3/08/2018

Fco. Vélez Nieto
FRANCISCO VÉLEZ NIETO
Los poetas cantan al olivo, decurso de belleza

Esta es una crónica recogida en los medios... eh aquí la presentación de Pedro Luis Ibáñez sobre el libro arriba anunciado. No menciona a ninguno de los poetas de la antología... porque se trata de árboles os lo expongo y divulgo. Lo desconocía a pesar de ser de 2006. Carezco de criterio.

Comentario de Pedro Luis Ibáñez Lérida

Con esta obra antológica, Francisco Vélez Nieto condensa el ceremonial sagrado que los seres humanos han dispensado al olivo en acrisolado rumor poético.

     LA SIGNIFICACIÓN DE LOS ÁRBOLES ha contraído para el ser humano el lenguaje profundo del silencio. Extraña y distinguida experiencia constatar que su talla y porte sintetiza ese mundo inusual en el que nuestra mirada florece con la estampa que se eleva desde la tierra como súplica. Alejados y equidistantes de la naturaleza, su irradiación poderosa no declina por más que la contemporaneidad nos encapsule en las ciudades y aquellos sean motivo exclusivamente de exornación. No podemos desprendernos de ese atávico lazo a lo común y primigenio de nuestro origen, que sigue intacto en nuestro corazón de primate como ser vivo en comunión con la naturaleza. Sobre esta causa se multiplica la lucha incierta entre la afirmación del futuro tecnológico más inmediato y la grandeza espiritual de los símbolos. En este sentido los árboles construyen con su sola presencia el arraigo al tiempo de la eternidad. Entre ellos el olivo se deshace en generoso e incesante manantial de riqueza y alimento. La cultura mediterránea se impregna del oro verde. Fenicios, asirios, judíos, egipcios, griegos  y, muy especialmente, los romanos fueron promotores de sus atributos bienhechores cuya importancia hoy día es visiblemente manifiesta. La mitología y las religiones subrogaron estos dones incorporándolos a los textos sagrados y rituales. El olivo se convirtió en árbol de la paz, la victoria la y la protección.

LOS POETAS CANTAN AL OLIVO
     En el año 2006, el escritor y crítico literario Francisco Vélez Nieto compiló una notable edición de textos que trazaban la intemporalidad poética en loor y alabanza del olivo. La perspectiva lírica que encauza esta publicación de la Fundación José Manuel Lara, recoge una aproximación al canto jubiloso que ha acompañado a la humanidad en su relación con el árbol milenario. La edición es un bellísimo asomo al acervo que constituye esta ilación testimonial. El lector podrá degustar, gracias a la equilibrada, respirada y aireada absorción entre continente y contenido, la palabra poética que atesora. Emilio Lledó en su obra El silencio de la escritura, que le supuso el Premio Nacional de Ensayo en 1992, señala: “No sería posible escritura alguna si no existiese esa memoria colectiva que se aglutina en cada lengua y que el autor origina y administra”. Los autores universales y contemporáneos que integran esta deliciosa obra recogen este sentir que define con afinamiento el escritor sevillano. Su paisano, autor de la celebrada obra poética Itálica y otros poemas y articulista de este periódico, aglutina en esta selección antológica, que además prologa, la preciosa memoria que vierte como caudal preciado en los lectores: memoria sobre memoria.

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3/07/2018

JOAQUÍM ELCACHO,  en La Vanguardia
¿Cuántas especies de árboles existen en la Tierra?
El primer catálogo global incluye 60.065 especies diferentes, con Brasil como el país con más variedad.
¿Cuántas especies de árboles existen en la Tierra?
Ejemplar de higuerón ('Ficus luschnathiana') en Costa Rica (WP)
      Mientras algunos científicos buscan planetas aptos para la vida o estudian la colonización de Marte, muchos otros investigadores siguen centrados en conocer la vida que nos rodea en nuestro propio planeta. Y, aunque parezca mentira, esta exploración terráquea incluye a un grupo de seres vivos de tamaño tan notable como los árboles.
     El trabajo en este campo ha permitido elaborar la primera base de datos que unifica nuestros conocimientos sobre las 60.065 especies diferentes de árboles identificadas hasta el momento.
Roble conocido como Jozef (centro), en Polonia, elegido como el árbol europeo del año 2017
Roble conocido como Jozef, en Polonia, elegido como el árbol europeo del año 2017 (EFE)
     Los detalles de esta investigación han sido publicados en el Journal of Sustainable Forestry y están disponibles en el portal en internet GlobalTreeSearch, que coordina la asociación Botanic Gardens Conservation International (en la que se integran medio millar de jardines botánicos y centros de investigación botánica de todo el mundo).
     El GlobalTreeSearch es el primer catálogo general que permite conocer la distribución de los árboles por zonas geográficas, biomas, familias, géneros y especies. Además, esta base de datos indica las especies endémicas de cada zona geográfica o país y su estado de conservación.

