4/28/2024

Uganda

XABIER ALDEKOA, en La Vanguardia
Cae el árbol centenario del rey y los exploradores


Adiós a uno de los testigos más icónicos en la carrera europea por descubrir África en el siglo XIX. Adiós a un símbolo nacional de Uganda. Las lluvias torrenciales derribaron a finales de febrero un árbol centenario bajo cuyas ramas se produjeron algunos de los encuentros más importantes entre el rey de los Buganda de la época, Kabaka Mutesa I, y los mayores aventureros de la era dorada de las exploraciones.
     La dirección de la Universidad de Kyambogo, propietaria de los terrenos donde se encuentra actualmente el árbol, situado a ocho kilómetros de la capital, Kampala, anunció la muerte del ejemplar de la especie Canarium, de, al menos, 150 años, aunque algunos expertos creen que supera los 200 años. “El árbol cayó a causa del aguacero del pasado lunes por la noche”, explicó en un comunicado el centro universitario.
     Bajo el ‘Omuwafu’ el monarca Kabaka Mutesa I recibió en el siglo XIX a aventureros como Stanley, Speke y Grant.
     El árbol, conocido en lengua local como Omuwafu formaba parte hace siglo y medio del palacio real del trigésimo reinado del reino de los Buganda y fue a la sombra de sus robustas ramas donde el monarca Kabaka recibió en el año 1875 al explorador británico Henry Morton Stanley, quien se encontraba al frente de la mítica expedición para resolver el último gran misterio de la exploración africana: el seguimiento del curso del río Congo hasta el mar.
     Según los historiadores ugandeses, debajo del árbol ahora caído fue donde el rey escribió y entregó a Stanley una carta dirigida a la reina de Inglaterra en la que invitaba a misioneros y profesores a visitar sus tierras. En su comunicado, la Universidad de Kyambogo destacó este suceso y alabó las bondades de aquel pacto. “Los misioneros jugaron un rol significativo en construir un sistema educativo en Uganda al establecer escuelas y promover la alfabetización”.

Un símbolo para la comunidad

      El árbol caído tenía un enorme valor histórico y cultural para el pueblo Buganda. Pero la visita del Bula Matari o “Rompedor de rocas”, como los indígenas apodaron a Stanley por su afición al uso de la dinamita para abrirse camino, no fue la única visita legendaria de la que fue testimonio el árbol Omuwafu. Unos años antes, en 1862, el rey acogió a otro de los grandes exploradores de la historia, el británico John Hanning Speke, el primer blanco en ver las fuentes del Nilo Blanco, que bautizó como lago Victoria.
Grabado de la visita de los exploradores Speke y Grant al rey de los Buganda en el año 1862© Kyambogo University

     
A aquel encuentro asistió también un enfermo James Augustus Grant, explorador escocés de renombre. El propio Grant dejó escrito en sus memorias el amable trato que el monarca Kabaka le había dispensado cuando estaba tan débil que ni siquiera podía levantarse de la cama. “El rey envió a un oficial y a cuarenta de sus hombres para llevarme a su reino de Buganda y que yo tanto deseaba ver… Al no poder caminar, me colocaron sobre una camilla de mimbre y me llevaron al trote sobre las cabezas de cuatro de ellos”.
      Pese a que el lugar ya no alberga el palacio real, que se encuentra actualmente en el barrio de Mengo, en la capital, el Omuwafu tiene un enorme valor histórico y cultural para el pueblo Buganda. Incluso la dirección de la universidad rechazó hace años construir un complejo educativo junto al árbol ante las quejas de la comunidad local, que advirtieron que las obras podían poner en peligro el árbol.
      Tras conocerse la caída del árbol centenario, el actual monarca de los Buganda, Ronaldo Muwenda Kimera Mutebi II, pidió a la Universidad que plantara un nuevo árbol para reemplazar el ejemplar caído.

