13 diciembre 2013

En prensa... 8 octubre de 2013
E F E: VERDE


Un helicóptero arroja balas de paja de trigo sobre una zona quemada, en una técnica conocida como helimulching, cerca del monte O Pindo, en la localidad coruñesa de Carnota. La Consellería de Medio Rural ha continuado en las comarcas coruñesas de Porto do Son y Carnota, que padecieron importantes incendios forestales recientemente, las labores de protección del suelo con esta técnica. EFE/Lavandeira jr.

Los trabajos se centraron en la zona de Ribasieira, en Porto do Son, donde se registró un incendio que quemó unas 600 hectáreas, y en el monte O Pindo, en Carnota, donde ardieron unas 1.850 hectáreas.

El director del Centro de Experimentación y Formación Agroforestal de Lourizán (Pontevedra), José Antonio Veiga, resaltó en declaraciones a Efe la importancia de actuar lo antes posible, para evitar la pérdida de suelo, y dijo que “Galicia lidera estas actuaciones de rehabilitación de emergencia”.

Explicó que la técnica del mulching consiste en el depositar paja sobre el terreno quemado para evitar su erosión por el efecto de las lluvias, favorecer su infiltración y frenar el desagüe que arrastraría la tierra ladera abajo, especialmente en las zonas con pendientes acusadas.

Estos trabajos de protección del suelo se completarán con la limpieza de la red de drenajes, arroyos, cunetas, tajeas o pistas.

El director del centro de Lourizán explicó que también se están utilizando otros métodos de retención del suelo, como las barreras semipermeables elaboradas con fibra de coco, que es más flexible que la madera y se adapta mejor al terreno.

Dijo que ningún sistema es perfecto, pero los tratamientos ayudan a proteger el suelo, lo que consideró “un motivo de esperanza”. EFEverde
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11 diciembre 2013

EL OMBÚ DEL PARQUE RIVADAVIA (Buenos Aires)
La planchadora de la Quinta del viejo Lezica 
Publicado en "Creer o reventar"

       El Parque Rivadavia, ubicado en el centro del barrio porteño de Caballito, no siempre fue cuna de entretenimientos. En ese terreno, antes de convertirse en el lugar ideal para juegos de niños y compra-venta de productos usados (revistas, monedas, discos, fotos antiguas, libros, marquillas de cigarrillos), se hallaba de pie la Quinta del viejo Lezica.
      Durante las vacaciones de verano de 1861, Candelaria Lezica de Serantos, una bella adolescente, se instaló en la quinta de su bisabuelo. La joven disfrutaba mucho de los
Parque Rivadavia, ombú nº 3
martes, cuando a las cuatro de la tarde su madre, aprovechando la ausencia masculina ya que todos salían por negocios, abría las puertas para brindar fiestas de té y baile a los hombres de apellidos importantes con el objetivo de emparejar a su hija con el más rico del barrio. La señora indicaba a la servidumbre qué tareas cumplir y les ordenaba que atendieran con una gran cordialidad. Además, le exigía a la encargada de planchar que se quedara en el patio trasero para no ser vista por los invitados que conocían su reputación de buena amante en la cama. Ella se retiraba con la plancha y los canastos de ropa, se paraba al lado del ombú y protestando repetía: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.
       Esa tarde, un muchacho apuesto pero desconocido, se hizo presente en la reunión vestido de punta en blanco desde su sombrero chato hasta sus zapatos de charol recién lustrados. Sin perder mucho tiempo, se acercó a la alegre Candelaria y la sacó a bailar un vals. La madre de la joven, indignada por la intromisión del extraño que alborotó el ambiente, entre gritos lo echó y encerró a su hija en su habitación.
       Hasta el otro día nadie vio a la planchadora y creyeron que Candelaria la habría despedido enojada tras encontrarla con uno de sus amantes. Pero llegado el mediodía, el jardinero de la quinta entró espantado a la cocina y contó haberla encontrado sin cabeza recostada al lado del ombú. Allí mismo la enterraron y días más tarde descubrieron que su muerte fue a causa de un crimen pasional, ya que ese martes por la noche no quiso atender a uno de sus amantes y por celos, éste la degolló con el filo de un hacha, dejando su cuerpo ensangrentado sobre el pasto y huyendo con la cabeza de la mujer arrastrándola de sus rulos morochos.
      Años más tarde, en 1927, el nieto de la ya fallecida Candelaria, le vendió la Quinta del viejo Lezica al Estado y el presidente Marcelo T. de Alvear inauguró allí el Parque Rivadavia demoliendo la casa, pero conservando el enorme ombú. Desde entonces, están quienes aseguran que cada martes por la noche, la planchadora se pasea sin cabeza por el parque, con su plancha al rojo vivo y cuelga harapos desde las ramas del ombú mientras protesta: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.

