6/30/2018

LOS ÁRBOLES DE BUENOS AIRES
La ciudad tiene la cantidad mínima de árboles sugerida por persona, de parabuenosaires.com
     El árbol es el amparo para compartir un mate o leer un libro, refugio del sol y del calor o escondite de ese canto del pájaro que anuncia el amanecer. Estas y más funciones son las que tiene el árbol urbano, ese que a veces no se observa ni se valora, pero que nos aporta el oxígeno necesario para vivir. Las ciudades, con todo su cemento y desarrollo tecnológico, también dependen de ellos. En Buenos Aires, por caso, hay unos 372.000 ejemplares en las calles, casi uno cada ocho habitantes.
    Esa relación es la mínima recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para los ambientes urbanos, pero resulta mejor que las registradas en Bogotá, Nueva York o Barcelona.
      “El árbol es el elemento que, sumado uno a uno, conforma el bosque urbano, con capacidad de mitigar muchos de los efectos adversos que genera el crecimiento de las ciudades por falta de planificación y conocimiento”, explicó Carlos Anaya, ingeniero agrónomo y arborista certificado por la International Society of Arboriculture.
     El experto agrega además algo que, muchas veces, se desconoce: “El árbol urbano no sólo es el plantado en las veredas, espacios públicos y semipúblicos, sino también los ejemplares ubicados en sitios privados. Todos ellos conforman el bosque urbano que aporta su beneficio a la ciudad”.
     Según el censo de arbolado urbano, realizado hace tres años, en las veredas porteñas hay 372.625 ejemplares, que se suman a unos 53.000 plantados en espacios verdes. En tanto, el 5% del total corresponde a los plantados por los vecinos.

     “En la ciudad estamos bien, pero hay que seguir mejorando. Prevemos aumentar en 70.000 la cantidad de árboles durante los próximos cinco años. Debemos diseñar y establecer dónde estará cada plantera y, además, acordar con las comunas en qué lugares”, indicó María Inés López Lo Celso, directora general de Espacios Verdes porteña.
     Según el censo, el ficus es el preferido de los vecinos. El censo indicó que hay 23.707 plantados por los residentes, aproximadamente el 5% de la población total. Lo siguen el pindó, el palo borracho, el palto y el níspero.

Cuidado

     “Hay que tener mucho cuidado con los ficus porque siempre buscan la humedad. Hay casos en que las raíces llegan hasta las cañerías. Es un buen árbol para estar en el centro de un jardín amplio”, indicó la funcionaria.
      Ana Guarnaschelli, profesora adjunta de dasonomía de la Facultad de Agronomía de la UBA, indicó: “El árbol cumple una función ambiental muy importante. Está capturando gases que no son saludables para la vida humana, filtrando partículas en suspensión, atenuando ruidos; representa barreras de protección. Los espacios verdes los mejora, incluso desde el punto de vista psicológico tiene un efecto favorable, genera ámbitos más agradables, y también contribuye a la valoración de las propiedades”.
      Según la experta, “Buenos Aires tiene una particular problemática que data de muchos años atrás: se han plantado árboles muy grandes en muchas veredas para los espacios de crecimiento que ellas ofrecen. Por ejemplo, plátanos en calles muy angostas. El ejemplar no tiene capacidad para desplegar todo su potencial. Los árboles grandes se deforman e interfieren en las edificaciones, y para conducirlos han sido sometidos a podas muy drásticas (a menudo, realizadas en las épocas del año incorrectas); por eso, muchos árboles quedan mal conformados y presentan podredumbres”.
      Respecto de la cantidad de árboles la ciudad, “está en niveles intermedios. Creo que debería haber más. Pero hay que elaborar un plan de forestación”, sostuvo Guarnaschelli.
      Para Anaya, es fundamental tener en cuenta las características propias de cada urbe. “Hay un viejo dicho que afirma que el mejor momento para plantar un árbol es 20 años atrás y el segundo mejor momento, ahora. Es muy importante estudiar y planificar el nuevo arbolado como consecuencia del cambio climático global. Cuáles son las especies adecuadas para cada sitio en función de, por ejemplo, la problemática de cada barrio: contaminación por ser una zona de alto tránsito vehicular, zona fabril, cuenca de un río ligada al riesgo por inundaciones”.
      El censo de 2012 determinó que la Capital cuenta con 420.000 espacios para plantar árboles, lo que significa que hay lugar para 47.300 ejemplares para oxigenar a la metrópolis. Los casi 25.000 extras que planea plantar el gobierno deberán encontrar un lugar.
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6/28/2018

¿ORO EN LOS EUCALIPTOS?
De "Turismo botánico"


