01 marzo 2012

TOMÁS MORALES (Moya-G.C.- 1884-1921)
Tarde en la Selva (de LAS ROSAS DE HÉRCULES)

                                                  A los hermanos Millares

Tarde en la selva. Agreste soledad del paisaje,
decoración del rayo de sol entre el ramaje
y lento silabeo del agua cantarina,
madre de la armoniosa tristeza campesina.
¡Tarde en la selva! Tarde de otoño en la espesura
del boscaje, en el triunfo de la arboleda oscura,
bajo la advocación de las copas sonoras
y el plácido consorcio de las dormidas horas...

¡Oh paz! ¡Oh último ensueño crepuscular del día!
El ambiente era todo fragancia; atardecía,
y la lumbre solar, en fastuosas tramas
quemaba en las florestas su penacho de llamas.
Todo el bosque era un hálito de aromas peculiares;
las hojas despertaban sus ritmos seculares,
y, bajo ellas, soñando y a su divino amparo,
la mística frescura del riachuelo claro
que el salto de una roca transformaba en torrente.
(Caballera brumosa, donde, divinamente,
ilustró el arco iris, con siete resplandores
la fugaz maravilla de sus siete colores.)

Y el alma se hizo copia de esta virtud silente;
por su influjo, el ensueño tornose transparente
e iba hundiéndose en una renunciación discreta.
La soledad y el ocio, amigos del poeta,
vestían mis quimeras con ropajes corpóreos
y eran trasuntos vivos los efluvios arbóreos...

¡Oportuna la hora! De entre los matorrales
surgen, tímidamente, los genios forestales,
y mi presencia espían, avizores e inquietos,
tras los olmos rugosos y los blancos abetos.
Remisos, un momento, se consultan dudosos,
y en un punto, en el claro, penetran tumultuosos.
Y hacen, desorbitados como frutos gigantes,
columpio de las ramas los elfos trashumantes;
giran los blandos silfos de carnes sonrosadas
con sus alas de insectos tibiamente irisadas;
trenzan ralas piruetas los gnomos casquivanos,
chafando la hojarasca con sus cuerpos enanos,
y los lares acuáticos croan sus voces ruines
viscosos y adobados de lacustres verdines...

Rondan, danzan, simulan fieras acometidas
y entre sí se apedrean con las bayas caídas;
armando una algazara jovial y volandera;
que, caprichosa, rapta la brisa pasajera
y el eco desbarata, tras la arboleda honda
entre murmullos de agua y susurros de fronda...

Y el alma, arrebatada de ascensional destreza,
ingrávida, abandona la temporal corteza
y se suma a la ronda, milagrosa y liviana,
y en el coral divino pone su nota humana...
¡Oh alma mía, he escuchado tu jubiloso acento
sensible en la suprema calidad del momento!
Ahora gozan mis ojos de la victoria cierta
de verte, enteramente, absoluta y liberta.
¡Cuanto más disgregada, más en mi compañía;
fuera de mí y, no obstante, tan sumamente mía!
¡Alma que recobraste la original limpieza:
sé una parte en el Todo de la Naturaleza !

De pronto, en el silencio, un golpe temeroso
atraviesa el recinto de la selva en reposo;
son cobarde, en el viento, persistente y salvaje,
que llena de profundos terrores el boscaje.
¡Es el hacha! Es el golpe de su oficiar violento
que, bruscamente, llega, desolador y cruento,
de la entraña del bosque, donde un tilo sombroso
yergue su soberana magnitud de coloso...

¡Oh dolor! El monarca de la selva suntuosa,
el patriarca de verde cabellera gloriosa
que preside el sagrado misterio de la umbría,
mira llegar su muerte con la muerte del día.
Y hay un grave silencio meditabundo, inmenso,
y es tan grande la duda y el temor tan intenso
que callan, espantados, hojas, lares y fuentes
para escuchar medrosos...  y oyen, intermitentes,
en el dolor tremendo, los redobles del hacha
prendidos en el pasmo de la encalmada racha
donde triunfan lo breve de un estadillo seco
y mueren duramente, sin amor y sin eco...