 
No se ha podido determinar la ubicación exacta del árbol, aquí la Universidad
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4/25/2024

Bosques submarinos

OCÉANA: BOSQUES SUBMARINOS

Los quelpos son grandes algas pardas que generan un hábitat muy similar a un bosque terrestre. En Europa su lugar lo ocupan otros bosques de laminarias que pueden encontrarse tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo. Las especies más habituales en estos ecosistemas son Saccorhiza y Laminaria.
     Pese a su gran importancia biológica, los bosques de quelpos no han sido recogidos por la legislación europea como hábitat prioritario para su protección. Oceana trabajará para que tanto en Europa como internacionalmente sean considerados como ecosistemas protegidos.
     El mayor quelpo que existe en el mundo es el quelpo gigante (Macrocystis pyrifera) que puede llegar a alcanzar los 30 metros de altura y tiene una distribución bipolar: por las costas pacíficas de América entre Alaska y Baja California (México), en las costas sur de Chile y Argentina en aguas de Nueva Zelanda y Australia y en Suráfrica. Puede llegar a encontrarse en profundidades de hasta 60 metros cuando las condiciones del mar permiten la entrada de la luz. Prefiere aguas templadas aunque también puede darse en otras bastante cercanas a los polos, siempre y cuando la temperatura de éstas no baje de los 5ºC, lo que destruiría a los gametófitos (planta sexual de los quelpos).

Entre 12 y 14 meses de “embarazo”

     Los quelpos empiezan su vida como esporas que pueden dar lugar a gametofitos hembras o machos. Los gametófitos hembra de los quelpos producen “huevos” que deben ser fertilizados por el esperma de los machos. Con este fin, los gametofitos hembras se valen de feromonas para atraer a los machos y fecundar los huevos que, posteriormente, se desarrollarán como esporófitos; plantas de las que saldrán trillones de esporas de las que sólo un mínimo porcentaje llegará a crear una planta. Y de cada 100.000 nuevas plantas jóvenes, apenas una llegará a ser adulta.
     Como si de un embarazo se tratara, el ciclo de vida del quelpo necesita entre 12 y 14 meses para completarse. La mayoría se desarrolla y muere en sólo 6-9 meses, en un proceso continuo de fecundación, crecimiento (a un asombroso ritmo de hasta 50-60 centímetros por día) y muerte.
     Junto al quelpo gigante pueden encontrarse otros grandes “arboles marinos” o tipos de quelpos, como:
el quelpo “boa de plumas” (Egregia menziesii)
el quelpo de cintas (Egregia laevigata)
el quelpo cuerno de ciervo (Pelagophycus porra)
o la palmera marina (Eisenia arborea), entre otros.

Los erizos marinos, su principal enemigo

     Como si fueran bosques terrestres, las laminarias o quelpos funcionan a modo de grandes árboles permitiendo que cientos de animales y vegetales vivan entre sus “copas”, “ramas” y su sistema de “raíces”. 
     Gran diversidad de especies encuentran su hábitat ideal en estos ecosistemas, como el pez Garibaldi (Hypsypops rubicundus), las castañetas (Chromis punctipinnis), la cabrilla sargacera (Paralabrax clathratus), el pez del quelpo (Alloclinus holderi), o la señorita (Oxyjulis californica), etc. También otras muchas especies, como crustáceos y gusanos poliquetos.
     Tampoco es extraño divisar entre los tallos de estos “árboles” especies como el tiburón azul (Prionace glauca) o algún cetáceo como el delfín de flancos blancos del Pacifico (Lagenorhynchus obliquidens).
     Los principales enemigos de los quelpos son los erizos marinos que se alimentan de sus brotes y hojas, pudiendo acabar con grandes extensiones de estos bosques submarinos. Pero afortunadamente las estrellas de mar y los peces vieja comen erizos, controlando su población y evitando que puedan destruir el ecosistema de quelpos. También las nutrias marinas (Enhydra lutris) se alimentan de erizos marinos y de abalones (Haliotis spp.), fáciles de encontrar en este intrincado bosque.
     La sobreexplotación de especies consumidoras de erizos puede llevar al colapso de los bosques de quelpos, al disparar la sobrepoblación de equinodermos como el erizo rojo (Strongylocentrotus franciscanus) o el erizo púrpura (Strongylocentrotus purpuratus).

