"Quién hubiera dicho que estos poemas de otros iban a ser míos, después de todo hay hombres que no fui y sin embargo quise ser, si no por una vida al menos por un rato..." Mario Benedetti.
A los amantes de los árboles,... localización, poesía, cuentos/leyendas, etc.
3/07/2018
JOAQUÍM ELCACHO, en La Vanguardia ¿Cuántas especies de árboles existen en la Tierra? El primer catálogo global incluye 60.065 especies diferentes, con Brasil como el país con más variedad.
Ejemplar de higuerón ('Ficus luschnathiana') en Costa Rica (WP)
Mientras algunos científicos buscan planetas aptos para la vida o estudian la colonización de Marte, muchos otros investigadores siguen centrados en conocer la vida que nos rodea en nuestro propio planeta. Y, aunque parezca mentira, esta exploración terráquea incluye a un grupo de seres vivos de tamaño tan notable como los árboles.
El trabajo en este campo ha permitido elaborar la primera base de datos que unifica nuestros conocimientossobre las 60.065 especies diferentes de árboles identificadas hasta el momento.Roble conocido como Jozef, en Polonia, elegido como el árbol europeo del año 2017
(EFE)
Los detalles de esta investigación han sido publicados en el Journal of Sustainable Forestry y están disponibles en el portal en internet GlobalTreeSearch, que coordina la asociación Botanic Gardens Conservation International (en la que se integran medio millar de jardines botánicos y centros de investigación botánica de todo el mundo).
El GlobalTreeSearch es el primer catálogo general que permite conocer
la distribución de los árboles por zonas geográficas, biomas, familias,
géneros y especies. Además, esta base de datos indica las especies
endémicas de cada zona geográfica o país y su estado de conservación.
Especies en peligro
Uno de los objetivos de esta compleja labor de
clasificación es mejor el conocimiento científico sobre las especies de
árboles que se encuentran en peligro de extinción. Según este nuevo
catálogo, elaborado con la participación de la Unión Internacional para
la Conservación de la Naturaleza, se conoce la existencia de unas 300
especies de árboles en peligro ‘crítico’ de extinción (con menos de 50
ejemplares vivos en el medio natural).
Los expertos recuerdan que la base de datos sobre árboles es un
instrumento en constante actualización y, por otra parte, calculan que
hasta el año 2020 no podrán completar la primera Evaluación del Estado
de Conservación de los árboles del mundo.
Número de especies de árboles diferentes por países
(GlobalTreeSearch)
El estudio que ahora se presenta indica que, por distribución
geográfica, el país en el que existen más especies diferentes de árboles
es Brasil (8.715), seguido de Colombia (5.776), Indonesia (5.142) y
Malasia (4.993).
El país en el que existen más árboles endémicos (especies que solo
existen en un país) también es Brasil (4.333), seguido en este caso de
Madagascar (2.991), Australia (2.584) y China (2.149). De hecho, casi el
58% de las especies conocidas de árboles son endémicas de un solo país.
Número de especies endémicas de árboles, por países
(GlobalTreeSearch)
Casi la mitad de todas las especies de árboles (45%) pertenecen
a solo diez familias, entre las que destacan las Leguminosae, Rubiaceae
y Myrtaceae.
Artículo científico de referencia: GlobalTreeSearch – the first complete global database of tree species and country distributions.