Y los viejos del bosque, los viejos de alma fuerte,
temen, presentidores de una uniforme suerte;
y hay en sus copas trémulas como un sollozo humano,
como un plañir de preces por el perdido hermano
que a cada golpe arguye con un mortal gemido
y tiembla, y se estremece, como un titán herido...

Súbitamente, un grito hiende la selva, ronco:
creyérase el lamento postrimero del tronco
que al ceder maldijera...  Y el coloso vacila,
y la enorme silueta, pesadamente, oscila.
Heridas por la muerte sus savias vigorosas,
ved, cómo el triste extiende sus ramas temblorosas
como brazos que quieren asir, inútilmente,
la ramazón cercana, que cruje sordamente.
Aún en el aire, un punto gira alocado, incierto,
y raudo cae de bruces sobre el camino: ¡muerto!


                                     EPITAFIO


Grave señor del bosque, que sobre el verde prado,
inmóvil y maltrecho, yaces abandonado:
no abatieron tu frente gloriosos capitanes,
sino el golpe pechero de los ruines jayanes.
Ya, sobre tus cabellos, no volarán los ruidos
propicios al geórgico misterio de los nidos.
Tus frondas, que escucharon los silvestres cantares,
caldearán, ahora, los ahumados lares
de la pobre cocina o el salón solariego
y estallarán dolidas a los besos del fuego.
Mientras tanto, en el seno de la selva sombría,
tu cuerpo mutilado flagelará la fría
caricia del invierno...  Pero el tronco marchito
volverá a fecundarse con el calor bendito,
y, activamente henchido de virzales renuevos,
cubrirá sus arrugas con los retoños nuevos,
cuando llegue en el carro del aura mensajera,
precedida de un rayo de sol, la Primavera

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(Sobre la desaparición de la Selva de Doramas en Gran Canaria)

26 febrero 2012

JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO (Los Realejos 1731-1813)
Del "Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias"

