06 julio 2023

Mary Sutherland, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
La secuoya en memoria de “Mary Sutherland”

Es una secuoya roja (Secuoya sempervirens) dedicada a la memoria de Mary Sutherland, que crece en el bosque de Whakarewarewa, en Rotorua (Nueva Zelanda). Según medidas de 2013, el árbol mide 6, 45 metros de circunferencia a 1, 40 del suelo, con una altura de 68,7 metros. Fue plantada en 1901 y tiene ahora 120 años. Pero ¿quién fue esta mujer que da nombre al árbol? 
     Mary Sutherland nació en Londres en 1893, donde su padre era fabricante de vino medicinal, y allí estudio hasta que marchó a la universidad de Bangor en el País de Gales, donde se licenció en ciencias forestales en 1916, con 23 años, siendo la primera mujer de todo el Imperio Británico en hacerlo. Durante la 1ª Guerra Mundial sirvió en el ejército británico y acabada la guerra, fue capataz forestal y también trabajó para la Comisión Forestal Británica, pero los recortes la dejaron en la calle en 1922. En 1923 viajó a Nueva Zelanda donde se había creado el Servicio Forestal Estatal en 1921. Los comienzos fueron duros y en curso de adaptación para guardabosques a ella la enviaban a un hotel, mientras los hombres acampaban en el bosque. Pero eso no la echó hacia atrás, desde el principio, se concentró, entre otras áreas, en plantaciones de viveros, salud y protección de los bosques. Fotografías frecuentes de colecciones personales e históricas dan ejemplos de los terrenos en los que la gente estaba experimentando, así como de la propia Sutherland. Según comentó un guardabosques: "La llegada de una mujer guardabosques causó un gran revuelo en los campamentos". En esa época en Nueva Zelanda, había un uso casi irreflexivo de la madera nativa, especialmente la explotación de bosques de kauri, en rápida disminución. Sutherland jugó un papel decisivo en la búsqueda de soluciones, la sostenibilidad y una creciente "conciencia forestal". Promovió la educación forestal en las escuelas y alentó a los jóvenes a investigar y cuidar su entorno natural, con vacaciones en campamentos y guarderías escolares. Tenía visión de futuro y se dio cuenta de que los problemas relacionados con la sostenibilidad serían cada vez más relevantes para las próximas generaciones. Los enfoques posteriores de Sutherland incluyeron la botánica, el trabajo comunitario y la defensa de las mujeres en la educación terciaria. Con una gran cantidad de experiencias y pura determinación, Sutherland siguió siendo un modelo a seguir para que las mujeres se acercaran a una industria dominada por los hombres, aprendieran junto a ellos, se ganaran respeto y lideraran. Su contribución también vive en su sello de ramitas rimu diseñado en 1930, que sigue siendo la base del emblema de NZIF (Instituto Forestal de Nueva Zelanda) en la actualidad. 
     En 1933, otro recorte presupuestario la deja fuera del servicio, pero logra trabajo en un museo de la capital de Nueva Zelanda como secretaria y luego gana allí la plaza de botánica. En 1937 regresa al Servicio forestal. Aunque ya había hecho publicaciones anteriores, entre 1947 y 1949, hace una serie completa de publicaciones sobre la ventaja de plantar árboles en las granjas. A finales de 1954 enferma en un campo de trabajo y fallece pocos meses después. 
     La contribución de Sutherland a la silvicultura se conmemora cada año con la presentación del Premio Mary Sutherland otorgado a un estudiante miembro del Instituto de Silvicultores de Nueva Zelanda y también por un premio a la "Mejor graduada forestal de último año" de la Universidad de Bangor, donde ella estudió. 
     En 2020, Vivien Edwards publicó su biografía, libro titulado: “A path through the trees” (Un camino entre los árboles), que recoge la historia vital de esta luchadora. 
NOTA.- La placa colocada al pie de la secuoya tiene el siguiente texto: ”La secuoya conmemorativa de Mary Sutherland. Mary Sutherland se graduó de la Universidad de Bangor, Gales en 1916 con una licenciatura en silvicultura. Fue la primera mujer licenciada en silvicultura del mundo. También fue la primera mujer nombrada para el Servicio Forestal de Nueva Zelanda como silvicultor, donde trabajó desde 1923 hasta 1933, primero en Golden Downs, Nelson y luego en Whakarewarewa Forest, Rotorua. 1893-1955
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03 julio 2023

El comercio de los árboles

GUILLERMO HORMIGO, en "elDiario.es", abril 2023
El negocio de vender árboles... y cómo Ayuntamiento compró un olivo para El Retiro


El pequeño municipio de Carabaña, conocido por su aceite, es también una referencia para quienes desean adquirir los olivos más hermosos o antiguos, con hasta 1.500 años de historia. El Ayuntamiento de la capital ha sido uno de sus últimos clientes
José María Madrid, propietario de la empresa familiar que selecciona y vende olivos de toda la Península...