Especies en peligro
     Uno de los objetivos de esta compleja labor de clasificación es mejor el conocimiento científico sobre las especies de árboles que se encuentran en peligro de extinción. Según este nuevo catálogo, elaborado con la participación de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, se conoce la existencia de unas 300 especies de árboles en peligro ‘crítico’ de extinción (con menos de 50 ejemplares vivos en el medio natural).
     Los expertos recuerdan que la base de datos sobre árboles es un instrumento en constante actualización y, por otra parte, calculan que hasta el año 2020 no podrán completar la primera Evaluación del Estado de Conservación de los árboles del mundo.
Número de especies de árboles por países
Número de especies de árboles diferentes por países (GlobalTreeSearch)
     El estudio que ahora se presenta indica que, por distribución geográfica, el país en el que existen más especies diferentes de árboles es Brasil (8.715), seguido de Colombia (5.776), Indonesia (5.142) y Malasia (4.993).
     El país en el que existen más árboles endémicos (especies que solo existen en un país) también es Brasil (4.333), seguido en este caso de Madagascar (2.991), Australia (2.584) y China (2.149). De hecho, casi el 58% de las especies conocidas de árboles son endémicas de un solo país.

Número de especies endémicas de árboles, por países
Número de especies endémicas de árboles, por países (GlobalTreeSearch)
     Casi la mitad de todas las especies de árboles (45%) pertenecen a solo diez familias, entre las que destacan las Leguminosae, Rubiaceae y Myrtaceae.

Artículo científico de referencia:
GlobalTreeSearch – the first complete global database of tree species and country distributions. E. Beech, M. Rivers, S. Oldfield P.P. Smith. Jounal of Sustaniabe Forestry. 2017. http://dx.doi.org/10.1080/10549811.2017.1310049

Base de la secuoya Pioneer Cabin, en California, destruida por una tormenta en 2017
Base de la secuoya Pioneer Cabin, en California, destruida por una tormenta en 2017 (CGTNP)


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3/05/2018

LA LEYENDA DE IROKO SOBRE EL CIELO Y LA TIERRA
de Natalia Bolívar, que la recogió de la comunidad africana de Cuba
     
     Hasta hace unas pocas décadas, la comunidad africana de Cuba mantenía en secreto la cultura y las creencias de su extraordinaria religión afrocubana, y tan sólo los iniciados podían acceder al caudal de sus rituales y conocimientos. Fueron dos mujeres blancas, Lydia Cabrera y Natalia Bolívar quienes recogieron de los ancianos el testigo de esta tradición y lo han transmitido al mundo occidental. La propia Natalia Bolívar nos contó con el mismo tono grave y pausado con el que debieron contarle a ella, la leyenda de Iroko, la Ceiba, que habla de cada uno de nosotros y de todo nuestro mundo:
        En el principio reinaba un perfecto entendimiento entre la Tierra y el Cielo. El Cielo velaba sobre la Tierra. La vida era feliz y la muerte venía sin dolor. Todo pertenecía a todos y nadie tenía que gobernar o conquistar. Pero la Tierra comenzó un día a discutir con el Cielo y dijo que ella era más vieja y poderosa, la creadora y sostenedora: “Sin mí el Cielo no tendría apoyo y se desmoronaría, yo creo a todos los seres vivos y los alimento. Todo nace de mí y todo vuelve a mí.” Oba Olorun, el rey Sol, no respondió pero hizo al Cielo una señal y el Cielo se alejó murmurando: “Tu castigo será tan grande como tu orgullo”. Iroko, la Ceiba, comenzó a meditar en medio del gran silencio que sobrevino. Ella tenía sus raíces hundidas en las entrañas de la Tierra, mientras sus ramas se extendían en lo profundo del cielo. Comprendió entonces que había desaparecido la armonía y sobrevendría una gran desgracia.
     El Cielo dejó de velar sobre la Tierra, paró de llover y un sol implacable hizo desaparecer toda la vegetación. Así aparecieron sobre el mundo la fealdad y la angustia, la enfermedad, el miedo y la miseria. Tan solo la Ceiba, que desde tiempos inmemoriales había reverenciado al Cielo, permaneció verde y saludable y sirvió de refugio a aquellos que habían podido penetrar el secreto que estaba en sus raíces. Ellos se purificaron a los pies de la Ceiba. Hicieron ruegos y sacrificios y el Cielo al fin se conmovió y envió grandes lluvias sobre la Tierra. Lo que quedaba vivo en ella se salvó gracias al refugio que les ofreció Iroko. Pero desde entonces, aunque todo reverdeció de nuevo, el Cielo ya no es amigo, permanece indiferente. Iroko salvó a la Tierra y, si la vida no es más feliz, la culpa hay que echársela al orgullo...

