03 marzo 2018

MAR VERDEJO COTO (Almería, 1972)
Amable, el señor de los tejos

    “¿Cómo prepara el semillero de texos Amable?” Le pregunté la primera vez cuando llegó el momento de saber cómo hacía germinar las semillas de tejos. Con su voz suave y tímida me contesta: “Me siento en el banco azul y espero a que los pájaros hagan su trabajo”.
     Seguimos con la conversación animada. Mi cabeza científica pensando, en silencio, sobre lo que me estaba diciendo. ¿Cómo sería su semillero? ¿Los plantaría en alveolos forestales? ¿En macetas?... ¡No me habrá entendido bien!, pensé... Pasan los minutos y vuelvo a plantearle la misma pregunta, y él me da la misma respuesta: “Me siento en el banco azul y espero a que los pájaros hagan su trabajo”, decía sonriendo. Debe de ser mi acento, mi voz afinada. Meditaba mientras proseguía la conversación sobre su vida, sus inquietudes y sus sueños. Hago un repaso de las semillas germinadas en el invernadero de la Universidad. Sus dificultades para conseguirlas, los tiempos, los tratamientos, las temperaturas y humedad…


     Los tejos no lo ponen fácil, de eso estaba segura. ¿Cómo conseguirá germinar esas valiosas semillas? Insistí en la pregunta hasta dos veces más, en la última es más explícito: “Hay una teja cerca de casa, sobre el banco azul hay un carbayo que hace de dormidero de los pájaros. Se comen el fruto y, bajo el banco, espero a que germinen las semillas. Después las paso a macetas y las llevo al vivero”. No daba crédito. Quería verlo con mis propios ojos y que volviera a contármelo. Dejaba en manos de la Naturaleza la germinación de las semillas, no las raspaba, ni las metía en agua ni en ácido… Daba tiempo al tiempo a sus noventa y seis años. No tenía prisa para germinar.
     Fuimos hasta su casa. Estaba deseosa de ver el banco azul, donde espera a que nazcan los nuevos tejos que cuida con amor infinito, que regala en momentos especiales y a personas elegidas porque sabe que ellas cuidaran de sus hijos. Era literal. Un banco azul, un gran roble lo abrigaba. La teja, en otro nivel, valle más abajo. Cerca el vivero con los jóvenes árboles. Y delante del banco azul una jardinera de apenas uno o dos metros de largo y unos cuarenta centímetros, donde aguardaban tejos recién germinados. Estaban a salvo de los herbívoros bajo una malla metálica.
     Y allí, sentada en el banco azul, pensé en el tiempo, en la paciencia. En cómo transcurrían sus sueños atemporales bajo el roble, esperando a que germinaran los futuros tejos, con infinita paciencia, con infinita humildad, con infinito respeto a estos árboles que se convirtieron en mágicos en ese instante, porque el mundo se detuvo ante mi mirada y mi mente. Conmovida por este momento. Miré con infinito amor al señor de los Texos, porque de eso se trataba: de amor.
     “He sembrado también”, dijo señalándonos, cerca de allí, dos contenedores envueltos primorosamente con sendas mallas metálicas, en las que dormían las semillas de la teja. “Estos tardarán más”, dijo Ignacio Abella. “¿Cuánto?”, preguntó Amable. “Cuatro o cinco años”, explicó Ignacio. “Bueno, pues esperaremos”, dijo Amable. El Señor de los Texos de noventa y seis años.

Fotos del Bosque Habitado
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01 marzo 2018

Un superviviente, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ingeniero técnico forestal
El Cedro de Arico, un superviviente…

