12/04/2008

PABLO NERUDA - Canto General

PABLO NERUDA  (Chile, 1904-1973) 
Canto General - Vegetaciones

A las tierras sin nombre y sin números
bajaba el viento desde otros dominios,
traía la lluvia hilos celestes,
y el dios de los altares impregnados
devolvía las flores y las vidas.

En la fertilidad crecía el tiempo.

El jacarandá elevaba espuma
hecha de resplandores transmarinos,
la araucaria de lanzas erizadas
era la magnitud contra la nieve,
el primordial árbol caoba
desde su copa destilaba sangre,
y al Sur de los alerces,
el árbol trueno, el árbol rojo,
el árbol de la espina, el árbol madre,
el ceibo bermellón, el árbol caucho,
eran volumen terrenal, sonido,
eran territoriales existencias.

Un nuevo aroma propagado
llenaba, por los intersticios
de la tierra, las respiraciones
convertidas en humo y fragancia:
el tabaco silvestre alzaba
su rosal de aire imaginario.
Como una lanza terminada en fuego
apareció el maíz, y su estatura
se desgranó y creció de nuevo,
diseminó su harina, tuvo
muertos bajo sus raíces,
y luego, en su cuna, miró
crecer los dioses vegetales.
Arruga y extensión, diseminaba
la semilla el viento
sobre las plumas de la cordillera,
espesa luz de germen y pezones,
aurora ciega amamantada
por los ungüentos terrenales
de la implacable latitud lluviosa,
de las cerradas noches manantiales,
de las cisternas matutinas.
Y aun en las llanuras
como láminas del planeta,
bajo un fresco pueblo de estrellas,
rey de la hierba, el ombú detenía
el aire libre, el vuelo rumoroso
y montaba la pampa sujetándola
con su ramal de riendas y raíces.

América arboleda,
zarza salvaje entre los mares,
de polo a polo balanceabas,
tesoro verde, tu espesura.
Germinaba la noche
en ciudades de cáscaras sagradas,
en sonoras maderas,
extensas hojas que cubrían
la piedra germinal, los nacimientos.
Útero verde, americana
sabana seminal, bodega espesa,
una rama nació como una isla,
una hoja fue forma de la espada,
una flor fue relámpago y medusa,
un racimo redondeó su resumen,
una raíz descendió a las tinieblas.
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MIQUEL COSTA I LLOBERA - Lo pi de Formentor

MIQUEL COSTA I LLOBERA (Mallorca, 1845-1922)
Lo pi de Formentor


                                                      Electus ut cedri

Mon cor estima un arbre: més vell que l'olivera,
més poderós que el roure, més verd que el taronger,
conserva de ses fulles l'eterna primavera
i lluita amb les ventades que atupen la ribera,
            que cruisen lo terrer.

No guaita per ses fulles la flor enamorada;
no va la fontanella ses ombres a besar;
mes Déu ungí d'aromes sa testa consagrada
i li donà per trono l'esquerpa serrelada,
            per font la inmensa mar.

Quan lluny, damunt les ones, renaix la llum divina,
no canta per ses branques l'aucell que encativam;
lo crit sublim escolta de l'àguila marina,
o del voltor que puja sent l'ala gegantina
            remoure son fullam.

Del llim d'aquesta terra sa vida no sustenta;
revincla per les roques sa poderosa rel.
Té pluges i rosades, i vents, i llum ardent a,
i, com un vell profeta, rep vida i s'alimenta
            de les amors del cel.

Arbre sublim! Del geni n'és ell la viva imatge;
domina les altures i aguaita l'infinit;
per ell la terra és dura, mes besa son ramatge
lo cel que l'enamora, i té el llamp i l'oratge
            per glòria i per delit.

Oh sí: que quan a lloure bramulen les ventades
i sembla entre l'escuma que tombi lo penyal,
llavors ell riu i canta més fort que les onades,
i triumfador espolsa damunt les nuvolades
            sa cabellera real.

Arbre, mon cor t'enveja. Sobre la terra impura,
com a penyora santa, duré jo el teu record.
Lliutar constant i vèncer, regnar sobre l'altura
i alimentar-se i viure de cel i de llum pura...
            oh vida! noble sort!

Amunt, ànima forta! Traspasa la boirada
i arrela dins l'altura com l'arbre dels penyals.
Veuràs caure a tes plantes la mar del món irada,
i tes cançons valentes 'niran per la ventana
            com l'au dels temporals.

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12/03/2008

GABRIELA MISTRAL (Chile, 1889-1987)
Himno al árbol

                             A don José Vasconcelos
Árbol hermano, que clavado
por garfios pardos en el suelo,
la clara frente has elevado
en una intensa sed de cielo:

  hazme piadoso hacia la escoria
de cuyos limos me mantengo,
sin que se duerma la memoria
del país azul de donde vengo.

  Árbol que anuncias al viandante
la suavidad de tu presencia
con tu amplia sombra refrescante
y con el nimbo de tu esencia:

  haz que revele mi presencia,
en las praderas de la vida,
mi suave y cálida influencia
de criatura bendecida.

  Árbol diez veces productor:
el de la poma sonrosada,
el del madero constructor,
el de la brisa perfumada,
el del follaje amparador;

  el de las gomas suavizantes
y las resinas milagrosas,
pleno de brazos agobiantes
y de gargantas melodiosas:

  hazme en el dar un opulento
¡Para igualarte en lo fecundo,
el corazón y el pensamiento
se me hagan vastos como el mundo!

  Y todas las actividades
no lleguen nunca a fatigarme:
¡las magnas prodigalidades
salgan de mí sin agotarme!

  Árbol donde es tan sosegada
la pulsación del existir,
y ves mis fuerzas la agitada
fiebre del mundo consumir:

  hazme sereno, hazme sereno,
de la viril serenidad
que dio a los mármoles helenos
su soplo de divinidad.

  Árbol que no eres otra cosa
que dulce entraña de mujer,
pues cada rama mece airosa
en cada leve nido un ser:

  dame un follaje vasto y denso,
tanto como han de precisar
los que en el bosque humano, inmenso,
rama no hallaron para hogar.

  Árbol que donde quiera aliente
tu cuerpo lleno de vigor,
levantarás eternamente
el mismo gesto amparador:

  haz que a través de todo estado:
-niñez, vejez, placer, dolor-
levante mi alma un invariado
y universal gesto de amor!

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GABRIEL MIRÓ - Nuestro padre San Damiel

GABRIEL MIRÓ (Alicante, 1879-1930)
Nuestro padre San Daniel

"... Un ciprés, un magnolio, una palmera, dos araucarias mellizas. Muros de hiedras, de mirtos; huertos anchos, calientes; frescor jugoso de limoneros, de parras, de higueras, eucaliptos estilizados sobre piedras doradas...
      Bajo un almendro aserrado de cigarras se enjugó el pañuelo de gorguera, y otra vez quedóse mirando a la ciudad...
      Se ama y apetece el fruto temprano y verdiñal por sí mismo. Las tapias con árboles, y árboles con el primer fruto, daban una tentación irresistible a los ojos, a la mano y a la boca. El olor del ramaje retoñado, el sabor de esa carne frutal, cruda y fresca, y el tacto de su piel, lisa o velludita, dejaban una delicia inmediata del árbol, una sensación de paisaje...

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