     Los jardines del Buen Retiro lucen desde el pasado 12 de abril un nuevo árbol, ahora el más anciano de Madrid, que ha llegado para convertirse en emblema de la capital. O al menos ese es el propósito del Ayuntamiento, que lo presentó como “símbolo de su compromiso con la sostenibilidad local y de su lucha contra la deforestación” pese a que la ciudad ha perdido 78.616 árboles maduros con José Luis Martínez-Almeida como alcalde. Un recién llegado que realmente no es tan novedoso, ya que según el consistorio data de 1396 y supera al ahuehuete del Retiro de principios del siglo XVIII para convertirse en el abuelo del parque. Ahora bien, ¿cómo se muda al Retiro un ser vivo con 627 años? La respuesta está en un pueblo al sureste de Madrid.
     Carabaña, a orillas del río Tajuña, es una localidad madrileña donde el cultivo del olivo tiene mucho peso ya desde la época romana. Sus aceitunas y especialmente su aceite son los más valorados de toda la Comunidad. Pero en una empresa familiar, El Ventorro 1920, se percataron de que este árbol tiene potencial en sí mismo por su belleza, su imponente tamaño y la facilidad para conservarlo y trasplantarlo. A comienzos de la primera década del siglo XXI, José María Madrid, su mujer Pepi y sus hijos José María, Arturo y Carlos convirtieron la venta de olivos enteros en su negocio principal.
      Como en muchas grandes historias, el primer giro llegó con una herencia. Pepi y su hermana recibieron un terreno en Carabaña con 162 olivos. La familia Madrid vendió la propiedad pero se quedó las plantas y las reubicó en su propia finca, El Ventorro. En 2004 dieron un nuevo impulso al negocio. Después de un viaje por la Costa Azul francesa, José María padre y José María hijo descubrieron la enorme veneración que el olivo despierta en distintas partes de Europa. Llegaron a encontrar extraordinarios ejemplares en Mónaco, muchos de ellos llegados de España. Así que se lanzaron al mercado de su conservación, venta y transporte.

Así se compra un olivo
      “El proceso es muy sencillo. En el caso del que ha comprado ahora el Ayuntamiento, por ejemplo, enviaron a alguien de Acciona [empresa de promoción y gestión de infraestructuras de construcción, servicios y energías renovables]. Le gustó un olivo, nos lo señalizó y dos años después se lo han llevado”, explica Arturo Madrid, uno de los actuales copropietarios de El Ventorro 1920, en declaraciones a este medio. 

El olivo centenario que acaba de 'mudarse' desde Carabaña al Parque del Retiro

     Por “decoro” prefiere no concretar la cuantía que el consistorio ha abonado por el ejemplar. Sí detalla que “pueden llegar a pagarse 1.500 o 2.000 euros”, pero las cantidades varían dependiendo fundamentalmente del tamaño, la estética y en menor medida la antigüedad. Aunque aquí la iniciativa haya partido de una administración, Arturo apostilla que “el 90% de los clientes son particulares que quieren colocar un olivo en su jardín”. Y añade: “El principal negocio está en la exportación, se venden mucho por el resto de Europa y Asia. Nosotros no nos metemos ahí y nos centramos en España”.
     Eso en cuanto a la venta, pero el paso previo es conseguir los árboles que luego ofrecen. Algunos, como el que ahora puede verse en El Retiro, han sido cultivados en la propia Carabaña. “Es nativo”, presume Arturo. Otros los seleccionan en sus continuos viajes por la Península Ibérica y luego los trasladan: “Los arrancamos, los podamos y los traemos a nuestro olivero. Aquí los enmacetamos y es donde los clientes los visitan para echar un vistazo o después de hacerse con ellos en nuestra página web”.
     Posteriormente, se encargan de llevarlos a la casa del comprador con un camión-grúa y plantarlos en la propiedad. “Es una especie que aguanta muy bien el trasplante, aunque hay que saber hacerlo y es recomendable que esté podado casi en su totalidad. Más allá de eso rebrota muy bien y no necesita muchos requisitos de conservación, no es una planta pija”, asegura Arturo. Estos árboles soportan tan bien el paso del tiempo que actualmente tienen un olivo de 1.500 años, originario de Portugal.
      No obstante, este empres
ario admite que es difícil conocer con exactitud la edad de un olivo, pese a que el Ejecutivo municipal la ha comunicado con absoluta concreción: “No es como un pino, que puedes averiguarlo gracias a los aros si cortas el tronco. En este caso es un poco aproximado. Se puede dar un margen de 40-50 años arriba y abajo por el grosor o la corteza, pero orientativamente. Al Ayuntamiento le dijimos que este era un árbol con alrededor de 600 años, no sé si posteriormente han hecho algún análisis para saberlo más específicamente o simplemente es marketing”.

