08 agosto 2013

JORGE ROJAS (Colombia, 1911-1995)
El salmo de los árboles


Si quieres acercarte más a mi corazón
rodea tu casa de árboles.

Y sentirás el júbilo de la flor incipiente
mientras menos lograda más lejos de la muerte.

Escucharás las cosas pequeñas que yo escucho
cuando cae la tristeza sobre los campos húmedos.

El grillo que devana su pequeña madeja
de soledad y extiende su música en la hierba.

Y verá tu pupila la aventura del vuelo,
la fatiga del ala bajo el plumaje trémulo.

Planta delgados álamos, donde sus sombras midan
el césped silencioso y el agua cantarina,

y el quieto surtidor verde de los saúces
para que la tristeza caiga en tus ojos dulces.

El huso de los pinos donde la sombra crece
que hile la blandura de los atardeceres.

Y cuando esté maduro el silencio del bosque
pártelo como un fruto, pronunciando mi nombre.

Que sostengan los árboles la lluvia entre sus ramas
con la misma dulzura con que se toca un arpa.

Y hasta en la oscura noche, cada tallo en aroma
te entregue la delicia de las futuras pomas.

Y las redondas bayas —madurez y deseo—
pendan de los flexibles gajos de los ciruelos.

Y decoren de plata sus hojas las acacias
como si amaneciera la luna entre las ramas.

Que la flor del magnolio, al alto mediodía,
un loto te recuerde bajo la luz tranquila.

 Y la savia palpite si grabas en los robles
el contorno perfecto de nuestros corazones.

El laurel, aun sin frente que aprisionar, recuerde
a tus manos la ausente materia de mis sienes.

Y el mimbre que se doble tierno sobre el estanque
como si en él quisiera ver el vuelo de un ave.

Despertarán entonces al vaivén de las ramas
más pájaros que cantos caben en la mañana.

Y la luz será lira sostenida en el aire,
iniciación del alba, límite de la tarde.

Acércate al rumor del viento entre los árboles,
amada, y sentirás el rumor de mi sangre.

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04 agosto 2013

El árbol de Medellín, Colombia

Juan Fernando Cano
El profesor Ramiro Fonnegra revisa sus notas bajo uno de los cinco exponentes de la C. medellinesis que hay en el Parque Bolívar. Quizás por los cambios ambientales en la zona central de la ciudad, donde se da la especie, se perdió su polinizador natural. El árbol será el símbolo del Congreso de Botánica que se celebrará en esta capital.
Flor del carbonero endémico de Medellín, muy diferente a la que dan los carboneros arbustos. Hasta ahora no se ha podido reproducir este árbol.
RAMIRO VELÁSQUEZ GÓMEZ
 ¿Se extingue el árbol de Medellín?

Un "poco" tarde os hago partícipes de este interesante artículo copiado en su integridad, publicado en marzo 2007


 El llamado es a las autoridades para que ayuden en el intento por salvarlo.
 Quedan seis exponentes de esta especie que lleva el nombre de la ciudad.
 Es un carbonero que sólo creció en la ciudad y está a punto de perderse.


Un árbol endémico de Medellín, casi que residente exclusivo del Parque Bolívar, está a punto de perderse para siempre.

De la Calliandra medellinensis, clasificada como tal en los años 40-50 por la pareja norteamericana Britton y Killip, sólo quedan seis ejemplares.
Un emblema local perdido por desconocimiento.
El árbol, un carbonero, apenas crece a los 1.470 metros sobre el nivel del mar y no se ha logrado reproducir hasta ahora.
Ramiro Fonnegra Gómez, biólogo de la Universidad de Antioquia y doctor en Taxonomía Vegetal y Palinología, explicó que para colmo de males, parece que el polinizador natural también se extinguió, pues no se encuentra ninguno asociado al árbol. No se sabe cuál fue. La especie fue poco estudiada.
 