Laminarias, los quelpos en Europa

     En Europa su lugar lo ocupan otros bosques de laminarias (algas laminariales) que pueden encontrarse tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo. Las especies más habituales en estos ecosistemas son Saccorhiza y Laminaria.
     Aunque los quelpos europeos no alcanzan las extraordinarias dimensiones de sus familiares del Pacífico, existen algunas especies que llegan a alturas considerables:
     Este es el caso del quelpo enredadera (Laminaria hyperborea) del Atlántico Norte, que puede sobrepasar los cinco metros de altura, o el alga kombu (Laminaria ochroleuca), de más de cuatro metros en algunas zonas del Mediterráneo, como el Mar de Alborán y aguas del Estrecho de Mesina, en Sicilia.
     En este mar también existe una especie endémica, Laminaria rodriguezi, que llega a fijarse a sustratos duros que se encuentran hasta a 150 metros de profundidad. Se ubica en España (Cataluña, Baleares y Comunidad Valenciana), Italia (en especial en el Tirreno), Francia (principalmente alrededor de Córcega), entre Croacia y Montenegro, y el Norte de África.
     En la zona atlántica, las especies más comunes son los quelpos alados (Alaria esculenta), los quelpos de azúcar (Laminaria saccharina), los quelpos rugosos (Laminaria digitata) u otros como los furbelows (Saccorhiza polyschides), o la ya mencionada enredadera (Laminaria hyperborea), que pueden encontrarse desde Noruega y Galicia hasta el Estrecho de Gibraltar, y algunas, como Saccorhyza polyschides llega hasta el Mediterráneo, pero están ausentes en el Mar del Norte y el Báltico.
     Una importante zona de laminarias y con bosques muy buenos es en la Isla de Helgoland, en el German Bight, en el Mar del Norte. Hay Laminaria digitata y L. Hyperborea.
     Muchas de estas especies de laminarias son frecuentes en las costas del Cantábrico (la zona más oriental para Saccorhiza polyschides y Laminaria ochroleuca se encuentra en Elantxobe) y Galicia (en dónde también puede encontrarse Laminaria sacchoriza y L. hyperborea).

Usos industriales de los quelpos

Además de su alto valor ecológico, muchas especies de quelpos tienen una gran importancia en industrias tan dispares como la de alimentación, farmacéutica, pinturas, construcción o cosméticos.
     Aparte del consumo directo de la planta o su utilización como fertilizante, los quelpos producen una sustancia (polisacárido) conocida como alginato que es ampliamente utilizada como emulsionante en:
productos alimenticios (helados, salsas, cervezas, yogures…)
de higiene (pasta de dientes, champú, jabón…)
medicinales (píldoras)
industriales (tintes, pinturas, soldaduras…)

Quelpos invasores

     La acuicultura de algas o las aguas de lastre de los buques mercantes han introducido algunas variedades de quelpos en ecosistemas ajenos, provocando graves problemas que podrían poner en peligro a las especies autóctonas, e incluso afectar a las poblaciones de moluscos.
     Así el alga wakame o quelpo japonés (Undaria pinnatifida) originaria del Pacífico Noroeste está considerada como una de las especies más peligrosas por su amplia distribución fuera de su ecosistema, ocupando actualmente amplias zonas del Pacífico Este y Sur, Atlántico Norte y Sur, incluyendo el Mediterráneo, o el Báltico.
1 – Pese a que su color puede ser verde, los quelpos están incluidos dentro de las algas pardas ya que se trata de algas que contienen clorofila a y c y poseen, aparte del pigmentos verde, otros que le facilitan la utilización más eficaz de la luz del sol en aguas profundas para realizar la fotosíntesis. Este pigmento, conocido como fucoxantina, les da en ocasiones un aspecto pardo o dorado ya que permite reflejar la luz amarilla.
2 – Las algas no tienen raíces, tallo ni hojas tal como los conocemos en los árboles y otras plantas. En su lugar utilizan un sistema de fijación al sustrato conocido como hapterios.o rizoides, que sirven para sujetar al talo, el cual puede dividirse en algunas especies en estipe o pie y fronda u hojas.

