02 diciembre 2017

SERVICIO DE DIFUSIÓN DE LA CULTURA CIENTÍFICA DE LA UEx, Badajoz
El tejo, una especie en peligro de extinción con cerca de 200 ejemplares en Cáceres
     Los incendios, el pastoreo y las altas temperaturas han propiciado la fragmentación de las poblaciones de tejos y las dificultades para la polinización. Además, se ha demostrado que la germinación en estos ambientes marginales se ve afectada porque los roedores consumen casi la totalidad de las semillas.
     Muchos árboles acompañan cuentos y leyendas populares. El tejo es una de estas especies, considerada sagrada para los celtas y envuelta en un especial halo de misterio gracias a su longevidad, puede vivir hasta 2.000 años, y las propiedades medicinales de algunos de sus componentes, el taxol, un alcaloide utilizado en el diseño de fármacos anticancerígenos.
     El tejo,  Taxus baccata L, es el único árbol catalogado como especie en peligro de extinción por el Gobierno de Extremadura, según el Decreto 37/2001. Esta especie ha sido objeto de investigación por parte del Grupo Investigación Forestal de la Universidad de Extremadura en el marco de su  línea de investigación relativa a la biología y conservación de especies relictas. El objetivo, iniciado en 2002, ha permitido al grupo estudiar la conservación de más de veinte especies arbóreas amenazadas, con la finalidad de remediar el estado de conservación desfavorable, a través de proyectos financiados en una primer etapa por el Gobierno de Extremadura y desde 2006 mediante convocatorias del Plan Nacional de I+D.
     Los resultados del estudio advierten que el tejo vive en un ambiente marginal y en condiciones desfavorables en Extremadura. Son poblaciones fragmentadas, separadas por largas distancias que impiden la polinización necesaria para la regeneración de la especie. “El tejo es una especie relativamente común en el nordeste de Europa. En el sur de Europa y Norte de África se hace cada vez más raro debido a las sequías, los incendios forestales y el pastoreo excesivo. Todo ello ha acentuado el declive y aislamiento de la especie”, afirma el experto de la UEx, Fernando Pulido, responsable de esta investigación. En la Península Ibérica y en Extremadura, el tejo habita en zonas húmedas de montaña cerca de arroyos. “En este sentido, su inaccesibilidad se convierte en su mejor protección frente a la amenaza del fuego y pastoreo”, sugiere Pulido.
     En un primer momento de la investigación, los expertos de la UEx han identificado y localizado en torno a 200 ejemplares en un inventario y mapa de esta especie en Extremadura.  Esta localización previa ha permitido llevar a cabo el estudio en las tres zonas con una densidad de población relativamente alta, en torno a 20 y 30 árboles: Nuñomoral en las Hurdes, que acoge la reserva más grande de tejos, Garganta de Cuartos en Losar de la Vera y Garganta de los Papúos en el Valle del Jerte.

Enemigos del tejo
     “La peculiaridad del tejo es que hay árboles “machos” que generan polen pero no frutos, y árboles “hembras” que producen sólo frutos”, explica Pulido. Para que la especie se reproduzca, el polen tiene que llegar hasta los ejemplares productores de frutos y polinizarlos.  Sin embargo,  y así lo ha demostrado el equipo de la UEx, las grandes distancias entre los ejemplares obstaculizan la polinización. Para llegar a esta conclusión dividieron los árboles en dos grupos, el primero polinizado de manera natural y el segundo polinizado artificialmente. Esta metodología ha permitido a los investigadores comprobar que los tejos polinizados de forma artificial multiplicaron por tres la producción de frutos. Así, queda probado que es la ausencia de polen y no otros factores, la causa detrás de la disminución de frutos.
     Además, los investigadores han encontrado otro problema añadido a la polinización y que afecta también a la regeneración de la especie en ambientes marginales. Los frutos del tejo están formados por un arilo rojo que envuelve la semilla. Su vistoso color atrae a los pájaros y mamíferos que comen la parte carnosa y blanda del fruto,  expulsando así la semilla. De esta manera, los animales favorecen la diseminación de las semillas y su germinación, ya que se trata de una especie gimnosperma, como los pinos y abetos. Sin embargo, los investigadores han comprobado que el consumo de las semillas por parte de los roedores impide en muchos casos la germinación de estas. Así es el caso sobre todo en poblaciones marginales de tejos donde las tasas de recogida de semillas por los roedores ascienden hasta un 92,5%, mientras  que en grandes concentraciones los valores registrados son de 65,4%.
     La consecuencia de la marginación ecológica es evidente. Sin polinización no hay frutos, y por tanto, tampoco semillas, y sin semillas no se produce la regeneración y nacimiento de nuevos árboles.  “Los tejos que sobreviven en Extremadura son ejemplares viejos, se están muriendo y la población no se regenera, de manera similar a lo que está ocurriendo a las encinas en la dehesa extremeña”, señala Fernando Pulido. Ahora sólo falta aplicar las medidas de mitigación propuestas por los expertos para favorecer la regeneración de la especie.

