VÍCTOR J. HERMNÁNDEZ
Elogio del matorral, en "Vientos del bosque"
Con la llegada de la
temporada estival, en la que suelen producirse los incendios de mayores
proporciones, este año adelantada por las condiciones climatológicas y
tristemente iniciada con trágicos incendios, comienzan a surgir los
vehementes llamamientos a realizar "limpiezas" de monte. Pero no a
limpiar la abundante basura que hemos repartido generosamente los seres
humanos por los campos y márgenes de carreteras, caminos, áreas
recretivas y núcleos habitados, sino a eliminar el matorral y la
vegetación arbustiva como supuesto medio para prevenir el fuego. Se
esgrime, además, el lugar común del abandono del campo, de los
aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales, de una forma
generalizada, sin apreciar que hay zonas donde dichos aprovechamientos
sí pueden contribuir a diversificar el paisaje de forma compatible con
la conservación del medio y facilitar la reducción de la progresión del
fuego, pero que en otras muchas áreas, con pendientes medias o
pronunciadas, como las de montaña, o simplemente de geografía ondulada, y
aquellas de climatología más seca, el sobrepastoreo, las quemas y rozas
para generar pasto y otros excesos agrosilvícolas, venían produciendo
un impacto sobre el medio y los suelos, un impulso a la erosión y
desertificación, completamente insostenible.
Pero es que además el matorral,
los arbustos, el sotobosque, no son "suciedad" sino una parte vital de
los medios forestales. En las áreas con suelos más degradados y
climatologías secas, es la única cobertura que podemos esperar que
proteja los suelos. Y, en la mayoría de los casos, forma parte
intermedia de las etapas de sucesión o recuperación natural de la
vegetación, una etapa crucial para generar el suelo y las condiciones
que propiciarán la recuperación del bosque, además de formar parte, como
estrato bajo, de los bosques propiamente dichos. Los matorrales son
esenciales para el propio mantenimiento del suelo y de la vegetación:
protegen y fijan el suelo frente a la erosión, contribuyen a frenar el
agua de lluvia, evitando avenidas y facilitando la recarga de los
acuíferos al "colar" el agua en el subsuelo a través de su sistema de
raíces; además son la "nodriza" de los árboles, dando sombra, humedad y
protegiendo del viento y la helada a las semillas y plantones de los
árboles que luego se levantarán sobre el matorral. Y también son
alimento y refugio vital de numerosas especies de fauna. Conviene
repetir: el matorral es una pieza clave del funcionamiento de los
ecosistemas forestales. Por ello, no debería pensarse siquiera en acabar
con él, dejando bosques artificiales que más que bosques serían parques
o plantaciones de árboles. ¿Qué quedaría para proteger entonces? Hay
que evitar que "los árboles no nos dejen ver el bosque".
Elogio del matorral, en "Vientos del bosque"
La curruca rabilarga, uno de los habitantes emblemáticos de los matorrales, de R. Crossley |
Con la llegada de la
temporada estival, en la que suelen producirse los incendios de mayores
proporciones, este año adelantada por las condiciones climatológicas y
tristemente iniciada con trágicos incendios, comienzan a surgir los
vehementes llamamientos a realizar "limpiezas" de monte. Pero no a
limpiar la abundante basura que hemos repartido generosamente los seres
humanos por los campos y márgenes de carreteras, caminos, áreas
recretivas y núcleos habitados, sino a eliminar el matorral y la
vegetación arbustiva como supuesto medio para prevenir el fuego. Se
esgrime, además, el lugar común del abandono del campo, de los
aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales, de una forma
generalizada, sin apreciar que hay zonas donde dichos aprovechamientos
sí pueden contribuir a diversificar el paisaje de forma compatible con
la conservación del medio y facilitar la reducción de la progresión del
fuego, pero que en otras muchas áreas, con pendientes medias o
pronunciadas, como las de montaña, o simplemente de geografía ondulada, y
aquellas de climatología más seca, el sobrepastoreo, las quemas y rozas
para generar pasto y otros excesos agrosilvícolas, venían produciendo
un impacto sobre el medio y los suelos, un impulso a la erosión y
desertificación, completamente insostenible.
También se desconoce, o se
olvida, que la eliminación de matorral es una de las técnicas más
ampliamente aplicadas por las administraciones, dentro de lo que llaman
"silvicultura preventiva". En ocasiones, incluso financiada con fondos
europeos para la lucha contra la erosión y desertificación, con los que
se elimina el sotobosque protector de los suelos, generando precisamente
un aumento muy significativo de la erosión. El abandono en el monte de
los montones de matorral cortado, que queda seco en piras que
multiplican el riesgo de ignición, o se tritura y se esparce como si
fuera pólvora, multiplica los riesgos frente al matorral vivo que con su
contenido en agua dificultaba, en comparación, el inicio y el avance
del fuego.
Pero es que además el matorral,
los arbustos, el sotobosque, no son "suciedad" sino una parte vital de
los medios forestales. En las áreas con suelos más degradados y
climatologías secas, es la única cobertura que podemos esperar que
proteja los suelos. Y, en la mayoría de los casos, forma parte
intermedia de las etapas de sucesión o recuperación natural de la
vegetación, una etapa crucial para generar el suelo y las condiciones
que propiciarán la recuperación del bosque, además de formar parte, como
estrato bajo, de los bosques propiamente dichos. Los matorrales son
esenciales para el propio mantenimiento del suelo y de la vegetación:
protegen y fijan el suelo frente a la erosión, contribuyen a frenar el
agua de lluvia, evitando avenidas y facilitando la recarga de los
acuíferos al "colar" el agua en el subsuelo a través de su sistema de
raíces; además son la "nodriza" de los árboles, dando sombra, humedad y
protegiendo del viento y la helada a las semillas y plantones de los
árboles que luego se levantarán sobre el matorral. Y también son
alimento y refugio vital de numerosas especies de fauna. Conviene
repetir: el matorral es una pieza clave del funcionamiento de los
ecosistemas forestales. Por ello, no debería pensarse siquiera en acabar
con él, dejando bosques artificiales que más que bosques serían parques
o plantaciones de árboles. ¿Qué quedaría para proteger entonces? Hay
que evitar que "los árboles no nos dejen ver el bosque".
Esto no significa que no se pueda
hacer un manejo racional del matorral: estudiando cada caso concreto, a
amplia escala para planificar de forma general, pero también
puntualmente, a escala local, puede ser aconsejable eliminar fajas de
matorral en márgenes de ciertas pistas y carreteras, en torno a áreas
recreativas, núcleos urbanos y otras zonas habitadas, etc. Pero ha de
ser algo puntual y planificado, teniendo en cuenta que hay que respetar
las especies protegidas y más singulares, evitar hacer los trabajos en
época de cría de la fauna, no desproteger el suelo en zonas de
pendiente, etc. Y no olvidando que también es posible contribuir a
diversificar la riqueza florística de los matorrales y a avanzar las
etapas de sucesión ecológica, como medios para favorecer unos ambientes
forestales más resilientes ante el fuego y otras amenazas.
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