1/01/2021

El cambio climático en los anillos de crecimiento


Los árboles centenarios de Japón guardan en sus anillos el secreto de 2.600 años de cambios climáticos
El hinoki, un tipo de ciprés de larga vida que crece en muchas partes del centro de Japón, registra en sus anillos los cambios anuales en la cantidad de lluvia.
En su laboratorio en un bosquecillo al norte de Kyoto, Takeshi Nakatsuka sostiene una bolsa cerrada al vacío. En el interior de la bolsa, flotando en agua marrón, hay un anillo de árbol del tamaño de un plato. Es todo lo que queda de un árbol de entre 2.800 y 3.000 años de antigüedad. Lo recuperaron de un humedal -incluida el agua, para que la esponjosa madera no se deforme- en la Prefectura de Shimane, al norte de Hiroshima, en Japón. Y este antiguo tronco guarda secretos que pueden ayudarnos a prepararnos para el futuro.
El paleoclimatólogo japonés Takeshi Nakatsuka en su estudio con una muestra de árbol de hinoki.
      Junto con un variado equipo de 68 colaboradores, Nakatsuka, paleoclimatólogo del Instituto de Investigación para la Humanidad y la Naturaleza de Japón, invirtió la última década en desarrollar un innovador método para descubrir patrones de lluvia del pasado e interpretar los efectos que tuvo en la sociedad de las distintas épocas. Los resultados ofrecen una visión sin precedentes de 2.600 años depatrones de precipitaciones en Japón. Gracias a la información que contiene la madera de los bosques antiguos, los investigadores pueden cuantificar la lluvia que cayó en el país durante los últimos dos milenios y medio.

Un registro extraordinario

     Los investigadores descubrieron que más o menos cada 400 años la cantidad de lluvia se volvía extremadamente variable durante un período. El país alternó décadas de humedad e inundaciones con años más cálidos y secos que eran favorables para el cultivo del arroz. Y según si las lluvias eran abundantes o escasas, la sociedad japonesa sufría o prosperaba.
      "La variabilidad multidecenal, es decir, durante unas cuantas décadas, nos ofrece la posibilidad de transformarnos, así como la posibilidad de desmoronarnos", afirma Nakatsuka. Independientemente de cómo acabase al final, el científico destaca que esos cambios provocaron mucho estrés a las personas que los vivieron.
      Dado que los patrones climáticos actuales desafían cada vez más las expectativas y que los fenómenos extremos son más frecuentes y severos, esta ventana a la variabilidad climática del pasado puede darnos pistas sobre lo que nos depararán los próximos años. Nakatsuka reconstruye lo que sucedió en el pasado usando varios agentes, como anillos de árboles, corales, estalagmitas, núcleos de hielo y sedimentos
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Los investigadores pueden extraer celulosa para el análisis de isótopos cortando la madera en muestras finas.
     Pero sus últimos hallazgos se basan principalmente en un nuevo método que utiliza los índices de isótopos que contiene la madera para estimar los patrones de precipitación. El centro de Japón es un lugar perfecto para este tipo de estudio gracias a la gran cantidad que hay de hinoki, un tipo de ciprés muy longevo. Para su estudio, Nakatsuka acumuló datos de 68 hinoki, cuyas muestras sacó de árboles vivos, troncos enterrados, templos de madera y ataúdes. La madera con la que trabajó tenía entre 100 y 1.000 años de antigüedad.

 Una ecuación simple, pero precisa

      La proporción de isótopos de oxígeno que contiene la madera de los anillos de los árboles está relacionada con las condiciones ambientales en las que crecieron. En los días secos, las hojas pierden más agua y tienen una mayor proporción de isótopos que en los días más húmedos, lo que proporciona información sobre la humedad relativa en la atmósfera. "Se trata de una relación muy simple pero muy precisa", dice Nakatsuka.
      De hecho, las bases de datos meteorológicos modernas confirmaron que la proporción de isótopos en los árboles de vida más reciente dio una lectura precisa sobre las precipitaciones de verano. Además, los marcadores isotópicos también sirven como huellas dactilares del tiempo: son exclusivos del año en que se crearon.
      Nakatsuka trabajó a partir de un árbol vivo cuya edad conocía. Se sirvió de pruebas arqueológicas e históricas para acercarse a los siglos en los que vivieron las otras muestras de árboles. Luego comparaba sus marcadores isotópicos con otros árboles de su base de datos que vivieron más o menos en el mismo tiempo hasta que encontraba el patrón que compartían. De esta manera, creó una cronología que va desde el 600 a.C. hasta el 2000 d.C.

