lunes, 28 de agosto de 2023

CÉSAR-JAVIER PALACIOS (Mayo-2016)
Los árboles duermen, pero no echan la siesta

 
Los árboles son tímidos y nos ocultan grandes secretos que poco a poco vamos desvelando entre pasmos. Lo último es extraordinario: duermen. Un grupo de científicos vigiló con potentes escáneres dos bosques de abedul de Finlandia y Austria. Al mismo tiempo y en similares condiciones climáticas. Para sorpresa de todos, comprobaron cómo al caer la noche también caían adormiladas las ramas y hojas de esos árboles. Hasta 10 centímetros.
     Cabeceaban igual que nosotros delante del televisor. Al amanecer, arriba las ramas. Sin pereza pues les va en ello la vida. La salida del sol marca el comienzo de un nuevo día de trabajo, sin siesta, en ese extraordinario laboratorio fotosintético capaz de convertir la energía luminosa en energía química, alimentos fundamentales para ellos y el resto de los seres vivos. Es su particular erección matutina.
     Y es que las plantas se mueven. No lo suficiente como para poder huir de nosotros, pero sí para perseguir el sol de este a oeste, retornando por la noche a la posición inicial de diana, como hacen los girasoles. De ahí su nombre. Este movimiento vegetal lo descubrió el artista y excelente botánico Leonardo da Vinci. El sabio humanista también estudió el geotropismo, la asombrosa capacidad de las plantas para distinguir arriba (para las ramas) y abajo (para las raíces) con la sola ayuda de la fuerza de la gravedad. Ahora sabemos que lo hacen gracias a unas células motoras, a modo de músculos. Las mismas células capaces de activar en rápidos movimientos las trampas mortales de algunas especies carnívoras consumidoras de insectos, de abrir y cerrar flores dependiendo de la hora, de plegar las hojas de las delicadas mimosas con solo tocarlas, de aferrarse a otros para sostenerse y hasta de estrangularlos si es necesario.
     Muchos árboles también caminan gracias a su prodigiosa facultad de lanzar hijos desde las raíces, a quienes cuidan con cariño o directamente machacan, según especies y circunstancias. Trepan, se enroscan, dan vueltas. Se pelean con los vecinos, empujándose unos a otros para hacerse sitio hacia los lados o en altura en esa cruenta batalla por alcanzar los nutrientes del suelo y la luz vivificadora. Quien no lo logra muere. Es una guerra violenta donde no se vacila en utilizar armas químicas de destrucción masiva, emitiendo venenosas sustancias capaces de expulsar a la competencia más preparada.
     Algunos se disfrazan para parecer lo que no son. Otros, verdaderos manipuladores, lo hacen para atraerse ayudantes sexuales como polinizadores activos que den eternidad a su registro genético. Todos valoran el entorno y a los del entorno antes de tomar decisiones.
     Solo les faltaba hablar, y lo hacen, claro que lo hacen. El bosque animado, desordenadamente ordenado, como decía Félix Rodríguez de la Fuente, nunca es silencioso. Los árboles emiten toda clase de ruidos, crujidos, murmullos, siseos, rezongos. Se comunican e intercambian información (entre ellos y con los animales), memorizan posiciones y, por supuesto, poseen su propia personalidad, indeleble e intransferible. ¿Serán también inteligentes? Y si lo son, ¿dónde tienen ese cerebro tan perfecto?
     La respuesta nos la adelantó Charles Darwin, el padre de la evolución. En 1880, solo dos años antes de morir, publicó junto con su hijo y también excelente científico Francis Darwin un libro de título revelador: El poder del movimiento de las plantas. Y justo en el último párrafo se atreve a señalar dónde está ese cerebro vegetal. En la punta de las raíces, que mueven como si fueran gusanos en crecimiento y que trabajan en red a modo de particular sistema nervioso. Trabajo colaborativo en red, ¿les suena de algo? Nosotros lo estamos empezando a descubrir ahora.
     Así que tomen buena nota antes de lastimar un árbol. Recuerden que, a su manera, estos seres fascinantes sienten, padecen, aman, odian, evocan, duermen e incluso, mucho ojo, cuentan con conexión a internet.