Referencia:
R. Sanz & F. Pulido.  “Pollen limitation and fruit abortion in a declining rare tree, the Eurasian yew (Taxus baccata L.): A reproductive cost of ecological marginality”. Plant Biosystems (2014)  doi: 10.1080/11263504.2014.976290
R. Sanz & F. Pulido. Post-dispersal seed depletion by rodents in marginal populations of yew (Taxus baccata): consequences at geographical and local scales. Plan Species Biology (2014) doi: 10.1111/1442-1984.12030
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30 noviembre 2017

Chiune Sugihara - El bosque de cedros plantados en su honor en Israel

CHIUNE SUGIHARA (Japón, 1900-1986)
Bosque de cedros 
Fuente: Tigrero

En 1939 el diplomático japonés Chiune Sugihara (1900-1986) viceconsul de Japón en Lituania, salvó a miles de judíos polacos al concederles visa de salida japonesa, contraviniendo órdenes superiores, lo que le costó el puesto, la seguridad de su familia y, casi, su propia vida. Pero su arrojo fue tal que, todavía cuando estaba embarcado en el tren de salida de Lituania para presentarse al gobierno imperial, firmaba y sellaba frenéticamente los pasaportes y visados arrojándoselos a una desesperada multitud de perseguidos por el nacismo que se agolpaban alrededor de su vagón y que completaban los documentos con sus datos personales.





      Años más tarde, el gobierno israelí quiso honrar la memoria de este héroe plantando un bosque en su honor, para ello habían elegido los cerezos, por ser el árbol emblemático del Japón. Pero en una decisión inusual la orden fue revocada pues, comparados con el valor que Sugihara había demostrado, los cerezos eran un símbolo insuficiente y se inclinaron por un bosque de cedros, árbol de mayor majestuosidad símbolo del Líbano, reino que suministró la madera para la construcción del primer Templo, lo que también le añadía una connotación devocional.
      Tiempo después de que los árboles hubiesen sido plantados fue cuando las autoridades israelíes descubrieron que “Sugihara” en japonés significa: “Bosque de Sugis”. Los ingleses dieron al sugi -Cryptomeria japonica- el nombe de cedro japonés, aunque después se demostrara que el sugi es de una especie diferente al cedro.
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El 12 de Octubre de 2021 se inauguró en Jerusalén una plaza en honor a Chiune Sugihara 
Más información: https://www.amia.org.ar/2021/10/13/jerusalen-dedica-una-plaza-a-un-diplomatico-japones-que-salvo-a-miles-de-judios-durante-la-shoa/
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28 noviembre 2017

STEFANO MANCUSO (Italia, 1965)
El futuro es vegetal

     "Las plantas son seres inteligentes. Según mi opinión, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas. Si consideramos la inteligencia de esta forma, podemos decir que las plantas son seres muy inteligentes. En los últimos quince años, la información científica ha aumentado mucho pero no la percepción el público de las plantas que seguía siendo la misma. Por ello me decidí escribir un libro divulgativo para poder cambiar esa percepción. Hombres, animales y plantas, son seres inteligentes. El problema es que la similitud entre unos y las plantas no se percibe ni se entiende y eso hace que veamos antes las diferencias. Pero hay que recordar que toda la energía, hasta la energía química, proviene de las plantas. Las plantas son la base de la cadena alimentaria. Otra cosa además es que las plantas son la base de la vida del hombre porque son la conexión entre el sol y la tierra. La energía solar que nos llega es atrapada por las plantas y consiguen transformarla en energía química, en azúcar que es lo que nosotros necesitamos para vivir. Son el punto de conexión entre la energía solar y la energía química. Sin las plantas nosotros no tendríamos energía por lo que no podríamos vivir."
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26 noviembre 2017

