03 diciembre 2008

GABRIELA MISTRAL (Chile, 1889-1987)
Himno al árbol

                             A don José Vasconcelos
Árbol hermano, que clavado
por garfios pardos en el suelo,
la clara frente has elevado
en una intensa sed de cielo:

  hazme piadoso hacia la escoria
de cuyos limos me mantengo,
sin que se duerma la memoria
del país azul de donde vengo.

  Árbol que anuncias al viandante
la suavidad de tu presencia
con tu amplia sombra refrescante
y con el nimbo de tu esencia:

  haz que revele mi presencia,
en las praderas de la vida,
mi suave y cálida influencia
de criatura bendecida.

  Árbol diez veces productor:
el de la poma sonrosada,
el del madero constructor,
el de la brisa perfumada,
el del follaje amparador;

  el de las gomas suavizantes
y las resinas milagrosas,
pleno de brazos agobiantes
y de gargantas melodiosas:

  hazme en el dar un opulento
¡Para igualarte en lo fecundo,
el corazón y el pensamiento
se me hagan vastos como el mundo!

  Y todas las actividades
no lleguen nunca a fatigarme:
¡las magnas prodigalidades
salgan de mí sin agotarme!

  Árbol donde es tan sosegada
la pulsación del existir,
y ves mis fuerzas la agitada
fiebre del mundo consumir:

  hazme sereno, hazme sereno,
de la viril serenidad
que dio a los mármoles helenos
su soplo de divinidad.

  Árbol que no eres otra cosa
que dulce entraña de mujer,
pues cada rama mece airosa
en cada leve nido un ser:

  dame un follaje vasto y denso,
tanto como han de precisar
los que en el bosque humano, inmenso,
rama no hallaron para hogar.

  Árbol que donde quiera aliente
tu cuerpo lleno de vigor,
levantarás eternamente
el mismo gesto amparador:

  haz que a través de todo estado:
-niñez, vejez, placer, dolor-
levante mi alma un invariado
y universal gesto de amor!

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GABRIEL MIRÓ - Nuestro padre San Damiel

GABRIEL MIRÓ (Alicante, 1879-1930)
Nuestro padre San Daniel

"... Un ciprés, un magnolio, una palmera, dos araucarias mellizas. Muros de hiedras, de mirtos; huertos anchos, calientes; frescor jugoso de limoneros, de parras, de higueras, eucaliptos estilizados sobre piedras doradas...
      Bajo un almendro aserrado de cigarras se enjugó el pañuelo de gorguera, y otra vez quedóse mirando a la ciudad...
      Se ama y apetece el fruto temprano y verdiñal por sí mismo. Las tapias con árboles, y árboles con el primer fruto, daban una tentación irresistible a los ojos, a la mano y a la boca. El olor del ramaje retoñado, el sabor de esa carne frutal, cruda y fresca, y el tacto de su piel, lisa o velludita, dejaban una delicia inmediata del árbol, una sensación de paisaje...

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JOSÉ Mª PEREDA - El sabor de la tierruca

JOSÉ MARÍA PEREDA (1833-1906)
El sabor de la tierruca

"La cajiga aquella era un soberbio ejemplar de su especie; grueso, duro y sano como una pena el tronco, de retorcida veta, como la filástica de un cable; las ramas, horizontales, rígidas y potentes, con abundantes y entretejidos ramos; bien; bien picadas y casi negras las hojas; luego, otras ramas, y más arriba otras, y cuatro más altas más cortas, hasta concluir en débil horquilla, que era la clave de aquella rumorosa y oscilante bóveda.
      Ordinariamente, la cajiga (roble) es el personaje bravío de la selva montañesa, indómito y desaliñado. Nace donde menos se le espera: entre zarzales, en la grieta de un peñasco, a la orilla del río, en la sierra calva, en la loma del cerro, en el fondo de la cañada... En cualquier parte..."


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AZORÍN - En la montaña

AZORÍN (Alicante, 1873-1967)
En la montaña

"Hoy me he subido a la montaña alicantina. Me he levantado antes de que rayara el alba. Esta montaña tiene acá y allá grupos de pinos que exhalan un penetrante aroma a resina. No son pinos adiestrados y amaestrados por industriales; no son pinos plantados y cultivados en vista de un futuro aprovechamiento de sus troncos. Estos pinos no conocen la mano del resinero. Crecen libres, rebeldes, felices. Su tronco toma mil formas caprichosas; se tuerce a un lado luego a otro; se inclina hacia el suelo; después enmienda la torcedura y se levanta airoso. Al aroma de los pinos se mezcla el aroma de la sabinas, del espliego, del romero, del enebro. En ese aire sutil y fuerte de los paisajes levantinos y castellanos, los aromas se expanden con toda libertad; nuestras ropas, nuestros pies, se impregnan de un sentido olor..."
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