    
Este mito coincide con muchos otros por todo el mundo que hablan de los árboles y el bosque como guardianes de la armonía y de la salud física y psíquica del ser humano. Los bosques son incansables tejedores de los delicados equilibrios atmosféricos y climáticos de este planeta, nos alimentan y nos protegen de mil modos distintos. Aún hoy los santeros cubanos se internan en la manigua como quien entra a un templo para recuperar su salud y recoger remedios medicinales para el cuerpo y el espíritu. Las bienaventuranzas del árbol alcanzan todas las dimensiones del ser humano y su entorno.

---Fin---

3/03/2018

MAR VERDEJO COTO (Almería, 1972)
Amable, el señor de los tejos

    “¿Cómo prepara el semillero de texos Amable?” Le pregunté la primera vez cuando llegó el momento de saber cómo hacía germinar las semillas de tejos. Con su voz suave y tímida me contesta: “Me siento en el banco azul y espero a que los pájaros hagan su trabajo”.
     Seguimos con la conversación animada. Mi cabeza científica pensando, en silencio, sobre lo que me estaba diciendo. ¿Cómo sería su semillero? ¿Los plantaría en alveolos forestales? ¿En macetas?... ¡No me habrá entendido bien!, pensé... Pasan los minutos y vuelvo a plantearle la misma pregunta, y él me da la misma respuesta: “Me siento en el banco azul y espero a que los pájaros hagan su trabajo”, decía sonriendo. Debe de ser mi acento, mi voz afinada. Meditaba mientras proseguía la conversación sobre su vida, sus inquietudes y sus sueños. Hago un repaso de las semillas germinadas en el invernadero de la Universidad. Sus dificultades para conseguirlas, los tiempos, los tratamientos, las temperaturas y humedad…


     Los tejos no lo ponen fácil, de eso estaba segura. ¿Cómo conseguirá germinar esas valiosas semillas? Insistí en la pregunta hasta dos veces más, en la última es más explícito: “Hay una teja cerca de casa, sobre el banco azul hay un carbayo que hace de dormidero de los pájaros. Se comen el fruto y, bajo el banco, espero a que germinen las semillas. Después las paso a macetas y las llevo al vivero”. No daba crédito. Quería verlo con mis propios ojos y que volviera a contármelo. Dejaba en manos de la Naturaleza la germinación de las semillas, no las raspaba, ni las metía en agua ni en ácido… Daba tiempo al tiempo a sus noventa y seis años. No tenía prisa para germinar.
     Fuimos hasta su casa. Estaba deseosa de ver el banco azul, donde espera a que nazcan los nuevos tejos que cuida con amor infinito, que regala en momentos especiales y a personas elegidas porque sabe que ellas cuidaran de sus hijos. Era literal. Un banco azul, un gran roble lo abrigaba. La teja, en otro nivel, valle más abajo. Cerca el vivero con los jóvenes árboles. Y delante del banco azul una jardinera de apenas uno o dos metros de largo y unos cuarenta centímetros, donde aguardaban tejos recién germinados. Estaban a salvo de los herbívoros bajo una malla metálica.
     Y allí, sentada en el banco azul, pensé en el tiempo, en la paciencia. En cómo transcurrían sus sueños atemporales bajo el roble, esperando a que germinaran los futuros tejos, con infinita paciencia, con infinita humildad, con infinito respeto a estos árboles que se convirtieron en mágicos en ese instante, porque el mundo se detuvo ante mi mirada y mi mente. Conmovida por este momento. Miré con infinito amor al señor de los Texos, porque de eso se trataba: de amor.
     “He sembrado también”, dijo señalándonos, cerca de allí, dos contenedores envueltos primorosamente con sendas mallas metálicas, en las que dormían las semillas de la teja. “Estos tardarán más”, dijo Ignacio Abella. “¿Cuánto?”, preguntó Amable. “Cuatro o cinco años”, explicó Ignacio. “Bueno, pues esperaremos”, dijo Amable. El Señor de los Texos de noventa y seis años.

Fotos del Bosque Habitado
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