7/08/2020

Lenguaje de las plantas

ESPORES, el aula del Botanic de Valencia
El curioso lenguaje de las plantas


      La comunicación entre plantas es una gran desconocida para la mayoría de las personas. Sin embargo, les plantas se comunican de diversas formas, en este artículo veremos los métodos que utilizan las plantas para comunicarse entre ellas y el porqué es tan necesario para su supervivencia.
     Las plantas suelen considerarse por algunos como seres vivos solitarios y indefensos que solo sirven para provenir alimento y oxígeno al resto de seres vivos. Además, se piensa, que éstas no tienen ninguna interacción, sea entre ellas o con su entorno, más allá de la que pueden tener con insectos polinizadores y depredadores. Sin embargo, esta creencia no es del todo verdadera. Las plantas forman parte de comunidades complejas, y dentro de estas comunidades se comunican entre ellas para poder así sobrevivir, defenderse o garantizar una serie de recursos para su crecimiento. Con el objetivo de compensar una vida fijadas al suelo y la falta de órganos especializados, las plantas han adquirido por selección natural sistemas de comunicación basados en fenómenos alelopáticos positivos, es decir, ha desarrollado mecanismos mediante los cuales producen compuestos bioquímicos que pueden influir en la supervivencia, crecimiento y reproducción de otros organismos vecinos, permitiéndoles sobrevivir haciendo frente a las adversidades.
     La comunicación se define como un proceso de intercambio, entre dos o más participantes, con la finalidad de transmitir un mensaje. El emisor de esta información tiene la capacidad de codificar el mensaje y enviarlo a un receptor quien, para su comprensión, lo descodificará y podrá generar como consecuencia una respuesta. Pero, a diferencia de los humanos, cuando hablamos de comunicación en el mundo vegetal nos referimos a ella como un intercambio de información mínimo, es decir, las plantas comparten información, pero nunca se generará una respuesta por parte del receptor al mensaje recibido. Por lo tanto, se puede decir que estas no son capaces de establecer conversaciones propiamente dicho, sino que en este tipo de comunicación el emisor enviará un mensaje independientemente de la consecuencia que este pueda generar en los receptores.
     Sería esta la razón por la que cuando hablamos de plantas, muchos autores coinciden en el hecho de que no se trataría realmente de un acto de comunicación altruista entre organismos, sino más bien de un acto de espionaje con el objetivo de aprovechar la ocasión para adaptarse y protegerse frente a futuros ataques.

Lanzar mensajes al aire

     La comunicación entre plantas se puede dar de diversas formas y a través de diferentes medios. En cualquier situación comunicativa, cuando se envía un mensaje este ha de hacer uso de un lenguaje comprensible por parte del receptor, en el caso de las plantas este lenguaje está compuesto por unas moléculas llamadas componentes orgánicos volátiles (COV). Estas moléculas son metabolitos secundarios que sintetiza la planta para su funcionamiento fisiológico, y que se encuentran almacenados en reservorios celulares. En el momento en el que la planta sufre algún tipo de ataque, estos serán liberados al medio aéreo, por el cual viajaran a las plantas vecinas, creando de esta manera comunicación entre ellas.
     De COV hay una gran cantidad de tipos diferentes, que se diferencian por su composición y estructura. Esta gran variedad es debido a que para determinados tipos de lesiones se liberan unos COV concretos, y también a que ciertas especies de plantas sintetizan COV exclusivos, lo que significa que no todas las especies de plantas tienen los receptores adecuados para poder recibir y comprender todos los COV diferentes.
     En resumen, podemos decir que los COV, son las palabras del lenguaje de las plantas. Así, ciertas especies tendrá idiomas propios que solo ellos serán capaces de comprender, y como consecuencia, existirá una situación de discriminación donde el parentesco genético de las plantas beneficiará la comunicación entre ellas, evitando de esta forma el posible espionaje por parte de otras especies.

La comunicación en el subsuelo

     De la misma manera que el ser humano ha desarrollado formas de comunicación diferentes al habla, las plantas también se pueden comunicar mediante la rizosfera, es decir, la zona donde actúan las raíces. En este tipo de comunicación, a diferencia de la aérea, se utilizan mediadores biológicos, que no son otros que los compañeros simbiontes de las plantas, los hongos.
     Hongos y plantas forman una simbiosis subterránea llamada red de micorrizas, una especie de Internet del mundo vegetal que puede poner en contacto mediante una misma red a todas las plantas de un bosque, llegando a distancias de kilómetros cuadrados. En consecuencia, gracias a este fenómeno las diferentes plantas se perciben y reconocen entre si a través del transporte de señales y compuestos entre las raíces y las hifas. Por lo tanto, estos compuestos actúan como neurotransmisores que se mueven a través de las “sinapsis” entre las paredes celulares de las raíces de plantas y hifas de los hongos.

