El almez mediterráneo, Celtis australis, es una especie muy
utilizada en jardinería, como árbol ornamental de alineación (en viario y
generalmente en alcorque) o en parques y jardines. En los últimos años,
muchas ciudades están apostando para rebajar el porcentaje muy elevado
que había llegado a tener el plátano de sombra (Platanus x acerifolia,
un híbrido de jardinería surgido en el siglo XVII) dentro del arbolado
municipal, en favor de otras especies, donde destaca de manera muy
importante el almez. Así, por ejemplo, el patrimonio arbóreo municipal
de Barcelona en el 2017 era de unos 240.000 árboles, donde el 9%
correspondían al plátano de sombra y el 6% al almez; en el 2011 y para
los árboles de alineación, estas proporciones eran del 30% en el caso
del plátano y del 12% en el almez; o más escandalosas fueron las cifras
en el 1992, cuando el plátano había llegado al 53%.
La substitución del plátano de sombra por otras especies (con el almez,
ciprés de Lambert, troana, sófora y tipuana, entre la más utilizadas) se
hace atendiendo a razones diversas, destacando: a) aumentar la
diversidad de especies arbóreas, b) buscar árboles con menos fenómenos
de alergias o molestias, c) menos delicados, menos sensibles (o más
tolerantes, según se mire) a plagas, enfermedades y/o fisiopatías, d)
que tengan menos requisitos de poda, e) que sean de dimensiones más
pequeñas, entre otras.
El género Celtis cuenta con unas 70 especies de árboles de hoja
caduca, de regiones templadas a nivel mundial, tanto del hemisferio
Norte, como del Sur. La especie ornamental más utilizada en el litoral
mediterráneo corresponde a Celtis australis, pero también se utilizan C.occidentalis (almez norteamericano) y C.sinensis (almez chino).
C.australis es originario del sur de Europa, oeste de Asia y
norte de África; crece habitualmente entre los 50 y los 1.300 m de
altitud, y prefiere exposiciones soleadas en bosques caducifolios mixtos
termófilos (templados), bien adaptado a suelos pobres, secos y
pedregosos que carecen de humus; no forma nunca bosques, apareciendo
aislado en barrancos, laderas y terrenos alejados de riberas; en
condiciones óptimas, puede superar los 600 años de edad.
Además de los factores indicados anteriormente, en las últimas décadas
se ha favorecido la plantación del almez como árbol municipal y de
alineación, por el hecho de ser tolerante a la contaminación urbana, por
presentar muy pocas plagas/enfermedades agresivas y por ser bastante
tolerante a la sequía.
Los daños más frecuentes, aunque de poca importancia y agresividad, que
presentan los almeces se encuentran asociados generalmente a ataques de
insectos minadores (Agromyza, Caloptilia, Phyllonorycter), ácaros eriófidos (Aceria, Reckella), pulgones (Aphididae), cochinillas (Diaspididae) y de hongos foliares (Erysiphe, Taphrina).
Pero esta situación de “normalidad” parece estar cambiando. En Europa,
los primeros casos de “decaimiento anormal” aparecieron en la década de
los 70s; es a partir de la década de los 90s cuando estos daños se hacen
más evidentes y frecuentes, hasta llegar a la situación preocupante de
los últimos años (2016-2019). Cada vez es más fácil encontrar ejemplares
de almeces ornamentales que muestran un decaimiento anormal y muy
generalizado en la copa, con síntomas y daños más evidentes en años de
sequía e inviernos fríos. Una de las causas a las que se atribuyen estos
daños parece ser la presencia, cada vez más diagnosticada por los
laboratorios, de fitoplasmas (pertenecientes a los grupos “Apple
Proliferation”, “Aster Yellow” y “Elm Yellows”).
Daños que se observan
En los almeces más afectados, destacan los daños que se hacen muy
evidentes en la copa, especialmente en la más apical; generalmente son
ramas aisladas, mientras que el resto de la copa, así como las ramas
inferiores, muestran un aspecto completamente normal. En las zonas de
copa afectadas, y a golpe de vista, se puede apreciar una densidad
foliar más pobre del normal, e incluso procesos de seca de brotes y de
ramillos; ya en más detalle, y en el ramaje afectado, es fácil observar
hojas más pequeñas de lo normal (microfilias), con deformaciones
foliares (de todo el limbo, en lugar de tener la hoja típica de
planifolio) y/o con un patrón de coloraciones verde-amarillo alternado,
con mosaicos amarillos muy definidos, o con un amarilleo difuso
(clorosis); pueden darse fenómenos de esterilidad de flores y una menor
fructificación; en algunas ocasiones, pueden observarse también brotes y
ramillos con entrenudos más cortos (enanismos).