     En las vastas tierras del oeste y sur de Australia, las formaciones de eucaliptos nativos ocupan miles y miles de hectáreas. Científicos de la Agencia Nacional de Ciencia Australiana, junto con otros socios, han descubierto que las hojas de algunas especies de eucaliptos contienen pequeñas concentraciones de oro que aparecen de forma natural. Los resultados del estudio han sido publicados en la revista Nature. La sorpresa que se llevaron dichos científicos fue descomunal. Rápidamente, comenzaron a trabajar para darle explicación a este fenómeno.
Arboreto del Villar. Lugar dedicado exclusivamente a los eucaliptos. Oro.
Arboreto de El Villar. Lugar dedicado exclusivamente a los eucaliptos
     El sistema radicular de los eucaliptos puede alcanzar hasta los 30 metros de profundidad. En muchas ocasiones pueden llegar al sedimento que se encuentra depositado justo por encima de la roca madre. En los casos que este sedimento contenga partículas de oro, las raíces del eucalipto actúan como una bomba hidráulica absorbiendo el agua que contiene dichas partículas. Este metal en realidad es tóxico para la planta, por eso el eucalipto lo mueve hacia las hojas para expulsarlo. De esa manera, en la superficie de estas hojas se puede encontrar oro.
     Ya se sabía que las plantas tenían la posibilidad de absorber oro en condiciones de laboratorio. Este es el primer caso que se reporta de que este hecho ocurra en la naturaleza.
Arboreto de El Villar-Huelva
 
La utilidad del descubrimiento 
       Es posible que muchos de nosotros estemos pensando en plantar eucaliptos para hacernos ricos. Está claro que no va a ser la solución a nuestros problemas. Para lo que si puede resultar útil el descubrimiento es para encontrar concentraciones de oro en profundidad. De hecho, ese ha sido el principal uso que los propios autores del artículo han reportado.
     De alguna manera, haciendo análisis de las hojas de los eucaliptos se podría saber si bajo ellos existen depósitos de oro. Incluso también cuál es la magnitud de los mismos. Una manera mucho más económica de buscar oro que las prospecciones de gran impacto que se hacen hoy en día.

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6/26/2018

DAVID FERNÁNDEZ GUERRERO, en "El País"
La deforestación reduce la capacidad del mar para retener dióxido de carbono
     Bahía de Oyster (Australia), principios del siglo XX: 
Las praderas de algas crecen entre aguas poco profundas, cubriendo buena parte de la ensenada. Ochenta años más tarde, la presencia de estas plantas es testimonial. La capacidad del ecosistema para capturar dióxido de carbono se ha reducido sustancialmente. Todo ello a causa de la deforestación y la llegada de tierra erosionada al fondo marino, según un estudio publicado en la revista Global Change Biology.
     ¿Qué sucedió? El estudio sitúa el inicio de la historia a principios del siglo XIX, con la fundación de la ciudad de Albany por los colonos europeos. Con ellos llegó la agricultura y la deforestación de los bosques circundantes. El suelo erosionado se acabó depositando en el estuario. “[Con los sedimentos] aumenta la entrada de nutrientes y partículas en suspensión en el agua. Si hay mucha más materia en suspensión no llega suficiente luz al ecosistema, y los organismos que viven más arriba absorben los nutrientes”, explica Pere Masqué, investigador del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona. Un equipo de científicos de este centro y la Edith Cowan University de Australia, liderado por el profesor Óscar Serrano, realizó el estudio.
      También se filtraron al mar residuos de la actividad agrícola como el fósforo y el potasio, en concentraciones excesivas para las praderas marinas; de 150 a 350 miligramos de fósforo por gramo de materia entre 1900 y 2012; y de 500 a 900 miligramos de potasio por gramo de materia durante el mismo período.
     Pese a los cambios en su entorno, los bosques de algas pudieron adaptarse sin demasiados problemas hasta 1960. Entre ese año y 1980 el 80% del área cubierta por estas plantas –entre 6,1 y 6,7 kilómetros cuadrados– desaparece a causa del aumento de la contaminación. En los últimos años, sin embargo, un proyecto de replantación ha permitido recuperar parte de la masa vegetal perdida

      Para estudiar la historia de las praderas marinas, los científicos clavaron tubos de plástico en el subsuelo marino. Con ellos obtuvieron muestras de fondo marino de varias decenas de centímetros de profundidad. Lo suficiente para llegar hasta 600 años de antigüedad, aprovechando que los sedimentos más antiguos se encontraban más abajo. “Una vez extraído, lo seccionamos con una sierra circular y tomamos las muestras para el estudio”, explica Serrano, investigador de la Edith Cowan University.
      ¿Qué implicaciones tienen los hallazgos para el cambio climático? Por un lado, las plantas de posidonia -endémica del Mediterráneo- retienen el dióxido de carbono en mayor medida que las plantas acuáticas de menor tamaño, como el fitoplancton. Por otro lado, “del orden del 50% del carbono queda retenido en la propia planta, y una vez esta muere queda enterrado [en el subsuelo marino]”, explica Masqué. Esto permite a las praderas marinas retener el gas de efecto invernadero “durante cientos de años o milenios”. Una capacidad de almacenamiento superior a la de los bosques, como explicó Carlos Duarte, catedrático de Ciencias Marinas en la Universidad King Abdullah de Arabia Saudí.