Murmurándose

     A pesar de que las plantas no tienen órganos especializados -al estilo de los animales- para emitir sonidos, hay teorías que plantean que han desarrollado alternativas a estas emisiones para ser capaces de comunicarse entre ellas. Si tenemos en cuenta que las ondas sonoras son causadas por las vibraciones, y que las células eucariotas vegetales vibran a causa del movimiento por la acción de proteínas de transporte, se da el hecho que, dada la gran cantidad de células que encontramos en una planta, estas ondas sonoras se pueden amplificar llegando a emitir frecuencias de unos 150-200 KHz. Frecuencias que en ningún momento serían audibles para el oído humano.
     En este sentido, se ha demostrado que las plantas responden a ciertas ondas sonoras, consiguiendo éstas influir en tasas de germinación de semillas o en el mismo crecimiento de la planta. Por lo tanto, se podría considerar que las plantas tienen mecanismos de escucha, y como consecuencia existe la posibilidad de que haya cierta comunicación mediante las ondas sonoras emitidas por otras plantas, ondas que pueden influir en los receptores de alguna forma. No obstante, desgraciadamente, a diferencia de lo que ocurre con los otros tipos de comunicación expuestos en este artículo, actualmente no hay la información necesaria para poder extraer conclusiones claras sobre este comportamiento.
 
 Necesidad de comunicarse

     Como hemos dicho, las plantas se pueden considerar uno de los organismos que más necesitan comunicarse para compensar su vida fijada al suelo. A causa de esta incapacidad de desplazamiento, están expuestas e indefensas delante de diferentes situaciones de peligro, causadas tanto por patógenos, herbívoros o condiciones extremas, como por una competencia con otras plantas por los recursos disponibles. Por estas razones, la información que más se comparte entre plantas está relacionada con enfermedades o insectos que pueden atacarlas, siendo éstos los peligros más comunes a los que están sometidas.
     Cuando la planta sufre daños, creará una respuesta mediante un proceso que fomentará la expresión de genes relacionados con la defensa. Esta respuesta puede tomar forma a través de la síntesis de productos tóxicos para los herbívoros, o bien generando nuevos componentes estructurales para recomponer posibles partes dañadas, con la finalidad de protegerse.
     A diferencia de este tipo de respuestas, como se ha visto en este mismo articulo, la planta es capaz de comunicarse mediante la liberación de diferentes COV que viajarán hasta otras plantas cercanas. Gracias a esta comunicación, los receptores del mensaje se pueden preparar antes de ser atacados. ¿Cómo? Las respuestas pueden implicar diferentes estrategias en las plantas que reciben el mensaje. Una de ellas será amplificar la preparación para el ataque liberando más componentes volátiles para avisa a otras plantas del peligro. De esta forma se genera un efecto dominó donde toda la comunidad quedará avisada y preparada delante de la amenaza.
     No obstante, si la defensa de la planta no fuera suficiente para protegerla, los vegetales han desarrollado el que se puede considerar como un “arma secreta”, y no es otra que el uso de un tipo de COV que funciona atrayendo a otros organismos, como pueden ser depredadores carnívoros o parásitos, que actuarán como protectores de la planta frente a los herbívoros que la amenazaban.
     Una vez vemos cómo actúan las plantas en una situación de amenaza, pueden aparecernos diferentes dudas. Una de estas estaría relacionada con la simple razón que justifique el porqué una planta que está siendo atacada utilizaría sus propios recursos, tan necesarios en un momento de defensa, para alertar a las otras plantas. Pues en realidad es que la planta emite estos compuestos químicos para sí misma, es decir, con la única finalidad de preparar otras partes de su cuerpo que aún no han estado afectadas, siendo en ningún momento su voluntad avisar a otras de la situación de peligro. Por lo tanto, las plantas vecinas aprovechan la ocasión y son alertadas de rebote a través de los componentes químicos que liberan la primera planta que es atacada.
     Pero, a pesar de que las plantas se han de proteger de diferentes organismos depredadores, éstos no son la única amenaza para su supervivencia. La otra vendría por parte de otras plantas con las cuales harán de luchar por los diferentes recursos del medio. Una lucha que se libra en el subsuelo, y donde las raíces juegan un papel muy importante, ya que el mismo crecimiento de la planta irá ligado, entre otros factores, a la capacidad de estas de obtener recursos del suelo. La función de las raíces en esta situación será sintetizar COV y después liberarlo a la rizosfera, para explorar el terreno y detectar la presencia de plantas vecinas, con la finalidad última de enfrentarse a las posibles raíces competidoras, o evitarlas.
     En definitiva, podemos concluir que las plantas no son los seres inertes y aislados que a veces se puede pensar. Por el contrario, son capaces de realizar diferentes funciones comunicativas, tales como interaccionar con los organismos que les rodean, aprender y defenderse delante de los depredadores, comunicarse y intercambiar información y nutrientes a través de las redes, así como competir por su supervivencia. Un entorno de comunicación vegetal en el que aún quedan muchas cosas a descubrir.
 
