV, dentro del perímetro de las murallas de la ciudad de Lucca existían gran cantidad de torres y campanarios. La familia Guinigi (quienes eran dueños de buena parte de la ciudad y constituyeron una de las familias más famosas de Lucca) quisieron embellecer la torre con un jardín arbolado, convirtiéndose éste en uno de los símbolos del renacimiento, estando presente incluso en el escudo familiar. La torre ha sido donada por la última heredera de la familia Guinigi a la ciudad de Lucca.
     Existen diversas teorías sobre por qué se plantaron los árboles en la torre. Algunas hipótesis se refieren a que con ello se quería superar la altura la Torre delle Ore, que era la más alta de la ciudad (con 50 metros), y otras sostienen que simplemente era un signo de distinción que pudiera hacer reconocible el edificio en la distancia entre las diferentes torres urbanas.


Información y fotos de Wikipedia
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5/09/2020

Araucarias en peligro

TELE13 CHILE
Araucarias: Dinosaurios de la botánica en peligro de extinción
     Ricardo Meliñir muestra orgulloso uno de los pocos bosques adultos de araucarias que quedan en Chile gracias a una dura batalla que libró su pueblo, los pehuenches, contra las madereras, que junto al cambio climático acechan a este dinosaurio de la botánica.
     "Incalculable la edad de estas araucarias", dice este hombre de 63 años curtido por el viento y el frío, mientras señala a una gigantesca que cayó este invierno vencida por el peso de la nieve y los años.
     En Quinquén, una localidad en la región de La Araucanía, sólo el 40 por ciento del bosque de araucarias es virgen, cuenta Meliñir, lonko (jefe) de esta comunidad pehuenche.
     En 1991, con el primer gobierno de la democracia tras la dictadura, los pehuenches recuperaron sus tierras
sagradas para los mapuches, aunque las madereras habían talado parte de estas coníferas, cuyo origen se remonta a unos 260 millones de años.

    Expulsados de este territorio por una erupción del volcán Lonquimay en 1940, cuatro hermanos regresaron a partir de 1973 para reclamar las tierras que pertenecieron a sus antepasados y que habían sido ocupadas por las madereras.
     En la actualidad, medio centenar de familias —unas 200 personas que llevan todas el apellido Meliñir— viven desperdigadas por el primer territorio indígena de conservación desarrollado en Chile, de unas 10 mil hectáreas.
     Pero el cambio climático que favorece los incendios, la destrucción del bosque nativo y la extracción masiva de piñones —considerados un producto gourmet— han convertido a estas "torres de Chile", como las describía en su Oda a la Araucaria el Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda, en especies altamente vulnerables.

Cambio climático ¿nueva amenaza? 
     Los investigadores luchan contra el tiempo para identificar una nueva enfermedad que se abate sobre las araucarias desde hace unos años y que podría tratarse de los efectos del cambio climático, pues la falta de lluvias favorecería la aparición de uno o varios hongos que empiezan secando las ramas y terminan matando al árbol, en particular los ejemplares más jóvenes. El 2 por ciento de los árboles del 90 por ciento afectados ha muerto. A ello se suman los incendios cada vez más frecuentes, como el que consumió más de medio millón de araucarias en la Reserva Nacional China Muerta en 2015; además de su lento crecimiento, y que se trata de una planta diódica, es decir que requiere la coexistencia de árboles machos y hembras para polinizarse.
     Polinizada por la acción del viento, la araucaria posee una especie de flores masculinas
de color castaño oscuro, que se ubican en la terminación de las ramas, y las femeninas, de color verde amarillento, que "pololean", como dice Meliñir, en la primavera boreal. En marzo y hasta que caen las primeras nieves en abril, producen sus frutos.
Hay que esperar entre 20 y 25 años para que esta gimnosperma empiece a dar sus primeras semillas.

     El académico Rubén Carrillo, de la Universidad de la Frontera, urge al ministerio de Medio Ambiente para que incluya a este árbol de largas ramas horizontales, declarado monumento nacional en 1976, que puede llegar a medir hasta 60 metros de altura y 3 metros de diámetro, en la lista de especies en peligro de extinción. "¡Lo único que falta es que el decreto aparezca en el diario oficial!", exclama frustrado, tras recordar que es la única araucaria de las 17 especies que se conocen que se asocia a los pueblos originarios y la única que se da en clima templado.
     En los últimos años, los bosques de esta especie nativa del sur de Chile y Argentina se han reducido a unas 260.000 hectáreas solo en Chile, repartidas entre las cordilleras de los Andes y la de la costa o Nahuelbuta, las más amenazada, desde La Araucanía hasta Los Ríos.
 

Atractivo local
     Para la comunidad pehuenche, "el piñón de la araucaria es el único sustento, la única agricultura que tenemos aquí", explica René Meliñir, hijo del lonko y con formación de cocinero. De este fruto alargado se elaboran bebidas, harina, se comen cocidos, asados y en la cocina de fusión hacen mermelada de piñón, kuchen o tortas. "Tiene muchas proteínas y calorías, no contiene sodio ni gluten, lo que los hace más saludables", asegura.


     Al amparo de las araucarias, una parte de la comunidad de Quinquén quiere abrirse al ecoturismo para diversificar los magros ingresos que obtienen de la agricultura y ganadería de subsistencia que todavía practican.

