5/02/2013


ADONIS – ALI AHMAD SAID ESBER (Siria, 1930)
Homenaje al viento y a los árboles



DESNUDO,

el viento se pasea.



Si el espacio llorase,

como pretende la nube,

el viento sería una historia de lágrimas.



Árbol-
feminidad del viento.*



En el polvo toco

los dedos del viento.

En el viento leo

la escritura del polvo.
El camino no puede avanzar de verdad

más que a través de un viento dialogante

con su propio polvo.



El polvo tiene un cuerpo

que no baila sino con el viento.

El aire- único amante

que duerme con el fuego

en la misma túnica.



El viento posa la mano derecha

en el hombro de la rosa

y se mete la izquierda en el bolsillo:

Viento- ladrón de perfume.



El viento no cosecha más que ceniza

y trabaja

como si no conociera más que la siembra.



¡Viento!-

                    Establo en la ciudad

                    caballo en la aldea.



...música que viene de árboles

tañidos por el viento.



El sol es más ordenado que el aire. 

El aire es más justo que el sol.



El viento no firma

las cartas que escribe.



La lluvia es el bastón del aire,

el aire es el columpio de la lluvia.

 

Nubes- libros

que el viento desgarra.



Espacio- mar oscilante

cuyas olas son el aire.

El polvo lee lo que no ve.

El viento dice lo que no sabe.



El viento es el dialecto

en la naturaleza.

La luz es la lengua culta.



Todo tiene un trono donde sentarse,

salvo el viento:

él es su propio trono.



El aire-

               único amante

               con quien baila la rama

mientras ella se dispone a acostarse

con otro amante.



El fuego dijo: proclamaré a la ceniza albacea.

La ceniza dijo: no escribiré mi testamento.

El viento dijo: yo seré el testigo.



Vientos- cuerpos que caminan

con pies invisibles

como de ángeles.



El viento es la cuerda que flota en el espacio

y es a la vez el artista y la música.



Viento- palabra confusa que murmura

el silencio cósmico.



El viento enseña silencio

aunque no cese de hablar.



El viento está repleto de órganos.

Los órganos están repletos de gente.

Viento- espiración del espacio.



Danza es el viento

y todas las cosas

salones de baile.



El árbol pregunta a sus ramas

mas le responde el viento.



Árboles...

libros hojeados por el viento.



Cuando el aire se asoma

las ramas compiten

en estirar el cuello.



Humo- siembra

que sólo puede cosechar

la hoz del viento.



Aire- pañuelo de la hierba.



Los árboles tienen sueños

que sólo se despiertan

en la almohada del viento.



Pasos del viento-

campanas que dejan el espacio

en velación perpetua.



                    Hoy,

triste por el aire enfermo,

la adelfa no ha bailado.

Camino- caravana de rosales

cuyas ramas portan

un palanquín rojo.



La polvareda siempre cambia de forma

para saludar a su amado,

el viento.



Al árbol le gusta entonar canciones

que el viento no recuerda.



Oigo campanas de polvo

colgadas tristemente

al cuello del viento.



Viento- puerto único,

movimiento perpetuo

hacia lo desconocido.



De "Homenajes"  1988 - 
Versión de María Luisa Prieto
*A diferencia del español, la palabra árbol en árabe es femenina.
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4/28/2013


JOSÉ Mª CUMBREÑO (Cáceres 1972)
Árbol sin sombra 

No tala el leñador los troncos de los árboles,
sino sus sombras, que arden más despacio.
Llueve sin remordimiento en el mar.
Agua dulce que accede a ser estéril.
Agua maldita que nada fecunda.

Los cálculos del topógrafo
revelan dónde iniciar el desmonte.
La desembocadura traicionará al deshielo.
Servidumbre inescrutable
de la sed y la fatiga.

Si el calor no instilara
a la tierra el afán de la arena
ni al surco el del cauce seco.

La equidistancia
del río evaporado.
El hedor de la leche corrompida en las ubres.
Semen de sal.
El insomnio de las embarazadas
ha podrido la cosecha.

Durará la vida lo que dure el fuego.
Los árboles no darán ya sombra
en la que sentarse a descansar.
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4/23/2013


Ben el Valiente
Mathilde Stein y Mies van Hout. 
Intermón Oxfam, 2007, Cuento infantil sobre los temores. Cuento perteneciente al Proyecto Cuentos para Crecer.