      Si los bosques marinos decaen, no solo disminuye su capacidad para absorber el gas de efecto invernadero. “Todo este carbono puede quedar remineralizado [al volver a entrar en contacto con el agua], pasando a formar parte del CO2 atmosférico”, avanza Masqué.
     Es posible recuperar estos ecosistemas. De hecho, la propia bahía de Oyster Harbour es el escenario de un proyecto de replantación. Sin embargo, las praderas submarinas requieren un cierto tiempo de recuperación –cerca de 20 años, según un estudio publicado en la revista Journal of Ecology– para volver a su estado anterior.
     En caso de que la mano humana no intervenga para reparar aquello que alteró, la capacidad de recuperación depende en buena medida del entorno. Otro organismo puede colonizar la zona, absorbiendo los nutrientes y la luz solar, dificultando la vuelta de las plantas. Por otra parte, los bosques de posidonia retienen el fondo marino con sus raíces. Y, como con cualquier entorno desertizado, la ausencia de masa vegetal conduce a la erosión del terreno. Así que si “el ecosistema se erosiona [en exceso], la planta no puede echar raíces en este lugar”, concluye Masqué.

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6/24/2018

Mil nombres de los pinos canarios (1), del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. Técn. Forestal
Mil y un nombres de los pinos canarios (1)

Desde la conquista hay referencias a ‘Pinus canariensis’ con nombre propio. En la primera parte de este artículo, aquellos con nombres históricos y religiosos (como el de la imagen sobre estas líneas: el Pino de la Virgen en el camino de Las Vueltas cuando atraviesa El Paso, fotografiado a finales del s.XIX).





     Tenemos el convencimiento de no errar al afirmar que Pinus y Phoenix, seguido del gentilicio canariensis, nuestro pino y nuestra palmera, han dado lugar a buena parte de la toponimia regional. Sin embargo, existen y existieron muchos pinos con nombre o historia propia, aunque no así es el caso la palmera. Y es que aunque ambas especies son señas de identidad, lo cierto es que la longevidad es la marca la diferencia, permitiendo al pino canario un mayor grado de polimorfismo y singularidad.
     Los pinares, hoy tranquilos y solitarios, presentaron un aspecto muy diferente hasta la primera mitad del pasado siglo. Antaño sirvieron de rutas de intercambio entre poblaciones, de peregrinación hacia el santuario, de mudanzas de los enseres e incluso de traslado de los difuntos hasta el camposanto. Pero sobre todo los pinares fueron muy transitados por ser fuente de sustento a través de diversos usos, desde el constructivo al energético, pasando también por el agrícola y el medicinal. Todavía hoy tras los incendios, cuando asoma la desnudez del suelo, sorprenden las múltiples sendas que de repente emergen, caminos que aparentemente no llevan a ninguna parte, salvo a los rincones del propio pinar.
     Y es así que a través de los años, en todas las islas de pinar, fueron surgiendo mil y un nombres específicos para designar y relacionar diversos pinos padre con las vicisitudes, imaginación y opiniones de errantes, trabajadores y moradores locales. En el presente artículo queremos recopilar y rescatar algunos de estos apodos, en la certeza de que muchos ya se han extinguido o pudiera que no resulten del todo ciertos.
     Comenzando por los pinos relacionados históricamente, conviene citar al menos dos: el Pino de Tanausú junto al sendero que lleva desde la Cumbrecita hasta El Riachuelo, en El Paso (La Palma) y el Pino de la Victoria en La Victoria de Acentejo (Tenerife). Del primero se cree que en ese lugar fue capturado el bravo líder benahorita, mientras que junto al segundo se celebró una misa el día de Navidad de 1495, para conmemorar la definitiva conquista castellana.
     Por su parte, son muchos los pinos concernientes al culto religioso, en especial por encontrarse junto a las ermitas o basílicas, o en los caminos marianos hacia las mismas. La mayor parte de estos ejemplares destacan por sus grandes portes y es que, no en vano, el carácter sagrado fue un factor que, más allá de la protección divina, ayudó a su respeto general.
     Tan solo en La Palma se cuentan hasta tres con el nombre de Pino de la Virgen: en El Paso, Puntagorda y Fuencaliente, aunque el del municipio sureño también es conocido como Pino de Santo Domingo. Hace mucho tiempo ya que desapareció el Pino Santo de Teror (Gran Canaria), donde el topónimo invertido releva a la patrona canariense, más conocida como Virgen del Pino.
     De costumbre hispánica, asimismo, era instalar una campana sobre el pino antes de construir la ermita, de ahí el Pino Campanario en Las Vegas, en Granadilla de Abona (Tenerife), sobre cuyas ramas oscila una campana verde y mimetizada, aún en uso.
     La construcción de templos católicos, también estuvo precedida por la colocación de imágenes, marcos y ornatos en los huecos del propio pino, espacios que había que mantener a golpe de hacha para que la madera no engullera estos objetos. Aun así no sería extraño que alguna imagen, colocada sobre algún pie alejado y olvidado, acabara por integrarse definitivamente en la madera. Otros pinos, como el enorme Pino de la Cruz en El Pinar (El Hierro) o el Pino del Buen Paso en Icod de Los Vinos (Tenerife) presentan el hito de la cruz cristiana junto a sus bases.
     Mención aparte lo constituye el denominado Pino del Señor en el antiguo cementerio de Arafo (Tenerife), singular ejemplar que es el centro de su propia capilla.

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