27 febrero 2017

ANTÓN LOIS, en "La Voz de Galicia"
La riqueza de los árboles caídos


Si un árbol cae en un bosque y no hay nadie alrededor para oírlo, ¿hace un sonido? Es un pensamiento filosófico que plantea interrogantes sobre la observación y el conocimiento de la realidad. Un recuento poco exhaustivo nos indica que tras los temporales de la semana pasada al menos una docena de árboles de gran porte cayeron en el interior de nuestros parques urbanos.

Con extraordinaria diligencia los operarios municipales andan estos días con una frenética actividad cortando y retirando esos árboles caídos. Aún estamos a tiempo de evitarlo y por eso hoy les queremos contar los motivos por los que, si tiene a bien considerarlo, nuestro Concello debería dejarlos como y donde están, así, tirados en el suelo. Un árbol caído solamente termina la primera parte de su vida, pero ni mucho menos ese desarraigo pone fin a su ciclo vital, si le dejan.

Para empezar, nuestros amigos tumbados serán los huéspedes de centenares de setas. Estos hongos saprofitos, es decir, que desarrollan su ciclo vital sobre la materia orgánica inerte, y que son casi la mitad de todas las especies de setas conocidas, contribuirán a la descomposición de la madera y la convertirán en alimento asimilable para el suelo, cerrando el ciclo natural que renueva y enriqueciendo la base de la vida que representa ese suelo fértil. Son además un eficaz indicador de la salud de estos parques. La ausencia de estos esenciales nutrientes empobrece los suelos, debilita a los árboles y supone una relación directa causa-efecto.

Los árboles de nuestros parques son más vulnerables a las enfermedades y a los vientos que sus primos del bosque justamente porque les retiramos el indispensable alimento que les permite crecer sanos y fuertes. Pero no olvidemos a los bichitos y bichazos que encuentran en esos troncos tirados su hogar ideal. Destacan, por su tamaño y rareza, las vacalouras, con su aspecto de ciervo volante y los enormes cerambyx con sus largas antenas. Recordemos que ambas especies de coleópteros están en peligro de extinción y por tanto protegidas.

Lamentablemente no son los únicos ejemplos de especies amenazadas. Nada menos que el 9% de las mariposas y el 11% de los escarabajos que viven en la madera en descomposición están a punto de desaparecer en Europa por carecer de estos biotopos.

Conservar estos viejos árboles para las especies xilófagas (que comen madera, vaya) representa un seguro de vida para el resto de los árboles, pues disponiendo de su alimento ideal no atacarán a los ejemplares sanos de su entorno.

Otros inquilinos de mayor tamaño se convierten en oportunistas okupas de estos árboles vencidos, como algunos murciélagos urbanitas (los pequeñines pipistrellus) o sus primos forestales, como los amenazados myotis, micromamíferos (los amables ratoncillos de campo, lirones y musarañas) y algún pequeño mustélido, como la siempre nerviosa comadreja. Y no olvidemos a las aves que encuentran en estos sitios su mejor restaurante, como los cucos, abubillas y sobre todo los pájaros carpinteros.

Sorpresa

Quizás les sorprenda, pero todas estas especies viven en nuestros parques asociadas a los árboles caídos. Ya ven que esos aparentemente inertes restos de madera son en realidad un auténtico hervidero de vida, como decía el título de aquella (lamentable) película Este muerto está muy vivo.

Por todo ello, resulta importantísimo, tras su correspondiente poda de copa y ramas secundarias, no retirar los troncos de los árboles caídos tras el temporal. Son una reserva de vida que garantiza la continuidad de los ciclos ecológicos del suelo y un vital hogar, refugio y alimento para muchas especies amenazadas que no pueden vivir en otro sitio.

Irónicamente nuestro Concello, al mismo tiempo que retira de forma veloz los árboles caídos en los parques urbanos, hace una excepción en la carballeira de A Guía. Allí mantiene sin retirar varios carballos muertos que, dicho sea de paso, la mayoría murieron por falta de atención. Lo hace además, expresamente por los motivos comentados (y lo informa con su correspondiente cartelito). Es digno de felicitar y convierte en pertinente la pregunta: ¿Y por qué solo allí y no en el resto de parques?

