21 octubre 2017

Historia de árboles de Buenos Aires

LOS ÁRBOLES TAMBIÉN TIENEN HISTORIA
Diario "Clarin.com" (Abril-2012), Buenos Aires
Los árboles también tienen historia
Costanera Norte. Junto al río, una típica arboleda porteña.
      El temporal ocurrido hace unos días quedará en la memoria de los habitantes de Buenos Aires como lo que fue: una tragedia. Con los años se recordará a los 16 muertos que hubo en Capital y GBA, a los heridos y a los problemas y destrozos que causó. Y en este último rubro, seguramente muchos también recordarán la pérdida de cientos de árboles, esos elementos vivos que, entre otras virtudes y además de su aporte estético, suelen proveernos de buen oxígeno.
     Según los últimos estudios, en las calles y plazas porteñas hay más de 420.000 árboles, lo que equivale a un ejemplar cada siete habitantes. Y en ese escenario verde, el ranking de especies dice que la primera posición en el podio la tienen los fresnos americanos, seguidos por plátanos, tilos y jacarandaes. Pero para demostrar que Buenos Aires es una ciudad bien ecléctica, no sólo en su gente o en sus construcciones, también se encuentran –entre muchos más– tipas, paraísos, robles, limoneros, ombúes, eucaliptus, araucarias, lapachos, pinos y hasta 3.000 palmeras (hay pindó y fénix) que le aportan un toque tropical.
     Como todo en la Ciudad, el arbolado porteño también tiene su historia. Por ejemplo se sabe que a comienzos del siglo XVII se aplicaban penas a quienes destruyeran algarrobos. Y que, entre 1778 y 1784, durante el gobierno de Juan José de Vértiz y Salcedo (el único virrey español que había nacido en América), se diseñó un paseo junto al río, al que se conoció como “La alameda”, aunque en sus orígenes la mayoría eran ombúes.
     En los tiempos en que en estas tierras Juan Manuel de Rosas era el mandamás, en muchas quintas se instalaron pequeños montes de árboles. Y con la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) aquella tendencia de “plantar árboles”, como solía reclamar el sanjuanino, se mantuvo como una constante. Siempre se dijo que fue él quien trajo desde Estados Unidos los plátanos, esos que generan quejas de los médicos alergistas y de quienes sufren las alergias por la pelusa que sueltan. También, aportó las semillas de los árboles de la nuez Pecan, originario de ese país. Y que fue el promotor de la plantación de eucaliptus, como muchos de los que aún se ven en muchos barrios.
     Claro que el título de “paisajista mayor” de Buenos Aires, lo sigue manteniendo el francés Carlos Thays quien, desde 1893 (cuando ganó por concurso el puesto de director de Parques y Paseos de la Ciudad), recorrió todo el país buscando especies que sirvieran para decorar calles, parques y plazas. Así, desde el Norte trajo tipas (llegan a medir más de 30 metros) y jacarandaes, esos que, al final de cada primavera, visten de violeta muchos rincones ciudadanos. Obviamente hay otros árboles que van camino a su erradicación como los simpáticos paraísos (sus ramas y troncos se ahuecan y caen con mucha facilidad) y los ficus (está prohibido plantarlos), cuyas raíces suelen causar estragos en veredas y cañerías.
     Como se ve, el tema de las arboledas porteñas tiene todavía mucha savia para aportar y con ellos se podría hacer hasta un tratado sobre sus colores, sus sombras y sus leyendas. Sobre todo con aquellos que tienen relación con el pasado, como es el caso de ese retoño del aromo que Manuelita Rosas plantó en 1838 en los jardines de la residencia familiar que tenían en Palermo. Dicen que junto a ese árbol, la hija de Don Juan Manuel consiguió indultos a favor de algunos sentenciados por cuestiones políticas. Y, por eso, se lo conoció como “el aromo del perdón”. Pero esa es la siguiente  historia.

-----

19 octubre 2017

ARACELI ACOSTA
Los beneficios de los árboles en una megaciudad ascienden a 500 millones de dólares anuales
En ABC Sociedad
Árboles en una de las megaciudades

En las megaciudades viven casi el 10 por ciento de los 7.500 millones de habitantes del mundo (...)
      El equipo internacional de investigadores estimó la cobertura existente y potencial de los árboles y su contribución a los servicios de los ecosistemas en diez megaciudades (Pekín, Buenos Aires, El Cairo, Estambul, Londres, Los Ángeles, Ciudad de México, Moscú, Bombay y Tokio) y calculó que en ellas los beneficios basados en los ecosistemas arbóreos tenían un valor medio anual de 505 millones de dólares, equivalente a 1,2 millones de dólares por kilómetro cuadrado de árboles.
      Para Theodore Endreny, de la Facultad de Ciencias Ambientales y Forestales de Siracusa, Nueva York, y autor principal del estudio, este valor de los servicios de los árboles podría ser fácilmente duplicado simplemente plantando más de ellos. «Las megaciudades pueden aumentar estos beneficios en un 85 por ciento de media», dice (...)