Bibliografía
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7/06/2020

El olivo de Can Det, Premio AEMO 2020

AEMO, Asociación Española de Municipios del Olivo
El olivo de Can Det, Mallorca, mejor olivo monumental 2020

     El árbol esta enclavado entre bancales ancestrales de piedra seca y su fabulosa estampa emerge en un paraje único, el Vale de Sóller, donde se cultiva el olivo desde que fuera introducido por Fenicios y Griegos.
     El municipio de Fornalutx, situado en el norte la Isla de Mallorca, ha visto reconocido a uno de sus hijos más ilustres, un ser vivo que probablemente supere los 1.100 años de vida, un olivo fenomenal de la variedad autóctona Empeltre Mallorquina, que ha sido elegido por el jurado de expertos de AEMO como el Mejor Olivo Monumental de España 2020.
    Aferrado a la tierra por una peana espectacular que extiende sus leñosas raíces ancestrales en una gran superficie, emerge su tronco único, de más de 6.5 metros de perímetro, el cual dibuja una excelsa figura de gran volumen y de trazos imposibles. Tronco poblado de gruesas yemas que se alternan con bellas cavidades negras que solo se explican por la evolución de esta planta a través de los siglos.
   Los olivos ancestrales siempre encierran el misterio de como un ser vivo se atreve a retar a la eternidad, de como una planta, por donde discurre la savia viva siglo tras siglo, es capaz de sobrevivir a unas y otras civilizaciones.
     Probablemente el olivo de Can Det fue plantado por los musulmanes, allá por el siglo IX, y fuera testigo directo de la reconquista de la isla por las tropas cristianas en el siglo XIII. Seguramente también el olivo de Can Det vio discurrir por sus bancales a las gentes del emergente Reino de Aragón en su plenitud y, ya en el siglo XX, también este árbol consiguió sobrevivir a la crisis del olivar en Mallorca donde muchos de sus hermanos fueron arrancados. Y ya hoy, en pleno siglo XXI, el olivo sigue aportando cosecha gracias al cuidado y mimo de sus propietarios, la familia Deya Canals, que moltura sus frescas aceitunas en el último molino de prensa de la Isla, el Molino de Can Det.
    La cordillera montañosa Serra de Tramuntana, donde vegeta nuestro ejemplar, ha sido declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en su categoría de Paisaje Cultural, y más concretamente el Vale de Sóller, hábitat del Olivo de Can Det, se compone de impresionantes bancales de piedra seca donde nuestro protagonista esta escoltado por otros fabulosos ejemplares de parecido tamaño.
     El jurado de AEMO ha sido dirigido por la Dra. Angjelina Belaj, prestigiosa investigadora genetista que dirige el Banco Mundial de Germoplasma de olivos del IFAPA de Córdoba, reserva genética donde vegetan más de 1.000 entradas procedentes de todo el Arco Mediterráneo.
https://www.aemo.es/page/historial-de-premios-olivos
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7/04/2020

Canciones de los árboles

DAVID GEORGE HASKELL
Canciones de los árboles

      En su anterior libro, David George Haskell narraba lo que vio, oyó y sintió tras pasarse un año entero sentándose cada día en la misma piedra del mismo bosque. Inesperadamente, ese libro le hizo ganar fama mundial y los premios más prestigiosos, además de miles de lectores en todos los idiomas.
      En este segundo libro, Haskell sigue mirando y escuchando, pero recorre el mundo para relatar las historias de una docena de árboles muy distintos entre sí: en reservas naturales, en parques urbanos, en las aceras de la metrópolis o en un montecillo japonés, encuentra el sonido de la naturaleza comunicándose y creando lo que él llama "la comunidad de los seres vivos". Y con su característica mezcla de poesía y ciencia, nos habla de raíces y recuerdos, de luz y de gravedad, de clima y de minerales, de conservación y de destrucción, y finalmente de lo que importa: de la comunidad de los seres vivos, vinculados por las historias fascinantes que nos cuentan los árboles.
      David George Haskell, biólogo y poeta, es profesor en la University of the South y autor de varios ensayos de divulgación científica. Vive en Sewanee (Tennessee), donde él y su esposa gestionan una finca dedicada a la agricultura orgánica.
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7/02/2020