Lo hemos leído aquí
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4/22/2024

Un acebuche en la Finca de San José, del cronista de Canarias


JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. téc. forestal
El acebuche de la Hacienda San José, todo un señor árbol, en Tenerife


Se dice que los primeros caminos reales de las islas Canarias se ocultan bajo el asfalto de las carreteras por donde, tal y como su nombre explica, se pasó de caminar a pie a la circulación en carretas para llegar al tráfico de las veloces “carretas de combustión”. Pues bien, a la altura del km 23 de la autopista Norte de Tenerife, mirando en dirección al mar, resulta fácil advertir la presencia de una gran araucauria (Araucaria heterophylla). Y abrazando parte de su copa existe un fornido ejemplar de acebuche canario (Olea cerasiformis).
     A esta altura de la autopista se aprecia cómo la pendiente continua se desliza hasta el azul marino. Nos encontramos en el municipio de El Sauzal, tierra de alta productividad agrícola y también vitícola. Entre las ordenadas terrazas de cultivo y las residencias de privilegiados horizontes aún permanecen algunas de las antiguas fincas señoriales. La figura vegetal de este artículo se asoma a estas panorámicas (28º 27 ´42´´ N y 16º 26´ 42´´W) desde los jardines de la Hacienda de San José, a 385 metros sobre el nivel del mar.
     Normalmente, cuando se habla del estado de conservación de los ecosistemas canarios la mayor parte de la sociedad canaria relaciona laurisilva y deforestación, aunque lo cierto es que el ecosistema más castigado ha sido, con diferencia, el bosque termófilo. Tuvo la mala fortuna de venir a coincidir con las primeras bases de asentamiento humano ya antes de la conquista. Algunos análisis de cenizas procedentes de cuevas aborígenes han demostrado que las primeras leñas locales se agotaron pronto, por lo que hubo que recurrir a los bosques de monteverde.
     El acebuche es uno de los elementos nobles del bosque termófilo, capaz de combinarse con otras especies o bien de agruparse en formaciones más puras. Muy probablemente, el de la Hacienda de San José es testigo excepcional de la deforestación de cientos y quién sabe si miles de individuos de su especie. Las haciendas señoriales constituyeron los principales centros dedicados al sustento: junto a las mismas se concentraba gran parte de la población obrera que dinamizó el progreso de la denominada “sociedad de la madera”.
     La Hacienda de San José data del siglo XVII y era labrada por el pueblo a cambio de una décima parte (diezmo) de la producción a la propiedad. Además, mantuvo siempre viñas y bodega. Los apellidos de los terratenientes tan ilustres y nobles como nuestro acebuche han sido: Ravina, Guimerá y Peraza. Destacamos la figura de don Marcos Guimerá Peraza (1919-2012), distinguido investigador histórico, además de escritor y notario. Si pudiéramos consultar a esta insigne personalidad acerca del acebuche de su jardín, posiblemente nos revelaría varios detalles histórico-morfológicos, pero a buen seguro también nos confesaría el valor sentimental que debió transmitirle este compañero de descanso e inspiración, tras tantas y largas horas de investigación histórica.
     Además de la auracaria y el acebuche, destaca la presencia de un desarrollado ejemplar de madroño canario (Arbutus canariensis). Aprovechando la protección solar proporcionada por el dosel forestal, antaño existió una pérgola que se usaba de punto de encuentro, sobre todo estival, para compartir gratos momentos en familia o en soledad y reflexión con estos magníficos ejemplares.