RAMÓN OTERO PEDRAYO (Orense, 1888-1976)
Mi hermano
     Yo tenía un hermano. Murió hace tres años. Era tan alto, fuerte y recio que sólo un gran viento lo podía derrumbar.
     Y un gran viento lo derrumbó un día de febrero. Cuando cayó destrozó un pazo fuerte y viejo de siglos y rompió dos gruesas traviesas de piedra de la hermosa terraza. Tembló la tierra en dos parroquias. Lloró el jardín de bojes y rosales, la bella fuente, los pájaros y las sierras madres, grises por la bondad del poniente. Y lloré yo y aún lloro cuando pienso en él.
     Los más doloridos fueron los pájaros, el mirlo como el tordo, el ruiseñor como el jilguero. Pues él los amparaba a todos. Los que en él anidaban como los que sólo se posaban como cansados viajeros. En él dormían con seguridad, guardados de gatos, culebras y niños de malas manos pues los niños buenos aman a los pájaros, amantísimos hijos de Dios y de la luz de los amaneceres.
     Nacido al mismo tiempo que yo, por la voluntad de mi padre, creció mucho más que yo. Tenía brazos valientes y recogía los vientos forzándolos a cantar las bellezas del mundo. Yo abrazándome a él sentía latir su corazón como el corazón gigante de mi tierra. De lejos se veía singular, como un hito, por encima de las formas menguantes del suelo, de los caminos y de las blancas iglesias. Y las sierras abuelas -el Sueiro, la Magdalena, la de Avión siempre a galopar horizontes- gustaban de verlo desde lejos y hablando entre ellas: "Hermoso y bailarín, señala la buena parroquia de Trasalba, buen terreno de fuentes y canciones".
     Pues mi hermano era un árbol que llegó a ser de los más elogiados de Galicia a la par del roble de las cien ramas de Reboredo, del de la Minteira o de aquel pino que creció en el alto de Maside.
     Lo plantó mi padre, en el jardín de la casa, el día que yo nací, quizás pensando que yo podía ser débil y enfermizo y me daría amparo contra los vientos, los soles y las gentes. Era verde y fuerte y elegante, en figura y forma del pino, aunque ser era una especie americana, llamada araucaria, de fina e inspirada belleza arquitectural. Era poeta, pazo de los pájaros, verbo de lo dulces vientos, sensible a todas las variaciones del paisaje. Un harpa. Cuando gemía con el viento de noviembre hacía llorar. Cuando cantaba con los aires de abril espantaba las más gruesas nubes de tristeza.
Pazo de Trasalba

     Yo la adornaba con coronas de rosas bien tejidas en el tronco grueso y dulce al tacto como la mejilla de una niña o se las colgaba de las ramas al mismo tiempo pesadas y livianas. Le confesaba, en voz baja, mis alegrías y mis penas. Cuando le abrí el pecho con gran dolor, lloró lágrimas de una resina de fino olor, gruesas como gotas de lluvia de tormenta. Pues hay un alma neblinosa y amorosa extendida por toda la naturaleza gallega y a veces Dios la quiere animando un viejo roble patriarcal o una céltica roca. Y mi hermano, el árbol de la recia y fina hoja cantarina que me oyó1 frutos suficientes de belleza, de paz y amor.
Cuando tuvo lugar su muerte hubo un asombro y silencio en el jardín, donde ya acabaron los dulces sonidos regalados, y las canciones fugaces de largos adioses esperanzados. Y solo el señor ciprés murmura un "requien" catarroso.
Y yo sigo triste. Me paseo perdido por los caminos del mundo y a veces las primeras tinieblas de la noche me hacen imaginar su gran copa, verde y llena de hojas, para dormir bajo ella confiado en el amparo de aquel forzudo y cantarín hermano que me dejó mi padre.
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Texto traducido por TOMÁS CASAL PITA
1.- En el original al que he tenido acceso figura oiu (oyó), pero está mecanografiado, posiblemente a partir de un manuscrito de Otero Pedrayo. Conociendo la complicada escritura de este autor, creo que muy posiblemente pusiese "diu" (dió), que coincide más con la línea de la frase. 

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Esta entrada está relacionada con la del día 24-11-2017
Pazo de Trasalba
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24 noviembre 2017

El pinsapo de don Ramón, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA nos propone este relato...