Las muestras examinadas por el equipo de Nakatsuka les permitieron reconstruir los patrones de las precipitaciones de los últimos 2.600 años.
     "Todos los árboles de la cronología están conectados al presente", dice Nakatsuka. "Es muy preciso, pero requiere mucho tiempo y es un trabajo extenso en comparación con los estudios tradicionales de anillos de árboles". Si bien su cronología reveló el errático ir y venir de los niveles de precipitación cada 400 años aproximadamente, no desveló nada sobre la causa de estos oscilantes patrones. Sin embargo, en colaboración con arqueólogos e historiadores, Nakatsuka logró desentrañar el efecto que tuvieron estos cambios en las precipitaciones en las sociedades de esa época.
 

Los cambios climáticos tienen efectos sobre la estructura social
    Como ejemplo, constataron que el desarrollo de sistemas de riego para protegerse de la sequía se produjo en momentos en los que su registro mostró que llovía poco. Lo mismo pasó con la implementación de políticas gubernamentales diseñadas para combatir la inanición durante períodos de hambruna. Y, todavía más importante, la fluctuación de las precipitaciones multidecenal coincide perfectamente con las principales épocas históricas de Japón y China.
     "Antes del análisis de Nakatsuka, los arqueólogos pensábamos en el proceso de formación del Estado principalmente en términos de cambio social", explica Kunihiko Wakabayashi, un arqueólogo prehistórico de la Universidad de Doshisha, en Kyoto.

Entre los siglos III y VI aC, a medida que cambiaban las jerarquías sociales en Japón, empezaron a aparecer grandes tumbas conocidas como Kofun .
     "Pero ahora entendemos que las inundaciones son el trasfondo de esos cambios sociales". Durante el período de Yayoi (1000 aC hasta 350 dC), por ejemplo, la mayoría de los asentamientos humanos cerca del río Yoda, en el centro de Japón, se establecieron en tierras bajas.
      El cultivo del arroz comenzó en ese momento y se convirtió en una parte central de la vida. La gente construía casas de turba al lado de pequeños arrozales y se ocupaban de sus parcelas individualmente.
Si las aguas cambiaban, se mudaban a sitios cercanos.

 

Un cambio climático decisivo

      Sin embargo, hacia el año 100 aC las cosas empezaron a cambiar. La temperatura bajó y la lluvia aumentó. Cada vez más personas se trasladaron a más y más altura, una señal, dice Wakabayashi, de la confusión social que causaban las frecuentes inundaciones. Al comienzo de la era de Kofun (siglos III a VI dC) casi no quedaban casas en el valle. El cambio climático fue el catalizador de este proceso.
      "Los jefes locales utilizaban las crisis ambientales para reorganizar las estructuras sociales", dice Wakabayashi. Por ejemplo, empezaron a gestionar los arrozales. La gente que trabajaba en esos campos más grandes ya no vivía al lado, sino a más altura, y ya no eran los únicos beneficiarios de su trabajo.
      Cuando las lluvias finalmente cesaron, en el siglo VII, la gente comenzó a bajar y se entró en el período de Asuka, en el que se introdujo el budismo, se crearon leyes y se formó el estado inicial de Japón. Durante el período de Tokugawa hubo un superávit de arroz. La mayoría de los historiadores creen que la falta de crecimiento de la población de Japón fue lo que creó este exceso de oferta de arroz.


Los detalles sobre cómo los japoneses se enfrentaron a los cambios en su clima en el pasado proporcionan pistas sobre cómo lo enfrentarán en el futuro
      Sin embargo, los datos climáticos de Nakatsuka indican que las condiciones favorables para el cultivo del arroz contribuyeron en gran parte al superávit que había detrás de la caída de los precios. "En ese momento, la demanda se mantuvo estable y Japón tenía una economía cerrada, por lo que solo el suministro decidía los precios del arroz", afirma Yasuo Takatsuki, un historiador económico de la Universidad de Kobe que estudia los barómetros económicos de la sociedad japonesa moderna. "¿Y qué condicionó la oferta de arroz? Claramente, el clima". El conocimiento de las condiciones climáticas del pasado, dice Takatsuki, "dibuja una imagen más completa de la historia". De hecho, también podría dar información sobre cómo podrían reaccionar los mercados a una escasez futura causada por el cambio climático.
      Una de las conclusiones de estos y otros hallazgos, según Nakatsuka, es que las personas se acostumbran rápidamente a las condiciones favorables. "Si hay un buen periodo de solo uno o dos años, la gente no cambia, solo da las gracias a los dioses", asegura. "Pero si las condiciones favorables se dan durante más de diez o veinte años, la gente aumenta su población, cambia de estilo y de nivel de vida y se acostumbra a comer arroz a diario", añade.

