viernes, 22 de febrero de 2019

VÍCTOR J. HERMNÁNDEZ
Elogio del matorral, en "Vientos del bosque"

La curruca rabilarga, uno de los habitantes emblemáticos de los matorrales, de R. Crossley

     Con la llegada de la temporada estival, en la que suelen producirse los incendios de mayores proporciones, este año adelantada por las condiciones climatológicas y tristemente iniciada con trágicos incendios, comienzan a surgir los vehementes llamamientos a realizar "limpiezas" de monte. Pero no a limpiar la abundante basura que hemos repartido generosamente los seres humanos por los campos y márgenes de carreteras, caminos, áreas recretivas y núcleos habitados, sino a eliminar el matorral y la vegetación arbustiva como supuesto medio para prevenir el fuego. Se esgrime, además, el lugar común del abandono del campo, de los aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales, de una forma generalizada, sin apreciar que hay zonas donde dichos aprovechamientos sí pueden contribuir a diversificar el paisaje de forma compatible con la conservación del medio y facilitar la reducción de la progresión del fuego, pero que en otras muchas áreas, con pendientes medias o pronunciadas, como las de montaña, o simplemente de geografía ondulada, y aquellas de climatología más seca, el sobrepastoreo, las quemas y rozas para generar pasto y otros excesos agrosilvícolas, venían produciendo un impacto sobre el medio y los suelos, un impulso a la erosión y desertificación, completamente insostenible.
     También se desconoce, o se olvida, que la eliminación de matorral es una de las técnicas más ampliamente aplicadas por las administraciones, dentro de lo que llaman "silvicultura preventiva". En ocasiones, incluso financiada con fondos europeos para la lucha contra la erosión y desertificación, con los que se elimina el sotobosque protector de los suelos, generando precisamente un aumento muy significativo de la erosión. El abandono en el monte de los montones de matorral cortado, que queda seco en piras que multiplican el riesgo de ignición, o se tritura y se esparce como si fuera pólvora, multiplica los riesgos frente al matorral vivo que con su contenido en agua dificultaba, en comparación, el inicio y el avance del fuego.

     Pero es que además el matorral, los arbustos, el sotobosque, no son "suciedad" sino una parte vital de los medios forestales. En las áreas con suelos más degradados y climatologías secas, es la única cobertura que podemos esperar que proteja los suelos. Y, en la mayoría de los casos, forma parte intermedia de las etapas de sucesión o recuperación natural de la vegetación, una etapa crucial para generar el suelo y las condiciones que propiciarán la recuperación del bosque, además de formar parte, como estrato bajo, de los bosques propiamente dichos. Los matorrales son esenciales para el propio mantenimiento del suelo y de la vegetación: protegen y fijan el suelo frente a la erosión, contribuyen a frenar el agua de lluvia, evitando avenidas y facilitando la recarga de los acuíferos al "colar" el agua en el subsuelo a través de su sistema de raíces; además son la "nodriza" de los árboles, dando sombra, humedad y protegiendo del viento y la helada a las semillas y plantones de los árboles que luego se levantarán sobre el matorral. Y también son alimento y refugio vital de numerosas especies de fauna. Conviene repetir: el matorral es una pieza clave del funcionamiento de los ecosistemas forestales. Por ello, no debería pensarse siquiera en acabar con él, dejando bosques artificiales que más que bosques serían parques o plantaciones de árboles. ¿Qué quedaría para proteger entonces? Hay que evitar que "los árboles no nos dejen ver el bosque".
     Esto no significa que no se pueda hacer un manejo racional del matorral: estudiando cada caso concreto, a amplia escala para planificar de forma general, pero también puntualmente, a escala local, puede ser aconsejable eliminar fajas de matorral en márgenes de ciertas pistas y carreteras, en torno a áreas recreativas, núcleos urbanos y otras zonas habitadas, etc. Pero ha de ser algo puntual y planificado, teniendo en cuenta que hay que respetar las especies protegidas y más singulares, evitar hacer los trabajos en época de cría de la fauna, no desproteger el suelo en zonas de pendiente, etc. Y no olvidando que también es posible contribuir a diversificar la riqueza florística de los matorrales y a avanzar las etapas de sucesión ecológica, como medios para favorecer unos ambientes forestales más resilientes ante el fuego y otras amenazas.

(Nota: .
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