2/27/2011

PUBLIO OVIDIO NASÓN (Roma, 43 a. C. -17 d.C.)
Metamorfosis de Dafne en laurel - Libro I


Traducción: Federico C. Sainz de Robles - 1963


          Del limo y del Sol salieron los animales conocidos y los desconocidos; los nada amenazadores y los monstruos, entre éstos la serpiente Pitón, terror de los hombres por su enorme tamaño, a la cual mataron las flechas de Apolo, y por cuyas mil heridas salió la venenosa sangre. Mucho tiempo después, el recuerdo de esta singular victoria dio origen —por voluntad del mismo Apolo, enorgullecido de su hazaña— a unos solemnes juegos que recibieron el nombre de pitios (...), y en los cuales el vencedor, bien en la lucha, bien en la carrera, pedestre o en la conducción de carros, merecía una corona de hojas de encina, porque aún no las había de laurel, y porque las coronas con que Apolo se adornaba estaban hechas con las hojas del árbol más cercano al lugar en que él estaba.
Cornelis de Vos, Apolo y la serpiente Pitón.
          Dafne, hija del río Peneo (...) fue quien primero acució el interés de Apolo. Esta pasión fue menos un efecto del azar que una venganza del amor irritado contra él. Porque Apolo, presuntuoso de su éxito sobre la serpiente Pitón, viendo a Cupido con el apercibido carcaj, le amonestó: «Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y contra los feroces enemigos. Yo he gozado mientras veía morir a la serpiente Pitón entre las angustias envenenadas de muchas heridas. Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo no conozco y no pretendas parangonar tus victorias con las mías».
        «Sírvete tú de tus flechas como mejor te plazca —respondió el Amor— y hiere a quienes te lo pida tu ánimo. Mas a mí me place herirte ahora. La gloria que a ti te viene de las bestias vencidas me vendrá a mí de haberte rendido a ti, cazador invencible». Dichas estas razones, voló Cupido y se detuvo sobre el Parnaso; y disparó dos flechas; con una clavó el amor, y el desdén con la otra. Flecha de oro, la amorosa, aguda y sin remedio. Flecha plomiza, la desdeñosa, y roma. Aquélla atravesó el pecho de Apolo, y ésta el de la ninfa Dafne. Conoció el dios la pasión violenta y fue el amante de la hija de Peneo, la cual se refugió en el bosque pretendiendo, como Diana, dedicarse a la caza. Muchos la pretendieron; mas ella despreció a muchos por no cejar en sus silvestres gustos. Y decíale su padre: «Hija, yo desearía que te casaras. ¡Cuánto sueño con tener nietos!» Le sonrojaban tales deseos; el matrimonio le parecía un crimen; entre los brazos de su padre suplicaba por su virginidad, recordándole el don que a Diana concedió Júpiter. Peneo consintió, no sin decirle que su belleza y sus gracias eran los peores enemigos de su resolución. Apolo la vio; y verla fue enamorarse y sentir los apremios del deseo. Creyó con constancia conseguirla por fin. Vana espera. Fuego violento consumía el corazón varonil. Viendo los rubios cabellos de la ninfa caer sobre sus espaldas, se decía: «¿Cuál no sería su belleza si estuvieran peinados con arte?» Viendo sus ojos, rútilos como dos estrellas, su boca bermeja, sus dedos, sus manos y sus brazos desnudos, conmovíase. Y su amor se desbocaba imaginando otras bellezas ocultas. En vano la pretendió. Esquivábale ella con la ligereza del viento. «¡Espérame, hermosa mía! —clamaba Apolo—. ¡Espérame! ¡Que no soy ningún enemigo de funestas ideas! ¡Húyale el cordero al lobo, el ciervo al león y la paloma al águila, porque sus enemigos son; pero no me huyas, porque únicamente el más inmenso amor me impulsa! ¡Espérame, porque pudieras caer sobre las espinas del camino, siendo yo, sin querer, la causa! ¡Sigues el rumbo más disparatado!... ¡Si moderas la ligereza de tu huida, moderaré la ligereza de mi persecución!... ¡Piensa que no soy pastor que conduzca rebaños al son de un caramillo y procura entender el precio de tu conquista! ¡Si me conocieras... seguro estoy de que, si no esperarme, no me esquivaras con ese ahínco!... Delfos, Claros, Tenedos y Petara me rinden los honores debidos. Hijo dé Júpiter soy, y adivino el porvenir y soy sabio del pasado. Yo inventé la emoción de acortar el canto al son de la lira; mis flechas llegan a todas partes con golpes certeros. Mas, ¡ay!, que me parece más certero quien dio en mi blanco. Siendo el inventor de la medicina, el universo me adora como a un dios bondadoso y benefactor. Conozco la virtud de todas las plantas...; pero ¿qué hierba existe que cure la locura de amor? Se conoce que mis méritos, útiles para todos los morta­les, únicamente para mí no tienen poder ni prodigio».
          Mientras hablaba así logró Apolo acortar la distancia que les separaba; pero Dafne de nuevo huyó ligera... con hermosu
ra acrecentada. Sus vestidos volados y semicaídos... Sus cabellos dorados y flotantes... Divina, sí. Debió pensar Apolo que más le valían que las melodiosas palabras, en aquella ocasión los pies ligeros... y arreció en su carrera. Y fue aquello... como una liebre perseguida por un galgo en campo raso, espectacular y definitivo. ¿La alcanza? ¿No la alcanza?... Ya los varoniles dedos rozan las prendas femeninas... ¡Y cómo palpita el corazón entonces!...
          Llegó Dafne a las riberas del Peneo, su padre, y le dijo así desconsolada: «¡Padre mío! Si es verdad que tus aguas tienen el privilegio de la divinidad, ven en mi auxilio... o tú, tierra, ¡trágame!... porque ya veo cuán funesta es mi hermosura...

