RENÈ VILLANUEVA MALDONADO, México
El increíble lenguaje secreto de los árboles y los hongos
Cada vez que caminamos en el bosque o en un sitio donde hay vegetación, nosotros sólo percibimos una fracción de la realidad que existe a nuestro alrededor. Vemos a las plantas, pero en realidad sólo vemos la mitad de éstas, o incluso menos según de cada especie. Sólo nos damos cuenta de las partes aéreas de la planta, es decir: tallos, hojas, flores y frutos. Sin embargo no somos capaces de observar el sistema radicular de las plantas, esa maraña posee un sorprendente secreto... un sofisticado lenguaje que hasta apenas hace poco empezamos a descifrar y que está cambiando radicalmente nuestra forma de ver el mundo...
Hoy en día conocemos alrededor de 292,555 especies de plantas alrededor del mundo, aunque se reconoce que esa cantidad en realidad es mucho mayor, puesto que aún no se han realizado suficientes descripciones ni exploraciones a sitios remotos donde existen un gran número de especies vegetales aún no descubiertas. De toda esta diversidad de plantas, cada una es el resultado de la perpetuación evolutiva de su especie y de su capacidad de adaptación y de dispersión a determinados ambientes, frente a un planeta dinámico que determina una serie de variables que van mucho más allá de la voluntad de los seres vivos.
Para lograr este éxito, las plantas han sofisticado su anatomía y fisiología, en virtud de un alto nivel de interacción ecológica con una gran cantidad de especies que aparentemente no estarían relacionadas, pero con las cuales han estrechado su vínculo al punto que una no sobreviviría sin la otra.
Uno de estos vínculos es el que existe entre las raíces de la gran mayoría de las plantas y los hongos específicos del suelo que se asocian a estas. Esta compleja relación constituye una simbiosis en la cual las hifas de los hongos desarrollan un sistema parecido a una gran red a través de la cual mediante su interacción, ya sea interna a la raíz, externa, o ambas, dichos hongos funcionan como una extensión del sistema radicular de la planta. En el caso de los árboles en los bosques, dichos sistemas son tan extensos que llegan a comportarse como una red de telefonía subterránea que conecta a todos los árboles y plantas a una sola vía de comunicación.
De este modo, los árboles envían señales específicas por medio de estas redes y estas señales son recibidas por los otros árboles, los cuales decodifican estos mensajes. Un ejemplo de esta función, es cuando un árbol es atacado por una plaga o un herbívoro, este envía la señal a los demás árboles, los cuales desarrollan una barrera química en sus hojas que repele a los atacantes. Esta defensa puede llegar a ser muy tóxica (se conocen casos de cientos de antílopes muertos simultáneamente debido a este sistema defensivo) o casos donde las plantas repelen de manera eficiente a las plagas, sin que éstas puedan atravesar sus defensas.
Una gran exponente a nivel mundial de este tema es la Dra. Suzanne Simard, que a través de sus investigaciones en los bosques canadienses ha descubierto que los árboles de este ecosistema, tienen un sistema jerárquico en el cual los individuos más grandes y viejos del bosque, son un eslabón clave en estas redes de comunicación, y que estos árboles llamados Hubs o Mother trees (árboles madre) tienen una particular asociación "familiar" con los árboles jóvenes del bosque, en particular con sus descendientes directos, con los cuales, el árbol madre intercambiará y cederá parte de sus reservas nutritivas a estos jóvenes árboles para favorecer su desarrollo y establecimiento.
Si bien, es probable que esta situación sea mucho más específica de bosques boreales de coníferas cuya biodiversidad en términos florísticos es limitada y por lo tanto existen especies de árboles que claramente dominan el paisaje, también supone una estrategia ecológica que podría constituir el primer ejemplo de alta sofisticación social en donde existe un intercambio de servicios y ayuda mutua en aras de mantener la salud general de la población de árboles, lo cual constituye a su vez una fuerte defensa comunal en contra de las plagas y las enfermedades.