Un hombre, un árbol, ...una historia

Artículo publicado originalmente en la revista de la “XI Feria de la Plantación” (San Sadurniño, A Coruña, 2006) y de nuevo en 2011

     Ramón Otero Pedrayo (1888-1976), está considerado, junto con Rosalía de Castro, el patriarca de las letras gallegas. Miembro de la llamada generación “Nós”, profesionalmente fue catedrático de geografía en un instituto de Ourense y, años después, de la Universidad de Santiago. Su obra escrita abarca non sólo obras acerca da su especialidad si no también cuento, ensayo, poesía, teatro, novela y artículos de prensa. Fue miembro de la Real Academia de la Historia e de las Reales Academias Española y Gallega. Durante la segunda república fue también diputado en cortes, pese a no ser un político vocacional.
     Aunque vivió durante muchos años en Ourense capital, su lugar preferido fue siempre su casa del Pazo de Trasalba, a unos treinta Km de esta ciudad. Esta casa, heredada de su padre y a la que añadió una galería diseñada por Castelao, fue su refugio permanente. A su muerte, viudo y sin hijos, fue donada al pueblo gallego a través de la Editorial Galaxia de la que él fuera presidente. Allí, como le gustaba siempre contar a los amigos y a las numerosas visitas, en el llamado jardín de la Solaina, vivía su “Irmanciño” (Hermanito).
     El Irmanciño era un árbol que según contaba D. Ramón fuera plantado por su padre cuando él nació, siguiendo una costumbre familiar (cuando naciera su padre, su abuelo había plantado un naranjo, que puede ser uno que aún vive en el jardín). Como nunca tuvo hermanos siempre se refirió al árbol como su hermano, el "Irmanciño". Y a él se refirió en numerosas ocasiones en estos términos y otros parecidos: “Era una araucaria preciosa, yo la saludaba y hasta le daba abrazos, un día le puse un collar de flores”. Incluso le dedicó un cuento, ”Meu irmao”, escrito cuando ya el árbol cayera, y que se publicó en el periódico del Instituto Virgen de Covadonga de Ourense en 1976. En este cuento, Otero también hablaba de la muerte del árbol: “Cuando le abrí el pecho, con gran dolor, lloró lágrimas de una resina, de fino olor, gruesas como gotas de lluvia de tormenta”
     Tan allegado estaba al Irmanciño que, cuando cayó, tuvo un hondo pesar, y la premonición de que con la caída de uno de los hermanos no tardaría en seguir la del otro. Fue el día 5 de febrero del año 1972 cuando un violento temporal, que alcanzó máximas de hasta 150 km/h, tumbó al Irmanciño sobre el Pazo de Trasalba causando serios daños. Otero Pedrayo estaba en Ourense, donde recibió la noticia con pesar, desplazándose al Pazo para dar las oportunas instrucciones para retirar el árbol y arreglar los daños de la casa. Aún así, debido a su tamaño y a la falta de maquinaria adecuada, no se consiguió sacarlo hasta el verano.
     Mientras tanto, en un homenaje a Otero, sus amigos organizan la fiesta del árbol en Trasalba, al mes siguiente de la caída. De los viveros del Centro Forestal de Lourizán, se llevaron tres araucarias de especies distintas, porque nadie sabía realmente cual era la que cayera (y ninguna se le parecía). De ellas, una murió porque no era adecuada al clima de la zona, otra la tiró años después el ciclón Hortensia, de mal recuerdo en toda Galicia, y la tercera sobrevive en la actualidad a tres metros de donde crecía el Irmanciño.
     Otero le vende el tronco a un maderista, pero sus amigos, siempre sin su conocimiento, hablan con el tratante y lo convencen de deshacer el trato. Ellos mismos, a través de otro maderista que hizo de intermediario, mejoran substancialmente la oferta (Otero necesitaba efectivo de inmediato para arreglar el Pazo) y se quedan con el tronco del Irmanciño que, cortado en trozos, va al aserradero para ser transformado en tableros.
     Los tableros del Irmanciño quedan guardados y sin uso durante un tiempo, porque realmente no saben en qué usarlos. Dos años después a la esposa de Otero, Doña Fita, se le descubre un cáncer irreversible y los amigos de Otero, viendo lo que iba a suceder, deciden encargar un féretro con la madera del Irmanciño. El féretro quedó terminado a tiempo, pero el problema llegó a la hora de barnizarlo, la madera aún estaba verde, rezumaba resina, y no cogía el barniz. Encargaron otro igual, hecho en la misma fábrica y del mismo modelo, pero con otra madera, y aquel quedó esperando en la funeraria por quien, después de toda la vida juntos, habría de ser su usuario final: el hermano humano.