     La majestad con que un robusto árbol levanta su copa a los cielos, le da un aspecto halagüeño y le imprime un aire de grandeza, que ningún ser viviente suele tener. ¡Qué género de conmoción no se experimenta a la vista de un alte pino o de un copudo castaño, de un descollado tilo o de una eminente palma! ¡Quién será el que al penetrar en un bosque no sienta en su interior no sé qué extraña impresión que no es posible encarecer! La dulce calma, el grato olor, la media luz vista por entre el templado verdor, el silencio, lo erguido de los troncos, lo dilatado de la perspectiva, todo convida al placer le meditar. Por el contrario, ¡qué desnudez más triste la de un terreno sin árboles!
     Así, después de haber bajada de la cima del pico de Teide de Tenerife, por medio de lavas de volcanes y páramos de piedra pómez, los primeros arbustos que yo encuentro son los escobones o "cítisos prolíferos", y aquellas retamas de flor blanca que regalan mi olfato y que recrean mis ojos.
Más abajo se me presenta una. selva de pinos gigantescos, entre los cuales se distinguen algunos cedros del Líbano. Luego el monte verde poblado de brezos, tilos, avernos, palos blancos, viñátigos, acebiños, xinjas, laureles, barbusanos, follados, hayas, lentiscos, saúcos, acebuches, hormigones, madroños, sauces, etc. Y, por último, los predios de castaños, nogales y otros frutales especiosos.
     Sabemos que todavía a principios del siglo XVII se iba desde la villa de la Orotava al puerto de Garachico, que son casi cinco millas de camino, por debajo cíe una floresta continuada de laureles, acebuches, palmas, dragos, cipreses, etc., cuyo olor perfumaba el contorno. (Viaje de Purchass, tomo 5, cap. 11).
     Si por otra parte me acerco a la célebre montaña de Doramas, en Canaria, el peristilo de acebiños y laureles por el cual entro, desde luego me anuncia que voy a penetrar a paraje más intrincado, donde los mayores árboles descuellan. Llego, en efecto, al sitio llamado las "Madres de Moya", y unos excelsos tilos con eminentes bóvedas que las espesas ramas tejieron, me presentan un templo augusto, imagen de la Catedral, cuyo nombre lleva. Sentado a su benigna sombra mi pecho se dilata; respiro un aura suave; oigo el canto de los pájaros canarios, capirotes y mirlos, y el susurro de las aguas que corren, frías, diáfanas y delgadas. Miro hacia arriba., y por los claros de las aberturas de las ramas alcanzo a ver las inmediatas cumbres de los altos peñascos que rodean aquel ameno valle, y pendientes en ellos algunas cabras y la manada de ovejas que guía un pastorcillo vestido con capote de lana blanca con aguadera..
     Pero pasemos del placer que los árboles nos ocasionan a los bienes innumerables, que les debemos. Aquel fuego que la leña mantiene para las necesidades de la vida; aquel arado que surca la tierra; aquella fragua, aquella barca, aquel torno, aquel techo, en su¬ma, todas aquellas artes en que se emplean las maderas, ¿podrán existir sin los árboles, por ventura? Mas antes que ellos caigan víctimas del hacha, ¿con cuántos ricos presentes no nos favorecen? De sus ramas bajan, a echarse a nuestros pies la castaña, la aceituna, la nuez, la almendra; y se ponen en nuestras manos: la naranja, la granada, la ciruela, la pera, el plátano, el limón... Corre el aceite de la oliva, y el vino de la parra. El moral nos da seda y el algodonero su preciosa pelusa. Suda el drago su sangre, el almácigo su resina, el pino su brea, el cardón y la tabaiba su leche...
     ¿Y por qué aquellas lomas se han descarnado, y perdido su antigua feracidad? ¡Ah! Priváronlas de los árboles que con sus raíces entrelazadas sos¬tenían la tierra. ¿Y por qué el otro cerro se reviste ahora todos los años de nuevos céspedes y de lozanas yerbas? Porque las hojas de los árboles y arbustos inmediatos, habiéndose deshecho y podrido, le ofrecen sin cesar una admirable tierra hortense.
     Además de esto, nadie puede ignorar que la espesura de los montes es una de las cosas que más atraen las benéficas lluvias, y que contribuyen, por consiguiente, a enriquecer los manantiales de agua viva. Por tanto, no cortes jamás un árbol sin haber plantado antes diez. Catón, en su Libro de la Vida Rústica, decía: "Cuando se trata de edificar, delibéralo largo tiempo; mas cuando se trata de plantar, el deliberar sería, un absurdo: no te detengas, planta sin dilación; esta es una ocupación digna de un honrado vecino, es un obsequio debido a la naturaleza, y fácil de practicar. Pero, al contrario, tropezamos a cada paso unos hombres que tienen la osadía de destruir en pocos instantes la bella obra de los siglos, y el patrimonio de la posteridad, mientras no han hecho en toda su vida nada útil ni dejarán en los campos vestigios de su existencia.
    ¡Qué placer se puede igualar al de extender la vista por la campiña que uno ha vestido de árboles, y decir: ¡Dios crió las especies; yo, las he multiplicado! ¡La posteridad bendecirá mis cuidados, cuando eche de ver que yo he tenido la generosidad de trabajar para ella; la Patria me tributará elogios, porque he aumentado sus verdaderos bienes...! Gratas reflexiones que deberían animar a todos los canarios, amenazados de la temible situación de carecer de árboles de montaña.

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18 febrero 2012

BLAS DE OTERO (Bilbao 1916-1979)
Canción quince

Ramo de oliva, vamos
a verdear el aire,
que todo sea ramos
de olivos en el aire.

Defenderemos la tierra
roja que vigilamos.
Que todo sea ramos
de olivos en el aire.

Puestos en pie de paz,
unidos, laboramos.
Ramo de oliva, vamos
a verdear el aire.

A verdear el aire.
Que todo sea ramos
de olivos en el aire.

