JUAN GUZMÁN OJEDA (Ing. téc. forestal)
Drago de las Meleguinas, ¿el más viejo del mundo?
De los árboles
propios del relieve forestal canario, el drago es sin duda uno de los
más renombrados, pero no sólo en Canarias, sino también fuera de
nuestras fronteras. En ciudades europeas e, incluso, australianas
existen individuos ya centenarios de este símbolo de nuestra identidad
biogeográfica.
Hablar de dragos es siempre especial, es como comprimir en un mismo
instante prehistoria con actualidad, mitología y realidad. Su porte
troglodita nos invita a recorrer la fantasía recreada en los escenarios
jurásicos, toda vez que su roja savia o sangre, al oxidarse por contacto
con el aire, sirvió como panacea curativa, así como argumento para
alimentar leyendas entre caballeros y dragones.
Pero por muy cercano o común que este árbol nos parezca, lo cierto es que, tanto Dracaena draco como Dracaena tamaranae
son hoy por hoy tan escasos en el medio natural, que ambos comparten el
letrero de estar en “peligro de extinción”. El primero de ellos, pese a
haber habitado de manera salvaje en varias islas, sólo resiste en
algunos riscos del norte de Tenerife, y el segundo, D. tamaranae,
también ocupa inaccesibles escarpes en el suroeste de Gran Canaria.
Pero también cabe preguntarse la posibilidad de que algunos dragos
salvajes fueran engullidos por la civilización. Y en caso positivo ¿Es
posible que algunos hayan llegado a nuestros días?
La edad de los dragos
La repuesta a esta pregunta es compleja, puesto que
científicamente no podemos conocer la edad. Además, el desarrollo del
drago fuera de los paredones rocosos, es decir, con mayor riqueza de
sustrato, resulta mucho más acelerado. No obstante, para el cálculo de
la edad existe un método estimativo que suele funcionar bien con los
ejemplares cultivados. Esta técnica de observación asimila un tramo de
aproximadamente 15 años por cada periodo floral que, a su vez, suele
coincidir con la división entre las ramas. Para el caso de ejemplares
silvestres, es muy aventurado estimar una cifra entre periodos florales,
pero con toda seguridad sería muy superior a los 15 años.
No
es desventurado afirmar que el Drago de Icod de los Vinos, en Tenerife,
es un ejemplar salvaje que acabó civilizándose. Sin duda el drago más
visitado del mundo, con 24 periodos florales y casi 20 metros de altura,
es uno de los ancianos representantes de la especie. Su crecimiento en
un suelo adecuado ha dotado a este icono canario de las proporciones más
enormes conocidas para la especie.
Pereció en 2014
Por su parte, en la isla de Gran Canaria, casi con toda probabilidad
parece que otro drago salvaje también se vio superado por la frontera
del progreso humano, que no natural: el Drago de Las Meleguinas, en
Santa Brígida. Lamentablemente hoy solo cabe hablar en pasado de este
otro drago, pues fue pereciendo lentamente durante 2014. Crecía en la
coordenada 28º 02´21´´N y 19º29`58 ´´W muy cerca del cauce del antiguo
río Guinigüada.
Este ejemplar de aspecto famélico, toda vez que salvaje, tenía una
altura de solo 12 metros y un tronco que ni siquiera llegaba a un metro
de perímetro. El drago crecía sobre una superficie rocosa con poco
suelo, circunstancia que debió ralentizar su crecimiento. Rafael
Almeida, gran experto en dragos, constata que “comparándolo con una foto
de 1930, no se aprecian cambios significativos, salvo en el entorno”. El flaco Drago de Las Meleguinas era un árbol poco conocido, y no
hubiera pasado tan desapercibido, de no integrarse en la zona ajardinada
del complejo denominado Las Grutas de Artiles.
De cualquier modo, lo verdaderamente destacable de este individuo era su edad, pues con nada menos que 29 periodos florales le correspondería
el honor de ser el drago más viejo del mundo. Sus vetustas ramas todavía
destilan sangre entre grandes heridas y marcas de hongos, denotando el
carácter añejo y obligado de la marca del tiempo. Otra muestra de su
avanzada edad es la de no haber gastado su escasa energía en ramificar
con las últimas floraciones, característica también observada en dragos
antiguos.
Su esqueleto todavía persistirá por un corto espacio de tiempo ya que
acabará sin dejar huella como hacen los árboles que no producen madera.
Tan solo una pequeña vinagrera, nacida sobre la primera ramificación le
da un insignificante tono verde sobre el gris seco. No conocemos las
causas reales de su muerte, como tampoco sabemos de manera fidedigna
cuántas generaciones habrá visto pasar por delante este matusalén con
corteza de dinosaurio. Este meritorio ejemplar, que ya descansa en el Valjala de los dragos,
quizás fuera testigo excepcional de épicas ofensivas entre
conquistadores y protectores de la tierra, y quién sabe si también de
flirteos o romances entre caballeros y princesas.
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