  Unos 200 turistas, la mayoría franceses, llegaron el pasado año, cuenta Alex Meliñir, presidente de la cooperativa, integrada por una quincena de socios, dispuestos a mostrar al mundo la esencia de esta comunidad que solo aspira al respeto y la conservación del medio ambiente, como lo hacían sus antepasados.
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5/07/2020

La Administración a remolque de la sociedad

El Sabinar de Olalla y el Sambibre de Cerveruela se incorporan al catálogo de Árboles Singulares

       Aragón ya cuenta con un total de 19 Árboles Singulares y seis Arboledas Singulares.
      El Boletín Oficial de Aragón publicó las órdenes de catalogación y declaración de un Árbol Singular y de una Árboleda Singular: el Sabimbre de Cerveruela y el Sabinar de Olalla, según informó el Gobierno de Aragón en una nota de prensa.
     El Sambibre de Cerveruela es un sauce blanco (Salix alba), trasmocho, que se protege a iniciativa de la asociación local “La Chaminera que humea” y del propio Ayuntamiento de Cerveruela (Campo de Daroca, Zaragoza), propietario de la parcela donde se ubica este ejemplar de notables dimensiones. 
     Su altura es de 14 metros, su perímetro en la base del tronco es de 860 cm y el perímetro a 1’30 m de altura es de 935 cm. El diámetro de la copa es de 8 metros. Este sauce se halla dentro de los límites de protección del Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) “Alto Huerva-Sierra de Herrera” y su catalogación le establece un entorno de protección de 16’8 metros de radio a contar desde el propio ejemplar.
     El Sabinar de Olalla, con 64’43 hectáreas de superficie, está situado en las proximidades de la localidad de Olalla, pedanía de Calamocha (Comarca de Jiloca, Teruel), siendo uno de los bosques de sabina albar (Juniperus thurifera) mejor conservados de Aragón, con numerosos ejemplares centenarios. Este bosque autóctono se reparte por suaves laderas mezclándose en algunas zonas con carrascas y rebollos sobre una superficie adehesada, y es atravesado por una rambla ancha donde se encuentran ejemplares de chopo. Aquí se hallan otras especies arbóreas que en menor medida son el quejigo o el serbal común. La nueva Arboleda Singularidad presenta un alto índice de madurez de la masa forestal, estando dentro de los límites de protección del Monte de Utilidad Pública nº 96 denominado “Monte Pelarda” y del Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) de “Sierra de Fonfría”.
      El Gobierno de Aragón ha declarado 19 Árboles y 6 Arboledas Singulares En virtud a la Ley de Espacios Naturales Protegidos de Aragón y al Decreto 27/2015, de 24 de febrero, por el que se regula el Catálogo de Árboles y Arboledas Singulares, Aragón cuenta ya con 19 Árboles Singulares y seis Arboledas Singulares protegidas.


El catálogo de los Árboles Singulares es: 
el abeto de los Tres Quiñones (Panticosa)
el haya de la Caseta Pascual (Hecho)
la encina de Lecina (Lecina)
el tilo de Benasque ( en el término de Benasque)
el caixigo Torrentillo (Lascuarre)
el pino de Valdenavarro ( en la localidad de Zuera)
el enebro de Sabiñán (Sabiñán)
la sabina de Villamayor (Villamayor)
el quejigo de la Casa de la Vega ( término de la localidad de Embid de Ariza)
el cedro, la secuoya y el pinsapo de la Torre del Pilar (Daroca)
la secuoya de la Torre del Pilar (Daroca), el pinsapo de la Torre del Pilar (Daroca)
el chopo cabecero del Remolinar (Aguilar de Alfambra)
el pino del Escobón (Linares de Mora)
la sabina de Blancas (Blancas)
la carrasca de los Tolones (Peracense)
el tejo del barranco del Cuervo (Beceite)
el alcornocal del Prado (Sestrica)
el Sabimbre de Cerveruela.
     
Las Arboledas Singulares de Aragón son: 
el Pinar de Pino Moro de la Sierra de Gúdar
el Pinar de Pino Salgareño de Valdiguara en Luesia
los Chopos Cabeceros del Alto Alfambra
el Hayedo del Moncayo
el Pinsapar de Orcajo
el Sabinar de Olalla.
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5/03/2020

Libros: Alegato por el árbol

FRANCIS HALLÉ
Alegato por el árbol

      Tan ajenos a nosotros, aun siendo tan familiares, comprenderlos, entender su extraña alteridad, es el objetivo último de este libro del botánico Francis Hallé, que ha dedicado su vida al estudio de los árboles en los trópicos. Al extenso conocimiento de su autor, se unen la vivacidad del verdadero contador de historias y la precisión y capacidad expresiva de un dibujante nato. La primera parte se dedica a diversas cuestiones de su biología y estructura: ¿De cuántas maneras se puede «ser árbol»? ¿Cómo se las arreglan para vivir tanto tiempo? ¿Por qué algunos parecen tener el tronco enrollado como un tirabuzón?… A continuación se presentan algunas especies, en retratos individuales que se pueden leer como narraciones independientes. Por último, Hallé dirige su mirada a la inveterada relación entre árboles y seres humanos: las interesantes prácticas de cultivo y mejora en los trópicos, un breve paseo por el mundo de la música y el de la influencia de la luna, para finalizar con un sugerente ensayo sobre lo que pudiéramos deber los humanos a los hábitos arborícolas de nuestros ancestros.
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