2/27/2021

He heredado un nogal...

BASILIO SÁNCHEZ (Cáceres, 1958)
Del libro: "He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes"
(premio Loewe 2018)


 
HAY un olor de agua y de resinas,
un aroma incesante
subiendo por las médulas
hasta las nervaduras de las hojas,
un espacio oloroso,
una fragancia
de sombras perfumadas, de espesuras azules,
de musgos transparentes.

Vengo de la sustancia de la tierra,
de su barro balsámico.

Sobre la intimidad de lo que existe,
sobre el mundo
que ahora empiezo de pronto a percibir,
va pasando en silencio,
iluminando el sueño en penumbra de las cosas,
el pensamiento de la luz. 
 
 
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2/24/2021

Animación: Avenida de los gigantes

ALOIS DI LEO
Avenida de los gigantes


Corto de animación realizado en 2016.
En un bosque de árboles gigantes, Oquirá, una niña indígena de seis años desafiará a su destino y empezará a comprender el ciclo de la vida.

Animation : Tiago Rovida & Henrique Lobato
Original Music by Tito La Rosa
Editing : Helena Maura & Alois Di Leo
Sound Design and Mix : Daniel Turini & Fernando Henna
Additional Music : Gustavo Monteiro
 

Ver el original: Aquí, tomado vía Krapo arboricole

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2/21/2021

Una protesta en toda regla, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. téc. forestal
El último paloblanco majorero no fructifica

Si en sentido figurado fuéramos a representar la foresta canaria, trazaríamos un brochazo verde desde La Palma hacia Lanzarote, aunque la pintura casi se nos habría gastado en Gran Canaria. Pero esto no fue siempre así. En la Historia, las denominadas Purparias (Lanzarote y Fuerteventura) llegaron a ser fértiles, no en vano durante más de cinco millones de años se cree que formaron una sola isla, la única que por aquel entonces constituía la todavía sin bautizar Canarias.


     Resulta cuanto menos contradictorio que en este archipiélago nos atrevamos a hablar de sostenibilidad, o presumir de nuestra biodiversidad, cuando todavía hoy asistimos a la degradación y alteración de hábitats. Fuerteventura, pese a la sensación de paz y sosiego que transmite, oculta una violenta historia de deforestación, incluyendo la extinción de especies. Desde su conquista en el siglo XV hasta hoy, viene soportando una enorme presión, sobre todo herbívora, y no solo de cabras, durante años también fueron burros y camellos los que pastaban libremente en el medio natural. Siempre quedará en el aire la pregunta de cómo sería actualmente esta isla si no hubiera sufrido el maltrato que todavía sufre.
      Junto al Pico de la Zarza, en Jandía, máxima altitud de la isla con 810 metros, se concentra el máximo de biodiversidad insular: de doce especies exclusivas de la isla, ocho se encuentran en este enclave.
      El Pico de la Zarza se asemeja a esos dibujos infantiles en los que las montañas aparecen siempre rodeadas de nubes, en este caso las del alisio. De todos es sabido la habilidad de la cabra como artista de la verticalidad. Es por ello que, pese a lo abrupto del terreno, desde el año 2000 se instaló un vallado de protección para la flora en este lugar. Después, en 2006, se llevó a cabo una importante restauración con planta del lugar, si bien alguna que otra cabra ha logrado colarse ramoneando o pisoteando sobre el matorral de jorgao (Astericus sericeus), que hoy sustituye al que seguramente fuera el primer bosque de laurisilva de estas islas. Según un estudio reciente, los musgos que alberga la zona son los mismos que hoy habitan en el Parque Nacional de Garajonay.