Una modesta competencia

     No es la única empresa del sector en la región, aunque casi (son más comunes en zonas del interior de Andalucía o la costa mediterránea). Su principal competidora también se asienta en la misma población, de hecho el municipio da nombre a la compañía: Olivos Carabaña. Eso sí, es un negocio más modesto. Así lo cuenta su responsable, Eduardo Andeluche: “Yo en realidad soy transportista. Lo que hago es rescatar olivos del campo que se están secando. Los llevo a mi finca, los arreglo, los saco adelante y les pongo un jardín. Cuando un particular lo compra se lo llevo y se lo planto”.
     “No como de esto”, afirma Andeluche, que circunscribe la actividad a “sus ratos libres”. Relata que si a algún árbol no le encuentra dueño “ahí se queda en mi finca”. En este caso la horquilla de precios está fijada entre 500 y 1.000 euros. “Yo los vendo más barato que nadie”, presume. Aunque no es su principal sustento, sí le preocupa que “ahora con la sequía el negocio se ha frenado un poco”. Aumentan los costes de mantenimiento y el potencial cliente también sabe que su dispendio será mayor, así que se lo piensa mejor antes de adquirir un olivo. 
Uno de los olivos que Eduardo mantiene en su terreno. Olivos Carabaña

     No ha sido el caso del Ayuntamiento de Madrid, que con la compra de este nuevo y centenario árbol ha hecho toda una inversión para intentar trasladar el mensaje de ciudad verde. Que lo haya conseguido es algo que dirá el paso del tiempo, ese que tan bien resisten los olivos.
 
Lo hemos leído aquí
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30 junio 2023

AURELIA SNAIDERO (Argentina)
Amo los árboles

Amo los árboles y me pregunto
¿sentirán cuando sus hojas de desprenden?

¿Cuando caen balanceándose coquetas
sonriendo al viento que las mueve?

Me gusta darles nombres,
acariciarlas suavemente preguntando...
¿te duele la vida?

¿Y qué cuando la nieve
las viste de blancas novias,
apurando el proceso de la muerte?

Cuando el otoño visita sus predios.
Cuando camina desollando la arboleda
mordiendo la vida, embalsamando colores.

¿Qué de los pequeños gusanillos
que toman de su savia el alimento?
Que se mueven como acordeones
de algún tango arrabalero.

¿Tendrá pudor el árbol al quedar desnudo?
¿Habrá sentido las punzadas de dolor 
cuando las hojas si quererlo se morían?

No los he visto llorar.
Pero sí... temblar de frío.
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27 junio 2023

ANDREA FISCHER, en National Geographic, 2022
Qué sabemos del árbol arcoíris, la especie de eucalipto exótico más colorida del mundo

Farabige Rinde des Regenbogen Eukalyptus (Eucalyptus deglupta), Maui, Hawaii, EE.UU. / Getty Images

Conforme el eucalipto arcoíris se hace más viejo, una serie de parches multicolores aparecen en su corteza. Ésta es la razón.
     De entre todas las especies de árboles exóticos que existen, el eucalipto arcoíris es el único que florece en el Hemisferio Norte. Además, tiene una particularidad que lo distingue de las demás especies vegetales en el planeta: cuando pierde su corteza, sobre el tronco florecen diferentes tonalidades violeta, verde, azul, naranja y rojo. Ésta es la razón.

Rainbow Gum Tree en Lambarene, Gabón. / Getty Images

Azul, púrpura, naranja y luego tonos granates

     También conocido como Eucalyptus deglupta, documenta la base de datos Naturalista, el eucalipto arcoíris se distribuye naturalmente por Nueva Bretaña, Nueva Guinea, Seram, Sulawesi y Mindanao. En todos estos países, se caracteriza por los parches multicolor que aparecen sobre el tronco cuando cambia de corteza.
     Este fenómeno ocurre varias veces a lo largo del año, sin importar la estación ni las condiciones climáticas. Sucede porque el árbol tiene una corteza interna de un verde brillante que, al oxidarse, se torna "azul, púrpura, naranja y luego tonos granates", según la base de datos.
     Cuando alcanzan la madurez, llegan a medir hasta 75 metros de alto. Sus hojas se extienden hasta 13 centímetros, y en algunas ocasiones producen flores por umbela. La copa es típicamente cónica, pero se aplasta cuando llegan a una edad avanzada.

Eucalipto arcoíris: un gigante multicolor de la selva

      El eucalipto arcoíris se distingue de otras especies similares por ser el único que florece en la selva, explica My Modern Met. En cada caso, se mantiene la misma constante: conforme el árbol madura, las capas en la corteza se van cayendo y adquiere nuevos colores únicos.
     A pesar de que su hábitat natural está en la selva, el Eucalyptus deglupta ha demostrado ser increíblemente adaptable a otros ecosistemas. Por ello, jardines botánicos en todo el mundo han logrado que la especie crezca en sus santuarios especializados. No sólo eso: también se ha dado en los patios traseros de personas en Estados Unidos, en climas tan secos como el de Texas.

Un escarabajo Catoxantha opulenta sobre la corteza de un eucalipto arcoíris. / Getty Images

      Además de la impresionante gama de colores que el árbol presenta en la corteza, tiene un gran valor comercial. Más que nada, porque es una excelente fuente de pulpa para producir papel blanco. No sólo eso: también se usa como planta ornamental en parques públicos alrededor del mundo.

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