     Cuando en abril de 1976, murió D. Ramón el féretro estaba listo y, aunque él nunca llegó a saberlo, compartió su última morada con su Irmanciño. En la oración fúnebre pronunciada en la Catedral de Ourense, se dijo, entre otras cosas: “Dentro del ataúd también se guardó tierra de Trasalba, con un manojo de camelias blancas, de su jardín, que besaban los pies de D. Ramón. Y, en el sepulcro se le juntó tierra de Padrón, un ramo de laurel de la huerta de Rosalía y también una palma perfumada por los aires de las masías catalanas y por la brisa del mar de la cultura occidental: griega y latina.”
     Esta historia, con muchos más pormenores que los aquí comentados, era conocida al detalle sólo por los que fueron sus protagonistas: los amigos íntimos de D. Ramón. Para los demás era desconocida o sólo sabían una parte y, a veces, parecía que había una especie de leyenda alrededor de la figura del insigne erudito.
     Treinta años después de caer el árbol, otro erudito, en este caso el doctor en botánica D. Carlos Rodríguez Dacal, investigador de la flora de los pazos de Galicia, dirigió su atención a la historia del Irmanciño. Quedó intrigado por ella cuando, en una de sus visitas al Pazo de Trasalba, alguien que recordaba el árbol aún en pié, le enseñó otro árbol del jardín de la Solaina que, al parecer, era igual al que cayó. La sorpresa fue que el otro árbol no era una araucaria, sino un tipo de abeto poco frecuente en Galicia, llamado pinsapo.
     A partir de este momento Rodríguez Dacal, dirige todo su esfuerzo investigador a conocer la realidad del Irmanciño. Puesto a buscar, localiza fotografías en viejos archivos, recortes de prensa, personas que fueron protagonistas de la época de la que hablamos, gente que trabajó en el Pazo y conocían el árbol, el aserradero donde se hicieron los tableros, la fábrica donde se hizo el féretro, etc...y hasta localizó dónde quedaron guardados ¡los tableros no usados del Irmanciño!.
     Con todos los datos y la madera, no sólo recompuso toda la historia, también pudo comprobar que la datación cronológica de la madera correspondía con el nacimiento de D. Ramón, con una pequeña variación de 3 ó 4 años que tendría ya el árbol cuando fue plantado en el jardín. La sorpresa inicial del botánico, de que el Irmanciño no era una araucaria si no un pinsapo, también se ve confirmada por la documentación fotográfica, los testigos vivos y el análisis de la madera. El pazo de Trasalba fue durante décadas un punto de encuentro de la elite cultural de Galicia, pero nadie sacó a Otero Pedrayo de su error. Puede que no pasase por allí ningún conocedor de los árboles, o tal vez que no quisieran contrariar al ilustre geógrafo, eso nunca lo sabremos.
     Después de tener realizada toda la investigación, el profesor Rodríguez Dacal, escribió con todos los datos recogidos un hermoso libro “O IRMANCIÑO DE OTERO PEDRAYO, Pinsapo memorable de Galicia (*)” editado por la Diputación Provincial de Ourense.
     Una tarde de sábado, a finales de la primavera, visité junto a un grupo de estudio de los jardines, el Pazo de Trasalba. Allí, al calor de la tarde, sentados en el jardín de la Solaina, tuvimos la honra de escuchar el cuento “Meu irmao”, leído nada menos que por el hombre que, después de D. Ramón, mejor llegó a conocer al Irmanciño: el profesor Rodríguez Dacal. Mientras el leía, y nosotros escuchábamos en silencio, vi lágrimas en algunos, tristeza en otros y emoción en todos. Yo sentí que aquellos momentos eran mágicos, que a nuestro alrededor parecía haber mucho más de lo que veíamos, espíritus del pasado, del más remoto y del más reciente, de toda Galicia, y la propia tierra gallega, juntándose con nosotros en homenaje a dos de sus hijos: Ramón Otero Pedrayo y el Irmanciño.
(*) -Fotos tomadas del libro con el permiso del autor, D. Carlos Rodríguez Dacal

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Segundo pinsapo caído en el pazo de D. Ramón

Notas de Internet: 

O temporal tumba o pinsapo de Trasalba, árbore coa que se identificaba Otero Pedrayo (25-1-2009)

Esta entrada está relacionada con la del 26/11/17

 
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