La escasez de recursos genera conflictos

      Pero cuando esos buenos tiempos se terminan abruptamente, continúa explicando, la sociedad no puede adaptarse lo suficientemente rápido. Y la devastación tiende a aparecer en forma de hambruna. En estos casos la sociedad también se vuelve más propensa a los conflictos, especialmente si los impactos ambientales no se distribuyen de manera uniforme en todo el país, lo que divide a la población entre los que tienen y los que no. Por supuesto, el mundo de hoy es mucho más globalizado y tecnológicamente avanzado que el de hace siglos. "Ahora, si la temperatura baja, podemos importar arroz de países extranjeros y no morir de hambre", dice Nakatsuka. Pero seguimos siendo seres humanos, añade, y seguimos atados por el hecho de que el cambio desencadena estrés, cosa que a su vez impulsa la agitación social.
      Probablemente el aumento del malestar y el miedo a cambios culturales, demográficos, climáticos y económicos empeorará en los próximos años, lo que favorecerá a gobiernos de estilo autoritario y populista.
      Nakatsuka y sus colegas esperan que su proyecto inspire a otros científicos de todo el mundo a emprender investigaciones similares de los factores que determinaron si las sociedades pasadas se desmoronaron o sobrevivieron al cambio climático. Y como se espera que el clima actual experimente niveles de cambio sin precedentes en las próximas décadas, el pasado puede dar pistas sobre lo que deberíamos hacer para estar preparados.
      "La historia humana contiene muchos ejemplos de los que podemos extraer lecciones para el cambio ambiental global contemporáneo", concluye Nakatsuka. "La lección es que debemos prepararnos para reducir el daño".

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12/29/2020

Leyenda del Lapacho

LEYENDA DEL LAPACHO
(guayacán, ipé, aranguaney, cortez blanco y amarillo cañahuato, puy, cañada, curarire, palo de arco, apamate, tajy, polvillo, primavera, etc)

      Cuenta la historia, que cuando Dios estaba preparando el mundo, se reunió una tarde con todos los árboles y pidió que cada árbol eligiera la época en la que cada uno de ellos quisiera florecer y así, embellecer la tierra.
      En un estallido de alegría comenzaron todos a gritar: “otoño, verano, primavera!”
      Dios vio que ninguno elegía la estación de invierno, entonces preguntó:
      - ¿Por qué nadie elige la época de invierno?
      Cada uno tenía su razón. ¡Muy seco! ¡muy frío! ¡muchos incendios! ...
      Entonces Dios dijo:
      Necesito al menos un árbol que embelese el invierno, que sea valiente y capaz de enfrentarse al frío, la sequía y las quemas y en ese frío poder embellecer el mundo...
      Se quedaron todos en silencio.
      Fue entonces que un árbol callado y tranquilo al fondo, sacudió sus hojas y dijo:
      -¡Yo voy!...
      Y Dios con una sonrisa preguntó:
      - ¿Cuál es tu nombre?
      ¡Me llamo Lapacho, Señor!
      Los otros árboles quedaron asombrados del coraje del Lapacho y su locura de querer florecer en invierno.
      Entonces Dios dijo:
      - Por atender mi pedido te haré florecer en el invierno no sólo con un color, sino con varios, para que también en invierno, el mundo sea colorido.
      Tendrás diferentes colores y texturas y tu linaje será enorme.
      Y así Dios hizo uno de los más hermosos árboles que da color al invierno. Y así tenemos al Lapacho: blanco, amarillo, amarillo del pantano, amarillo de la hoja lisa, amarillo niebla, rosa, púrpura, morado...