E. Beech, M. Rivers, S. Oldfield P.P. Smith. Jounal of Sustaniabe
Forestry. 2017. http://dx.doi.org/10.1080/10549811.2017.1310049
Base de la secuoya Pioneer Cabin, en California, destruida por una tormenta en 2017
(CGTNP)
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3/05/2018
LA LEYENDA DE IROKO SOBRE EL CIELO Y LA TIERRA de Natalia Bolívar, que la recogió de la comunidad africana de Cuba Hasta hace unas pocas décadas, la comunidad africana de Cuba mantenía en
secreto la cultura y las creencias de su extraordinaria religión
afrocubana, y tan sólo los iniciados podían acceder al caudal de sus
rituales y conocimientos. Fueron dos mujeres blancas, Lydia Cabrera y
Natalia Bolívar quienes recogieron de los ancianos el testigo de esta
tradición y lo han transmitido al mundo occidental. La propia Natalia
Bolívar nos contó con el mismo tono grave y pausado con el que debieron
contarle a ella, la leyenda de Iroko, la Ceiba, que habla de cada uno de
nosotros y de todo nuestro mundo:
En el principio reinaba un perfecto entendimiento entre la Tierra y el Cielo. El Cielo velaba sobre la Tierra. La vida era feliz y la muerte venía sin dolor. Todo pertenecía a todos y nadie tenía que gobernar o conquistar. Pero la Tierra comenzó un día a discutir con el Cielo y dijo que ella era más vieja y poderosa, la creadora y sostenedora: “Sin mí el Cielo no tendría apoyo y se desmoronaría, yo creo a todos los seres vivos y los alimento. Todo nace de mí y todo vuelve a mí.” Oba Olorun, el rey Sol, no respondió pero hizo al Cielo una señal y el Cielo se alejó murmurando: “Tu castigo será tan grande como tu orgullo”. Iroko, la Ceiba, comenzó a meditar en medio del gran silencio que sobrevino. Ella tenía sus raíces hundidas en las entrañas de la Tierra, mientras sus ramas se extendían en lo profundo del cielo. Comprendió entonces que había desaparecido la armonía y sobrevendría una gran desgracia.
El Cielo dejó de velar sobre la Tierra, paró de llover y un sol implacable hizo desaparecer toda la vegetación. Así aparecieron sobre el mundo la fealdad y la angustia, la enfermedad, el miedo y la miseria. Tan solo la Ceiba, que desde tiempos inmemoriales había reverenciado al Cielo, permaneció verde y saludable y sirvió de refugio a aquellos que habían podido penetrar el secreto que estaba en sus raíces. Ellos se purificaron a los pies de la Ceiba. Hicieron ruegos y sacrificios y el Cielo al fin se conmovió y envió grandes lluvias sobre la Tierra. Lo que quedaba vivo en ella se salvó gracias al refugio que les ofreció Iroko. Pero desde entonces, aunque todo reverdeció de nuevo, el Cielo ya no es amigo, permanece indiferente. Iroko salvó a la Tierra y, si la vida no es más feliz, la culpa hay que echársela al orgullo...
Este mito coincide con muchos otros por todo el mundo que hablan de los árboles y el bosque como guardianes de la armonía y de la salud física y psíquica del ser humano. Los bosques son incansables tejedores de los delicados equilibrios atmosféricos y climáticos de este planeta, nos alimentan y nos protegen de mil modos distintos. Aún hoy los santeros cubanos se internan en la manigua como quien entra a un templo para recuperar su salud y recoger remedios medicinales para el cuerpo y el espíritu. Las bienaventuranzas del árbol alcanzan todas las dimensiones del ser humano y su entorno.
---Fin---
3/03/2018
MAR VERDEJO COTO (Almería, 1972) Amable, el señor de los tejos
“¿Cómo prepara el semillero de texos Amable?” Le pregunté la primera
vez cuando llegó el momento de saber cómo hacía germinar las semillas de
tejos. Con su voz suave y tímida me contesta: “Me siento en el banco
azul y espero a que los pájaros hagan su trabajo”.