Itinerario de los "matusalenes"

1958, meses antes de morir
EDMUND SCHULMAN (1908-1958), descubridor del “ITINERARIO DE LOS MATUSALENES


"... los pinos más viejos llevan en cierto modo muriéndose dos mil años o incluso más. En la actualidad poseen tan sólo una estrecha porción de la corteza de los tejidos vitales que antaño los recubrieron por completo. En realidad, el proceso de muerte de estos ejemplares se va volviendo cada vez más lento y es probable que algunos de ellos mantengan un buen aspecto durante al menos otros cinco siglos. Pero dudo que puedan vivir mucho más..."

     Hace setenta años quién podía imaginar con que los árboles pudieran vivir durante más de 1000 años y, mucho menos, 4.000, además como seres atormentados y retorcidos en lo alto de las áridas montañas del desierto. Todo eso cambió en 1953, cuando el dendrocronólogo de la UA Edmund Schulman decidió seguir un consejo que había recibido de un ranger del Inyo National Forest, en White Mountains, California. Después de una temporada de campo en Idaho, Schulman fue a explorar algunos árboles en las White Mountains. 
     Había pasado los 20 años anteriores recorriendo las montañas occidentales en busca de árboles antiguos. Continuando el trabajo de A.E. ​​Douglass, quien fundó el Laboratorio de Investigación de Anillos de Árbol de la U. Arizona, Schulman estaba buscando árboles marcadores del clima, estaciones meteorológicas biológicas que habrían estado acumulando datos climáticos en silencio durante siglos. Douglass, que fue el mentor de Schulman, descubrió la dendrocronología (literalmente, "el clima registrado en el árbol") como una forma de descubrir los misterios de los climas antiguos.
El Patriarca, en Inyo Nat. Forest, el ser más grande, no el más viejo
      Entonces, en 1953, Schulman subió a más de 2.500 m en las White Mountains y registró los anillos de crecimiento del pino de bristlecone más grande del mundo: el Árbol del Patriarca. Contó sus anillos y vio que tenía unos 1.500 años. Varios de los vecinos del Patriarca también estaban en este rango. Para deleite adicional, Schulman descubrió que estos supervivientes doblados y maltratados eran mejores para registrar datos climáticos que los flexibles pinos que había estado estudiando en Idaho.
      Al año siguiente cuando la nieve se derritió en las montañas y comenzó la temporada trabajo de campo de 1954 y posterior 1955, Schulman volvió a buscar árboles aún más antiguos. "Para 1956, sabíamos con certeza que teníamos árboles, aunque pareciera increíble, de más de 4.000 años,", escribió Schulman en 1957, un año crucial en su vida.
     En el verano de 1957, Schulman y su asistente, "Spade" Cooley, descubrieron Pine Alpha y otros 16 bristlecones que databan de, al menos, 4.000 años. Nueve de estos crecen en un área que llamaron Paseo de Matusalén, que incluye el árbol vivo más antiguo conocido del mundo de 5,000 años que llamaron Matusalén.
      Schulman tenía planes para un estudio más exhaustivo de los árboles vivos y de la madera de los muertos, aún de mayor tamaño, que esperaba estudiarlos en la temporada de 1958. Pero a principios de 1958, a los 49 años, Schulman murió de un ataque cardíaco. En marzo de 1958, la revista National Geographic publicó el artículo póstumo que había escrito sobre su sorprendente descubrimiento.
      "La historia preservada en los anillos anuales de crecimiento eventualmente debería darnos un registro único de los cambios climáticos pasados", escribió Schulman. Mucho más importante, agregó, es "la capacidad de estos árboles para vivir tanto tiempo, pueden servir como guía... para comprender la longevidad en general". El Servicio Forestal de los Estados Unidos reconoció las contribuciones científicas de Schulman cuando llamó en 1958 el Ancient Bristlecone Pine Forest de 11.000 Ha como "Schulman Memorial Grove".
     En Inyo Nat. Forest hay tres sendas que puedes recorrer, una recorrre la formación boscosa más antigua pero no señalan el árbol más viejo para protejerlo.
     En Great Basin hay cinco agrupaciones boscosas del Pinus longaeva

(Fotos propias, información de la Red e Inyo Nat. Forest)
Conos masculinos
Conos femeninos

¿Alguien podría haber concebido algo tan dramático?


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