     Normalmente el acebuche, al igual que la sabina (Juniperus turbinata) son árboles termófilos de portes más bien globosos, pero en condiciones de ausencia o reducción de viento, unido a la disponibilidad de agua, pueden desarrollar una forma más alta y espigada. El acebuche y sobre todo los acebuchales son hoy escasos en Tenerife, mientras que la sabina se encuentra algo mejor representada (curiosamente, en Gran Canaria ocurre el caso contrario).
     El acebuche de la Hacienda de San José posee un tronco portentoso con un perímetro normal cercano a los tres metros. Su copa despega 15 metros sobre el suelo y se encuentra ligeramente torcida y sostenida por la gran araucaria vecina. El fuste se divide en varios brazos de distinto diámetro, apreciándose cómo se han producido algunas soldaduras entre ellos. También puede observarse el desgaje de grandes ramas altas como consecuencia de la lucha entre viento, peso y volumen vegetal. La base de este centenario monumental presenta varios contrafuertes pero sobre todo es notoria la abundancia de brotes o chupones, localmente también llamados nietos. Incluso nos cuentan que el espacio creado entre los brotes y la base del árbol, a modo de cueva circular, invitó a jugar a los niños de varias generaciones.
     Resulta muy difícil precisar la edad de este individuo, ni siquiera podemos asegurar si fue plantado o es espontáneo. Teniendo en cuenta sus dimensiones y la altísima longevidad de la especie, no es extraño escuchar frases, con más ímpetu y sorpresa que base científica, como la que nos ha transmitido el gran profesor Wolfredo Wildpret: “¡Este árbol puede ser más viejo que el Drago de Icod! ¡Quien sabe si estuvo en la Batalla de Acentejo o si existió un tagoror guanche junto al mismo!” En cualquier caso, es una pieza muy particular en la joyería del patrimonio natural canario.

Número 60 de Tenerife
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4/19/2024

El cine y el árbol (1)

ELLEN MCHALE, desde los jardines de Kew
Cinco magníficos árboles en el cine

El sauce boxeador (Harry Potter)

Este sauce mágico, que aparece tanto en los libros de Harry Potter de J.K Rowling como en las películas de Harry Potter, crece en los terrenos del colegio Hogwarts de brujería y hechicería. Famoso por sus tendencias violentas, el sauce mueve sus ramas ante todo lo que toca. Sus extremidades se representan como brazos que golpean a las personas que se acercan demasiado.
     El árbol aparece por primera vez en Harry Potter y la Cámara Secreta, donde ataca a Harry y Ron cuando chocan contra el árbol en un coche volador.
     En la vida real los sauces están lejos de ser violentos y, a menudo, simbolizan la tristeza. En poesía, los sauces a menudo se relacionan con el dolor, como en Hamlet de Shakespeare, donde Ofelia se ahoga cerca de un sauce. 


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Treebeard (El Señor de los Anillos)

La obra más famosa de J. R. R Tolkein, El Señor de los Anillos, está ambientada en el mundo ficticio de la Tierra Media, el hogar de todo tipo de criaturas extrañas y maravillosas, incluidos hobbits, elfos, enanos y magos. El personaje de Treebeard es un ent, una antigua criatura parecida a un árbol que protege los bosques de la Tierra Media de las fuerzas del mal.
     Treebeard está representado como una criatura vieja, sabia y conocedora a la que le gusta tomarse su tiempo. Los ents pueden caminar, hablar y mover sus extremidades como si fueran brazos y piernas, y se los describe como muy fuertes. Se cree que Treebeard está inspirado en un roble o un haya, que son árboles muy longevos y resistentes.


