3/31/2009

AL CIPRÉS DE SILOS
José Javier Aleixandre

En una tarde de primavera, 1962

Árbol sonoro, flauta con ternura
de corazón de pájaro. Voz santa
de jaula vegetal que se agiganta
preñada de alegría hacia la altura.

Al cielo están izando su verdura
las invisibles alas. Se levanta
la mirada con él al cielo. Canta
gloria a Dios su afinada arquitectrura.

Y al pie, quebrado espejo, …
la verdad del reflejo entre temblores
por la risueña y frívola caída

del agua de sus cuatro surtidores
y un estanque redondo –sin salida-
donde nadan los peces de colores.

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3/30/2009

EL PEQUEÑO ABETO
N. Willer, en Cuentos de otro lugar y otro tiempo

Érase una vez un pequeño abeto. Solo, en el bosque, en medio de los demás árboles cubiertos de hojas, él solo tenía agujas, nada más que agujas.
¡Cómo se quejaba!
-Todos mis amigos tienen hermosas hojas, hermosas hojas verdes. ¡Yo, sólo tengo espinas! Quisiera tener, para darles un poquito de envidia hojas todas de oro.
A la mañana siguiente, cuando se despertó quedó deslumbrado…
-¿Dónde están mis espinas? ¡Ya no las tengo! ¡Me han dado las hojas de oro que había pedido! ¡Que contento estoy!
Y todos sus vecinos que le estaban mirando dijeron:
-¡El pequeño abeto es todo de oro!
Pero he aquí que un hombre, un malvado ladrón, llegó al bosque y les oyó. Pensó:
- ¡Un abeto de oro! ¡Qué gran negocio!
Pero como tenía miedo de ser visto, volvió por la noche con un gran saco. Cogió todas las hojas sin dejar ni una.
A la mañana siguiente, al verse completamente desnudo, el pobre abeto se puso a llorar.
-Ya no quiero más oro –se dijo a si mismo en voz baja-. Cuando vienen los ladrones, te lo roban todo y ya no te queda nada. ¡Quisiera tener todas las hojas de cristal! ¡El cristal también brilla!
A la mañana siguiente, cuando despertó, tenía las hojas que había deseado. Se puso muy contento y dijo:
- En lugar de hojas de oro tengo hojas de cristal; ahora estoy tranquillo porque no me las robará nadie.
Y todos sus vecinos que le miraban, dijeron a la vez:
-¡El pequeño abeto es todo de cristal!
Pero, cuando vino la noche, la tempestad sopló fuerte. El pequeño abeto suplicó en vano, el viento le sacudió y no quedó ni una sola de sus hojas.
A la mañana siguiente, al ver el destrozo, el pobre abeto se puso a llorar:
-¡Qué desgraciado soy! Otra vez estoy desnudo. Han robado mis hojas de oro y han roto mis hojas de cristal. Quisiera tener, como mis amigos, hermosas hojas vedes.
Al día siguiente, cuando se despertó, vio que había obtenido lo que deseaba.
Y todos sus vecinos, que le miraban, se pusieron muy a decir:
-¡El pequeño abeto ya es como nosotros!
Pero, durante el día, la cabra salió a pasear con sus cabritillos. Cuando vio al pequeño abeto, dijo:
-¡Venid niñitos míos!, ¡venid, hijos míos! saboread esta comida y no dejéis nada.
Los cabritillos se acercaron saltando y lo devoraron todo en menos de un instante.
Cuando llegó la noche, el pequeño abeto, completamente desnudo y tiritando, se puso a llorar como un niño.
-Se lo han comido todo -dijo en voz baja-. Ya no me queda nada. He perdido mis hojas, mis hermosas hojas verdes, como mis hojas de cristal y mis hojas de oro. ¡Me contentaría con que me devolvieran mis agujas!
A la mañana siguiente, cuando se despertó, se encontró sus antiguas agujas y no supo qué decir.
¡Qué feliz es! ¡Cómo se contempla! Se ha curado por completo de su orgullo. Y sus vecinos que le oyen reír, dicen mirándole:
-¡El pequeño abeto está como antes!
---Fin---

3/26/2009

EN EL CLAUSTRO DE SILOS
Proto González Cimas

Recio, austero, perenne, agudo, orante
ciprés quieto en el patio solitario
que, en silencio, contempla con asombro
tu verticalidad, escueta y firme,
erguida sin cansancio.

Cerca, en la breve taza
de añosa y ruda fuente,
sin tregua, brota un salmo:
voz clara en la vigilia recoleta,
contrapunto del que, asiduo y callado,
trepa con la esperanza y se remonta
por el brillante azul solemne y alto,
en armoniosa rima
con la paz remansa de los claustros.

Al enjoyarte el sol con los fulgores
más bellos de la tarde,
tu sombra, desbordando el cuadrilátero
–oro viejo en la historia de la piedra-
con un abrazo ingrávido
transmite al adyacente caserío
el místico mensaje,
mezcla de eterno y de fugaz, que en vilo
pone carne y espíritu, tensándolos
sin perturbar la calma.

Las horas, el acecho,
registran quedamente
los infinitos pulsos del espacio.
Y en estas coordenadas impasibles
el mundo evoluciona o se desquicia;

la vida continúa…
Los monjes –y el ciprés- siguen orando.

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3/25/2009

JOSEP CARNER - La figuera

JOSEP CARNER (Barcelona, 1884-1970)
La figuera

Dónes, figuera, quan l'aire rutila,
bosses de mel a l'amic i a l'estrany;
mar, casa i horta coneix i vigila
la teva soca de pell d'orifany.

    Has vist Adam, fill rebel de l'argila,
l'àngel irós i el seu mal averany;
i si Jesús maleí fora vila,
erma de fruits, la figuera d'antany,

    ara, en abril, quen és gerda la brossa,
Qui ve de vèncer la mort en sa fossa
a tu decanta la mà transparent,

    i verdes flames encara desnia
en cada branc que l'hivern abaltia,
oh canelobre de Vell Testament!
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