27 julio 2018


EL BIBOSI Y EL MOTACÚ
En "SoySantaCruz.com.bo"

     Uno de los más curiosos y pintorescos casos de falsa simbiosis vegetal que se presentan en nuestra tierra es la del árbol llamado bibosi y la palmera motacú. Tan estrechamente se enredan uno con otro y de tal modo viven unidos, que entre las gentes simples y de sencillo pensar se da como ejemplo vivo de enlace pasional. Una vieja copla del acervo popular lo expresa galanamente:

El amor que me taladra
necesita jetapú;
viviremos, si te cuadra,
cual bibosi en motacú.

     Quienes saben más acerca de ello señalan que la palmera es el sustento y la base de la unión, pese a su condición femenina, y el árbol es el que se arrima a ella porque le procura mantenimiento y firmeza, no obstante su ser masculino. La observación del conjunto da qué pensar, habría en ello material sufciente para especulaciones de orden social y hasta moral si se quiere.
     Dando al sugestivo asunto otro cariz y tratando de explicarlo por el lado poético-afectivo, el poeta don Plácido Molina Mostajo (1875-1970) cantó:


El membrudo bibosi que a la palma

por entero rodea
con tal solicitud, que al fin la ahoga
Celoso enamorado prefiriera 
antes que en otros brazos a su amada,
entre los propios contemplarla muerta.

     Dice la leyenda sobre la peregrina unión del árbol corpulento y la grácil palmera...
     ... que por los tiempos de Maricastaña y del tatarabuelo Juan Fuerte, vivía en cierto paraje de la campiña un jayán de recia complexión y donosa estampa. Amaba el tal con la impetuosidad y la vehemencia de los veinte años a una mocita de su mismo pago, con quien había entrado en relaciones a partir de un jovial y placentero "acabo de molienda". La mocita era delgaducha y de poca alzada, pero bonita, eso sí, y con más dulzura que un jarro de miel. 
     No tenía el galán permiso de los padres de ella para hacer las visitas de "cortejo" formal, por no conceptuarle digno de la aceptación. Pero los enamorados se veían fuera de casa en cualquier vera de senderos o bajo el cobijo de las arboledas. 
     Entre tanto los celosos padres habían elegido por su cuenta, como futuro yerno, a otro varón que reunía para serlo las condiciones necesarias. Un buen día de esos notificaron a la hija con la decisión inquebrantable y la inesperada novedad de que al día siguiente habrían de marchar al pueblo vecino para los efectos de la boda.
     La última cita con el galán vino esa misma noche. No había otra alternativa que darse el adiós para siempre. El la tomó en los brazos y apretó y apretó cuanto daban sus vigorosas fuerzas... 
"Antes que ver en otros brazos a la amada, entre los suyos contemplarla muerta",  referían en el campo los ancianos, y singularmente las ancianas, que el primer bibosi en motacú apareció en el sitio mismo de la última cita de aquellos enamorados.
    El bibosi es un tipo de ficus que se enreda apasionadamente sobre el motacú (Scheelea princeps) una frágil palmera de ricos frutos.

---Fin---

24 julio 2018

LOS MANGLARES

     El vídeo nos da la información sobre qué características tiene el manglar, qué tipos de manglares se encuentran en Guatemala, qué diferencias se presentan entre éstos, qué importancia y beneficios proporcionan a las comunidades, los peligros o riesgos que sufren y cómo los podemos conservar y proteger.