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08 diciembre 2013

EZEQUIEL MARTÍNEZ ESTRADA (Argentina, 1895-1964)
Radiografía de la pampa
Fragmento

   (...) El viajero nunca vuelve la mirada, si no es de temor, y lo que le atrae es algo que está más adelante del horizonte: el punto de llegada. Lo que recuerda: el punto de partida. Todo hombre de llanura es oriundo de otro lugar. El árbol de esta llanura, el ombú, tampoco es oriundo de ella. Es un árbol que solo concuerda con el paisaje por las raíces; esa raíz atormentada y en parte descubierta, dice del viento del llano. Las ramas corresponden al dibujo de la selva. Bien se ve que es de tierra montuosa, quebrada. Ha venido marchando desde el norte, como un viajero solitario; y por eso es soledad en la soledad. Se vino con un pedazo de selva al hombro como un linyera con su ropa. Lo que rodea al ombú se expresa en signos de otro idioma; grande y sin igual, necesita del desierto en torno para adquirir su propia extensión. Acaso esa marcha del árbol hacia el sur, le haya sido impuesta por la exigencia de extender sus raíces; pues tanto pudieron éstas haberse fortalecido por el pampero, que soplaba en contra, como haber sido la voluntad heroica que lo lanzó contra él. La raíz habría hecho de este árbol un ejemplar ascético. Pero sabemos bien que un viento menos fuerte lo diseminó y que se detuvo al borde de mi clima. Un poco más al sur hubiera muerto. Ahí echó raíces extensas y poderosas como el viento. Quedó convertido en pulmón, bajo un cielo inmenso de aire sutil y de luz.
      El ombú es el árbol que sólo da sombra, como si únicamente sirviera al viajero que no debe quedarse y que reposa. Su tronco grueso, recio y bajo, es inútil, esponjoso, de bofe. Perfecto órgano del aire, respira la tierra por su parénquima vegetal. No se extrae de él la madera, y Virgilio no lo hubiera cantado en las Geórgicas. No puede hacerse de él vigas para el techo, ni tablas para la mesa, ni mangos para la azada, ni manceras para el arado. No tiene madera, y más que árbol es sombra; el cuerpo de la sombra. Sus hojas son tosigas, pero la raíz que es la tierra, suele ofrecer cavidades de gruta y asilo al que va huyendo. El ombú es el símbolo de la llanura, la forma corporal y espiritual de la pampa (...)

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04 diciembre 2013

BARTOLOMÉ MITRE (1821-1906)
A un ombú en medio de la pampa

   Aquí estás ombú gigante,
a la orilla del camino,
indicando al peregrino
no siga más adelante
en la llanura sin fin.
Tu señalas las barreras
que dividen el desierto,
y oyes el vago concierto
que lanzan las auras ligeras
de la pampa en el confín.
   Eres la verde guirnalda
de la cabaña pajiza,
que vas marchando de prisa
con el pasado a tu espalda
y a tu frente el porvenir.

Donde huye el indio salvaje
y el cristiano se adelanta,
tu cabeza se levanta
susurrando tu ramaje:
"El rancho llegó hasta aquí."
   Eres lo último que muere
de la morada del hombre,
y sin registrar un nombre
estás contando al viajero
memorias de hoy y de ayer.
Al proseguir tu carrera
por la llanura extendida,
sobre tu cima florida
hoy alzas en la frontera
el pendón de nuestra fe.
   ¿Qué ves más allá? ¿La pampa
que en contorno se dilata,
el arroyuelo de plata,
el toldo en que el indio acampa,
o el inmenso pajonal?
Tú miras allá a lo lejos
al trasponer aquel monte
en el remoto horizonte,
como en mágicos espejos
lo que es y lo que será.
   Miras la pampa argentina
de ciudades matizada,
y por mil naves surcada
la laguna cristalina
que hoy cubre verde juncal;
miras la pobre cabaña
que en palacio se transforma.
Y que al tomar nueva forma,
con nuevas luces se baña
su contorno natural.
   Miras al indio tostado,
que lanzando un alarido,
va huyendo despavorido
por el llano dilatado.
En pavoroso tropel;
seguido del tigre fiero
que abandona su dominio,
hoy teatro de exterminio,
y tras él, el jornalero
que las transforma en vergel.
   No pases más adelante,
que más lejos, abatido,
marchito y descolorido
verás al ombú gigante
hoy de la pradera rey:
y en su lugar la corona
verás alzarse al pino,
que unido al hierro y al lino
sirve al hombre en toda zona
para dar al mundo ley.
   Ese destino te espera,
árbol, cuya vista asombra,
sin dar al rancho madera,
ni al fuego una astilla dar;
recorrerás el desierto
cual mensajero de vida,
y, tu misión concluida,
caerás cual cadáver yerto
bajo el pino secular.

Foto de Pablopol
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