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jueves, 24 de agosto de 2023

HÉCTOR RODRÍGUEZ, (en Nat. Geogr-2022)
Ginkgo biloba, el árbol que quería ser inmortal


El estudio sobre el envejecimiento de las plantas más completo realizado hasta la fecha, revela algunos de los mecanismos moleculares que permiten al Ginkgo biloba sobrevivir durante tanto tiempo.
     El envejecimiento tiene lugar en la mayoría de los organismos multicelulares. Con frecuencia se trata de un proceso que viene acompañado del desgaste de los telómeros, alteraciones epigenéticas, pérdida de proteostasis -mecanismo que mantiene el correcto funcionamiento de las proteínas- y mutaciones de las células no reproductoras. Sin embargo, en las plantas, el envejecimiento es complejo y está regulado por diversos factores genéticos y ambientales.
     Si el envejecimiento está asociado con el deterioro del crecimiento y la diferenciación de las células, otro proceso, la senescencia, desemboca en la muerte y es la última etapa del desarrollo. La muerte celular programada y la senescencia de las hojas de las plantas, tanto a nivel celular como tisular -de los tejidos del organismo-
han sido estudiados ampliamente, sin embargo, debido a los complejos ciclos de vida de las plantas, las teorías evolutivas del envejecimiento vegetal habían sido generalmente objeto de poca atención, por lo que los mecanismos subyacentes al envejecimiento a nivel de toda la planta siguen albergando grandes misterios.

Árboles longevos, mas no viejos
     No obstante ahora, en el estudio sobre el envejecimiento de plantas más completo realizado hasta la fecha, los investigadores han revelado algunos de los mecanismos moleculares que permiten al Ginkgo biloba, y tal vez otros árboles, sobrevivir durante tanto tiempo. Los resultados se recogen esta en la revista PNAS en el artículo titulado "Multifeature analyses of vascular cambial cells reveal longevity mechanisms in old Ginkgo biloba trees". Dicho estudio viene a corroborar una afirmación de la cual los científicos vienen sospechando desde hace mucho tiempo: "la condición predeterminada de las plantas es la inmortalidad".
     Para profundizar en las causas de tal afirmación el equipo liderado por Li Wang, investigador de la Universidad de Yangzhou y del Centro de Innovación Avanzada para el Mejoramiento de Árboles por Diseño Molecular, examinaron los núcleos delgados de 34 árboles sanos de Ginkgo biloba. Al examinar sus anillos de crecimiento, Wang y sus colegas descubrieron que el crecimiento de los ginkgos no se desaceleró tras mas de cientos de años; de hecho en numerosas ocasiones las tasas de crecimiento a veces se aceleraron. Además, el tamaño de las hojas, la capacidad fotosintética de las mismas, así como la calidad de las semillas de los árboles, todos indicadores de salud, no variaron con la edad.
     Para averiguar qué estaba sucediendo a nivel genético, los investigadores compararon la expresión génica del meristemo -tejido responsable del crecimiento vegetal- en las hojas y el cambium -una capa delgada de células madre entre la madera interna y la corteza externa del árbol- y que se diferencian en otros tejidos a lo largo de la vida del árbol. El equipo ordenó la secuencia del ARN de los árboles, examinó la producción de hormonas y analizó también en ARN miticondríal -moléculas que pueden activar y desactivar genes específicos- en árboles de entre los 3 y los 667 años.
     Como se esperaba, la expresión de genes asociados con la senescencia, la etapa final de la vida, aumentó previsiblemente en las hojas moribundas. Pero cuando los investigadores examinaron la expresión de esos mismos genes en el cambium, no encontraron diferencias entre árboles jóvenes y viejos. Esto sugiere que, aunque los órganos como las hojas perecen, es poco probable que los árboles mueran de vejez.
     Sin embargo, los investigadores también averiguaron que a medida que estos árboles crecían presentaron una menor presencia de ácido indol-3-acético, una hormona del crecimiento, así como una mayor presencia de ácido abscísico, una hormona antagónica e inhibidora del crecimiento, lo que induce a los científicos a pensar que cuanto más viejo es un árbol, es menos susceptible a la producción de nueva madera. Este descenso en la producción de nuevas células podría ser un indicador de que los árboles como los ginkgos podrían morir de vejez transcurridos miles de años, sin embargo tal y como recogen los registros, la mayoría de estos árboles parecen morir por otras causas, como enfermedades, plagas o sequías.
     De este modo, para comprobar cómo los árboles se vuelven más vulnerables a este tipo de factores externos, los investigadores examinaron los genes relacionados con la resistencia a patógenos y la producción de unos compuestos antimicrobianos protectores llamados flavonoides. Sin embargo lo que encontraron es que no existían diferencias en la expresión génica para árboles de diferentes edades, lo que sugiere que los árboles no pierden su capacidad de defenderse contra los factores estresantes externos con el tiempo, por lo que puede que sean, a fin y al cabo, unos seres que, más que preocuparse por morir, han de hacerlo porque no les maten.