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/vigo/2017/02/12/riqueza-arboles-derribados/0003_201702V12C6991.htm

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25 febrero 2017

LAURA BETANCUR ALARCÓN
Árboles para enfriar los hornos urbanos
en el periódico "El Tiempo", Colombia

 (...) Ante la crisis urbana y las temperaturas que no paran de aumentar con el cambio climático, esta semana, el Centro para la Investigación Forestal Internacional (Cifor, por sus siglas en inglés) publicó una investigación en la revista Global Environmental Change sobre el importante rol que tienen los árboles en la regulación de la temperatura del planeta y las corrientes de agua dulce. El metaanálisis de más de 25 investigadores aboga por una nueva mirada sobre los árboles. Sus bondades a través de la evapotranspiración, que es el fenómeno por el cual el agua se devuelve de la superficie de la Tierra a la atmósfera, ya sea por la evaporación del agua o por la transpiración de la vegetación, los árboles recargan de humedad a la atmósfera, contribuyendo así a que surja la lluvia tanto en la escala local como en regiones distantes.     
     Por ejemplo, en observaciones satelitales se ha encontrado que en los trópicos, el aire que pasa a través de los bosques, por cerca de 10 días, produce al menos el doble de lluvia que si ese aire se posara sobre hectáreas de solo pasto. Los árboles con sus ramas y follaje funcionan a modo de esponjas que expanden la humedad.
     El artículo científico destaca que un árbol, usando la energía del sol, podría transpirar cientos de litros de agua por día. Esto representa un poder de enfriamiento equivalente a 70 kilovatios por hora por cada 100 litros de agua transpirada, lo cual sería suficiente para aportarle electricidad al sistema de aire acondicionado de dos casas. “Con raíces más profundas, los árboles pueden mantener su capacidad de enfriar incluso durante largas temporadas de olas de calor”, apuntan los investigadores.
     Para Carlos Devia, investigador de la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales de la Pontificia Universidad Javeriana, en el caso de Bogotá, “si hubiera una cobertura mucho mayor se generaría una disminución de 4 grados en la temperatura, que contribuirían a mitigar la isla de calor”. Devia, quien desarrolla su tesis doctoral sobre la valoración de los servicios ambientales de la sombra de los árboles, asegura que otro de sus grandes beneficios es el aporte que da la vegetación para reducir el impacto de los rayos UV. Ante las altas temperaturas y la radación UV en las ciudades, los árboles se convierten en el primer aliado de los ciudadanos para enfriar el ambiente urbano. 
    (...) Un ejemplo, la sombra aumenta la vida útil de materiales como pinturas, asfalto y cemento en un 25%, y en términos energéticos, los árboles pueden disminuir el gasto en gasolina o energía por su capacidad de enfriar o calentar espacios como apartamentos y carros. “Si la carrera 7.ª tuviera un arbolado con sombra suficiente, en momentos de máximo calor como al mediodía, dentro de los vehículos no sería necesario utilizar aire acondicionado y eso disminuiría el gasto de combustible”.     
     Una buena gestión del arbolado urbano le podría generar a la ciudad relaciones de beneficio-costo mayores a tres, es decir que por cada peso que invierta la ciudad en los árboles se ganarían tres como mínimo, y solo considerando los beneficios de la sombra. El impacto de contar con espacios verdes se cuantifica cada vez más en la salud física y mental. En el 2016, el grupo de investigación en sostenibilidad, infraestructura y territorio (Site) de la Escuela de Ingeniería de Antioquia calculó qué cantidad de contaminantes (material particulado, monóxido de carbono, ozono y dióxido de nitrógeno) podrían absorver 129 árboles de tres parques urbanos en Bello, Medellín e Itagüí. Los resultados arrojaron que se quitaron 9,2 gramos de estos contaminantes, ayudando a evitar enfermedades respiratorias y cardiacas en los ciudadanos. Incluso, estudios internacionales han establecido, por ejemplo, que la vegetación presente de un área de 10 x 10 kilómetros evita la muerte y la admisión a hospitales de al menos dos personas al año.
    Otro estudio, liderado por investigadores que formaban parte del Jardín Botánico de Medellín y el cual fue publicado en el libro Naturaleza urbana del Instituto Humboldt, detalló cómo los árboles grandes y antiguos que tienen más de 60 centímetros de diámetro a la altura del pecho son los responsables del 25 por ciento de las capturas de dióxido de carbono, uno de los principales gases efecto invernadero y responsable del calentamiento global. Si, por ejemplo, la capital antioqueña tuviera una buena cantidad de este tipo de árboles, su balance de carbono podría llegar a cero. Ahora, lejos de los datos de cuánta agua, aire o sombra aportan estas especies, lo cierto es que su presencia en la ciudad es también la posibilidad del aumento de la biodiversidad en fauna, lo cual propicia que cientos de aves e insectos, entre los diversos tipos de fauna, habiten el espacio urbano, y de manera similar a como sucede con la sombra, también hay algunas especies de árboles mejores que otras para aumentar la biodiversidad. Juliana Montoya, investigadora del Instituto Humboldt en temas de biodiversidad urbana, explica que los árboles son refugios para la fauna y que al contar con ellos en el espacio público aumenta el sentido de pertenencia que se tiene de la ciudad. “En las próximas décadas, contar con espacios arbolados garantizará que la ciudad sea habitable, porque la biodiversidad es el vínculo directo con el bienestar”, apunta.
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23 febrero 2017

