5/29/2011

CIPRÉS DE SILOS
Fray Pedro de Anasagasti 

A mis hermanos monjes de Silos

Un dedo vertical
flechando al cielo.
Astral cohete
frenado
por violencia sorda
de unas raíces presas en la gleba.
Un dedo vegetal
que ríe y llora
y anuncia la vigencia de una savia
que mana de un venero misterioso.

Un dedo puesto en pie,
gigante verde,
vestido del fanal de la esperanza.
Gigante vivo,
más vivo todavía en la lejana
y amarga incertidumbre
del ojo que no ve
el más allá sin árboles ni ríos.
Una isla serenada
en un lago agitado de violencias.

Un árbol, un ciprés,
un grito fecundante
en la dormida viva
de tumbas, de espirales y de arcadas,
que son tan sólo espuelas
–artísticas, sublimes–
de unos artífices sumidos en olvido.
Tú das a piedras y sepulcros
el beso fascinante
de una pasión latente que amanece.

Un árbol, un hogar,
adonde arriban
los pájaros hermanos
de sol avivador,
de la íntima llovizna acariciante
del viento agitador que los impulsa.
Aquí llegáis de noche,
piando vuestro gozo
al cofre del amor del Padre,
que siembra de colores vuestras plumas.

Un alto monasterio
con claustros vegetales
que saben de fraterna comprensión.
Espejo luminoso
de Silos –todo árbol–
que acoge, fraternal,
a pájaros humanos
heridos por los climas y las lacras
de un mundo desangrado en su divino.

Ciprés, que es oración
con salmos engolfados en silencio.
Ciprés, que es monasterio
abierto a la indigencia hermana.
Ciprés, que es ilusión
al corazón enfermo de tinieblas.
Ciprés de Silos ¡tan ciprés!

31-8-1975
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5/25/2011

JOAN MARAGALL (Barcelona, 1860-1911) 
Els ametllers
FULLS DE DIETARI - 1901


23 gener:

        Avui, per la primera i dolça volta,
        m'ha sorprès la blancor dels ametllers
        treient el cap per sobre dels recers
       de l'hort blanc de les monges caputxines:
       semblaven esfereïts
       de sentir-se tan florits
       tots sols entre les boirines.


6 febrer:

       Avui semblaven valents
       afrontant a tots els vents
       i semblava que cantaven
       i a les neus que els vents portaven.
       Sota les neus imminents
       cantaven de l'alegria
       d'haber florit innocents
       abans de l'hora i del dia:
       des del fons dels jorns vinents,
       plorant, la Primavera els beneïa.


15 febrer:

       Avui ha caigut neu damunt les flors
       i damunt de les coses primerenques:
       un matí de blancor que el sol ha fos.
       A migdia poncelles vermellenques
       han tret el cap florit entre la neu
       i han resplendit en mig de la blancura:
       els ametllers han dat gràcies a Déu
       agitant llur rosada vestidura.

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5/21/2011

ROBERT SABATIER (Paris, 1923-2012) 
Chant triomphal de l'arbre

Arbre couleur d'oiseau, je n'ai plus peur des plaines
Je pourrai m'envoler par-delà le ciel noir
Mon printemps, ton printemps dansent à perdre haleine
L'enfant, le liseron grimperont jusqu'au soir
Grimperont jusqu'à Dieu plus haut que la montagne
Arbre couleur d'oiseau je resterai quand même
Porteur de chevelure, arbre parmi les arbres.
 
Arbre couleur de l'eau, je coule d'un poème
Dans tous les corps d'ici, dans les cœurs et les ailes.
Hommes, je vous habite un instant, puis je pars
Je reviens à mon cri. La fleur souffle une abeille
Pour lui donner le vol, le vrai suc du voyage
Mes chants et mes parfums jaillissent de mes branches
Et pour toucher le ciel, j'agite mon feuillage
Comme un grand pavillon habité de mésanges.
 