Lo hemos leído aquí

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domingo, 20 de agosto de 2023

JAVIER MUNICIO (Agosto, 2019)
El pino andante del arroyo del Henar
  

Hace unos días recorrí el arroyo del Henar. Sin duda un hermoso vallecillo en Tierra de Pinares lleno de bosques. Pinares casi siempre de negrales pero en los que también abundan piñoneros, robles, enebros, encinas e incluso sabinas. En lo alto de sus páramos curiosamente puedes encontrar desde los arenales más penosos de Valladolid, que ya es decir, hasta duros y agujereados lapiaces calcáreos.   
     Pasando por allí no podía dejar de visitar al viejo negral “Andante”. Se trata de un pino con patas que, según cuentan, entrada la noche baja hasta el arroyo del Henar charlan de sus cosas y antes de amanecer vuelve a su arenoso cotarro.


     El pino podría tener unos 80 años, quizás más. Es menudo y alborotado como suelen ser los negrales; sus ramas, caídas y enredadas, parecen mas bien rastas. Lo curioso y peculiar es que tiene media docena de fuertes patas bien articuladas. Con ellas, lógicamente tiene que caminar. El Pino Andante tiene más amigos, de hecho junto a él encontramos un cuadro en el que hay un cariñoso relato manuscrito por alguien llamado Marciano. Por él sabemos que también sufrió los rigores del rayo y de su esfuerzo diario para sobrevivir cuando el viento le llevó la arena bajo su culo.
     Ahora tiene un compañero quizás nacido de alguno de sus piñones. Seguramente le guarda el sitio cuando se ausenta de su duna. Sí sí, “duna”, porque sobre un páramo vallisoletano podemos encontrar este profundo arenal que si no es más dinámico y árido es precisamente por el inmenso pinar, llamado también “El Negral”, que lo fija.
     Aun así, en algunos claros se muestran nítidas las ondulaciones arenosas con la forma con la que el viento las deja al acariciarlas y es en uno de estos claros donde el Pino Andante se ubica cuando descansa, hincando bien sus patas en la arena para reposar tranquilo y recibir a quien quiera visitarlo con respeto.

Lo hemos leído aquí 

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miércoles, 16 de agosto de 2023

CIENCIA Y CULTURA - (Sept-2022)
La genialidad de los árboles 

 https://www.rtve.es/play/videos/somos-documentales/genialidad-arboles/5917823/

     Estamos tan acostumbrados a verlos que ya no los miramos. Sin embargo, los árboles son un eslabón esencial en nuestra vida en la Tierra. Fueron necesarios los monstruosos incendios que devastaron recientemente los bosques del Amazonas, Siberia y Australia para que la humanidad se diera cuenta de que su desaparición sería una catástrofe global. Necesitamos árboles ahora más que nunca, ya que el cambio climático amenaza nuestra supervivencia y la de ellos.
      Los científicos que exploran los secretos de sus extraordinarias habilidades ahora nos permiten comprenderlos mejor y dar una nueva mirada a los árboles. Sobre todo, nos recuerdan una verdad esencial: nuestro destino y el de los árboles han estado íntimamente ligados desde los albores de la humanidad. Nuestro deber es preservarlos porque no tenemos futuro sin ellos.

