12/03/2010

José Pascual - El árbol de la música de Soria

PEPE PASCUAL, Soria
EL ÁRBOL DE LA MÚSICA DE SORIA
Texto y fotos: Pepe Pascual

El árbol con el kiosco de la música era una de las sorpresas que recibíamos cuando de críos íbamos a Soria capital al dentista o algo así. De estudiantes vivimos los paseos veraniegos por la dehesa y el espectáculo de los músicos, uniformados y con gorra, subiendo por la escalera con los soportes para las partituras y los instrumentos. Para nuestro asombro todos cabían. Atendían a la dirección de don Francisco García Muñoz (don Paco, nuestro profesor de música en Magisterio). Numeroso público esperaba pacientemente el inicio del concierto al mediodía. La atención era tan grande como largos  los aplausos posteriores. Un intermedio para el descanso y segunda parte. El público recibía con fruición una de las interpretaciones: la "sanjuanera" del año, sobre todo si era el día de la presentación, unas semanas antes de las fiestas. Llegadas estas, tras el pregón, allí, en aquella explanada tenía lugar un baile público muy concurrido, aunque hubiera otros en varias plazas más. Pese a ser jóvenes concedíamos gran valor a ese olmo y a otros dos que guardaban línea con él y que duraron algo más en el tiempo: sus troncos eran descomunales. Al secarse el olmo, la música pasó a situarse en el suelo, junto a una de las fuentes y un sauce llorón, también de hermoso porte.
Este gran olmo había sido plantado, junto a 150 compañeros, en 1611 y fue talado en 1988, tras morir por grafiosis.
     "En Soria había un árbol. O mejor, en la Dehesa de Soria había un árbol muy viejo, lleno de nudos y de cuya corteza salía una resina densa, imposible de quitar de los trajes de los domingos. Olía a campo, a sol del mediodía, a corte de vainilla del quiosco de al lado, a pradera y a la arena del camino por el que sobresalían sus raíces que se enredaban en las piernas de los niños que, a menudo, iban a caer a sus pies. Tenía un tronco ancho, que se bifurcaba en tres ramas poderosas, capaces de convertirse en miles de hojas que dejaban pasar la luz como el colador deja pasar el agua. Esos puntos de luz se movían al compás de su música porque ese árbol era capaz de sacar, directamente de su copa, música. Lo descubrí de pequeña y, todavía, recuerdo el asombro que me causó. Levanté la vista y arriba, muy arriba, había muchos señores sentados, de uniforme y muy serios, tocando algo que olvidé. Me quedé hipnotizada, mirando lo que, por aquel entonces, me pareció un milagro. Estaban todos sentados entre el verde, con las partituras pegadas a los instrumentos. El director de la orquesta, igual que el Barón Rampante de Calvino, permanecía de pie y su cabeza quedaba escondida entre el follaje.
Por eso decidí que yo también quería ser como él y que, algún día, me subiría a ese árbol para convertirlo en música. Nunca lo hice pero, desde aquel descubrimiento infantil, cuando escucho música clásica miro hacia arriba, porque es en lo alto, entre las nubes, donde me parece que reside."  Ayanta

     El Heraldo de Soria menciona que un soriano, escultor, pintor, etc. que vive hace 20 años en Irlanda (Kilkenny), localizó en Soria, por casualidad, junto a un irlandés y un escocés, los restos de los tres últimos olmos. Solicitó al Ayuntamiento permiso para poder llevar a cabo un plan llamado "OLMO/ LEAMHÁN/ ELM", en relación con el centenario de la llegada de Machado a Soria (1907-2007), que consistió en convertir los tres troncos en figuras humanas, escaleras, extrañas formas policromadas que pudieron ser contempladas por el público soriano y, luego, por el de Kilkenny.

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