En un experimento llevado a cabo por la Dra. Simard en de la Universidad de Columbia Británica, se le inyectó un compuesto radioactivo a un gran árbol madre, el cual fue seguido y medido durante un tiempo con la ayuda de un contador Geiger. Posteriormente se tomaron muestras de los árboles jóvenes que se encontraban en la vecindad del árbol madre. El contador midió niveles considerables de la radioactividad en estos árboles jóvenes, es decir, encontró los mismos isótopos radioactivos que habían sido inyectados en el árbol madre, lo cual demuestra que este árbol compartía sus nutrientes con los jóvenes circundantes.
Otro experimento llevado a cabo por investigadores de la Universidad de UK, para comprobar estos sistemas de comunicación, no fue llevado a cabo con árboles, sino con habas. A algunas plantas se les estimuló el desarrollo de micorrizas en sus raíces, mientras que a otras se les inhibió. Sin embargo, para descartar que los experimentos realizados no fueran influenciados por estos COV, las plantas fueron cubiertas y aisladas con bolsas plásticas que impidieran la circulación de aérea de las defensas volátiles de las plantas. Las plantas que fueron estimuladas con micorrizas, posteriormente fueron sometidas al ataque de Áfidos (Pulgones), las cuales mostraron una asombrosa reacción en defensa cuyo mensaje se transmitió en cadena a todas las plantas que estuvieran en contacto con las raíces micorrizadas, mientras que las plantas no micorrizadas fueron severamente atacadas por las plagas hasta morir.
Estos experimentos son una prueba más de la complejidad de nuestros ecosistemas y que apenas estamos empezando a comprender, que van mucho más allá de un simple asunto de biodiversidad, que existen complejas sociedades ecológicas que resultan poseer sistemas de inteligencia altamente sofisticados y que dentro de estos, existen idiomas y lenguajes secretos que apenas estamos empezando a descifrar. Hemos vivido bajo la arrogancia de querer buscar vida inteligente en otros planetas, cuando en realidad no hemos sido lo suficientemente inteligentes para entender la que ya está en nuestro planeta, y que de pronto parece rebasar nuestras propias capacidades, y nos hace ver que lo que nosotros creemos que es la verdad de nuestro planeta, no es más que una mera interpretación cultural propia de nuestra limitada capacidad para ver y percibir nuestro medio, ya que solamente lo podemos ver a través de los ojos de nuestra especie.
El increíble lenguaje secreto de los árboles y los hongos
Cada vez que caminamos en el bosque o en un sitio donde hay vegetación, nosotros sólo percibimos una fracción de la realidad que existe a nuestro alrededor. Vemos a las plantas, pero en realidad sólo vemos la mitad de éstas, o incluso menos según de cada especie. Sólo nos damos cuenta de las partes aéreas de la planta, es decir: tallos, hojas, flores y frutos. Sin embargo no somos capaces de observar el sistema radicular de las plantas, esa maraña posee un sorprendente secreto... un sofisticado lenguaje que hasta apenas hace poco empezamos a descifrar y que está cambiando radicalmente nuestra forma de ver el mundo...
Hoy en día conocemos alrededor de 292,555 especies de plantas alrededor del mundo, aunque se reconoce que esa cantidad en realidad es mucho mayor, puesto que aún no se han realizado suficientes descripciones ni exploraciones a sitios remotos donde existen un gran número de especies vegetales aún no descubiertas. De toda esta diversidad de plantas, cada una es el resultado de la perpetuación evolutiva de su especie y de su capacidad de adaptación y de dispersión a determinados ambientes, frente a un planeta dinámico que determina una serie de variables que van mucho más allá de la voluntad de los seres vivos.
Para lograr este éxito, las plantas han sofisticado su anatomía y fisiología, en virtud de un alto nivel de interacción ecológica con una gran cantidad de especies que aparentemente no estarían relacionadas, pero con las cuales han estrechado su vínculo al punto que una no sobreviviría sin la otra.
Uno de estos vínculos es el que existe entre las raíces de la gran mayoría de las plantas y los hongos específicos del suelo que se asocian a estas. Esta compleja relación constituye una simbiosis en la cual las hifas de los hongos desarrollan un sistema parecido a una gran red a través de la cual mediante su interacción, ya sea interna a la raíz, externa, o ambas, dichos hongos funcionan como una extensión del sistema radicular de la planta. En el caso de los árboles en los bosques, dichos sistemas son tan extensos que llegan a comportarse como una red de telefonía subterránea que conecta a todos los árboles y plantas a una sola vía de comunicación.