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14 febrero 2012

JEAN MARIE DE LA FOTAINE (Francia 1621-1695)
La mort et le bûcheron

Un pauvre Bûcheron, tout couvert de ramée,
Sous le faix du fagot aussi bien que des ans
Gémissant et courbé, marchoit à pas pesants,
Et tâchoit de gagner sa chaumine enfumée.
Enfin, n'en pouvant plus d'effort et de douleur,
Il met bas son fagot, il songe à son malheur.
Quel plaisir a-t-il eu depuis qu'il est au monde?
En est-il un plus pauvre en la machine ronde?
Point de pain quelquefois, et jamais de repos:
Sa femme, ses enfants, les soldats, les impôts,
Le créancier, et la corvée,
Lui font d'un malheureux la peinture achevée.
Il appelle la Mort; elle vient sans tarder,
Lui demande ce qu'il faut faire.
«C'est, dit-il, afin de m'aider
A recharger ce bois; tu ne tarderas guère.»

Le trépas vient tout guérir;
Mais ne bougeons d'où nous sommes:
Plutôt souffrir que mourir,
C'est la devise des hommes.
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10 febrero 2012

CIPRÉS, CIPRÉS DE SILOS
S. González


Ciprés, ciprés de Silos
monasterio, en pequeño, de pájaros
oración, hecha vida, de un fraile.

Ciprés que contemplas tu imagen
entre el susurro intranquilo
del cristalino estanque.

Ciprés que cobijas tus plantas
en el suelo sagrado del claustro
y que miras con honda nostalgia
al cielo, aún, tan alto.

Ciprés, ciprés de Silos
que ves que paseo a tus pies
y acaricio, con pena tus ramas
y te dejo en recuerdo mi alma.

Ciprés, oración, hecha vida, de un fraile
llega al cielo en un último intento
y di a Dios que quiero volver a mirarte
y, sintiendo la envidia de verte tan alto
con tu ayuda poder enviarle a mi canto.

26-8-1963

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06 febrero 2012

RABÍ URZI DE STRELISK (muerto en 1826)
Enseñaba... 

“El hombre es como un árbol. Si uno se para frente a un árbol y lo mira sin pausa para ver cómo crece y cuánto ha crecido, no verá nada. Pero si se lo atiende en todo momento, se lo poda y se lo protege de los insectos, a su debido tiempo alcanzará su desarrollo. Ocurre lo mismo con el hombre: todo lo que necesita es superar los obstáculos, y entonces progresará y crecerá. Pero no es correcto examinarlo a cada hora para ver cuánto se ha agregado a su crecimiento.”

De "Cuentos Jasídicos" de Martin Buber
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29 enero 2012

JAMÁS CORTES UN ÁRBOL EN INVIERNO 
Cuentos de hoy

Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó.
     Pero luego, en la primavera, vio desolado que al tronco marchito de ese árbol le brotaron renuevos.
Mi padre dijo: "Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. Había perdido todas las hojas en el invierno. Hacía tanto frío que las ramas se quebraban y caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. Pero ahora advierto que aún alentaba la vida en aquel tronco".
     Y volviéndose hacia mí, me aconsejó: "Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno. Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes las más importantes decisiones cuando estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará”.

Carolina Toval: Los mejores cuentos juveniles de la literatura universal

---Fin---

25 enero 2012

ZEN y MATEMÁTICAS
Un árbol oculto

La wed de kirainet.com tiene una interesante entrada, del 2006, comentando la belleza del jardín del templo Ryoan-ji de Kyoto...

"Durante muchos años se pensó que la mejor interpretación del sentido de la disposición de las piedras en el jardín del templo Ryoan-ji de Kyoto era el de una especie de Tigre cruzando un río. En el 2002, unos científicos de la Universidad de Kioto utilizaron ordenadores para buscar formas usando la disposición de las zonas vacías del jardín en vez de la disposición de las piedras. El resultado es que encontraron el patrón de un árbol escondido dentro de la estructura del jardín. Dicen que por eso es tan placentero presenciar el jardín, nuestro subconsciente capta el patrón del árbol sin que lo notemos...."