 En PELLAGOFIO nº 42
Se sabe que el cedro es una especie muy longeva y el de Arico, al menos, debería sumar 400 años, aunque puede que muchos más. FOTO J. GUZMÁN
     Seguramente la mayoría de nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, perciben los paisajes forestales actuales como un fiel reflejo de la naturaleza canaria. Nada más lejos de la realidad. A poco que profundicen en el asunto, descubrirán que la mayor parte de nuestro verde proviene de la reforestación, sobre todo en las islas centrales, o bien se trata de formas o fragmentos de sus especies más resistentes. Gran parte del monte todavía se encuentra en estado de convalecencia y recuperación, tras el efecto meteorito que sufrieron en el pasado. En este sentido, siempre se ha señalado al Bosque del Cedro, en Garajonay (La Gomera), como, posiblemente, el único bosque virgen de Canarias. Paradójicamente, Juniperus cedrus, la especie del cedro canario, es uno de los elementos menos abundantes en este hábitat de fragosa laurisilva.
     El cedro canario posee una amplia elasticidad ecológica, se le puede encontrar de manera aislada tanto en la laurisilva como en el pinar, aunque su verdadero dominio se eleva hasta las zonas cumbreras. Este salvaje de la alta montaña resulta ser todo un portento de tenacidad, soportando altos índices de insolación, así como nieves, hielos, cencelladas o fuertes vientos. En estas condiciones su crecimiento es muy lento y suele presentar portes asimétricos, escasa altura y aspecto retorcido.
     Como han señalado diversos autores, resultaría más que probable que las cumbres de las islas de mayor altura albergaran estructuras boscosas, más bien abiertas, conformadas por el cedro. Uno de los pilares que apoyan esta teoría es el hecho de la recuperación natural que está experimentando la especie, gracias a la visita anual de uno de sus más íntimos reproductores: el migrador mirlo capiblanco (Turdus torquatus).

Madera rojiza y aromática
     La excelencia de la madera de cedro, tan rojiza como ligera, duradera y aromática, fue sin duda el principal motivo de persecución y aprovechamiento. Una vez me contaron que todos los cedros que se encontraban junto a la carretera del Roque de los Muchachos (La Palma) fueron talados en un mismo día. De allí debieron salir unos cuantos arcones, así como algunas miles de cajas para puros. Sacrificar estas joyas de la botánica canaria por estos utensilios no compensa los millones de años de evolución, para conquistar los territorios más inhóspitos de la orografía insular.
     Y aunque nos quede la duda de hasta qué punto existió un auténtico bosque por encima del pinar, lo cierto es que todavía hoy podemos encontrar ejemplares que, sorprendentemente escaparon al filo del hacha. El Cedro de Arico es, con toda probabilidad, el ejemplar espontáneo de mayor tamaño que existe en las islas Canarias. El conocido como Patriarca del Teide, en Las Cañadas, es otro ejemplar notable, así como el Cedro de la Casa del Guarda, en Osorio (Gran Canaria), si bien este último fue plantado.

Ocho metros en más de 400 años
     El Cedro de Arico se localiza (28º 13´ 19 “N y 16 º 29´ 26” W) en el fondo del barranco de los Cedros, por encima del caserío de El Bueno, entre el pinar de Tamadaya y la finca de Chajaña. Se encuentra rodeado por antiguas terrazas de cultivo, ya reconquistadas por el pinar, y en el entorno también existen contados ejemplares de cedro.
     A una altitud próxima a los 1.000 metros, casi en el mismo cauce, arranca este agraciado superviviente del pasado. Al situarse de manera encajonada, sus dimensiones reales sólo resultan apreciables casi a la par que advertimos su delicado y a la vez perfume letal para enamorarse.
Este sublime ser vivo se ramifica, a escasos centímetros del suelo, en varias pernadas. Su fuste más grueso alcanza un diámetro de 2,40 metros, presentando siempre una marcada inclinación hacia el este. Su altura total es de ocho metros, dejando bajo su copa una enorme sombra como resultado de su arquitectura en forma de paraguas. El árbol es un vivac en sí mismo, un refugio natural donde podrían tumbarse más de 50 personas. Colándonos bajo este cedro, escondiéndonos en la naturaleza, enseguida se escucha la frenética actividad de la avifauna que este solo ejemplar regala.

En grave peligro
      Del árbol cuelgan varias ramas desgajadas y secas, sus troncos se curvan sobre múltiples ejes y se pueden observar grietas y profundas hendiduras en la madera interna, con zonas vivas y muertas. El árbol no presenta marcas de incendios, pero sí que se encuentra expuesto a un gran peligro, ya que el espeso sotobosque circundante, dominado por jaras y escobones, se encuentra prácticamente en contacto con la copa llorona y rastrera. Seguramente no sería capaz de sobrevivir a un incendio de mediana intensidad, circunstancia que aconseja la aplicación de un tratamiento preventivo por parte de las autoridades competentes.
     Su edad es muy difícil de calcular, aunque al tratarse de una conífera sería posible estimarla científicamente. Se sabe que se trata de una especie muy longeva y, al menos, debería sumar 400 años, aunque puede que muchos más.
     Tan solo cabe añadir que, si tienes la oportunidad de poder visitar esta gigantesca semiesfera de buena sombra, no olvides multiplicar este bello paraje por doquier, para tratar de imaginar lo que debió ser la auténtica y originaria naturaleza canaria.
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27 febrero 2018