Plus vif au jour, plus pur qu'une source dans l'île
Ce peu de chair est là pour me garder du ciel
Autour de moi, la mer ; une aube en ma poitrine
Mon corps est la couronne étrange du soleil
Je cerne une douceur, un grand lac s'émerveille
D'éveiller tant de brume et de nimber mes cimes
Je demeure un atoll en ce monde immobile.
 
Arbre couleur d'oiseau, de cet oiseau qui brûle
Et renaît chaque fois que le grand feu s'éteint
Arbre, j'attends que vibre aussi la libellule
Je n'ai que mille bras pour serrer mes essaims
Et leurs grappes sont là pour me donner la vie
Pour me nourrir aussi d'un nouveau cœur vivant
Je ne puis les serrer que si tout le ciel prie
Je ne puis les vêtir, mon corps se dénudant.
 
Arbre couleur d'oiseau, j'ai des jambes sous terre
Je rampe vers l'enfer et vole au paradis
Au milieu de mon corps l'horizon se soulève
Les astres tournoyants sombrent quand je le dis
Arbre couleur d'oiseau, pourtant, j'attends des larmes
Quand le printemps s'achève, avec des gestes graves
Tourné vers le soleil, je pleure comme un fruit.  
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5/17/2011

PUBLIO OVIDIO NASÓN (Italia, 43 a. C. - 17 d. C)
Metamorfosis de Filemón y Baucis - Libro VIII