Seguimos con
la conversación animada. Mi cabeza científica pensando, en silencio,
sobre lo que me estaba diciendo. ¿Cómo sería su semillero? ¿Los
plantaría en alveolos forestales? ¿En macetas?... ¡No me habrá entendido
bien!, pensé... Pasan los minutos y vuelvo a plantearle la misma
pregunta, y él me da la misma respuesta: “Me siento en el banco azul y
espero a que los pájaros hagan su trabajo”, decía sonriendo. Debe de ser
mi acento, mi voz afinada. Meditaba mientras proseguía la conversación
sobre su vida, sus inquietudes y sus sueños. Hago un repaso de las
semillas germinadas en el invernadero de la Universidad. Sus
dificultades para conseguirlas, los tiempos, los tratamientos, las
temperaturas y humedad…
Los tejos no lo ponen fácil, de eso
estaba segura. ¿Cómo conseguirá germinar esas valiosas semillas? Insistí
en la pregunta hasta dos veces más, en la última es más explícito: “Hay
una teja cerca de casa, sobre el banco azul hay un carbayo que hace de
dormidero de los pájaros. Se comen el fruto y, bajo el banco, espero a
que germinen las semillas. Después las paso a macetas y las llevo al
vivero”. No daba crédito. Quería verlo con mis propios ojos y que
volviera a contármelo. Dejaba en manos de la Naturaleza la germinación
de las semillas, no las raspaba, ni las metía en agua ni en ácido… Daba
tiempo al tiempo a sus noventa y seis años. No tenía prisa para
germinar.
Fuimos hasta su casa. Estaba deseosa de ver el banco
azul, donde espera a que nazcan los nuevos tejos que cuida con amor
infinito, que regala en momentos especiales y a personas elegidas porque
sabe que ellas cuidaran de sus hijos. Era literal. Un banco azul, un
gran roble lo abrigaba. La teja, en otro nivel, valle más abajo. Cerca
el vivero con los jóvenes árboles. Y delante del banco azul una
jardinera de apenas uno o dos metros de largo y unos cuarenta
centímetros, donde aguardaban tejos recién germinados. Estaban a salvo
de los herbívoros bajo una malla metálica.
Y allí, sentada en el
banco azul, pensé en el tiempo, en la paciencia. En cómo transcurrían
sus sueños atemporales bajo el roble, esperando a que germinaran los
futuros tejos, con infinita paciencia, con infinita humildad, con
infinito respeto a estos árboles que se convirtieron en mágicos en ese
instante, porque el mundo se detuvo ante mi mirada y mi mente.
Conmovida por este momento. Miré con infinito amor al señor de los
Texos, porque de eso se trataba: de amor.
“He sembrado también”,
dijo señalándonos, cerca de allí, dos contenedores envueltos
primorosamente con sendas mallas metálicas, en las que dormían las
semillas de la teja. “Estos tardarán más”, dijo Ignacio Abella.
“¿Cuánto?”, preguntó Amable. “Cuatro o cinco años”, explicó Ignacio.
“Bueno, pues esperaremos”, dijo Amable. El Señor de los Texos de noventa
y seis años.
JUAN GUZMÁN OJEDA, Ingeniero técnico forestal El Cedro de Arico, un superviviente… En PELLAGOFIO nº 42 Se sabe que el cedro es una especie muy longeva y el de Arico, al
menos, debería sumar 400 años, aunque puede que muchos más. FOTO J.
GUZMÁN
Seguramente la
mayoría de nuestros jóvenes, y no tan jóvenes, perciben los paisajes
forestales actuales como un fiel reflejo de la naturaleza canaria. Nada
más lejos de la realidad. A poco que profundicen en el asunto,
descubrirán que la mayor parte de nuestro verde proviene de la
reforestación, sobre todo en las islas centrales, o bien se trata de
formas o fragmentos de sus especies más resistentes. Gran parte del
monte todavía se encuentra en estado de convalecencia y recuperación,
tras el efecto meteorito que sufrieron en el pasado. En este sentido,
siempre se ha señalado al Bosque del Cedro, en Garajonay (La Gomera),
como, posiblemente, el único bosque virgen de Canarias. Paradójicamente,
Juniperus cedrus, la especie del cedro canario, es uno de los elementos menos abundantes en este hábitat de fragosa laurisilva.
El cedro canario posee una amplia elasticidad ecológica, se le puede
encontrar de manera aislada tanto en la laurisilva como en el pinar,
aunque su verdadero dominio se eleva hasta las zonas cumbreras. Este
salvaje de la alta montaña resulta ser todo un portento de tenacidad,
soportando altos índices de insolación, así como nieves, hielos,
cencelladas o fuertes vientos. En estas condiciones su crecimiento es
muy lento y suele presentar portes asimétricos, escasa altura y aspecto
retorcido. Como han señalado diversos autores, resultaría más que probable que
las cumbres de las islas de mayor altura albergaran estructuras
boscosas, más bien abiertas, conformadas por el cedro. Uno de los
pilares que apoyan esta teoría es el hecho de la recuperación natural
que está experimentando la especie, gracias a la visita anual de uno de
sus más íntimos reproductores: el migrador mirlo capiblanco (Turdus torquatus).