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sábado, 12 de agosto de 2023

CHARLES FOSTER, en "The Guardian", abril 2023
"El poder de los árboles", de Peter Wohlleben

Un haya en Glenariff Forest Park, Antrim, Irlanda del Norte. Fotografía de Dawid Kalisinski

Elon Musk ha ofrecido un premio de 100 millones de dólares a la mejor propuesta de captura y secuestro de carbono. Puedo ahorrarle mucho tiempo a su comité. El dinero debería ir a Peter Wohlleben, el guardabosques alemán cuyo libro "La vida oculta de los árboles" fue el éxito de taquilla más improbable y alentador de 2015. La idea de Wohlleben es esta: dejar los bosques en paz. Deja de jugar con ellos, pensando que podemos lidiar con el cambio climático mejor que la naturaleza. Si tocamos el violín, nuestras Romas arderán.      
     En "The Hidden Life" argumentó que los árboles son sociales y sensoriales. El poder de los árboles muestra que pueden ser nuestros salvadores. Pero es terriblemente difícil dejarse salvar. Pensamos que podemos ser los autores de nuestra salvación. Somos hacedores por constitución. Por supuesto, hay cosas que podríamos y deberíamos estar haciendo, pero en términos de práctica forestal, a menudo lo que se factura como parte de la solución es parte del problema. 
     Cualquiera que haya plantado un árbol en su jardín sabe que tiene un efecto profundo: hace que su jardín sea más fresco en verano y más cálido en invierno. Los bosques hacen eso a gran escala. Un bosque caducifolio en verano suele ser tan fresco como un lago. Berlín es 15ºC más cálido que los antiguos bosques cercanos. Los monocultivos de coníferas tan queridos por los silvicultores comerciales no son tan buenos refrigeradores: son hasta 8°C más cálidos que sus compañeros de hoja caduca. 
     Los bosques se enfrían al transpirar. Si no hay agua, no hay refrigeración. La sequía puede matar árboles rápidamente, pero los árboles tienen muchas formas sofisticadas de lidiar con ella, y Wohlleben las expone. Como especie, hemos sobrevivido a muchos cambios climáticos cambiando nuestro comportamiento, y así es como sobreviven los árboles también. 
     Fundamentalmente, los árboles aprenden de sus traumas pasados y producen descendencia programada con esas lecciones. Los árboles que han escapado por poco a la sequía son más prudentes en el futuro: retrasan su crecimiento y racionan su bebida. Tienen dos métodos principales para influir en sus hijos: el primero es la buena crianza. Los árboles madre regulan el crecimiento de sus hijos al cambiar la velocidad a la que los alimentan por goteo con una solución de azúcar a través de las redes de raíces, y los niños que crecen bajo la lluvia y la ligera sombra de la madre no beben mucho ni comen en exceso. El segundo es la herencia epigenética, que permite transmitir rápidamente rasgos de comportamiento útiles a las generaciones futuras.
     Los bosques caducifolios, en particular, eliminan los gases de efecto invernadero de manera efectiva y secuestran carbono mientras viven. La tasa de captura de carbono aumenta hasta que tienen alrededor de 450 años. Córtelos, quémelos y liberará dióxido de carbono no solo de la madera, sino también del suelo del bosque, ya que el suelo, que antes se enfriaba a la sombra, se calienta y, por lo tanto, acelera el metabolismo de los
microorganismos, que consumen el humus restante.
     El camino de los bosques no es el camino del mercado, y si vemos los bosques como almacenes estamos condenados. Los silvicultores deben ser más que accionistas, apiladores, expedidores y reponedores. Necesitamos un ethos radicalmente nuevo. Los árboles de hoja caduca no están “listos para la cosecha” a los 200 años, aún son adolescentes. La plantación de árboles no es necesariamente buena: los costes colaterales pueden ser exorbitantes.  
     Debemos cuestionar expresiones reconfortantes como “energía renovable”, y conocer el costo real de nuestro papel higiénico. Si no aprendemos a dejar los árboles en paz, los árboles estarán solos de todos modos, pero sin nosotros. Wohlleben nos muestra de manera brillante y amena cuán urgente y difícil es no hacer nada.