Bienestar humano

Los investigadores estimaron los beneficios de la cobertura de árboles para reducir la contaminación del aire, la escorrentía de las aguas pluviales, los costes de energía asociados con los edificios en cuanto a calefacción y refrigeración y las emisiones de carbono. «Los árboles tienen beneficios directos e indirectos para enfriar edificios y reducir los efectos de las olas de calor. El beneficio directo es la sombra que mantiene la zona urbana más fría, el beneficio indirecto es la transpiración de las aguas pluviales que convierte el aire caliente en aire más fresco», explica Endreny.
      Los árboles urbanos prestan servicios de los que la mayoría de las personas no son conscientes (...)
Para los autores de esta investigación es necesaria «una mayor conciencia del valor económico de los servicios gratuitos proporcionados por la naturaleza, ya que esto además puede aumentar nuestra voluntad de invertir esfuerzos y recursos en la conservación del capital natural y su correcta explotación, de modo que también aumentaría la riqueza social, la estabilidad económica y el bienestar».
                                                      -----

17 octubre 2017

BAÑOS DE BOSQUE

     Tradicionalmente la cultura japonesa ha sentido inclinación hacia la naturaleza, desde los jardines zen hasta la iniciativa gubernamental de los "baños de bosque". Esto se refleja en su particular costumbre de pasar tiempo en el bosque, en una relajación que es a la vez estimulación estética y del sistema inmune.
     A partir de 1982, Japón incluyó en su programa de salud nacional, bajo el término shinrin-yoku, exponerse a la naturaleza como un proceso terapéutico. En un estudio de más de 8 años en el que se invirtieron más de 4 millones de dólares, se encontraron cambios en las células del sistema inmune antes y después de realizar caminatas en el bosque. Se han constatado efectos positivos en el sistema inmune, con una duración de más de 1 mes, después de la exposición a la naturaleza. El beneficio no viene, como algunos sostienen, de abrazarse a los árboles sino del estar bajo la influencia de su atmósfera. Como mínimo deberíamos, para aliviar su estrés-hipertensión-ansiedad, dar un paseo de dos horas por el bosque una vez a la semana.
    Estos efectos, según descubrieron los científicos, se deben a una serie de aceites esenciales llamados "fitoncidas" o compuestos orgánicos volátiles antimicrobianos que se encuentran en plantas y árboles y se emiten como protección ante insectos y parásitos. Los estudios muestran que el aire del bosque no sólo se "siente" bien sino que, en realidad, inhalar esta sustancia mejora la función inmune. En otras investigaciones se ha comprobado que los baños de bosque promueven niveles inferiores de cortisol, bajan la presión sanguínea y reducen el estrés en general.


Más información:
http://losarbolesinvisibles.com/tag/fitoncidas/
http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20140808/54412779142/banos-de-bosque.html
https://qz.com/804022/health-benefits-japanese-forest-bathing/

-----

12 octubre 2017

EL TEJO DE GOLBARDO, Reocín-Cantabria Coplas para rabel
Fuente: Antonio Casares, publicado por ARCA
Iglesia de San Juan “Degollao”.
 
Dice el cura de Golbardo
que quiere talar un tejo,
puesto a talar que se tale
lo que dejo en el tintero.

Se piensa este sacerdote
que estamos en la Edad Media
y que puede cortar árboles
como si fueran cabezas.

Lo mismo que Torquemada
en tiempo de Inquisición,
quiere quemar en la hoguera
al que le dice que no.

El tejo lleva milenios
creciendo en brañas y prados,
mucho antes que los curas
ya eran los tejos sagrados.

Los guerreros de Cantabria
a los tejos adoraron
y ahora viene este curuca
a decirnos lo contrario.

A la sombra de los tejos
nuestros ancestros reposan
y un tonto que va de listo
nos quiere cambiar la historia.

Señor cura de Golbardo,
que el tejo quiere tirar,
eso de tirar los tejos
no es cosa sacerdotal.

Señor cura, señor cura,
deje a los tejos en paz,
y coja el pico y la pala
cuando quiera trabajar.

Este rabel se rebela
contra la tala del tejo,
puesto a talar que se tale
lo que no tiene pellejo.

En el 2004 el cura quiso talar el tejo, muchos vecinos se opusieron, de ahí nacen estas coplas para rabel.
Golbardo, Municipio de Reocín, Cantabria
-----

09 octubre 2017

GEORGE DIGALAKIS (Grecia)
Fotógrafo

El mundo natural sutilmente surrealista se funde en estas fotografías. La quietud y la misteriosa melancolía van hundiéndose en el subconsciente del espectador.
"El agua, un elemento que amo profundamente. Se puede encontrar en la mayoría de mis obras, pero nunca como su tema central. Más bien, utilizo el agua y el cielo como lienzo en el que coloco a los sujetos". G.D.
Emplea técnicas de larga exposición para "llevar las imágenes más allá de la realidad".


-----