Otras especies de carboneros (en la región hay cuatro, contando el antioqueño que también está en peligro) reciben la visita de la abeja común, Apis mellifera, que los poliniza.
 

La Calliandra medellinensis es un árbol, a diferencia de muchos carboneros que son arbustos. Se distingue además de estos por una hoja más pequeña y una flor más despoblada tipo cono, mientras en los arbustos es más como una bola.
Colecciones del ejemplar se encuentran en los herbarios de la Universidad de Antioquia y en Missouri. En éste se tenían tres, pero luego se encontró que una pertenece a un carbonero de Nariño y el otro a uno de Cundinamarca.


Hoy sólo quedan seis árboles, cinco de ellos en el Parque Bolívar y uno más en la plazoleta de Mon y Velarde. "Es un endemismo raro", precisó el investigador, director durante muchos años del Herbario de la Universidad de Antioquia.
Este árbol no salió de Medellín. Se le ha buscado de extremo a extremo del Aburrá y no se encuentra.
Los científicos han tratado de reproducirlo por estaca y por acodo, pero no ha sido posible. La única alternativa que queda es mediante tejidos, pero la técnica demanda una inversión superior a los 20 millones de pesos, suma con la que no se cuenta.
"Ahora que la ciudad será sede en abril del Congreso Nacional de Botánica, al que asistirán cerca de 1.000 personas de diversas regiones y países, podría pensarse en que alguna entidad aporte el dinero para tratar de salvar la especie".
Los ejemplares del Parque Bolívar están en mal estado. Varios son viejos, repletos de epífitas como el matapalos (una bromeliácea) que poco a poco lo asfixia. No han tenido mantenimiento y se nota que alguno pudo ser talado.
El único que da vainas con frutos está situado hacia la bocacalle de Junín, pero los frutos son estériles y de nada sirven.
Del asunto pocos conocen. Tampoco hay mayores referentes. El árbol fue muy perseguido en el pasado por los campesinos, para obtener carbón. Y como adorno en pesebres y en la Semana Santa. Es lo que también amenaza al carbonero antioqueño (árbol), que crece de los 1.400 a los 1.700 metros.
Lo que se pretende es llamar la atención de la Alcaldía y los entes ambientales.
Si no se actúa pronto, Medellín perdería un árbol exclusivo que lleva su nombre en la denominación científica internacional.


Ayuda al lector
Son más de 1.000 especies amenazadas
Las especies que desaparecen de Colombia y del planeta se cuentan por centenas. De muchas nunca se llega a tener conocimiento.

La Calliandra medellinensis poco fue estudiada. De acuerdo con un reporte del Instituto Alexander von Humboldt, la flora es la primera gran riqueza del país, porque Colombia posee entre 45.000 y 55.000 especies de plantas, de las cuales cerca de la tercera parte son endémicas (sólo existen aquí).

Se destacan las orquídeas, representadas en cerca de 3.500 especies, es decir, 15 por ciento de todas las especies de orquídeas del mundo.


La lista de plantas amenazadas de Colombia abarca cerca de 1.000 especies y en ella, uno de los grupos más amenazados lo constituye, precisamente, el de las orquídeas. En el libro rojo de las plantas amenazadas no figura la C
alliandra medellinensis.
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ESPERANZA: Parece que han logrado reproducirlo por semillas, pero tiene un estrecho margen genético. El agente polinizador es un colibrí.
Estas son fotos actuales de los tres grandes árboles del Parque Bolivar de Medellín.





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31 julio 2013

WILLIAM OSPINA (Colombia-Tolima, 1954)
En las mesetas del Vaupés

Qué son las canoas sino los árboles cansados de estar quietos.
Qué son los postes de colores sino los árboles hundiendo sus raíces en el cielo.
Qué son los puentes colgantes sino los árboles jugando con el vértigo.
Qué son las fogatas sino los árboles contando su último secreto.

