PEDRO TRAPIELLO (León, 1952)
Míralo bien - Tejo
en Diario de León
El pasmo vegetal de
estos montes y de la Europa toda se llama tejo, el abuelísimo de todos
los árboles. Hasta cuatro mil años llega a vivir esa catedral enramada
si se lo permite el hacha o el fuego; de todo lo demás ya se defiende él
a las mil maravillas: al sol le reta, del hielo se mofa, el tiempo
ignora y no quiere ver demasiado cerca a sus hijos, así que le pone
trampa a su semilla, que sólo puede germinar si ácidos gástricos le
corroen el blindaje, es decir, que necesariamente ha de comérserla algún
bicho o pájaro para perder la camisa en sus tripas y así cagarla bien
lejos, que no siempre, pues también hace bosquete, tejedo, teixido,
teijeira; si dejara que las semillas le nacieran justo al lado, los
hijos le comerían por las patas, como les comen los ojos a los que crían
cuervos. Sólo el tejo solitario aspira a cumplir milenios. Listo el
tío. Y se tira al monte y a lo abrupto o le ponen de plantón a velar
atrios y cementerios donde, por estar a sus anchas, también suele medrar
arbolando el moño, pinando la figura o, a falta de laurel, perdiendo
cuerpo en los ramoneos benditos del día de Ramos.
Lo que más me fascina
del tejo es que, al cumplir algunos siglos, amorcilla y retuerce los
pliegues de su tronco hasta parecer una gavilla de boas. Qué dibujos.
Qué árbol. Y qué madera veteada (cocida en cal, pasa por ébano).
Debería estar muy
penado que los talen, los quemen o los pisoteen porque el puto tendido
tenía que pasar por allí. Los poquísimos que quedan son los últimos de
estas filipinas perdidas. Ahora les urbanizan poniéndoles a desfilar
como setos pirulones o les dan rincón en un chalet, como al mastín, que
es gente tan de montaña como ese tejo original que sólo resiste
encastillado en puertos, brañas o peñas calvas donde sólo el rayo pueda
alcanzarle, pues de lo demás poco se fía (como para fiarse; todos los
tejos que hubo a mano en las montañas leonesas se fueron talando desde
hace siglos para quemarlos en fraguas y cocinas porque su brasa era
antracita… o para agenciarse vigas, mangos, cruces o chavetas… pobre
tejo).
Y ahora que ya te presenté a mi amigo, mañana te presento aquí a otro que nos llevará a verlos de verdad.
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