Traducción: Antonio Ruiz de Elvira 1994

        Allí se presentó Júpiter en figura mortal, y, acompañando a su padre, el Atlántida portador del caduceo, que se había quitado las alas. A mil casas se dirigieron en busca de alojamiento para descansar; mil casas les fueron atrancadas con cerrojos; una en cambio los recibió, pequeña en verdad, cubierta de paja y de cañas del pantano, pero en ella la piadosa anciana Baucis, y Filemón, de la misma edad, habían estado juntos en los años de la juventud, y en aquella cabaña envejecieron, e hicieron llevadera su pobreza confesándola y soportándola de buen grado; y sería inútil buscar allí señores o criados; la casa entera está constituida por dos, y son los mismos los que obedecen y los que mandan. Y así, cuando los celestes alcanzaron aquel humilde hogar, y pasaron, inclinando la cabeza, por la exigua puerta, el viejo les invitó a dar descanso a sus miembros preparándoles asiento; sobre éste extendió Baucis, solícita, una tosca funda, y apartando en el fogón la ceniza tibia, atiza el fuego de la víspera, lo alimenta con hojas y corteza seca, y con su soplo de anciana lo acrecienta hasta producir llamas, y bajando del tejado teas muy astilladas y ramitas secas, las desmenuzó y acercó a un pequeño caldero, y descabezó, despojándolo de las hojas, un repollo que su esposo había traído del bien regado huerto; él, con una horquilla de dos puntas, alcanzó en vilo un lomo ahumado de cerdo colgado de una viga ennegrecida, y corta un trocito de su curada y añeja carne, y una vez cortado lo cuece en el agua hirviente. Mientras tanto entretienen con su charla las horas que faltan y les impiden darse cuenta de la espera. Había allí una artesa de madera de haya, colgada de un clavo por su sólida asa: es llenada de agua tibia y recibe los miembros de los viajeros para tonificarlos; en el centro de la choza hay un colchón de blanda juncia sobre un lecho de armadura y patas de sauce. Lo cubren de ropas que no solían extender más que en días de fiesta, pero incluso esta ropa era mísera y vieja, no impropia de un lecho de sauce. Recostáronse los dioses. La anciana, temblorosa y con la ropa recogida, coloca la mesa, pero de las tres patas de la mesa una cojeaba: un tiesto la equilibró, y una vez que, calzado, eliminó la inclinación, unas matas de verde menta limpiaron la mesa ya nivelada. Es servido allí el fruto bicolor de la casta Minerva, y cerezas de cornejo del otoño cubiertas de líquidas heces de vino, y escarola y rábano y queso fresco y huevos ligeramente pasados por un rescoldo no muy fuerte, todo ello en cacharros de barro. Y después ponen un barreño cincelado en plata de la misma clase, y copas hechas de haya, embadurnadas de rubia cera por su parte cóncava; poco hubo que esperar hasta que el fuego del hogar les mandó la comida bien caliente, y se trajo un vino de no mucha antigüedad, el cual fue a continuación retirado por breve tiempo para ceder su lugar al segundo plato; consistió éste en nueces, higos mezclados con arrugados dátiles, ciruelas,fragantes manzanas en anchos cestos, y uvas recogidas de un viñedo ya de color púrpura; en el centro hay un panal resplandeciente; a todo ello se añadían rostros amables y una buena voluntad que no era inútil ni pobre. Entretanto ven que el cratero del que tantas veces se había sacado licor se está volviendo a llenar por sí mismo, y que el vino sube de nivel por propia iniciativa. Tanto Baucis como el medroso Filemón quedan espantados, atónitos ante lo inaudito del suceso, y con las manos levantadas pronuncian plegarias y piden perdón por la insignificancia de la colación y del servicio. Tenían un solo ganso, que era el guardián de la humildísima granja; se dispusieron sus dueños a sacrificárselo a los dioses que eran sus huéspedes; el animal, veloz por sus alas, cansa y burla durante largo tiempo a los ancianos, lentos por su edad, y al fin pareció que se refugiaba junto a los dioses mismos: los celestes prohibieron que se le matara. 
        "Somos dioses, y esta comarca impía va a pagar el castigo que merece", dijeron; "a vosotros se os concederá quedar a salvo de esta catástrofe; abandonad al punto vuestra morada, seguid nuestros pasos y venid con nosotros a lo alto de la montaña". Obedecen ambos y, precedidos por los dioses, ayudan con sus bastones a sus miembros, y, despaciosos por sus ancianos años, se esfuerzan en avanzar por la interminable cuesta. Distaban de la cima tanto como puede alcanzar de una vez una flecha disparada: volvieron la mirada y advirtieron que todo había quedado sumergido bajo una laguna a excepción de su casa, que era lo único que estaba a salvo; y mientras se maravillan de aquello y lloran la destrucción de sus vecinos, aquella vieja choza, pequeña hasta para sus dos dueños, se convierte en un templo: el lugar de los soportes ahorquillados vinieron a ocuparlo columnas, la cubierta de paja empieza a amarillear, y resulta un techo de oro, unas puertas esculpidas y un suelo recubierto de mármol. Entonces el Saturnio con plácido semblante pronunció estas palabras: "Decid, justo anciano y mujer digna de su justo esposo, qué es lo que deseáis". 
         Filemón habló brevemente con Baucis, y a continuación manifestó a los celestes la unánime decisión de ambos: "Pedimos ser vuestros sacerdotes y guardar vuestro santuario, y, puesto que hemos pasado juntos y en paz nuestros años, que una misma hora nos lleve a los dos, que no vea yo nunca la tumba de mi esposa y que tampoco tenga ella que enterrarme a mí". La petición es atendida y realizada: fueron ellos la custodia del templo mientras se les dio vida; y ya exhaustos por los años de la ancianidad, encontrándose un día delante de la sagrada escalinata, hablando de sucesos que la ocasión les evocaba, vio Baucis que a Filemón le salían hojas y el viejo Filemón vio que le salían a Baucis. 
Y cuando la copa arbórea iba creciendo e invadiendo ya los dos rostros, se dirigían la palabra mutuamente mientras aún podían, y al mismo tiempo dijeron los dos "adiós, consorte" y al mismo tiempo la vegetal corteza cubrió e hizo desaparecer sus bocas.
         Todavía los nativos de Bitinia enseñan allí dos troncos vecinos que salen de un doble tocón. Esto es lo que me contaron ancianos nada frívolos, y no había motivo para que tuvieran intención de engañar. Y desde luego yo vi unas guirnaldas colgadas de las ramas, y yo mismo puse otras nuevas diciendo: "Los que son objeto de la solicitud de los dioses, dioses son, y reciban culto los que lo rindieron"...
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