Manglares de Guatemala

Manglares de México

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21 julio 2018

FELIX FINKBEINER
... addresses United Nations with speech to open the International Year of Forests 2011


     El precoz Finkbeiner fundó con nueve años -2006- «The plant for the planet children initiative», una organización internacional dirigida básicamente a promover que los niños planten un millón de árboles en cada uno de sus países (hasta ahora ha actuado en 91 estados) como medida para combatir el calentamiento, aunque la meta más ambiciosa de este organismo es llegar a plantar un billón de árboles.
     Con una camiseta que le iba un poco grande y que le hacía parecer incluso más joven de los 14 años según su biografía, Finkbeiner mostró un asombroso aplomo sobre el escenario para defender sus teorías conservacionistas y reclamar medidas más contundentes para mitigar el cambio climático y las emisiones de CO2.
      «Habla menos y planta más», es su lema.
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18 julio 2018

Celia Viñas y Mar Verdejo Coto

MAR VERDEJO COTO (Almería)
CELIA VIÑAS y el árbol de la vida
Del "Jardín del Mar", comentario

      Hay personas que pasan por la vida de puntillas, sin dejar huellas en el camino, sin mojarse la ropa en el río, o las botas con el barro, quizás vivan con miedo a vivir. Otras que caminan en libertad y dejan una huella imborrable en las personas con las que habitan. Las palabras y las acciones cobran otra dimensión y traspasan hasta las cenizas en el tiempo.
     Hay un poema escrito por Celia Viñas en diciembre de 1944 y publicado en 1946,  en su primer libro de poemas “Trigo del corazón”, mostrándonos su gran calidad poética, su sentido profético, su amor a esta tierra y su profundo conocimiento del paisaje almeriense desde el primer momento de su llegada a nuestra ciudad. 

CELIA VIÑAS OLIVELLA (Lérida, 1915-1954)
Un árbol

Un árbol
sobre mis huesos
Nada más. No. Nada más.
Silencio...
Si hay un árbol, sabrán todos
que debajo está mi cuerpo.
Los pájaros y los niños
y el mar que gime a lo lejos.
Todo lo demás olvido
hasta del hombre que quiero.
Gracias.
Enterradme en aquel cerro,
en aquel cerro desnudo,
desnudo y seco,
como yo, sí, como yo
orfandad de unos hijos que no espero.
Ay, mi corazón,
abuelo
de tus bosques, ciudad mía.
Si me muero -que me muero-
no me llevéis, no,
al cementerio
con los muertos.
¿Sabéis? Odio las manos cansadas
de los sepultureros.
Que me entierren cuatro niños
cantando un romance viejo.
Sí,
en aquel cerro
¿lo veis tras de mi ventana?
Todos mis sueños
pájaros en vuelo
sobre los pinos futuros
y ciertos
de tus bosques del mañana, mi Almería.
Si mi muerte te da un árbol, muero.
¡Qué dulce la muerte mía
sobre tus desnudos cerros!

                               (De Trigo del corazón, diciembre 1944)

     En él, Celia va tejiendo, verso a verso, los lazos ancestrales que existen entre los árboles y las mujeres; anhelando convertirse en savia porque sabe que el árbol, en esta tierra exhausta, representa la grandeza de la Naturaleza y el porvenir de sus habitantes. El árbol es la vida que de ella se nutre y que en ella crece. Es el santuario que late vida, en el cual quiere habitar en la muerte y formar parte de su memoria fotosintética, y del mañana de esta ciudad yerma a la que ama. Ella, que es sabia, sabe que un futuro con árboles es un futuro más feliz para todos los seres que moran en la ciudad.
      Y Celia Viñas dejó en su alumnado una huella, con su educación, en forma de árbol y poesía. En sus currículums dicen, ochenta años después: “Soy Manuel, cirujano jefe y alumno de Celia Viñas”. “Soy María, maestra y alumna de Celia Viñas”, y así todos en cualquier parte del mundo escriben poemas en forma de ramas, raíces y hojas, recordando sus clases al aire libre a la sombra de los árboles, bajo un retorcido pino o un naranjo en flor. Celia, la poeta, la maestra, la “madre”, la tierra, el amor, la paciencia, la ternura,… la mujer. Enraíza en los que la escuchan, en los que caminan junto a ella hasta la sombra de un árbol para aprender de ella, para dejar que germine en ellos la razón del ser y de la vida. Celia es como el árbol, el árbol de la vida.

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