Madera rojiza y aromática
La excelencia de la madera de cedro, tan rojiza como ligera, duradera y
aromática, fue sin duda el principal motivo de persecución y
aprovechamiento. Una vez me contaron que todos los cedros que se
encontraban junto a la carretera del Roque de los Muchachos (La Palma)
fueron talados en un mismo día. De allí debieron salir unos cuantos
arcones, así como algunas miles de cajas para puros. Sacrificar estas
joyas de la botánica canaria por estos utensilios no compensa los
millones de años de evolución, para conquistar los territorios más
inhóspitos de la orografía insular.
Y aunque nos quede la duda de hasta qué punto existió un auténtico
bosque por encima del pinar, lo cierto es que todavía hoy podemos
encontrar ejemplares que, sorprendentemente escaparon al filo del hacha.
El Cedro de Arico es, con toda probabilidad, el ejemplar espontáneo de
mayor tamaño que existe en las islas Canarias. El conocido como
Patriarca del Teide, en Las Cañadas, es otro ejemplar notable, así como
el Cedro de la Casa del Guarda, en Osorio (Gran Canaria), si bien este
último fue plantado.
Ocho metros en más de 400 años
El Cedro de Arico se localiza (28º 13´ 19 “N y 16 º 29´ 26” W) en el
fondo del barranco de los Cedros, por encima del caserío de El Bueno,
entre el pinar de Tamadaya y la finca de Chajaña. Se encuentra rodeado
por antiguas terrazas de cultivo, ya reconquistadas por el pinar, y en
el entorno también existen contados ejemplares de cedro.
A una altitud próxima a los 1.000 metros, casi en el mismo cauce,
arranca este agraciado superviviente del pasado. Al situarse de manera
encajonada, sus dimensiones reales sólo resultan apreciables casi a la
par que advertimos su delicado y a la vez perfume letal para
enamorarse.
Este sublime ser vivo se ramifica, a escasos centímetros del suelo, en
varias pernadas. Su fuste más grueso alcanza un diámetro de 2,40 metros,
presentando siempre una marcada inclinación hacia el este. Su altura
total es de ocho metros, dejando bajo su copa una enorme sombra como
resultado de su arquitectura en forma de paraguas. El árbol es un vivac
en sí mismo, un refugio natural donde podrían tumbarse más de 50
personas. Colándonos bajo este cedro, escondiéndonos en la naturaleza,
enseguida se escucha la frenética actividad de la avifauna que este solo
ejemplar regala.
En grave peligro
Del árbol cuelgan varias ramas desgajadas y secas, sus troncos se curvan
sobre múltiples ejes y se pueden observar grietas y profundas
hendiduras en la madera interna, con zonas vivas y muertas. El árbol no
presenta marcas de incendios, pero sí que se encuentra expuesto a un
gran peligro, ya que el espeso sotobosque circundante, dominado por
jaras y escobones, se encuentra prácticamente en contacto con la copa
llorona y rastrera. Seguramente no sería capaz de sobrevivir a un
incendio de mediana intensidad, circunstancia que aconseja la aplicación
de un tratamiento preventivo por parte de las autoridades competentes.
Su edad es muy difícil de calcular, aunque al tratarse de una
conífera sería posible estimarla científicamente. Se sabe que se trata
de una especie muy longeva y, al menos, debería sumar 400 años, aunque
puede que muchos más.
Tan solo cabe añadir que, si tienes la oportunidad de poder visitar
esta gigantesca semiesfera de buena sombra, no olvides multiplicar este
bello paraje por doquier, para tratar de imaginar lo que debió ser la
auténtica y originaria naturaleza canaria.