Lo hemos leído aquí
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martes, 8 de agosto de 2023

La resina, la memoria del bosque

EUGENIO MONESMA (Huesca, 1952)
La resina. Extracción tradicional de la corteza del tronco del pino

Las verticales paredes calizas del Cañón del Río Lobos, modeladas por los fenómenos erosivos, con cerca de 200 metros de altura, han sido testigo mudo de una intensa actividad forestal que hoy ha pasado al recuerdo: la resinación. En el año 2002, antes de iniciar las tareas de resinación Simón, David y Ángel construyeron un chozo tradicional de los que usaban los resineros para guarecerse durante la campaña de trabajo. Y después nos mostraron todo el proceso de la resinación. 
 
 
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sábado, 5 de agosto de 2023

El Hura, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Hura crepitans
(...) Cuando hace algo así como medio siglo llegaron a mi casa estos seis tomos de enciclopedia –luego la ampliaron con alguno más fue para mí como una ventana al mundo. Una de las cosas que recordé siempre de aquellos libros era la referencia a un árbol (el hura) cuyos frutos explotan. Así que cuando Jason Westlake, mostró estas fotos decidí que era hora de volver a mi recuerdo. 
 
 
     El hura (Hura crepitans) también llamado catahua, ochoó, jabillo, jabilla, ceiba amarilla, solimán o salvadera, y al que los anglosajones llaman “caja de arena” (Sandbox), no deja de ser un árbol interesante, a fin de cuentas el tronco está cubierto de espinas, su fruto es venenoso si se ingiere en fresco, aunque puede consumirse tostado en pequeñas cantidades, y su savia es un látex tóxico (es una euforbiácea) que afecta a los peces adormeciéndolos, utilizándose para atraparlos. Produce quemaduras en la piel e incluso cegarte si por alguna causa llega a tus ojos. Los indios caribes usaban las flechas envenenadas con el látex. 
     Para acabar de definirlo, vuelvo a mi recuerdo de la niñez: su fruta explota y lanza las semillas a una velocidad máxima de 240 Km/h llegando a distancias de entre 50 y 90 metros. Si estás en lo alto del árbol y resulta que estás en el camino de la fruta, te matará, pero no porque tenga nada contra ti, esto es solo su táctica de dispersión de semillas. Sin embargo, hay aves y monos que se alimentan de sus frutos y semillas, especialmente tiernos. La madera, pese a la apariencia del árbol, sólo se utiliza para trabajos menores de construcción. Este enorme ejemplar, al que le ha calculado más de 1000 años, crece en Costa Rica.
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miércoles, 2 de agosto de 2023

PATRICIO AGUILAR (Costa Rica, 1966)
El árbol en tu ventana


Veo a través de tu ventana,
el árbol iluminado la esperanza.
Déjalo así;
así deja el fogón encendido;
por la noche,
como un faro de esperanza y calor humano;
la abuela,
para aquél que baja de la montaña.
Un poco de café, un vaso, un jarro,
un guacal ¿una taza?
una tortilla y si hay suerte, frijól.
Veo a través de tu ventana
el árbol iluminado.... la humanidad.
En esta selva, montaña, jungla;
una luz a lo lejos es un hogar,
no una simple casa con cuatro paredes, un techo.
Es el hogar donde vive alguien;
anciana, mujer, hermitaño, un hermano,
un fantasma; pero al final uno igual que yo.
Veo a través de la ventana
el árbol iluminado, tú.
Un recuerdo, una sonrisa, una enseñanza
y todo lo demás; Zeus, Marte, una flor.
Pero al final tú.
Veo a través de la ventana ... el árbol iluminado.
Déjalo así:
así sabré que eres tú y que tú soy yo.

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