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El baobab, el árbol de la vida (El Rey León)

El Rey León, que se hizo famoso gracias a la animación de Disney de 1994, es un cuento infantil clásico muy querido y que cuenta la historia de un joven león llamado Simba. Rafiki, que es un mandril (un babuino grande), es un personaje espiritual y sabio que guía al joven león.
     Vemos proyectada la imagen de Simba en el tronco de su casa en el árbol, que se convierte en un símbolo recurrente en la película. El árbol de Rafiki es un baobab (Adasonia za). Los baobabs son árboles longevos que crecen en el continente africano, incluida Madagascar, y también en Australia.
     Se han adaptado bien a ambientes secos. Se comportan como suculentas gigantes y hasta el 80% de su tronco está formado por agua. Los baobabs tienen una vida muy larga, se estima que hay especímenes que tienen la asombrosa edad de 2.000 años. Cada parte del árbol baobab es útil para los humanos. La corteza del árbol es suave y fibrosa y se utiliza para fabricar cuerdas y telas. La fruta baobab es conocida por sus beneficios para la salud, con altos niveles de calcio y vitamina C. Las hojas se pueden cocinar y comer, y las semillas se utilizan para hacer tinta.
     El tronco del baobab se vuelve hueco a medida que crece y almacena litros de agua, que se utiliza como depósisto de agua para humanos y animales en las estaciones secas. Por eso a los baobabs también se les conoce como el árbol de la vida. Los troncos huecos de baobab se han utilizado como prisiones, graneros y viviendas. En Sudáfrica, un baobab de 47 metros de ancho incluso se transformó en un bar. Este baobab murió en 2017.
     Se puede ver un baobab sin salir de Londres. Este baobab vive en el Invernadero Princesa de Gales y crece con tanta fuerza que es esencial podarlo anualmente para evitar que crezca fuera del techo.


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La Abuela-Sauce (Pocahontas)

      Este conocido musical animado está basado libremente en la vida de una mujer nativa americana, Pocahontas. La abuela es un sauce parlante, la consejera de Pochantas. Representada como vieja sabia que tiene un carácter amable y que orienta a Pocahontas.
     Al crecer junto al agua, las ramas de Grandmother Willow están llenas de revoloteadores pájaros y búhos.
     Los sauces pertenecen al género Salix y hay alrededor de 400 especies. Son los favoritos de la vida silvestre, ya que a los pájaros les gusta anidar en las ramas y los amentos de los sauces son una fuente de néctar para las abejas. El sauce blanco (Salix alba) es uno de los sauces más conocidos, con ramas amplias y hojas delgadas.
     Comúnmente conocidos como "sauces llorones", a menudo se encuentran cerca de ríos y lagos donde sus hojas se sumergen en el agua. 

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Los Manzanos (El Mago de Oz)

     Este querido musical estadounidense es famoso por la extraña y maravillosa Tierra de Oz. El personaje central, Dorothy, es transportada al mundo místico después de quedar inconsciente durante un tornado. Desde enanos hasta espantapájaros que hablan y árboles que se mueven, conoce una gran cantidad de criaturas en su aventura.
     En el paseo de Dorothy por el camino de ladrillos amarillos, se asusta cuando va a recoger manzanas de los árboles. Los árboles se oponen en voz alta a que los recojan y comienzan a arrojarle sus manzanas.
     Las manzanas (Malus x domestica) son una de las frutas favoritas de Gran Bretaña. Se comen como aperitivo, se cocinan en pudines, se usan para hacer sidra y son un ingrediente básico de todos los días.
     A pesar de esta tradición, las manzanas no son originarias de nuestras costas. Los manzanos proceden originalmente de Asia Central. El ancestro silvestre de la manzana domesticada, Malus sieversii, todavía se puede encontrar creciendo allí hoy en día.
     Las manzanas se extendieron por todo el mundo en la época antigua, y los romanos comenzaron a cultivarlas co0nsiguiendo diferentes gustos y tamaños. En el siglo XVII, las manzanas eran extremadamente populares en Gran Bretaña. Los colonos europeos se llevaron manzanas y pepitas cuando navegaron a Canadá, Australia, Estados Unidos, Sudáfrica y Nueva Zelanda.
     Los manzanos son muy importantes para la vida silvestre. A los pájaros, como los mirlos, les gusta hacer sus nidos en ellos y los zorzales comen la fruta cuando cae al suelo. Los manzanos dependen de las abejas y otros insectos para la polinización, y las flores proporcionan un néctar importante.

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