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12/26/2020

Animación: Baobab

NICOLAS LOESNER
Baobab

     Cortometraje animado (6'55) realizado en 2012 por Nicolas Loesner, Anaëlle Moreau, Marina Steck, Simon Taroni y Benjamin Tron. Es un cortometraje de graduación para la Supinfocom Rubika Valencienne.
     En un bosque, un mono y una mujer-árbol conviven pacíficamente hasta el día en que el hombre entra en este paraíso escondido y pone de cabeza su destino. El equipo indica que buscaron voluntariamente obtener una especial representación ilustrativa para reforzar el lado onírico de la leyenda.
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12/23/2020

Incendios de Australia

RICARDO VÉLEZ, Ingeniero de Montes
Informe de los profesionales forestales australianos al Senado de su país tras los incendios del verano 2019-2020

      Los grandes incendios forestales son endémicos en Australia. El verano austral, de diciembre a febrero, es la época de peligro en ese país. Siendo tan extenso como toda Europa, el peligro se concentra principalmente en el Este (Nueva Gales del Sur) y en el Sudeste (Victoria), aunque también aparece en el resto de las provincias costeras, pero generalmente con menor intensidad.
      Existe una impresionante base de datos sobre grandes incendios, generalmente concentrados en las provincias citadas. Por ejemplo, en 1938-1939 durante la temporada denominada “Black Friday” ardieron 2 millones de hectáreas, murieron 71 personas y el fuego destruyó 650 edificios. En 2008-2009 en el periodo llamado “Black Saturday” hubo 173 muertos y 2.000 edificios destruidos.
       El reciente verano austral 2019-2020, llamado “Black Summer”, dejó también cifras de daños enormes, con 19 millones de hectáreas recorridas por el fuego, 34 muertos y 6.000 edificios quemados. Asimismo, se calculó que las emisiones de CO2 a la atmósfera por los incendios superaron los 300 millones de toneladas.
Estas terribles cifras han hecho que los poderes públicos se preocuparan desde siempre por desarrollar planes preventivos basados en los conocimientos técnicos disponibles en cada tiempo. Por ejemplo, en 1939 se constituyó lo que allí se llama una “Royal Commission” para analizar el problema y hacer propuestas. Lo mismo ha sucedido este año. Concretamente el Senado australiano ha comenzado a recabar informes que ayuden a revisar las políticas actuales para preparar un futuro plan nacional de acción.
     Uno de los informes principales ha sido presentado conjuntamente por “The Institute of Foresters of
Australia” (que reúne a los forestales profesionales) y los “Australian Forest Growers”(asociación de propietarios de montes comerciales), (en adelante IFA+AFG). 
     Los profesionales muestran su desacuerdo con la afirmación que atribuye los grandes incendios al cambio climático y los presenta como inevitables. El fuego ha estado siempre presente en Australia, como muestra el pirofitismo generalizado de las especies nativas. Los agentes naturales, como sequía y rayos, no son ninguna novedad. 
     IFA+AFG señalan como determinante de la actual gravedad e intensidad de los incendios la creciente acumulación de combustibles forestales en los montes, debida a la insuficiencia de inversiones en selvicultura preventiva, tanto en montes públicos como en privados. Las recomendaciones de las Royal Commissions de 1939 y 2009 se han seguido deficientemente. En ellas, se insistía en el uso del fuego prescrito para reducción de combustibles como técnica más adecuada para trabajar en ecosistemas pirofíticos, típicos de Australia, cuya biodiversidad se mantiene con presencia de fuegos de baja intensidad.
     El fuego prescrito se ha ido limitando al mantenimiento de fajas cortafuegos alrededor de zonas de interfaz urbano-forestal (IUF). Esta medida, que es acertada, resulta insuficiente ante la expansión de la IUF alrededor de las grandes ciudades.
      IAF+AFG se muestran preocupados por la tendencia a tratar los incendios forestales simplemente como emergencias, olvidando la prevención, y concentrando las inversiones en la contratación de costosos medios aéreos, de aplicación limitada en los enormes fuegos, en los que la visibilidad es muy reducida por el humo. Señalan que el exceso de confianza en los medios aéreos reduce la aplicación de las técnicas de ataque terrestre directo e indirecto con brigadas apoyadas por maquinaria pesada. Las operaciones nocturnas también se limitan.
      IAF+AFG solicitan apoyo de los servicios meteorológicos oficiales sin coste tanto para la aplicación de fuego prescrito como para las operaciones de extinción. Solicitan también refuerzo de los programas de investigación sobre selvicultura preventiva incluyendo la utilización del fuego prescrito, así como de los programas de formación de personal y actualización de los equipos de los servicios de emergencias.
      Finalmente, señalan la conveniencia de auditar de qué manera se aplicaron las medidas recomendadas por las Royal Commissions de 1939 y 2009 y las consecuencias positivas y negativas de esa aplicación.

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