De este modo, los árboles envían señales específicas por medio de estas redes y estas señales son recibidas por los otros árboles, los cuales decodifican estos mensajes. Un ejemplo de esta función, es cuando un árbol es atacado por una plaga o un herbívoro, este envía la señal a los demás árboles, los cuales desarrollan una barrera química en sus hojas que repele a los atacantes. Esta defensa puede llegar a ser muy tóxica (se conocen casos de cientos de antílopes muertos simultáneamente debido a este sistema defensivo) o casos donde las plantas repelen de manera eficiente a las plagas, sin que éstas puedan atravesar sus defensas.
Una gran exponente a nivel mundial de este tema es la Dra. Suzanne Simard, que a través de sus investigaciones en los bosques canadienses ha descubierto que los árboles de este ecosistema, tienen un sistema jerárquico en el cual los individuos más grandes y viejos del bosque, son un eslabón clave en estas redes de comunicación, y que estos árboles llamados Hubs o Mother trees (árboles madre) tienen una particular asociación "familiar" con los árboles jóvenes del bosque, en particular con sus descendientes directos, con los cuales, el árbol madre intercambiará y cederá parte de sus reservas nutritivas a estos jóvenes árboles para favorecer su desarrollo y establecimiento.
Si bien, es probable que esta situación sea mucho más específica de bosques boreales de coníferas cuya biodiversidad en términos florísticos es limitada y por lo tanto existen especies de árboles que claramente dominan el paisaje, también supone una estrategia ecológica que podría constituir el primer ejemplo de alta sofisticación social en donde existe un intercambio de servicios y ayuda mutua en aras de mantener la salud general de la población de árboles, lo cual constituye a su vez una fuerte defensa comunal en contra de las plagas y las enfermedades.
En un experimento llevado a cabo por la Dra. Simard en de la Universidad de Columbia Británica, se le inyectó un compuesto radioactivo a un gran árbol madre, el cual fue seguido y medido durante un tiempo con la ayuda de un contador Geiger. Posteriormente se tomaron muestras de los árboles jóvenes que se encontraban en la vecindad del árbol madre. El contador midió niveles considerables de la radioactividad en estos árboles jóvenes, es decir, encontró los mismos isótopos radioactivos que habían sido inyectados en el árbol madre, lo cual demuestra que este árbol compartía sus nutrientes con los jóvenes circundantes.
Otro experimento llevado a cabo por investigadores de la Universidad de UK, para comprobar estos sistemas de comunicación, no fue llevado a cabo con árboles, sino con habas. A algunas plantas se les estimuló el desarrollo de micorrizas en sus raíces, mientras que a otras se les inhibió. Sin embargo, para descartar que los experimentos realizados no fueran influenciados por estos COV, las plantas fueron cubiertas y aisladas con bolsas plásticas que impidieran la circulación de aérea de las defensas volátiles de las plantas. Las plantas que fueron estimuladas con micorrizas, posteriormente fueron sometidas al ataque de Áfidos (Pulgones), las cuales mostraron una asombrosa reacción en defensa cuyo mensaje se transmitió en cadena a todas las plantas que estuvieran en contacto con las raíces micorrizadas, mientras que las plantas no micorrizadas fueron severamente atacadas por las plagas hasta morir.
Estos experimentos son una prueba más de la complejidad de nuestros ecosistemas y que apenas estamos empezando a comprender, que van mucho más allá de un simple asunto de biodiversidad, que existen complejas sociedades ecológicas que resultan poseer sistemas de inteligencia altamente sofisticados y que dentro de estos, existen idiomas y lenguajes secretos que apenas estamos empezando a descifrar. Hemos vivido bajo la arrogancia de querer buscar vida inteligente en otros planetas, cuando en realidad no hemos sido lo suficientemente inteligentes para entender la que ya está en nuestro planeta, y que de pronto parece rebasar nuestras propias capacidades, y nos hace ver que lo que nosotros creemos que es la verdad de nuestro planeta, no es más que una mera interpretación cultural propia de nuestra limitada capacidad para ver y percibir nuestro medio, ya que solamente lo podemos ver a través de los ojos de nuestra especie.
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