Estos daños se observan tanto en árboles jóvenes (plantados hace 10-15
años), como en árboles maduros-viejos (con más de 100-150 años), tanto
en zonas urbanas (arbolado viario o en parques), como en zonas rurales
(en jardines). Este debilitamiento y decaimiento generales son daños
progresivos, pero muy lentos en el tiempo; con los años (y para los
ejemplares en seguimiento), estos daños pueden evolucionar y agravarse
durante 20-30 años, hasta la muerte del ramaje principal o de la copa;
finalmente, podría conllevar la muerte del árbol. Destacan los daños
observados en Mallorca (Palma [I.Gascón comunicación personal], Calvià),
Barcelona (Badalona, Barcelona, Manresa, Prat del Llobregat, Rajadell,
Sabadell, Sant Cugat, Vallirana), Girona (Mont-ras, Viladesens),
Tarragona (Reus).
¿Qué son los fitoplasmas?
Los fitoplasmas (a diferencia de los eucariotas, que forman los 4 Reinos
[animales, plantas, hongos y protistas]) son organismos procariotas sin
pared celular, polimorfos (pero “no espiral”), “gram positivo” y con un
tamaño medio de 200-800 nm, muy relacionados con las bacterias, dentro
de la Clase de los Mollicutes; descubiertos por primera vez en 1967.
Provocan enfermedades en cientos de especies vegetales de regiones
tropicales y templadas, actuando como parásitos obligados del hábitat
intracelular de las plantas huésped, localizándose en el tejido del
floema (principalmente en las células cribosas que conducen la sabia).
En las plantas leñosas de hoja caduca, la distribución espacial de los
fitoplasmas no es regular y parece estar influenciada por factores
externos.
Los
fitoplasmas necesitan de organismos vectores para la transmisión de la
enfermedad, generalmente durante la fase de alimentación de insectos del
tipo picador-chupador, del grupo de los Hemiptera-Homoptera. (...)
Hay muy poca información y estudios sobre estos daños por fitoplasmas y
observados en el almez, pero las analíticas de laboratorio realizadas
sobre muestras de plantas afectadas (en España, Francia e Italia) han
dado positivo a estos fitoplasmas.
Medidas correctoras y actuaciones de control
En agricultura, el control de los fitoplasmas se basa en la prevención,
destacando: a) usar material vegetal sano, b) plantar
especies/variedades resistentes a estos fitoplasmas, c) evitar plantar
en áreas donde existe el fitoplasma y sus vectores potenciales y d)
controlar las poblaciones de insectos vectores (mediante aplicaciones
periódicas con insecticidas). En los últimos años han aparecido nuevas
alternativas, como son e) aplicaciones de antibióticos (oxitetraciclina)
mediante la técnica de la inyección a tronco por endoterapia, f)
utilizar híbridos de variedades resistentes o bien clonar material
vegetal sano (modificado, obtenido por técnicas in-vitro) y g) utilizar
ejemplares obtenidos de plantas madre infectadas con cepas
hipo-virulentas de estos mismos fitoplasmas.
Pero estas actuaciones indicadas anteriormente no tienen aplicación
posible en el arbolado ornamental y mucho menos con el almez. Hay muy
poca información sobre esta enfermedad de los almeces (cómo se
introduce, desarrolla y evoluciona) y tampoco se conocen a los insectos
vectores. También es sabido que las podas sanitarias (con la eliminación
del ramaje afectado) no son la solución: se reduce o elimina el daño
visible en la copa, pero no se elimina el fitoplasma, ya que éste se
mueve por el interior del sistema vascular de la planta y puede
encontrarse en reservorios radiculares y en el tronco, por lo que al
formarse los nuevos brotes, se moverán nuevamente los fitoplasmas.
Pero debido a que el progreso de los daños asociados a estos fitoplasmas
en el almez tiene un ritmo muy lento (superior a 20 años), ciertas
actuaciones dirigidas a la reducción de situaciones de estrés pueden
favorecer al árbol. Destacan por ejemplo: a) riegos puntuales y de
soporte en períodos de estrés hídrico, b) aplicaciones con abonos del
tipo radicular/foliar específicos, c) mejoras en la calidad del suelo.
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