Pared inaccesible
      La pared que mira al norte del Pico de Jandía resulta en gran parte inaccesible, incluso para las increíbles equilibristas de cuernos, y es precisamente en uno de sus andenes donde, sobre finales de los 80, botánicos del Jardín Canario Viera y Clavijo señalaron la presencia de un ejemplar de paloblanco (Picconia excelsa). El paloblanco es uno de los elementos más sobresalientes de la laurisilva, llegando a alcanzar grandes portes, aunque el protagonista de esta entrega apenas supera los tres metros de altura, apenas son dos pequeñas ramas erguidas sobre el vacío. Dada la pendiente de la zona resulta demasiado aventurado precisar una coordenada; a pie podemos llegar a situarnos unos 200 metros por debajo del mismo.
      El paloblanco es un árbol que produce flores hermafroditas, por lo que este individuo podría regenerar por sí mismo el entorno, especialmente ahora que la presión herbívora es limitada (y también vigilada periódicamente). La observación experta de Stephan Scholz, distinguido botánico del desierto canario, sin embargo, indica que este ejemplar lleva varios años sin fructificar.     
      La historia de este testigo mudo de la destrucción ambiental no es la única, igual suerte espera a los peralillos (Gimnosporia cryptopetala) o adernos (Herberdenia excelsa). La riqueza genética de la flora majorera es probablemente muy diferente a la del resto del archipiélago, tristemente estos parientes directos de los “abuelos de la laurisilva” no dejarán descendencia.
      Poco puede hacer la administración ambiental para contrarrestar la práctica ancestral del ganado guanil, actividad claramente precursora de la erosión acelerada. Pero quizás lo peor pueda ser la falsedad con la que se educa a los niños majoreros y canarios, inculcándoles en los centros educativos el valor de la importancia de la naturaleza canaria, toda vez que pueden ser sus propios familiares los que permiten que sus ganados la sigan deteriorando. Creo que ya está bien de imitar a los aborígenes, que no tenían otra alternativa. Como habitantes de esta tierra única debemos recordar que en materia de ética responsable y ambiental no hay lugar para las contradicciones.

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2/18/2021

Tkahashi en Saitama 2, el cronista de Japón (022)

TAKAHASHI HIROSHI (Yamagata, 1960)
El Tochi de la Cascada de Fudō, Saitama, Japón

Especie: Tochinoki (Aesculus turbinata, familia Sapindáceas, género Aesculus).
Dirección: Ōtaki Tochimoto, Chichibu-shi, Saitama-ken 369-1901
Perímetro del tronco: 6,5 m.   Altura: 25 m.   Edad: 500 años.
Tamaño: ★★★    Vigor: ★★★★★   Porte: ★★★★   Calidad del ramaje: ★★★★
Majestuosidad: ★★★★

En el término municipal de la ciudad de Chichibu (prefectura de Saitama) podemos encontrar un gran número de cascadas. La de Fudō es una de las más famosas, pero pocos han reparado en el tochi o tochinoki que se alza a su costado. Es una pena que tampoco el panel que indica el lugar de la antigua carretera nacional 140 de donde parte el camino de ascenso hacia la cascada dé la menor noticia de su existencia.
      Partiendo de la antigua carretera, hay que bajar una empinada cuesta hasta un puente colgante sobre el río Arakawa, situado 50 metros más abajo. Cruzando el puente, hay que salvar ahora una altitud de 100 metros y la ascensión no es nada fácil. Una vez ganado el collado, en unos 20 minutos, las vistas se ensanchan y súbitamente aparece ante nuestros ojos la espléndida cascada de Fudō. Es un momento mágico. En el conjunto de sus tres tramos, la cascada marca una caída de 50 metros. Su gran caudal de agua le da un aspecto magnífico. El llamativo árbol que se eleva ante ella es el Gran Tochi de la Cascada de Fudō. Diríase que su función es la de vigilar y proteger la niebla que rodea la cascada. Una vista que parece extraída de un cuadro.
      Especies como el katsura o el tochinoki gustan del agua y no es raro hallarlos a la orilla de un río, pero encontrar todo un árbol gigante asomándose a una cascada de renombre no es algo que ocurra todos los días. Y encerrar en un mismo marco una cascada tan preciosa como esta y un gran tochinoki recubierto de musgo de vivo color verde es ya una suerte irrepetible.
      El árbol ha arraigado en la misma roca que sirve de lecho a la cascada. Ha envuelto la roca en sus raíces y alza su formidable cuerpo aferrándose a ella con todas sus fuerzas. Uno se maravilla de que el árbol haya sido capaz de desarrollarse hasta este punto sin caer ni sufrir otros percances. Un lugar inmejorable para huir del calor del verano y un paisaje que, de poder permitírselo, uno desearía contemplar a lo largo de todo un día.


Número 022  

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