Cornelis de Vos (1636-1638)

          Apenas terminó su ruego, fue acometida por un espasmo. Su cuerpo se cubre de corteza. Sus pies, hechos raíces, se ahondan en el suelo. Sus brazos y sus cabellos son ramas cubierta de hojarasca. Y, sin embargo, ¡qué bello aquel árbol! A él se abraza Apolo y casi lo siente palpitar. Las movidas ramas, rozándole, pueden ser caricias. «Pues que ya —sollozó— no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto, laurel, honra de las victorias. Mis cabellos y mi lira no podrán tener ornamento más divino. ¡Hojas de laurel! Los capitanes romanos triunfantes, subidos al Capitolio, ostentarán coronas arrancadas de ti. Tú cubrirás los pórticos en el palacio de los emperadores; y así como mis cabellos permanecen sin encanecer nunca, así tus hojas, jamás dejarán de aparecer verdes».
          Cuando Apolo terminó de hablar, el laurel pareció descender sobre su cabeza, como aceptando los ofrecimientos que le acababa de hacer (...)


Apollo e Dafne Haendel's Opera- HWV 122, soprano & oboe aria
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2/23/2011

MARIA ANTÒNIA SALVÀ (Mallorca, 1869-1958)
El pi ver

A la terra dels avis i del pare,
tota ella amb so de pins murmuriosa,
joia del cor i de l'esguard delícia,
s'aixecava un sol pi de pinya vera.
Alt i esvelt, son vigorós ramatge
el fruit color d'aram tot just traïa
massís, ferreny com un puny clos d'atleta
a nostra mà d'infants inabastable.
Amb sos enginys En Miquel Pou l'havia:
el garriguer colrat, fill de la brosta,
abocava el sarró de pell de cabra
i queia en nostres mans la bella pinya.
Quin goig en treure el pa! Car ella en rebre
l'hàlit del forn, a poc a poc, flairosa
de la reïna pròdiga es badava,
i ens lliurava el tresor que tant delíem:
aquells pinyons granats de closca dura
i sanitós bessó, que en masticar-lo
ens deixava les boques untuoses.
Prou el pi ver les tales respectaren;
cap destralada no l'atuiria:
una ventada, abraonant-lo amb fúria,
al pedregam el va ajupir de testa.
I àdhuc tot ajupit i en sa vellura,
un fruit migrat adesiara ens dóna.

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2/18/2011

Zacate de la Universidad Miguel Hernández, Elx

EL ZACATE DE DENIA - Alicante
Nolina recurvata
Un viaje rocambolesco

foto: IMELSA Diputación de Valencia
Este árbol procedente de Méjico fue plantado en Denia hace unos 300 años. Pero la codicia de unos, la ignorancia de otros, y nuestro poco interés por la cultura hicieron que en 2002 este árbol iniciase una vida nómada.
      El 3 de julio de 2002 la empresa Natar S. L. lo arrancó. Había pagado al propietario unos 12.000 euros. El Principado de Mónaco tenía intención de recomprarlo por... unos 100.000 euros. 
      La polémica estaba servida, porque en ese momento el árbol estaba en proceso de catalogación por parte de la Diputación de Valencia y la policía lo había precintado.
      El Principado se retiró de la puja y entró en liza el Ayuntamiento de La Nucía, que, viendo el interés del Ayuntamiento de Denia y el de los ecologistas locales, también se retiró.
      Cuando ya estaba cargado en el camión de transporte la policía lo requisó he hizo que lo depositaran en un vivero de Elche. En diciembre de 2004 se celebró un juicio contra los representantes de la empresa pero, desgraciadamente, desconozco su resolución.
      En el vivero permaneció hasta que fue trasplantado al jardín trasero del Rectorado de la Universidad "Miguel Hernández" de Elche (N 38º 16' 32" - W 0º 41' 32).
      Esperemos que sobreviva a los daños que tanto trasiego le causaron y permanezca en este lugar para las generaciones futuras.

      
Fotos de junio de 2009




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febrero 2011 - Esta foto tiene la misma perspectiva que la de IMELSA
Esta es la ficha que publicó IMELSA, Diputación de Valencia
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Foto de Febrero 2013, por favor, no mas trasplantes


Abril de 2018
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2/15/2011

SIDNEY LANIER (EE.UU, 1842–1881)
A ballad of the trees and the master

Into the woods my Master went,
Clean forspent, forspent.
Into the woods my Master came,
Forspent with love and shame.
But the olives they were not blind to Him,
The little gray leaves were kind to Him:
The thorn-tree had a mind to Him
When into the woods He came.

Out of the woods my Master went,
And He was well content.
Out of the woods my Master came,
Content with death and shame.
When Death and Shame would woo Him last,
From under the trees they drew
Him last:
Twas on a tree they slew Him - last
When out of the woods He came.
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