«¡Soy tan cobarde!», se dijo Ben. «Cuando alguien se cuela en la fila de la panadería, no digo nada. Cuando llevo mi peto de flores preferido, tengo miedo de que se rían de mí. Y cuando oigo ruidos raros por la noche, pienso que hay un fantasma debajo de la cama. Necesito ayuda».
Ben consultó la sección de «Ayuda para cobardes» de las Páginas Amarillas, y encontró el número de «El Árbol Mágico».
El anuncio decía: «Previa petición hora. Éxito garantizado». «¡Mágico! Es justo lo que necesito», pensó Ben, y llamó para pedir cita. A la mañana siguiente Ben se internó en el oscuro y agreste bosque donde vivía el Árbol Mágico.
«Estoy en el agreste bosque en compañía de todas las agrestes y extrañas criaturas», había dicho el árbol por teléfono. «Pero son inofensivas, así que no tengas miedo».
Menos mal que el Árbol Mágico había advertido a Ben. Un terrible dragón apareció de repente en el sendero del bosque. Expulsaba grandes nubes de humo por la nariz y, de vez en cuando, escupía fuego.
—¿Dónde crees que vas? —rugió el dragón.
Lo único que pudo hacer Ben fue tragar saliva. Pero recordó que el Árbol Mágico le había dicho que no tuviera miedo, así que miró a los amarillos ojos del dragón y dijo:
—Hola, Dragón. Voy a ver al Árbol Mágico. Tengo cita.Para sorpresa de Ben, el dragón le contestó con suma cortesía:
—Sigue todo recto y gira a la izquierda en el tercer esqueleto colgante. Dale recuerdos de mi parte al Árbol Mágico, si eres tan amable.
Tan pronto como Ben entró en el bosque, oyó un fuerte siseo… y antes de darse cuenta de lo que ocurría, se encontró colgando cabeza abajo de una telaraña.
Una enorme araña peluda se arrastraba hacia él.
—¡Hummm! —siseó ella—. ¡Mi comida favorita!
Menos mal que Ben sabía que la araña era inofensiva, porque si no se hubiera muerto de miedo.
—Hola, Araña. ¿Podrías soltarme, por favor? Tengo que ver al Árbol Mágico.
—Vaya —dijo la araña suspirando—. Qué pena —pero desató todos los nudos—. Dile al Árbol Mágico que su bufanda está casi lista —añadió—. Y que tengas buen viaje.
Ben siguió recorriendo el bosque. Estaba tan oscuro que no podía ver el sendero. Por fin distinguió una flecha con las palabras «Árbol Mágico», pero en ese preciso momento una mano helada le agarró del cuello.
Horrorizado, Ben se dio la vuelta. Una fea bruja se alzaba ante él. De su pelo colgaban arañas y cucarachas, olía mal y sus ojos centelleaban con maldad.
—¿Qué haces en mi jardín? —cacareó. «¡Cáspita!», pensó Ben. «Menos mal que sé que no hace nada horrible».
—Buenos días, señora —dijo muy educado—. No sabía que estaba en su jardín. Voy de camino al Árbol Mágico.
—Bueno —dijo la bruja—. No te preocupes. Aquí tienes una calabaza para el Árbol Mágico. Le saldrá un pastel estupendo.
Ben siguió adentrándose en el bosque. Los murciélagos revolotearon sobre su cabeza y oyó aullar a los lobos y otros alaridos espeluznantes, pero no hizo ningún caso. Giró a la izquierda en el tercer esqueleto colgante.
Allí estaba el Árbol Mágico, grande e imponente.
—Hola, Árbol Mágico —dijo Ben—. Soy Ben. Tengo una cita…
—Perfecto —dijo el Árbol Mágico—. ¿Has visto al dragón?
—Uy, sí —dijo Ben—. Me pidió que le diera muchos recuerdos.
—¿Algún problema con la araña? —Ninguno. Ya casi ha acabado de tejer su bufanda.
—¿Y la bruja? —Me dio esta calabaza para usted —replicó Ben.
—Ah —dijo el Árbol Mágico—. Bien, bien. Um. Esto. Er. Biennnnnn… Y después no dijo nada durante largo rato. Por fin preguntó:
—¿En qué puedo ayudarte?
—Quiero ser menos miedoso —susurró Ben.
El árbol asintió y dijo muy serio:
—Todo lo que ha ocurrido hoy ha servido para resolver eso. Ahora ya eres valiente de verdad.
Ben volvió a casa feliz. Pensaba: «Que árbol tan fantástico. Me ha convertido en Ben el Valiente como por arte de magia. Ya no volveré a tener miedo nunca más».
Al llegar a casa, Ben se puso su peto de flores favorito y se acercó a la panadería.
—Perdona, pero yo estaba primero —le dijo a la chica que intentaba colarse.
Compró dos pasteles. Uno para él y otro para el fantasma de su cama.

---Fin---


4/19/2013

Francisco Brines - Palabras a un laurel

FRANCISCO BRINES (Valencia 1932) 
Premio Cervantes 2020
Palabras a un laurel

Llena de luz tus ojos
ahora que cae el día
en las alas rasantes de los pájaros,
ahora que es miel y adelfa,
y en las cimas se vuelve adolescente
en su fragilidad, por su belleza.
Unge de luz tus ojos
y acércate al laurel, y toca en él a Dafne
que rechazó el amor,
tú que sólo estimaste la vida si era amor,
y mírate, con ella, en la desgracia
de centrar la desgracia de la vida
en ese peso breve del pájaro en sus ramas,
en el tierno batir de la inocencia,
en el canto feliz que suena solitario.
Y dile que es también delicia de la vida
el oscuro follaje de sus ramas,
pero que no lo fue su historia desdichada,
más triste aún que mi propia desdicha.
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