MARY COLBORNE-VEEL (Nueva Zelanda, 1861-1923)
Song of the Trees
We are the Trees.
Our dark and leafy glade
Bands the bright earth with softer mysteries.
Beneath us changed and tamed the seasons run:
In burning zones, we build against the sun
Long centuries of shade.
Song of the Trees
We are the Trees.
Our dark and leafy glade
Bands the bright earth with softer mysteries.
Beneath us changed and tamed the seasons run:
In burning zones, we build against the sun
Long centuries of shade.
We are the Trees,
Who grow for man’s desire,
Heat in our faithful hearts, and fruits that please.
Dwelling beneath our tents, he lightly gains
The few sufficiencies his life attains—
Shelter, and food, and fire.
We are the Trees
That by great waters stand,
By rills that murmur to our murmuring bees.
And where, in tracts all desolate and waste,
The palm-foot stays, man follows on, to taste
Springs in the desert sand.
We are the Trees
Who travel where he goes
Over the vast, inhuman, wandering seas.
His tutors we, in that adventure brave—
He launched with us upon the untried wave,
And now its mastery knows.
We are the Trees
Who bear him company
In life and death. His happy sylvan ease
He wins through us; through us, his cities spread
That like a forest guard his unfenced head
’Gainst storm and bitter sky.
We are the Trees.
On us the dying rest
Their strange, sad eyes, in farewell messages.
And we, his comrades still, since earth began,
Wave mournful boughs above the grave of man,
And coffin his cold breast.
Somos los árboles.
Nuestro oscuro y claro arbolado
Conjunto en la Tierra brillante con misterios quedos.
Bajo nosotros cambiadas y domeñadas las estaciones corren:
En zonas incineradas, construimos contra el sol
Largos siglos de sombra.
Somos los árboles,
Que crecen por el deseo del hombre,
El calor en nuestros corazones fieles y las frutas que agradan.
Morando bajo nuestras tiendas, gana ligeramente
La poca suficiencia que en su vida alcanza-
El refugio, el alimento, y el fuego.
Somos los árboles
Aquéllos de pie, junto a muchas aguas
Por arroyuelos que murmuran a nuestras abejas susurrantes.
Y donde, en extensiones todas asoladas y desiertas,
La palma permanece de pie , el hombre continua , a gusto
Surge en la arena del desierto.
Somos los árboles
Que viajan a donde el va
A través de las vastas e inhumanas, mares errantes.
Nosotros sus tutores, en esa aventura valiente-
Se arrojó con nosotros en la ola no probada,
Y ahora su señorío lo sabe.
Somos los árboles
Quién le hace compañía
En la vida y la muerte. Su afortunada nemorosidad se aligera
Él gana a través de nosotros, a través de nosotros, sus ciudades se extienden
Que al igual que un guardia forestal su cabeza sin protección
Contra la tormenta y el cielo amargo.
Somos los árboles.
Sobre nosotros los restos moribundos
Sus extraños ojos tristes, en mensajes de despedida.
Y nosotros, sus compañeros aún, ya que la tierra comenzó,
Un agitar de ramas tristes por encima de la tumba del hombre,
Y en el féretro su pecho frío.
Who grow for man’s desire,
Heat in our faithful hearts, and fruits that please.
Dwelling beneath our tents, he lightly gains
The few sufficiencies his life attains—
Shelter, and food, and fire.
We are the Trees
That by great waters stand,
By rills that murmur to our murmuring bees.
And where, in tracts all desolate and waste,
The palm-foot stays, man follows on, to taste
Springs in the desert sand.
We are the Trees
Who travel where he goes
Over the vast, inhuman, wandering seas.
His tutors we, in that adventure brave—
He launched with us upon the untried wave,
And now its mastery knows.
We are the Trees
Who bear him company
In life and death. His happy sylvan ease
He wins through us; through us, his cities spread
That like a forest guard his unfenced head
’Gainst storm and bitter sky.
We are the Trees.
On us the dying rest
Their strange, sad eyes, in farewell messages.
And we, his comrades still, since earth began,
Wave mournful boughs above the grave of man,
And coffin his cold breast.
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Canción de los árbolesSomos los árboles.
Nuestro oscuro y claro arbolado
Conjunto en la Tierra brillante con misterios quedos.
Bajo nosotros cambiadas y domeñadas las estaciones corren:
En zonas incineradas, construimos contra el sol
Largos siglos de sombra.
Somos los árboles,
Que crecen por el deseo del hombre,
El calor en nuestros corazones fieles y las frutas que agradan.
Morando bajo nuestras tiendas, gana ligeramente
La poca suficiencia que en su vida alcanza-
El refugio, el alimento, y el fuego.
Somos los árboles
Aquéllos de pie, junto a muchas aguas
Por arroyuelos que murmuran a nuestras abejas susurrantes.
Y donde, en extensiones todas asoladas y desiertas,
La palma permanece de pie , el hombre continua , a gusto
Surge en la arena del desierto.
Somos los árboles
Que viajan a donde el va
A través de las vastas e inhumanas, mares errantes.
Nosotros sus tutores, en esa aventura valiente-
Se arrojó con nosotros en la ola no probada,
Y ahora su señorío lo sabe.
Somos los árboles
Quién le hace compañía
En la vida y la muerte. Su afortunada nemorosidad se aligera
Él gana a través de nosotros, a través de nosotros, sus ciudades se extienden
Que al igual que un guardia forestal su cabeza sin protección
Contra la tormenta y el cielo amargo.
Somos los árboles.
Sobre nosotros los restos moribundos
Sus extraños ojos tristes, en mensajes de despedida.
Y nosotros, sus compañeros aún, ya que la tierra comenzó,
Un agitar de ramas tristes por encima de la tumba del hombre,
Y en el féretro su pecho frío.
Traducción: JUAN
DIEGO AMOROZ
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