 Premio Goldman Medioambiental en 2005
ISIDRO BALDENEGRO 
La muerte del Nobel Verde
(México, 1966-15 de enero de 2017)

     Isidro Baldenegro ya sabía que lo iban a matar. “Andamos mal, ya me quieren chingar”, decía. Con ese pensamiento que le quitó el sueño las últimas noches de su vida, llegó el pasado jueves 12 de enero a la comunidad de Coloradas de la Virgen, en el municipio de Guadalupe y Calvo en la sierra de Chihuahua. Visitó a su madre y a su tío y atendió algunos negocios: vender y comprar chivas y ofrecer en 250 pesos los machetes que hacía a mano. Tres días después, tres de las seis balas que salieron de un arma 38 súper impactaron el pecho, abdomen y pierna derecha de quien defendió el bosque hasta con su vida.
     Isidro fue el quinto defensor ambiental asesinado en el último año en ese municipio que hace frontera con los estados de Sinaloa y Durango, en pleno “Triángulo Dorado”. Esta parte de la Sierra Tarahumara forma parte de la zona llamada así por estar bajo control del narcotráfico para la siembra de mariguana y amapola.
El sexto asesinado fue Juan Ontiveros, dos semanas después de que mataran a Isidro, se convirtiéndose en el segundo activista rarámuri ejecutado en 2017. A día de hoy, ninguno de los homicidas ha sido procesado ni sentenciado. No hay culpables.
     “Es preocupante que en los casos de los últimos meses no hay detenidos, no hay procesados. La impunidad es un problema en toda la República Mexicana pero en estos casos de ataques a los defensores es uno de los ejes de las preocupaciones principales”, enfatiza Jan Jarab, Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México.
     El problema se remonta a muchos años atrás. La misma tierra vio a morir a dos generaciones. En 1986, Julio Baldenegro Prieto (padre de Isidro) fue asesinado por defender el bosque y hacer reuniones con los indígenas de la zona para defenderse de “un rico que quería hacerlas suyas” y Julio no se dejaba, explica Francisco Baldenegro, hermano mayor de Isidro.
     “Hijo, me están tirando”, fue lo último que le dijo a Isidro quien moriría de la misma forma 30 años después.
     Estaban en el monte platicando cuando se escucharon las detonaciones. Corrieron a buscar refugio, pero sólo Isidro llegó a la casa, Julio Baldenegro Prieto quedó tendido y él tuvo que vestirse de mujer para poder volver a salir sin ser reconocido por los tiradores.
    Ver morir a su padre, dice su hermano Trinidad, fue el hecho que motivó a Isidro para continuar de algún modo con el legado de su padre: la defensa pacífica del bosque.
    Isidro tiene dos hermanos, el mayor, Francisco (52 años) y el menor Trinidad (46). Al primero le tocó ir a recoger el cuerpo de su padre y fue el único que, por motivos de seguridad, asistió a su funeral.
Información: El Universal

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21 febrero 2017

EL GRAN TRONCO  
Cuento cheyenne

     En algún lugar hay un gran tronco, un tronco poderoso parecido al palo sagrado de la danza del sol, pero mucho más grande. Ese tronco sostiene el mundo.
     El Gran Abuelo Castor Blanco del Norte está royendo la base de ese tronco. Lo ha estado haciendo durante años y años. Más de la mitad del tronco ha sido roído.
     Cuando el Gran Castor Blanco del Norte se enoja, roe más rápido y con más furia. Cuando haya terminado de roer, el tronco caerá, y la Tierra se deslizará hacia una nada sin fin.
     Así llegará el final de los hombres, de todo. El fin de todos los fines. Por esta razón, tenemos mucho cuidado en no irritar al Castor. Y es por esto que los Cheyenne nunca comen su carne, y jamás tocan la piel de un castor. los Cheyenne queremos que el mundo dure un poco más.

De “Alrededor del Gran Fuego” Mitos, cuentos y leyendas de los indios norteamericanos, de Marcus Sheridan, dedicado al gran jefe Rubio Postizo
  ---Fin---