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22 enero 2012

JOSÉ EMILIO PACHECO (México, 1939-2014)
La granada
de "Tarde o temprano"

¿En qué sueña la carne
de la granada
allá adentro
de su corteza efímera?
Quién sabe.
Desde aquí sólo puede especularse
que piensa:
“Gozo de mi esplendor.
No durarán
esta apretada simetría,
esta húmeda
perfección que me constituye
y me hace granada.
No una joya ni un árbol
o una brizna de hierba.
Tampoco piedra, plomo o alondra.
Seré putrefacción
o bien, devorada,
me haré sin duda carne de tu carne.
En ambos casos
(¿es necesario repetirlo?)
regresaré a la tierra en forma de polvo
y desde ese polvo
(tú no)
reconstruiré mi perfección de granada.”
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18 enero 2012

GABRIEL FERRATER (Reus, 1922-1972) 
Bosque

Recuerda. Cinco niveles.
Tierra y vida oscura.
Una hiedra profusa.
Y ella. Sobre ella
la araña oscilante,
la avispa estremecida
y tú. El espino
a tu lado, infecta
herrumbre. Cinco niveles
de un sedimento espeso
de instintos soñados.
Y todo en torno,
proyecto de luz
cansado o inexperto
veíais alinearse
los troncos de los robles.
Nada confiaba en ello,
pero te diste vuelta
furtivo, ojos bebidos.
Un instante de observación
y, excitadas de pronto
como nervios, las ramas
rezumaron azufres
de sol invernal.

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14 enero 2012

ALPHONSE DE LAMARTINE (Francia, 1790-1869)
Le chêne 

Voilà ce chêne solitaire
Dont le rocher s’est couronné,
Parlez à ce tronc séculaire,
Demandez comment il est né.
Un gland tombe de l’arbre et roule sur la terre,
L’aigle à la serre vide, en quittant les vallons,
S’en saisit en jouant et l’emporte à son aire
Pour aiguiser le bec de ses jeunes aiglons ;
Bientôt du nid désert qu’emporte, la tempête
Il roule confondu dans les débris mouvants,
Et sur la roche nue un grain de sable arrête
Celui qui doit un jour rompre l’aile des vents ;
L’été vient, l’Aquilon soulève
La poudre des sillons, qui pour lui n’est qu’un jeu,
Et sur le germe éteint où couve encor la sève
En laisse retomber un peu !
Le printemps de sa tiède ondée
L’arrose comme avec la main ;
Cette poussière est fécondée
Et la vie y circule enfin !
La vie ! à ce seul mot tout œil, toute pensée,
S’inclinent confondus et n’osent pénétrer ;
Au seuil de l’Infini c’est la borne placée ;
Où la sage ignorance et l’audace insensée
Se rencontrent pour adorer !
Il vit, ce géant des collines !
Mais avant de paraître au jour,
Il se creuse avec ses racines
Des fondements comme une tour.
Il sait quelle lutte s’apprête,
Et qu’il doit contre la tempête
Chercher sous la terre un appui ;
Il sait que l’ouragan sonore
L’attend au jour !.., ou, s’il l’ignore,
Quelqu’un du moins le sait pour lui !
Ainsi quand le jeune navire
Où s’élancent les matelots,
Avant d’affronter son empire,
Veut s’apprivoiser sur les flots,
Laissant filer son vaste câble,
Son ancre va chercher le sable
Jusqu’au fond des vallons mouvants,
Et sur ce fondement mobile
Il balance son mât fragile
Et dort au vain roulis des vents !
Il vit ! Le colosse superbe
Qui couvre un arpent tout entier
Dépasse à peine le brin d’herbe
Que le moucheron fait plier !
Mais sa feuille boit la rosée,
Sa racine fertilisée
Grossit comme une eau dans son cours,
Et dans son coeur qu’il fortifie
Circule un sang ivre de vie
Pour qui les siècles sont des jours !
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10 enero 2012

SARA TEASDALE (EE.UU, 1884-1933)
The tree


Oh to be free of myself,
With nothing left to remember,
To have my heart as bare
As a tree in December;
Resting, as a tree rests
After its leaves are gone,
Waiting no more for a rain at night
Nor for the red at dawn;
But still, oh so still
While the winds come and go,
With no more fear of the hard frost
Or the bright burden of snow;
And heedless, heedless
If anyone pass and see
On the white page of the sky
Its thin black tracery.

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05 enero 2012

UN CIPRÉS QUE APUNTA AL CIELO
R. Núñez

Un ciprés que apunta al cielo,
un surtidor paralelo,
rocas y verde en campiña,
piedra y silencio: ¡Castilla!

22-8-1950  
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