IGNACIO ABELLA
El texu de reunión Peñamayor, con Amable

     Así cuenta Ignacio Abella, el Cronista de los Árboles, su providencial encuentro con Amable, conocido como "Mable"

     Atravesábamos el Texeu de Peñamayor, un día radiante de diciembre de 2007. Reinaba, como siempre, el silencio en esta apartada tejeda, de árboles centenarios, cuando, en mitad del bosque, entre los más viejos y gruesos tejos, encontramos a Amable, un anciano de 88 años que caminaba ágilmente, pese a la dificultad del terreno. De aquel encuentro surgió una amistad que ha perdurado y crecido hasta hoy. Desde entonces, Amable nos ha ido mostrando las fuentes y los pasos de la montaña, los lugares recónditos y secretos de esta sierra abrupta. Y, cada vez, hemos tenido la sensación de estar ante el último representante de una raza sobria y sabia que supo conservar el amor hacia la tierra y el bosque y expresarlo a través de toda una cultura en la que el árbol fue principio y fin.
     Desde entonces han pasado ya varios años y, cumplidos ya los 97, sigue mostrándonos los árboles que va dejando a su paso, junto a caserías y cabañas, y por todos los alrededores. De su pequeño vivero han ido saliendo hermosos plantones como el que puso este mismo año junto a la capilla de la Vírgen de la Velía.

     La última vez que lo vimos, al preguntarle si continuaba plantando tejos, nos espetó con toda naturalidad: “yo, seguiré plantando árboles mientras respire”…. Y, como quien descubre un secreto largamente guardado, Amable nos llevó hasta el centro del pueblo para enseñarnos el tocón del viejo tejo que durante siglos presidió la comarca.
     Bajo el Texu se hacían los juicios y reuniones de vecinos, porque, como confesaba Amable: “El texu era ayuntamiento y juzgado, porque…. Como dice Amable: “Lo que se acordaba aquí era sagrado”.
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     Amable Vallina González, el vecino de Melendreros conocido como "Mable" y reconocido por su promoción de los tejos, árboles que plantó y ayudó a plantar durante años, falleció el 17 de enero de 2018, en Bimenes a los 97 años de edad.

Se plantaron los 97 texos en la viesca de Mable
     Ayer fue el día en el que estábamos convocados para plantar los texos que van a constituir la viesca de Mable, acto  que ha tenido mucha participación de gentes venidas de lugares diversos de la Península Ibérica. Se plantaron 97 ejemplares de la cornisa cantábrica, algunos donados por la familia de Mable, otros por Ignacio Abella, otros venían de Cantabria. En fin, todo armonía y buen ambiente en un día en el que el tiempo nos dió una tregua y dejó de llover para que se pudiera llevar a cabo la plantación sin mojarse.
     Los principales plantadores eran los niños y luego los mayores que por allí andábamos terminamos la tarea. Al finalizar la plantación Xuacu Amieva nos tocó un par de piezas, una de ellas el Canciu’l texu rodeado de los participantes y a continuación los familiares de Amable Vallina descubrieron una placa realizada por una artesana vallisoletana, Dori Nieto; por último se leyó un texto por un miembro de Amigos del Tejo y las Tejedas, Fernando Vasco. Todo estupendo. La prensa regional lo recoge en su edición digital, tanto El Comercio como La Nueva España.
     Dejo aquí un pequeño vídeo que hice yo (la calidad no es buena) en la visita que hicimos en marzo de 2014 al texu de Paragües.
     Cerramos el ciclo, pero abrimos otro y es el que denomino efecto Mable, su respeto por la naturaleza es algo que ha calado. Gracias Mable por tu generosidad, por el ánimo que tenías y por esa sonrisa pícara que siempre estaba contigo. Un honor haberte conocido.
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Este es mi pequeño homenaje a un plantador de árboles
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23 febrero 2018

FORGES - ANTONIO FRAGUAS DE PABLO (Madrid, 1942-2018)
... y el árbol, GRACIAS
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