Follaje de las ondas que va quedando atrás con el golpe del remo,
Follaje de sonidos que en torno de los postes enardece al guerrero,
Follaje de invisibles caminos que comienza en el confín del puente,
Follaje de humaredas que ascienden en desorden entre las titilantes orquídeas.

Con granadillo hice el bastón para espantar a los malos espíritus.
Con la madera del caobo hice las cuentas de un collar para tu pecho oscuro.
Con fruto seco del tekiba la copa en la que le ofreciste el agua.
Con la madera del laurel hice esta flecha.


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27 julio 2013

EL HOJARASQUÍN DEL MONTE 
Cuento del Dpto. de Tolima, Colombia

Los campesinos de las montañas colombianas cuentan muchas historias acerca del Hojarasquín del Monte.
      Dicen que se alimenta de flores y de bayas doradas. Más de uno dice haberse encontrado con este espíritu protector de la naturaleza que habita en la oscuridad de los bosques tropicales.
      Atento al chillido de las golondrinas en los farallones del río, sabe cuándo se acerca el depredador de la flora y cuándo debe auxiliar al sabanero, anhelante víctima de los perros del cazador. Amante de los vuelos, el Hojarasquín, algunas veces, se cansa de ser árbol y entonces disputa con los loros, intenta saltar con los venados en las tardes de sol.
      Los que lo han visto coinciden en que se traba de un árbol-hombre, no está cubierto de pelo sino de musgo y ramitas que cuelgan, y su cuerpo es un tronco viejo a cuyo pie nacen dos horribles pezuñas. Camina rápida y furtivamente entre el follaje, en medio de un atronador ruido de hojas secas. Su aparición causa verdadero espanto, sobre todo a los taladores de bosques y a los cazadores, a quienes nunca se les muestra de frente sino que se les acerca por la espalada como si los siguiera. Esto sucede por lo general cuando el cazador apunta con su arma a un venado o a una danta indefensa -tapir-, o cuando el leñador levanta su hacha para derribar un árbol que no debería derribar. El susto que se llevan es tan grande que nos le quedan ganas de volver por allí, o, por lo menos, no a matar animales o a cortar árboles. Un respeto profundo se apodera de ellos desde entonces, como si comprendieran que con la naturaleza no se puede jugar ni se puede hacer daño porque sí, sólo por diversión o por plata. Sin embargo, y a pesar de su aspecto aterrador, el Hojarasquín es un ser de buenos sentimientos que conduce amablemente hacia la salida del monte a los caminantes que se pierden en él. La única condición es que el caminante extraviado sea de su agrado. El problema está en que no es fácil simpatizarle. Los aventureros valientes no lo conmueven, ni tampoco los exploradores que se adentran en la selva en busca de tesoros ocultos. Antes de ayudarlos en sus propósitos, les juega toda suerte de bromas pesadas que les ponen los nervios de punta y termina haciéndolos desistir de sus planes. Sólo una cosa es precisa para ser del agrado del Hojarasquín del Monte, y es mostrar reverencia y respeto por su entorno natural.
Los campesinos saben de sus movimientos por la algarabía de los arrendajos y pájaros tijeras, por la inmensa batahola de los samanes con el viento. Amo de las hojas y el rumor de las aves en las montañas, el Hojaraquín muere cuando hay talas o destrucción de los montes. En forma de tronco seco, permanece oculto hasta cuando resurge la floresta.

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CELIA BALCÁZAR DE BUCHER (Colombia, 1940)
Hojaraquil*

Hojarasquil del monte
flautista misterioso de la primera infancia
ululaba, fluía con su cortejo de hojas
sinuoso impredecible presuroso partía
en su ballet errático
por la vieja escalera de caracol
y se perdía en el aire
espectro de hojas 
despojado
del lastre de su cuerpo
regados en su zaga después del torbellino
dionisíaco
cascabeles dormidos
calladas castañuelas
inermes, anhelantes
de su próximo vuelo

Celia nos propone este otro nombre "Hojaraquil" en lugar de "Hojarasquín"
---Fin---